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Documentos | "No a la censura, no a la criminalización del disenso": declaración de la Asamblea de Cineastas Cubanos

"De forma irrespetuosa e irresponsable estos burócratas de la cultura han emitido calificativos denigrantes hacia los artistas y cineastas que conforman nuestra comunidad."

Logo de la Asamblea de Cineastas Cubanos.
Logo de la Asamblea de Cineastas Cubanos. | Imagen: Facebook

El Ministerio de Cultura (MINCULT), la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y numerosos funcionarios del régimen cubano, incluida Lis Cuesta, la esposa de Miguel Díaz-Canel, han arremetido contra el Festival de Cine INSTAR, organizado por el Instituto de Artivismo Hannah Arendt, que dirige la artista cubana Tania Bruguera.

En respuesta al festival de cine cubano independiente, que comienza este 4 de diciembre y se desarrollará en ocho países diferentes, funcionarios cubanos como Abel Prieto, Fernando León Jacomino, Alexis Triana y Alpidio Alonso mostraron su rechazo en las redes sociales.

Esto, sumado a la censura de “Llamadas desde Moscú”, dirigida por Luis Alejandro Yero y “La Habana de Fito”, de Juan Pin Vilar, han motivado una respuesta por parte de los miembros de la Asamblea de Cineastas de Cuba.


Declaración de la Asamblea de Cineastas Cubanos sobre la censura en el Festival de La Habana

La Asamblea de cineastas ha sido clara en sus propósitos y actuado con transparencia desde el inicio. Todos nuestros documentos y declaraciones tienen como punto central el rechazo a cualquier política que implique actos de censura y exclusión contra obras y autores, un perverso modelo que anula ese elemental derecho de cualquier ciudadano de disfrutar e interpretar esas obras por sí mismo.

Nuevamente el Festival de Cine de La Habana es el escenario propicio para que ese sostenido ejercicio de violencia institucional haga acto de presencia. El argumento de turno es que el país enfrenta una agresión en el campo de la cultura y el pensamiento. Se habla de políticas y obras artísticas colonizadoras, de la urgencia de establecer acciones contra las narrativas que intentan imponernos desde los grandes medios y centros de poder.

¿Pero de cuál guerra cultural estamos hablando? ¿Acaso se puede enfrentar un proceso de colonización sin una real emancipación cultural, social y política de los individuos y de la sociedad en que vivimos? ¿Acaso es posible descolonizar sin respeto a nuestros derechos y libertades básicas, imponiendo un solo punto de vista, pretendiendo que los artistas y ciudadanos acepten sin chistar las disposiciones emitidas de forma autoritaria desde el poder?

No aceptamos que nuestra sociedad se siga desmembrando por la incapacidad para aceptar el disenso, la diferencia, el miedo a discutir ideas y por la falta de voluntad para trabajar por encontrar puntos de consenso, de convivencia y de respeto a los otros. Si se está contra el pensamiento único y los monopolios de la información, se tiene que estar también en contra de cualquier política que refrende internamente una sola manera de entender la cultura, la identidad, la política, el pasado o el futuro de la nación.

No se puede luchar contra el dogma de los medios imponiendo otro. No se puede ser anticolonial prohibiendo películas y obras artísticas realizadas por nuestros creadores. No se puede hablar en nombre del pueblo si no se es capaz de escuchar y responder el clamor de ese pueblo. No se puede alertar del peligro de una sola lectura de la Historia proponiendo como única narrativa la que es escrita desde el poder.

Por eso nuestra Asamblea entiende que cualquier simulacro de guerra cultural enunciado en este momento no tiene otro fin que el de dividirnos como gremio, radicalizando a una parte del mismo para luego criminalizarlo políticamente. Se pretende eludir así el verdadero problema de fondo, nuestra exigencia a una discusión horizontal sobre la censura y la exclusión en el cine cubano. Hoy se hace más obvio que nunca lo obsoleto de ese modelo de acción que tan gran grave daño ha causado a nuestra cultura y vida cívica en general.

Hemos denunciado como desde el Ministerio de Cultura varios altos funcionarios llevan largo tiempo controlando, censurando, y en muchos casos amenazando a los artistas que deciden expresarse de forma crítica sobre los problemas que nos asedian. Ahí está la principal causa del brutal éxodo de nuestro gremio, sumado a esa estampida en la que se desangra la nación. No son los artistas, ni los cineastas, los responsables de la dura realidad en que vivimos. No son sus obras las que imponen un pensamiento único. El cine no impone, el que impone es el poder.

Por eso no aceptaremos la criminalización de la Asamblea ni de los cineastas, mucho menos el intento de separarnos de la nación a la que pertenecemos. El cine cubano que se hace dentro y fuera de Cuba no le pertenece a una institución ni a un grupo de funcionarios.

De forma irrespetuosa e irresponsable estos burócratas de la cultura han emitido calificativos denigrantes hacia los artistas y cineastas que conforman nuestra comunidad. Hay historias de vida, entrega y sacrificio por la cultura de la nación que son despreciados. Gestos reiterados que demuestran la impunidad con la que estos funcionarios son aceptados y legitimados en su servicio mientras continúan ejerciendo una política cultural excluyente, vejatoria, irresponsable.

Quienes sostienen esa política reductora son las mismas fuerzas que finalmente han logrado controlar de manera directa el ICAIC empeñadas en montar un simulacro de participación que ignora la voluntad de todo un gremio. Esas mismas fuerzas son las que interfieren, de una manera cada vez más explícita, en la independencia que debe caracterizar al Festival de Cine de La Habana, ratificándolo como una plataforma usada para cercenar, silenciar, amedrentar y excluir.

Dos películas cubanas (“Llamadas desde Moscú”, dirigida por Luis Alejandro Yero y “La Habana de Fito”, de Juan Pin Vilar) han sido nuevamente apartadas del concurso y de otras secciones sin explicación. Hemos sabido que el Comité de Selección del Festival, conformado por prestigiosos especialistas que han dedicado toda una vida a consolidar el prestigio de este Festival, ha sido nuevamente presionado para excluir a estas obras de su curaduría del evento.

La Asamblea reitera su frontal denuncia a este dañino modus operandi. Hace un llamado de atención a la responsabilidad que en esto tiene nuestro Gobierno, empeñado en sostener a este grupo de funcionarios que destruye nuestro cine, nuestra cultura y vulnera los derechos de cada cubano.

Los cineastas cubanos tenemos muy claros los principios que refrendamos: No a la censura, no a la exclusión, no a la criminalización del disenso. Como Asamblea, seguiremos trabajando por nuestro Cine. Un cine transnacional, libre, diverso, complejo y profundamente comprometido con la dura realidad de nuestro pueblo.

Firman Grupo de Representantes de La Asamblea de Cineastas Cubanos:

Fernando Pérez (director y guionista)

Deymi D‘Atri (directora y fotógrafa)

Juan Antonio García Borrero (investigador y crítico de cine)

Ernesto Daranas (director y guionista)

Rosa María Rodríguez (directora y productora)

Luis Alberto García (actor y productor)

Kiki Álvarez (director y guionista)

Katherine T. Gavilán (directora y actriz)

Gustavo Arcos (profesor y crítico de cine)

Carla Valdés (directora y guionista)

Manuel Rodríguez Yong (productor y director)

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