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Política | El abogado Roberto Veiga, ¿un opositor leal?

"He optado siempre por una ruta serena y profunda de cambios sociopolíticos, asentados en la necesidad de paz, justicia y transparencia".

Roberto Veiga, abogado cubano.
Roberto Veiga, abogado cubano. | Imagen: Cuba Próxima

El nombre del abogado Roberto Veiga González, director del laboratorio de ideas Cuba Próxima, Centro de Estudios sobre el Estado de Derecho, está asociado, inevitablemente, al término "oposición leal", acuñado durante la época en que dirigió en la Isla el laboratorio de ideas Cuba Posible. 

El término fue polémico en su momento y despertó cuestionamientos dentro de la oposición y la sociedad civil independiente: ¿Lealtad a quién? Curiosamente, el régimen cubano, y específicamente Miguel Díaz-Canel, parece haber sido el primero en comprender que la lealtad no era al poder dentro de la Isla, como demuestran los últimos años de labor de Cuba Posible y el “aislamiento moral y físico”, que forzó a Veiga González a emigrar, y que él describe en esta entrevista con Árbol Invertido.

En este diálogo, el también exdirector de la revista católica Espacio Laical aborda, entre otros temas, su relación con otro Roberto Veiga −su padre, exmiembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba, fallecido en agosto− y con la Iglesia Católica.

¿Cuando usted hablaba de una oposición leal a Cuba, consideraba que existía una oposición desleal?

En los inicios de la revista Espacio Laical (2005-2014) ya optábamos por el pluralismo político, incluyendo el pluripartidismo. Ello en un contexto donde esto último aún no era bien apreciado, ni por afines al sistema sociopolítico, ni por una amplia y destacada parte del sector crítico al Gobierno. En medio de estos debates se incorporó el análisis sobre el pluralismo político y la “lealtad” al país, y lo hicimos con mucha convicción. El Cuaderno No. 17 de 2015, del Laboratorio de Ideas Cuba Posible, compila una selección importante de este diálogo.

Esta propuesta no reclamaba “lealtad” de las oposiciones políticas al Gobierno, sino la “lealtad” de dichas oposiciones y del poder a la sociedad en general. En este sentido, por ejemplo, podíamos cuestionar la decisión ideológica de la oficialidad acerca de no aceptar la propiedad privada en la economía, porque ello reduciría su poder, aunque afecta el bienestar de todos los cubanos, e igualmente podíamos cuestionar las leyes estadounidenses que dañan a toda la sociedad cubana. O sea, rechazábamos que la finalidad de cualquier política sea los egos, intereses, rencores y fobias meramente particulares porque estos, por supuesto, participan de la política, pero cuando se vuelven su finalidad, la pervierten y sin duda se torna contraria al pueblo.

"Toda posición política que afecte el bienestar del pueblo resulta una vileza a Cuba, pues esta ahora son los cubanos concretos".

Tratamos el asunto como parte de un universo temático que trabajábamos, pero algunos comenzaron a identificarnos como “oposición leal”. Esto porque éramos entonces los únicos que analizábamos al respecto, defendíamos proyecciones sociopolíticas diferentes a las oficiales y el Gobierno se empeñaba en presentarnos como opositores políticos. Aunque en aquella época no asumíamos nuestra labor de ese modo, sino como faena intelectual sobre la política. 

Luego, uno de los cinco editoriales del New York Times, previos al anuncio del proceso Barack Obama y Raúl Castro, fue dedicado a Cuba Posible y allí, a fuerza de la opinión que puede establecer un medio de esta índole, fue “refrendado” que éramos la “oposición leal”. De modo que no lo rechazamos porque, como ya apunté, también apostábamos por esa “oposición leal a los intereses del pueblo”.

manifestación en Cuba 11J
Manifestación del 11 de julio en Cuba.

Quiero reafirmar que, según considero, toda posición política que, por las razones que sean, afecta el bienestar del pueblo ya sean posiciones de antaño o actuales, o quizá del futuro, resulta una vileza a Cuba, pues esta ahora son los cubanos concretos. De lo contrario, Cuba sería una entelequia o una apelación oportunista.

¿Cómo piensa ahora al respecto? ¿Creía entonces y ahora que el gobernante Partido Comunista es leal?

