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Opinión | Navidad y fin de año en Cuba: del desastre a la esperanza

Cada vez más se recurre desesperadamente a un refrán de las abuelas que se balancea entre el choteo cubano y la serena severidad que da la sabiduría de los años: “lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo”.

Arbolito de Navidad con la bandera de Cuba.
Arbolito de Navidad en una calle de Cuba.

Se acercan las fechas más entrañables y señaladas de la cultura cubana: Nochebuena, Navidad, Fin de año y Reyes Magos. Despiertan el sabor agridulce de la nostalgia. Los mayores hacen memoria de las celebraciones más tradicionales. Los cristianos tratamos de centrarnos en la médula de estas celebraciones: el nacimiento de Jesucristo y el final y comienzo de otro año de la era que marcó ese nacimiento: la Era Cristiana, nuestra era.

Sin embargo, todo, o casi todo, en Cuba, nos habla de lo contrario. La realidad que vivimos nos nubla la razón, nos enciende el enojo, nos incrementa la angustia de lo que ocurrirá. Cuba se debate entre la tribulación y la oscuridad. La inmensa mayoría de los cubanos vivimos entre la exasperación y la indignación.

Los más diversos sectores de la sociedad civil cubana se expresan cada vez con mayor claridad acerca de la crisis terminal del ámbito donde desarrollan su trabajo.

Los medios de comunicación oficiales solo traen malas noticias: guerras en las cuales Cuba ha sido colocada del lado erróneo. Malas noticias de la economía interna. Ausencia de proyectos y falta de voluntad de cambios reales desde el punto de vista político y social. La pobreza aumenta y a los pobres más pobres se les llama "vulnerables". Se habla de alegados terrorismos y no se mencionan otros comprobados. Todo en la línea de la confrontación con un enemigo externo y la división de los cubanos en una maniquea separación entre “buenos y malos”.

Los más diversos sectores de la sociedad civil cubana, la real, la única que se puede nombrar así, se expresan cada vez con mayor claridad acerca de la crisis terminal del ámbito donde desarrollan su trabajo. Se comparten por las redes fuertes declaraciones de médicos, de cineastas, de religiosos, de familiares de presos políticos, de educadores, de comunicadores independientes, mientras que el nivel de quejas y denuncias ciudadanas escala a cotas nunca antes vistas, al mismo tiempo que la violencia de todo tipo. El miedo se ha mudado de acera.

El refrán de las abuelas

Cada vez se recurre desesperadamente a un refrán de las abuelas que se balancea entre el choteo cubano y la serena severidad que da la sabiduría de los años: “lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo”.

Se puede tratar de decir a la abuela que esa no es una frase “políticamente correcta”. En un relativismo moral cotidiano, se pudiera interpretar como que "es bueno lo malo. Es posible que alguno crea que la abuela se alegra de “lo mala que está la cosa”. Y así, muchas interpretaciones puntillosas más.

Pero resulta que en mi casa y en otros hogares cubanos la reacción normal no es acusar a la abuela de todas esas interpretaciones… La reacción común es emitir una afirmación que no da cabida a la más mínima duda: “Así es abuela. En eso tienes toda la razón”.

De pronto, pareciera que algo se enciende dentro de cada uno.

Y en el seno del hogar y más recientemente a voz en cuello, en cada esquina, cola, o parque, se establece una competencia de refranes que reflejan esa sabiduría acumulada en la memoria vivencial de la nación, que ratifican el aparentemente “descolocador” refrán de la abuela y comienza el contrapunteo cubano: “Así es: no hay parto sin dolor”. Y el otro dice: “ni flan sin romper los huevos”, y aquel agrega: “ni mal que por bien no venga”. Y la otra: “Ni mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”.

Y aquellos que a coro apostillan: “siempre que llueve escampa” o el más poético apunta: “mientras más oscura es la noche más cerca está el amanecer”. De pronto, pareciera que algo se enciende dentro de cada uno. Es la irrupción del alma cubana. Es la rebelión de la naturaleza humana. Es una resiliencia de matriz cristiana.

En la noche nace la esperanza

En efecto, algo hay en el alma humana, en lo profundo del ser cubano, que no se deja aplastar. En el hondón del alma cubana no hay apagones. Miremos a esas madres que cada noche oscura siguen inventando lo que van a comer sus hijos cada mañana: en esa madre no hay apagones, en medio de la oscuridad de su sufrimiento inenarrable hay un espíritu que no se rinde. Entonces, en el alma invencible de cada madre cubana que logra poner algo sobre la mesa de su familia después de sobrevivir a la angustia cotidiana, en el seno de esa madre, acontece la verdadera Navidad. Ahí encontramos rediviva la Navidad cubana.

Entonces, solo a partir del reconocimiento de esta cruel realidad, se puede actualizar la Navidad de Jesucristo. Saltar por encima de la terrible realidad que estamos viviendo los cubanos es traicionar la Navidad de Jesús. Obviar, disimular, no mencionar esta realidad para no “echar a perder” el espíritu navideño no es solo desconocer cómo fue la primera Navidad, sino es convertir la religión en alienación, en opio del pueblo, en complicidad con el mal.

