Como si fueran pocos los problemas internos que vivimos los cubanos desde hace más de seis décadas; como si la prioridad absoluta no fuera cambiar para que podamos reconstruir nuestra sufrida Patria; como si los cubanos, desde las Cartas a Elpidio hasta el Manifiesto de Montecristi, no tuviéramos una vocación de paz; Cuba es involucrada en una guerra en otro continente.
No es nada nuevo, es precisamente una vocación extraña y contraria a la esencia de la nación cubana: Angola y otros países del África, Centroamérica y otros países de Latinoamérica, por citar solo dos ejemplos, han sido testigos de esa vocación guerrillera, militarista, de intromisión. Lo que criticamos y condenamos en otros, lo hemos replicado con propios y extraños.
Ahora las noticias relacionadas con la guerra de invasión de Rusia a Ucrania y la participación de cubanos en el conflicto, están en pleno desarrollo. No deseo ir a los detalles de cómo ha sido. La luz se va cerniendo sobre los acontecimientos y, tarde o temprano, saldrán a la luz. La verdad es terca y perseverante. Más bien deseo ir, como siempre, a la raíz ética, es decir, humana, del problema. Bastan dos o tres principios claros y asequibles para que cada cubano pueda hacer su propio discernimiento y opción. Aquí ofrezco tres muy sencillos.
La guerra es un mal
Es necesario repetirlo, aunque sea obvio, pues precisamente no parece que lo aceptemos como tal: la guerra es un mal de lesa humanidad. Esto significa que va contra la naturaleza humana que, en su esencia, está llamada a la armonía, a la negociación civilizada, al respeto del otro, de la vida, de la soberanía ciudadana y nacional.
La persona humana ha sido llamada por su Creador a la vida, no a la muerte; al trabajo, no a la rapiña; al entendimiento civilizado, no a la violencia; al respeto de los espacios ajenos, no a la invasión. Violar los Derechos Humanos es una forma violenta y deshumanizante de aplastar y matar al otro, de violentar su casa, su espacio vital, su nación. En toda guerra se viola el derecho primario a la vida y a la paz.
Se ha debatido mucho sobre la “guerra justa”, siempre como último recurso no deseado. Se discute cuándo es justa una guerra y cuándo no lo es. Nuestros padres fundadores cuando la vieron estrictamente necesaria quisieron quitarle todo vestigio de odio, de ensañamiento, de deshumanización. Incluso, llegaron a invitar a los españoles a permanecer, terminado el conflicto, para vivir y trabajar en Cuba.
La invasión es un mal
Es necesario repetirlo: invadir a una nación libre y gobernable es violar todo derecho y toda razón. No se trata de una intervención humanitaria cuando ya no existe posibilidad alguna de que se respete la vida y los derechos de los habitantes por el caos, el desorden y la ingobernabilidad. La invasión de un país a otro, solo por ambiciones territoriales, por delirios imperiales, es un acto que degenera a quien lo perpetra, habla claramente de su maldad y no puede ser justificado ni disfrazado con nombres eufemísticos.
Es éticamente inaceptable que cualquier país, pero especialmente un país que ha condenado otras invasiones imperialistas en otros momentos de la historia humana, apoye nuevas formas de invasión que, en esencia, son intrínsecamente perversas. Van contra la naturaleza humana, contra la libertad, la vida, la paz, la convivencia fraterna. Es justo y necesario que cada cubano exprese su opinión libremente acerca de la vocación de Cuba a la paz y al respeto a la soberanía y la integridad territorial de todas las naciones.
Hay alianzas malas y alianzas buenas
Como el enfoque con el que hemos querido abordar los acontecimientos de la invasión de Rusia a Ucrania y el apoyo de Cuba a tal desafuero es ético y humanista, entonces es pertinente expresar otro criterio que pudiera esclarecer el necesario discernimiento que cada cubano debería hacer.