Reitero, en cualquier caso, pero con toda seguridad en un contexto de crisis dramática como el nuestro, la responsabilidad Política (así, con mayúscula), es sólo aquella que, siendo de la ideología que sea, asume el imperativo de beneficiar al pueblo y jamás sacrificarlo en las batallas a favor o en contra del poder.

Por supuesto que muchas veces, en la competencia política, unas fuerzas limitan beneficios sociales que otras quieren ofrecer, pero esto siempre debería resultar en beneficio de otros modos de hacerlo y jamás afectando la dignidad de la ciudadanía y/o quebrantándola. También es cierto que muchos podrían asegurar que en la historia de la humanidad han sobrado los políticos que traspasan este límite, pero precisamente ello debe indicarnos qué tipo de políticos no debemos elegir, o reelegir.

La élite política de la Isla, por su parte, sólo es leal al poder y, desde hace tiempo, con una incompetencia incomparable. 

A propósito, apunto además que existen posiciones “radicales” en contra del Gobierno de la Isla que exclusivamente predican una confrontación que jamás ejecutan de forma concreta, directamente. A la vez, juzgan de manera grotesca a quienes poseen otras proyecciones, de un modo muy similar a como lo hace el Departamento Ideológico del Partido Comunista. En algunos casos, esto significa un servicio destacado a favor del Gobierno cubano. Deberíamos incorporar que nuestras actitudes no deben emular las actitudes de ese poder porque sólo alcanzaremos una realidad distinta en Cuba si actuamos distinto ya que, de no hacerlo, ese poder nos habría ganado para siempre.   

Durante seis décadas de dictadura en Cuba han existido organizaciones, dentro y fuera, que han apostado por la lucha armada o por la vía pacífica, incluso apelando a la legalidad, pero lo cierto es que el régimen continúa en el poder y no se ha producido una apertura política. No se puede esperar que un régimen que se siente tan cómodo en el poder lleve a cabo, espontáneamente y sin poner obstáculos, una apertura que ponga en peligro su posibilidad de manejar el país como una finca de su propiedad. ¿Por tanto, ha habido alguna responsabilidad por parte de la oposición, la sociedad civil y el exilio?

Seguramente los integrantes de la cúpula gobernante tienen satisfechas todas las necesidades, sus familiares están muy cómodos y algunos poseen pingües cuentas bancarias, pero todo esto gravita sobre un abismo y ello no instala comodidad al poder. 

En tal sentido, quizá la actual resistencia al cambio provenga de una situación difícil de incomodidad creada por haber malgastado todas las oportunidades, mientras poseyó mejores condiciones, para transformar el modelo sociopolítico transfiriendo autoridad y legitimidad a las instituciones, a los cargos responsables de estas y a una dinámica social democrática.

"La lucha por la democracia, al menos durante los últimos veinte años, ha padecido déficits de peso político real".

Como consecuencia, actualmente carece de condiciones que le ofrezcan certidumbres, posee un sistema ineficaz y no tiene claridad sobre una posible agenda estratégica que saque al país de la crisis sin poner en riesgo la seguridad de la élite política y sus intereses económicos, de control, etcétera. 

Por otro lado, la lucha por la democracia, al menos durante los últimos veinte años, ha padecido déficits de peso político real. Me refiero al peso político que proviene de la capacidad de implementar estrategias sólidas, realistas, posibles y ambiciosas a la vez, y de aportar o atraer recursos económicos y de fuerza. Como resultado, sus ideas no logran transmutar en política, sino que quedan en sólo criterios.  

Usted dirige ahora el laboratorio de ideas Cuba Próxima y antes dirigió Cuba Posible.  ¿Qué los distingue? 

Cuba Posible (2014-2019) fue una especie de confederación intelectual muy elástica, que incluyó diferentes posiciones teóricas y perspectivas ideoló­gicas, que tuvo una connotación política directa, pero no como entidad que se ocupara de “hacer política”, sino como un espacio que ofreció densidad al debate público e influyó sobre “quiénes deciden”. Esto con el propósito de una evolución serena, progresiva, reconciliadora y sólida hacia un Estado de Derecho. 

Cuba Próxima (2021) posee idénticos objetivos, aunque con dos diferencias, que derivan de las circunstancias. O sea, si bien opta por la serenidad y la reconciliación, ya no es posible una evolución del modelo político hacia la democracia, sino sólo una especie de nuevo comienzo. Además, aunque no renuncia a contribuir a la densidad del “debate público”, su propósito fundamental es propiciar la “operacionalidad política” real.