No se trata de amargar la Navidad, se trata de sacar de la oscuridad en que vivimos la única luz verdadera y liberadora.

Que pongamos los adornos que tengamos es bueno, pero que no nos droguen. Buscar una comidita, no digamos mejor, pero diferente, es muy bueno, pero que no sea un consuelo de tontos para una nochebuena. Llevar a los niños a ver el “nacimiento y el arbolito” es magnífico, pero que los padres no seamos ingenuos ni “infantiles”.

Dejemos para los niños la fantasía, la ilusión, lo lindo de la Navidad. Los adultos aprovechemos estas fechas para salir de la nostalgia y la alienación con madurez de espíritu. No se trata de amargar la Navidad, se trata de sacar de la oscuridad en que vivimos la única luz verdadera y liberadora: la Navidad es pasar del desastre a la verdadera esperanza. La que mira la realidad como las abuelas: con esa sabiduría de “sacar lo bueno que tiene esto”.

Propuesta: una lectura adulta y realista de la Navidad

Esta columna quiere adelantarse a las fechas de Navidad, fin de año y año nuevo con el propósito de proponer una lectura adulta y realista de la Navidad, que pase de la nostalgia a la actualidad. Que aprenda de María, de José, de los pastores y de los Reyes cómo se debe celebrar la verdadera Navidad con verdadera esperanza que no enajene, que no nos convierta en ajenos folclóricos de la terrible situación que vive Cuba. Aquí van algunas propuestas para vivir estas fechas:

  1. Vivamos la Navidad como María, la madre de Jesús: no tenía casa donde quedarse, fueron a una cueva de animales, no tenía cuna donde acostarlo, usó el pesebre con la paja de la vaca y el buey. No tenían luz en la noche cerrada. Pero ella, como las madres cubanas, no se dejó vencer. Parió a Jesús, el único Salvador. Lo amamantó en medio de aquel “stress” sin que se le cortara la leche. Lo mostró con serenidad y alegría a los que se acercaban, sin disimular la extrema pobreza y sin ocultar una alegría que no nacía de una fiesta externa, sino del gozo de haber triunfado sobre la adversidad sin dejarse vencer por el desastre. Este es el mensaje de María para las madres cubanas hoy.
  2. Vivamos la Navidad como San José: padeció las mismas zozobras de su mujer, no la abandonó en la noche para “ayudarla” el día de mañana. Permaneció, luchó, arregló un “hogar” en la cueva porque el hogar no son las cosas ni las casas, sino la unidad y la lucha compartida de la familia. Cuando tocó huir del criminal Herodes, huyeron juntos y regresaron juntos. Este es el mensaje de San José para los padres cubanos de hoy.
  3. Vivamos la Navidad como los pastores: su trabajo no era en oficinas ni bajo techo. Luchaban a la intemperie por mantener a sus familias, haciendo guardia de noche, comiéndoselos el frío y quizá el hambre, pero no se durmieron, ni huyeron, ni se entretuvieron con “noticias falsas”, en su pobreza y sencillez leyeron los acontecimientos de la noche más oscura y los interpretaron buscando la verdad de la realidad, no adornándola, ni adormeciéndola, sino transformándola, levantándose: encontraron a Jesucristo, el único Mesías, reconociendo que los verdaderos mesías no prometen riquezas, viven y redimen, liberan de todas las pobrezas. Los verdaderos redentores de su pueblo nacen en medio de la más terrible noche. En silencio, siendo, sanando, despertando. Este es el mensaje de los pastores a los cubanos de hoy.
  4. Vivamos la Navidad como los “Reyes” Magos extranjeros: ellos no se dejaron engañar por el rey Herodes. Ellos se guiaron por su sabiduría milenaria. Ellos buscaron “su estrella” que es la pequeña luz en la noche. Aprendieron que se pueden “ver” pequeñas luces en la noche más cerrada. Ellos encontraron al verdadero rey-salvador y por eso no volvieron como “informantes” a delatarlo como les había pedido Herodes. Este es el mensaje de los Reyes Magos para los cubanos y los que se acercan a Cuba buscando “estrellas” fugaces.
  5. En fin, vivamos la Navidad como quien es el centro, el protagonista y el sentido de la Navidad: Jesús en Belén. Él es el verdadero modelo de mesías, de redentor, de líder. Él es el prototipo de todo el que aspire a dirigir los destinos de la humanidad y de Cuba. Su método fue vivir en la coherencia hasta la muerte y la resurrección. Su razón redentora fue servir para sanar. Fue la Luz para todo el pueblo que andaba en tinieblas. Por Él y en Él se cumple y se cumplirá hoy en todo el mundo y en Cuba esta lectura del profeta Isaías que se proclama en la Misa del Gallo en la Nochebuena:

El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.

Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín.

Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.

Porque todas las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre serán presa de las llamas, pasto del fuego.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz”.(Isaías 9, 1-6)

Que así sea, en el mundo y en Cuba.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

(Publicado originalmente en Centro de Estudios Convivencia).

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Dagoberto Valdés Hernández

Dagoberto Valdés.

(Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Premios: “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Reside en Pinar del Río.

 

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