¿Que la libertad es un pájaro que emigra y no regresa?
María Cristina Garrido
La censura y el encarcelamiento de escritores en Cuba han sido una constante bajo el totalitarismo. Pero el castigo a la libertad de expresión en la isla tiene muchos antecedentes en la historia de la nación, como es el caso del poeta esclavo Juan Francisco Manzano en la época colonial, o el del poeta Plácido, que fue recitando su poema Plegaria a Dios mientras lo llevaban al lugar de su ejecución, falsamente acusado de ser integrante de la Conspiración de La Escalera, o el del poeta Zenea, fusilado por los españoles, que nos dejó su lapidario Diario de un Mártir, o el ejemplo, siempre cercano, de Martí. Ya en la República, Villena, entre otros, ilustra esta triste tradición, como lo son también el exilio y el destierro, que articulan la Patria.
Escritores como Heberto Padilla, víctima de un juicio infame, en el que se autoinculpaba, y culpaba a sus amigos, al estilo de las purgas estalinista, y Reinaldo Arenas, perseguido por su obra transgresora y su orientación sexual, develan la naturaleza de esos barrotes y muros que han buscado silenciar voces disidentes. Arenas, autor de ese poema en prosa que es Celestino antes del alba, sufrió prisión y censura antes de exiliarse, convirtiéndose en un símbolo de resistencia literaria frente a la opresión.
No es común, a pesar de la tradición, poder escribir en la cárcel. Los esbirros torturan al poeta también con eso: le prohíben rasgar el papel en blanco, lo atormentan aún más al arrebatar la posibilidad de asir la poesía con la escritura, ya de por sí esquiva e inasible.
La mano oscura del Inquisidor no distingue entre géneros y trayectorias. María Elena Cruz Varela, poeta y activista, sufrió golpizas, encarcelamiento y actos de repudio tras liderar la “Carta de los Diez” en la década de 1990. Tania Diaz Castro, poeta y periodista independiente sufrió prisión en dos ocasiones, y fue amenazada con el fusilamiento. En esa larga lista figuran algunos poetas detenidos cuando la Primavera Negra de 2003 como Jorge Olivera Castillo, Manuel Vázquez Portal y Raúl Rivero. Otros, como Ángel Cuadra, el dramaturgo y pintor René Ariza o Jorge Valls, que sufrió más de 20 años de cárcel por sus ideas, también confirman cómo los poetas encarcelados encontraron en la escritura una vía para resistir, dejando testimonios desgarradores sobre las condiciones carcelarias y los abusos.
El Poder se achica ante la fuerza de la palabra poética, porque nadie como el poeta para dejar al descubierto su perversidad. Esto logra el libro que hoy presentamos, Voz cautiva. Poemas escritos en la cárcel, publicado por Ediciones Deslinde en 2023. Su autora, la presa de conciencia María Cristina Garrido, que, como su hermana Angélica, hoy libre y en el destierro, ha sufrido todo tipo de vejaciones y torturas, en medio de esa oscuridad logró sacar una carta de aliento al pueblo de Cuba, donde expresaba lo que para ella significó el 11 de julio, ese día de luz y despertar:
"No nos sintamos derrotados por el hecho de que el régimen sigue ahí. Debemos estar preparados para enfrentar el sacrificio que exige toda causa. Muchos ojos fueron abiertos para no cerrarse jamás, por eso somos más que ayer y mañana seremos más que hoy".
Una poeta presa, una linterna
Cuando salió su anterior libro, Examen del tiempo, escribí para Alas Tensas: "No muchos saben que esa muchacha que salió a la calle el 11J alentando al pueblo de Quivicán con gritos de '¡Abajo la dictadura!', '¡Libertad!', '¡No queremos más hambre ni represión para el pueblo de Cuba!', que hizo ella misma la directa desde su cuenta de Facebook, es una poeta".
María Cristina constituye, sin dudas, un peligro mayor para el régimen, pues a los nacimientos de sus ideas se une su condición de mujer poeta de sensibilidad y fuerza especiales. Su poema más “peligroso” se realizó con cada grito de “¡Libertad!,” de “¡Patria y Vida!”: un bofetón en la cara al poder que siempre se cree inalcanzable y seguro.