¿Cómo se asegura de que las ideas que surgen de Cuba Próxima y antes de Cuba Posible lleguen al interior de la sociedad cubana y realmente sean una contribución al cambio democrático, y no se queden en la discusión dentro de una élite intelectual?

Es importante comunicar las ideas e intentar persuadir, crear opinión y movilizar la voluntad, y esto lo hacemos. A la vez, estamos convencidos de que en el caso cubano las ideas, los debates y los acuerdos llevan décadas de ventaja a la praxis política y, por ello, dedicamos los mayores esfuerzos a cooperar con quienes la ejercen o nos ha parecido que podrían ejercerla. Incluso, actualmente disponemos actores para asumir dicha práctica.

Sobre estas cuestiones tenemos experiencia y exactamente por eso fue estrangulada Cuba Posible. Mientras ganaba simpatizantes también fue logrando respeto en las “bases”, la “intelectualidad orgánica” y los “cuadros” de la oficialidad (para utilizar su propia jerga). Incluso, muchos de sus activistas e intelectuales cooperaron y algunos se implicaron con intensidad. Además, llegó a ser leída, estudiada y citada también por estas “bases”, “intelectuales” y “cuadros”.

Logo de Cuba Próxima.
Logo de Cuba Próxima.

Cuando el poder analizaba cualquier situación y pedía recopilar qué se expresaba al respecto en la sociedad, en muchas ocasiones, sólo en Cuba Posible se encontraban dichas referencias; o, de también encontrar en otros proyectos, las del Laboratorio de Ideas eran más numerosas y siempre a partir de la mayor amplitud de criterios y disciplinas; además, era donde único podía encontrarse todo o casi todo el espectro de materias posibles; y con un invariable contenido cualitativo, claro y, a la vez, altamente respetuoso. 

El poder llegó a considerar que Cuba Posible le hablaba a sus “bases”, “intelectuales” y “cuadros”. Igualmente, que estos estaban confundidos, porque no la estimaban como “contrarrevolucionaria” y “subversiva”, sino como “aliada” que procuraba la evolución del modelo sociopolítico, con posiciones y propuestas inteligentes y bien formuladas. En tanto, advirtieron que ganaba respaldo en los suyos y les incorporaba preguntas y les invitaba a respuestas. En fin, estimaron que instituía la “duda” cuando el poder requería “fe”. Esto la convirtió en “el mayor peligro”.

"Todavía más sensibles fueron los procedimientos no públicos, orientados a lo personal y familiar".

Quebrantaron nuestra reputación política y las condiciones de trabajo. Visitaron las universidades y los medios de comunicación del país prohibiendo colaborar con nosotros y quienes no obedecieron fueron expulsados. En marzo de 2017 el presidente Raúl Castro, en sesión extraordinaria del Parlamento, canceló su “reforma” y la TV transmitió entrevistas a diputados que expresaban desaprobación de las posturas “posibilistas”. 

También el periódico Granma dedicó una página completa en contra del “posibilismo”. Luego agudizaron una campaña de meses en nuestra contra a través de los medios del PCC. En paralelo, desplegaron un sutil quehacer con instituciones del extranjero para que nos retiraran el apoyo, lo cual resultó fácil porque siempre trabajamos con entidades extranjeras que, a pesar de diferencias ideo políticas, estaban en contacto con instituciones oficiales. Todavía más sensibles fueron los procedimientos no públicos, orientados a lo personal y familiar.

En mayo de 2019 suspendimos los trabajos. Pero con ello no fracasó Cuba Posible, sino la represión. Al intentarlo polarizaron las circunstancias y quedó ratificado que cerrar las puertas y las ventanas jamás será una opción política estable. 

Ciertamente, nunca hemos sido un mero “laboratorio” para la complacencia intelectual o de otra índole.  

En agosto falleció su padre, Roberto Veiga, quien fue miembro del Buró Político del Partido Comunista. ¿Debatían sobre sus respectivas posiciones políticas y visiones sobre el futuro de Cuba? ¿Qué opinaba él sobre Cuba Posible y el hecho de que el régimen cubano haya buscado, y logrado, que perdiera el financiamiento? ¿Llegaron a conversar sobre las protestas —reprimidas violentamente por el régimen cubano— del 11 y el 12 de julio de 2021?

