Al energúmeno que niega la disidencia en Cuba se le ha complicado la vida. A quien rezaba que allí no había movimiento organizado que no estuviera a favor del poder machango le ha brotado un problema en plena cara.
Dicho problema ha reventado en la piel jetácica de quien todavía defiende la dictadura. Y es como una sarna que no deja de picar —aunque la nieguen—, con registros fotográficos y audiovisuales de que sí la hay; de que la disidencia —franca, teatral, pensada, improvisada, en zapatillas de ballet o en chanclas de barrio— existe y tiene copyright cubano.
Hoy en día, la oposición es una de las cosas mejor repartidas en Cuba. Se da como la verdolaga. Como debía darse el progreso. Ocurre por obra y gracia de un fenómeno que anhelaba su brote rebelde —que nadie puede maquillar en época de Internet— y que rechaza, por unanimidad, lo unánime obligado y se mezcla, además, con la poética de lo justiciero.
Porque, hermanos míos, aquel gobierno no tiene millones de opositores reales por desagradecimiento. Tiene —¡al fin!—, la disidencia que desde hace casi 63 años merecía. La que engordó con infiltraciones, envenenamientos, mendacidades, vituperios, cárceles, destierros, asesinatos, fusilamientos, expropiaciones, infamias y difamaciones —a pululu— contra todo lo diferente. La que azuzó a costa de represión, hambre, manejos sucios, malos ratos y relatos, peores montajes, pésimo gusto, discriminación social, racial, sexual y política contra todo lo que respiraba.
Los amantes ciegos del régimen ya no encuentran pócima ni esencia de clavo ardiente de que agarrarse. Si algo bueno ha podido sostener el realengo aquel es esa manigua de adversarios, cada vez más inteligentes, que hacen las delicias de todos los que tenemos datos y ojos para ver.
Apoteosis masiva de contrarrevolucionarios
Hay que señalar y elogiar la cantidad de alternativas contrarrevolucionarias que practican los cubanos de dentro y fuera, diariamente. Es un cagarse en todo que da risa, ánimos y esperanza. Las expresiones opositoras toman formas de canción protesta, de directa de Facebook, de estampida en masa, de periódico online, de post de Twitter, de podcast, de presentación en streaming, de influencer en YouTube, de grupo con nombre propio o pseudónimo, de marca, de choteo, de performance, de dije que salía y salgo, del me subo, me monto y me encaramo, de puesta en escena, de dibujo, de recontrameme del meme... Cubren un vacío de años y salvan, con carácter retroactivo, la causa de tanto disidente previo que vivió y murió rejodido, sin que nadie conociera su calvario.
La presión opositora es tal, que se ha colado en el discurso de quienes niegan la dictadura, inaugurando el concepto de “dictadura en defensa propia” donde antes solían decir “este es el paraíso”, “la era está pariendo un corazón” o similar.
La oposición somos tod@s: la que grita y la que calla, el cojonudo y el acojonado.
De cada agresión castrista ha brotado una respuesta opositora maravillosa y merecida. Con ímpetu de impétigo, hoy estamos todos en la oposición y somos de todos los tipos y todas las especies amordazadas o ultrajadas desde 1959 hasta la fecha. Como una marea inclusiva, la oposición suma anticastristas recondenados y excastristas arrepentidos y los enfrenta a esos tres tristes castristas que todavía aguantan, con el favor de las tonfas y el miedo.
A los que duermen en la desesperanza, a los que piensan que Cuba no va a cambiar: prueben a echar una miradita al barrio, a la gente del trabajo, a los sociales de la esquina, a la Intranet, la Internet o la Extranet de paquete. Pero, sobre todo, miren el grado de depauperación moral del chivatón de toda la vida… Y notarán la fuerza de esta apoteosis masiva de contrarrevolucionarios.
No voy a querer nombrarles porque rozaría el crimen de lesa humanidad dejar fuera de mención a tantos millones de líderes actuales y estupend@s. Miremos las iniciativas que nos llegan, en tantos formatos, como innegables trompetas de cambio.
Cuando el silencio acobardado piensa y siente lo mismo que la voz plantada que se expresa está ocurriendo el milagro de la sinergia —sea o no autorizada—. La oposición somos tod@s: la que grita y la que calla, el cojonudo y el acojonado. Procuremos no perder este momento ni su memoria. Que no se disuelva en un cambio pasivo o monitorizado. Tengámonos aprecio como país. La autoestima nos hará libres.