Voz cautiva es un libro que se inscribe ya en la historia de la literatura cubana. Aunque lo quieran borrar, como lo han hecho con gran parte de nuestra historia, saldrá a flote la voz desgarrada, contundente, de su autora. Se impondrá la belleza de su lenguaje poético que no tiembla, que tampoco teme, que nos invita a la acción.
Voz cautiva es un libro que se inscribe ya en la historia de la literatura cubana. Aunque lo quieran borrar, saldrá a flote la voz desgarrada, contundente, de su autora.
El libro es distintivo por muchas cosas. No es común, a pesar de la tradición, poder escribir en la cárcel. Los esbirros torturan al poeta también con eso: le prohíben rasgar el papel en blanco, lo atormentan aún más al arrebatar la posibilidad de asir la poesía con la escritura, ya de por sí esquiva e inasible. Cómo María Cristina logró escribir estos poemas en un régimen carcelario tan extremo y violento como el cubano, cómo logró sacar esos poemas, son las primeras preguntas que me surgen.
En la nota al libro Voz cautiva, el escritor radicado en Miami, Manuel Mérida, que nos hizo llegar el libro a través de otro poeta exiliado Rafael Vilches, ha dicho que María Cristina comenzó a escribir en el día 349. Imaginen: 349 días teniendo tanto adentro, encarcelada injustamente, sin poder contar con un lápiz y un trocito de papel para expulsar el dolor, la duda, la ira, la oscuridad, las ansias, los fluidos, simplemente para dar testimonio, que es una manera de alejarte de los límites de la locura. Mérida nos cuenta en el prólogo:
Los primeros poemas que filtró a la calle llegaron con temblor de manos y letra transparente que solo pudo leerse con máximo contraste de edición de imagen. Se guardan originales de tinta clara, de grafito arañado, hojas temerariamente estrujadas y versos amontonados. Esos textos dispersos grabaron sus huellas dactilares, su ropa interior, su sexo, su olor, los ojos de las horas sin tiempo, y conservan manchas de firmas con sangre, lágrimas rebeldes, moscas, el sudor del nervio, la impotencia del insomnio y la guadaña.
"Filtró a la calle", poemas filtrados, crisoles, fluidos del cuerpo escapados luego de la agonía hacia la libertad. Pero hay otras singularidades en este libro ilustrado por Jorge Rivero y Jennifer Reyes Garrido, hija de María Cristina, y que vio la luz gracias al auspicio de la Fundación Memorial Víctimas del Comunismo y en el contexto de la Campaña Te pareces a la libertad, por la liberación de las presas políticas. Entre esas singularidades está el hecho que los títulos del poemario aluden al día de estar en prisión en que fueron escritos. Una especie de rasguño sobre la pared del calabozo. Se divide en varias partes: Sobre la cama muerta, Dudas del paso, Cautivas y yo, Nostalgia de otras cosas, Próximo final, Réquiem de un viejo y su máquina, y Réquiem a mi vieja llorona. En esas partes se exploran diversos dolores, se ahonda en el cuerpo y la mente que linda con los abismos y la locura, la impotencia, para luego sumergirse en textos más sociológicos o solidarios, como los que integran Cautivas y yo, donde se torna voz, gran gesto sororo con otras hermanas de prisión. Arriba a conceptos tan esenciales como la vida, la muerte, el miedo o la esperanza, y termina con dos textos desgarradores a su padre y a su madre, dos Réquiem. Como en el Réquiem de Ajmátova, aunque se habla de la muerte, estos versos donde homenajea a sus padres y su memoria, constituyen una celebración a la vida, un fundirse con ella.
Porque eso es precisamente Voz cautiva: no solo es un testimonio muy potente de lo que pasa ahora mismo en el presidio político cubano, en las cárceles cubanas, donde pierden sus años más hermosos más de mil presos políticos. Es también, en mi parecer, una honda celebración de la vida y la esperanza, que ella sintetiza en ese poema a la luna: la luna que dice no tener hoy, ni quizás mañana, pero al final, y cito sus versos, “la luna afuera derritiéndose / entrando por la ventana alta, / en una lava de resplandor”.
Voz cautiva. Poemas escritos en la cárcel, de María Cristina Garrido, puede adquirse en Ediciones Deslinde.