La identidad política de mi padre, durante toda su vida, estuvo marcada por la pasión por Cuba, su vocación sindicalista desde antes de 1959 y su militancia en el Movimiento 26 de Julio, que integró para combatir al general Fulgencio Batista y trabajar por la soberanía y la justicia social. 

De él aprendí muchísimo. Tuvo un amplio conocimiento de la realidad mundial, pues durante 12 años fue vicepresidente de la Federación Sindical Mundial (FSM), cuando aún era una organización fuerte y poseía relaciones importantes en diversos ámbitos del mundo. También estuvo muy al tanto de la realidad nacional, lo cual facilitaba las responsabilidades que ocupó.

Creación del Comité Central del PCC (1965).
Creación del Comité Central del PCC (1965).

Tuvo cargos políticos desde el 1 de enero de 1959. Fue promovido gradualmente, pero no de manera lenta. Cuando muere Lázaro Peña, a quien le poseía un gran afecto y respeto, lo sustituyó en el cargo de secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y ocupó esa responsabilidad por quince años. En ese período la CTC procuró una orientación comprometida con el PCC y el Gobierno, pero de matriz reivindicativa. Queda pendiente el análisis histórico acerca de ese sindicalismo que procuraron y fue cancelado en 1989.

También participó, en 1965, en la Conferencia nacional que instituyó el PCC, y en su primer Congreso integró el Comité Central, para lo cual fue ratificado en el segundo y tercer Congreso. Asimismo, en el segundo y tercer Congreso integró además el Buró Político. Igualmente, durante tres legislaturas fue diputado a la Asamblea Nacional y miembro del Consejo de Estado.

Luego de apartarse de la gestión política, siguió asumiendo como suyo todo lo que habían hecho durante décadas, ya sea lo que partió de él o de otros, lo que acogió con mucho entusiasmo o con menos, lo que le gustó plenamente o lo que le gustó poco o casi nada. Cuando algunos le pedimos análisis y valoraciones sobre esa época, se negó a ofrecerlos y alegaba que todos los protagonistas de aquello eran responsables de “todo lo hecho” y que, por ende, tales análisis, evaluaciones y distinciones deberían hacerlos otros. En cuanto a la etapa posterior, cuando ya no ocupó cargos políticos, mantuvo la misma consecuencia con los principios originales, si bien cuestionó todo lo que estimaba una incapacidad, un error o una culpa.

"Desde joven me inculcó hacer aquello de lo que yo estuviera convencido y no dejó de respetar cada cosa que hice."

Siempre conversamos de Cuba, de su historia, su presente y su futuro, con algunas discrepancias, pero sobre todo con muchísimas coincidencias. Coincidimos, por ejemplo, acerca de la necesidad de una economía mixta con un empresariado nacional sólido, la centralidad de la cuestión laboral, el beneficio de una convivencia respetuosa de las diferentes posiciones políticas nacionales, la importancia del funcionamiento institucional y la autoridad de la ley, la obtención de resultados eficaces como apreciación decisiva de toda gestión pública, el compromiso con la justicia social, y la necesidad de una relación pragmática entre Cuba y Estados Unidos, siendo a la vez parte de las mejores dinámicas de América Latina. Estas y otras posiciones suyas fueron conocidas por quienes, en algún momento, se detuvieron a conversar con él sobre cuestiones políticas.   

Desde joven me inculcó hacer aquello de lo que yo estuviera convencido y no dejó de respetar cada cosa que hice. Igual se ocupó de otros ámbitos de mi educación; por ejemplo, antes de estudiar en la Universidad, me hizo trabajar en una fábrica durante un año, con turnos rotativos, cargando hierros, y pasar cinco años de servicio militar en una unidad de mucho rigor. 

También estuvo muy cercano cuando se impuso en nuestra contra la represión y el abuso de poder. Inclusive, en ese contexto concedió una entrevista a Cuba Posible titulada "Tenemos que dejar constancia de lo sucedido", y publicó tres textos titulados "Apuntes sobre el movimiento sindical internacional", "Salario, motivación laboral y seguridad social", y "La economía cubana: cambios y retos". Lo hizo, sobre todo, a modo de respaldo moral, lo cual agradezco muchísimo, ya sea como director de Cuba Posible y como hijo.