Es necesario repetirlo, aunque sea obvio, así de sencillo y tremendo: hay alianzas buenas que son las que traen beneficios mutuos, paz, prosperidad, libre comercio, convivencia pacífica, integración regional y mundial. Pero hay alianzas malas, destructivas, que acarrean gravísimos problemas para hoy y para mañana. Son alianzas que colocan a todos los ciudadanos de un país del lado erróneo de la historia, aún sin consultárselo, ni siquiera advertírselo.
El régimen cubano apoyó la invasión soviética a Checoslovaquia en la noche del 20 al 21 de agosto de 1968 para poner fin a la que fue conocida como Primavera de Praga, movimiento pacífico de los checos para liberarse del totalitarismo geopolítico soviético. Aquello fue un grave error. Al fin, la historia pone todo en su lugar, y hoy no existe la Unión Soviética y Chequia y Eslovaquia son naciones libres y democráticas.
Hoy, 55 años después, el mismo régimen cubano vuelve a caer en el mismo gravísimo error: apoyar la invasión rusa a Ucrania e involucrarse en esta operación expansionista. No en balde dice el refrán popular: “El hombre es el único que tropieza dos veces con la misma piedra”.
La diferencia es que el mundo ha cambiado. La correlación de fuerzas ha cambiado. La conciencia mundial ha evolucionado y es hoy mucho más sensible a estos desvaríos militaristas e invasores.
Las consecuencias pueden ser gravísimas
Todo decisión, todo acto, tiene sus consecuencias. Antes de tomar una decisión es necesario calcular y prever las consecuencias que se pudieran derivar de ella. Es una irresponsabilidad no calcular las consecuencias, aún más cuanto más grave sea la decisión. Más grave aun cuando se involucra la vida de todo un pueblo y la vida de algunos de sus hijos.
Cuba tiene ya demasiados problemas internos. Cuba vive hoy la crisis más grave de su historia. Cuba se desangra con el mayor éxodo de todos los tiempos. Es muy grave colocar a Cuba del lado erróneo. Es necesario tomar conciencia de la gravísima situación a la que hemos sido llevados tanto internamente como en conflictos internacionales. Es necesario parar y cambiar.
Propuestas
Es un deber y un derecho ciudadano expresar su preocupación ante situaciones graves de la nación en que vive. Es deber llamar a una toma de conciencia y de responsabilidad. Pero también es un deber proponer soluciones a los problemas. Este que analizamos es tan grave que reduciremos al máximo las propuestas para centrarnos en lo esencial:
- Cuba tiene vocación de paz. Cuba es, en su esencia y desde su fundación, una nación pacífica. Los cubanos no queremos más guerra, ni más violencia, ni más intromisión en asuntos ajenos. Debemos ser fieles a esa vocación de paz y evitar todo apoyo, evitar toda intromisión en cualquier conflicto en cualquier lugar del mundo. Ninguna razón puede justificar que los cubanos nos veamos involucrados en conflagraciones o diferendos entre dos o más países ajenos. Ninguna alianza geopolítica, ideológica, ningún interés económico, ninguna situación crítica interna puede, ni debe, justificar el compromiso de Cuba en hechos de guerra, guerrillas y violencia.
- Los medios de comunicación social, las redes sociales, las autoridades civiles y religiosas deben exponer los hechos con transparencia, denunciar las acciones bélicas éticamente inaceptables y optar por la paz, clara y decididamente, con las palabras y con los hechos, en todas las regiones del mundo.
- Que la vocación de paz, firmemente arraigada en el corazón de la inmensa mayoría de los cubanos, nos impulse urgentemente a trabajar por la paz. La paz verdadera que es obra de la justicia y el derecho.
Cuba necesita salir de su propia crisis y a eso no ayuda para nada involucrarse, de ninguna forma, en guerras ajenas.
Trabajemos, exijamos y recemos por la paz. Paz de verdad: con libertad, con derechos, con democracia. Paz con prosperidad.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
(Publicado originalmente en Centro de Estudios Convivencia).
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