No pudimos conversar de las protestas del 11 y el 12 de julio de 2021pues él ya estaba muy enfermo.

¿Cómo llegó usted a hacerse católico, teniendo en cuenta que su padre era un dirigente comunista y cómo afectó su fe la relación familiar?

Mi familia materna sí tenía vínculos con la Iglesia. De hecho, fui bautizado a los nueve días de nacer. Fui adquiriendo esa experiencia, que para mí representó una dimensión humana especial y que fue cimentando la fe. Por supuesto, eso me trajo también tensiones.

Mi hermana mayor vivió diecinueve años enferma, y la tía de mi madre, muy católica, tuvo una participación muy especial en mi crianza, ayudando a mi madre. Su influencia me marcó profundamente y de manera positiva, aún hoy la extraño mucho.

Esta tía, además, era madre de un sacerdote, primo mío, que posteriormente fue obispo, luego arzobispo de La Habana, y en 1994 fue nombrado cardenal por el papa Juan Pablo II. De pequeño pasaba días con ellos, especialmente durante las vacaciones, y eso me permitió conocer a muchas personas de la Iglesia y asistir a varios eventos, aunque jamás hubo proselitismo. Siempre respetaron que yo era hijo de mi padre, pero esa experiencia me proporcionó una dimensión humana especial y cimentó mi fe.

Mujer cubana en una iglesia
Mujer cubana en una iglesia. | Imagen: Reuters

Esa misma fe también me trajo tensiones, naturalmente. Yo era hijo de un dirigente, y las relaciones entre el Estado cubano y la Iglesia eran muy difíciles. En aquella época, hasta la reforma constitucional de 1992, el Estado era confesionalmente ateo. Más allá de eso, la fe cristiana era vista oficialmente como una ideología enemiga, y la Iglesia Católica, como una institución adversaria. El mayor conflicto surgió porque, al haberme bautizado, años después la dirección política exigió a mi padre que se separara de mi madre. Aunque no lo hizo de inmediato debido a la enfermedad de mi hermana, eventualmente, al enamorarse de otra persona, se separaron. Esto marcó profundamente a mi familia y dejó una huella en el resto de mi vida.

Pude experimentar muchas realidades del drama cubano. A pesar de que mi padre ocupó posiciones elevadas durante bastante tiempo, la mayor parte de mi vida transcurrió en condiciones inferiores a las de la población general. También viví la emigración de casi toda mi familia materna y el dolor de mis abuelos, porque en aquel momento emigrar a Estados Unidos implicaba un abismo familiar: era muy difícil mantener contacto. Esto me permitió ver contrastes y experimentar las complejidades del poder, la familia y la sociedad cubana.

Recientemente, alguien me dijo “Roberto Veiga es un tipo muy serio, está muy centrado y, si en algún momento hay una facción del poder en Cuba que quiera pactar (con la oposición) el tipo va a ser él”. ¿Qué opina usted al respecto? ¿Cómo ve su papel en una negociación con el régimen y qué haría falta para que el régimen llegue a estar dispuesto, o más bien necesitado, de negociar?

Resulta imposible conocer el rol de alguien en eventuales circunstancias futuras, que además actualmente son imprevisibles. Si bien estimo que, en cualquier futuro posible, pueda desenvolverme desde la posición política que por décadas he mantenido invariablemente, a favor de un Estado de Derecho, con democracia, inclusión social y política, cultura y civilidad, economía y trabajo, bienestar general y atención a las personas con desventajas. También he optado siempre por una ruta serena y profunda de cambios sociopolíticos, basada en un proceso de Reconciliación Nacional, asentado en la necesidad de paz, justicia y transparencia, que nos facilite sanar, reconstruir, mirar adelante.

En tal sentido, Cuba necesita un cambio sociopolítico pronto, que ojalá sea facilitado por el poder. De lo contrario será muy difícil lograrlo porque el sistema político se quebrantó, pero no existe un vacío de poder. 

Algunos apelan a que el desgaste agote al poder y ello pudiera ocurrir, pero debemos considerar que, en esa dinámica de agotamiento integral, el pueblo se agota más rápido y en una dimensión mayor. También algunos consideran que ese círculo vicioso pudiera romperse a través de protestas sociales que derroquen al poder y esto no sería descartable, pero también debemos considerar dos cuestiones. O sea, la ciudadanía padece un agotamiento aplastante y el poder ha perfilado sus capacidades para destruir a cualquier precio las protestas que puedan ponerle en peligro.

"Si no ocurriera esa apertura acordada, probablemente el tránsito será hacia la instalación definitiva del país en el cuarto mundo."

Sería conveniente una apertura acordada en la que todos participemos, con dos compromisos radicales. Es decir, a favor de los cubanos concretos y de horizontes amplios e innegociables en torno a la libertad y los Derechos Humanos, la democracia y el imperio de la ley, el bienestar y la paz. Pero también dispuestos a transitar caminos estrechos para alcanzarlos, que son los propios de cualquier proceso de esta índole. 

De cara al compromiso con mi posición política, si sucediera un proceso de esta índole, yo tendría que, finalmente, escoger entre el quehacer de think tanks/facilitador de procesos y gestiones, o el desempeño de una agrupación política programática.   

Si no ocurriera esa apertura acordada, probablemente el tránsito será hacia la instalación definitiva del país en el cuarto mundo y el fracaso de la Nación. De modo que no debemos dejar de procurarlo, a no ser que estemos dispuestos a esperar y en el futuro inmediato recoger al país al modo de la imagen de María y Jesús en “La Piedad”, de Miguel Ángel.

¿Teniendo en cuenta que usted no solo es católico, sino que dirigió una revista como Espacio Laical, que incluía entre sus objetivos servir para el debate político, qué papel cree que debe tener la Iglesia en la transición de Cuba hacia la democracia?

En 2005, quedé a cargo de la revista Espacio Laical, con la misión de generar debate político y contribuir a la creación de confianza. Esta labor estuvo marcada por mis vivencias personales y por las dificultades que enfrenté, tanto dentro como fuera de la Iglesia, debido a los temas políticos que abordábamos. Poco a poco, la revista y yo nos convertimos en una misma cosa, y terminé atrapado en esta aventura, una que continúa siendo parte esencial de lo que soy.

Trabajé durante muchos años en la Iglesia, donde ocupé diversos roles vinculados tanto a mi carrera como abogado, como en la Cancillería del Arzobispado de La Habana y el Tribunal Eclesiástico, como a tareas más vinculadas a la formación y los medios. Durante 12 años fui profesor de temas políticos en el seminario para la formación de futuros sacerdotes. Además, integré el equipo de la revista Presencia de la diócesis de Matanzas y posteriormente el consejo de redacción de Palabra Nueva, órgano oficial de la Arquidiócesis de La Habana.

"Sin embargo, muchos dentro de la institución consideraron mis acciones en esa dirección como errores personales."

Ocupé una de las vicecoordinaciones nacionales de la Unión de Prensa Católica en Cuba y coordiné la Comisión de Justicia y Paz de la Arquidiócesis, donde organicé la Décima Semana Social Católica, un evento clave para reflexionar y dialogar sobre los temas sociales y políticos de Cuba.

La Iglesia siempre ha abogado por la reconciliación entre cubanos y por transformaciones económicas, sociales y políticas necesarias, pero ha considerado que no le corresponde crear las condiciones iniciales para ello. Más bien, se ha ofrecido a facilitar ese proceso una vez que exista la disposición social y política necesaria. Personalmente, siempre aposté por que la Iglesia pudiera adelantarse en la creación de esas condiciones, dada su independencia del poder, su presencia en toda la geografía cubana y su cosmovisión sólida sobre la sociedad y la historia. 

Sin embargo, muchos dentro de la institución consideraron mis acciones en esa dirección como errores personales. Esto me llevó finalmente a apartarme de todas las funciones que ejercía en la Iglesia, a pesar de mi convicción de que su papel en la reconciliación y transformación de Cuba podría ser determinante.

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Yusimí Rodríguez López

Periodista Yusimí Rodríguez López

(La Habana, 1976). Narradora y traductora. Colaboradora también de los sitios Diario de Cuba y Havana Times. En 2015 publicó su primera colección de cuentos, The Cuban dream. Ganó el Premio Deslinde con La otra guerra de los mundos (Ed. Deslinde, Madrid, 2021). Cuentos suyos aparecen en antologías en Cuba y otros países.

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