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Veinte años de Navidad aprobada en Cuba, ¿cómo se arma el arbolito?

Video: Árbol invertido

Hace veinte años, en 1997, ante la inminente visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, Fidel Castro accedió a declarar el 25 de diciembre como día feriado. Era un mensaje de que otra vez la familia cubana podría celebrar la Navidad sin sufrir discriminación por ello. Pero, en aquella fecha, muy pocos hogares pudieron contar con un arbolito de Navidad, pues no se vendían en el comercio. Han pasado dos décadas y hoy es otra la realidad. A pesar de que los establecimientos estatales se benefician con la venta de adornos navideños a altos precios, no son pocas las casas en Cuba que llegan a fines de año con un abolito iluminado, aunque sea uno pequeño, barato, traído por un familiar del extranjero, o comprado en las tiendas "recaudadoras de divisas".

Madelín Martínez, a sus 42 años, nunca había podido tener un arbolito de Navidad. Ahora, le ha querido dar a su hija el gusto que ella nunca tuvo, y por eso en el centro de la sala de su casa hay un pino plástico que mide un metro y medio. Esta inversión ha sido un sacrificio importante para la familia. Armarlo  costó más de 250 dólares, entre el pino, las luces, las bolas y otros adornos como frutas de cristal, lazos de colores y una estrella que corona la instalación. El dinero se lo envió su hermano que trabaja de jardinero para un matrimonio de hombres adinerados en las islas Canarias, porque, si no, nunca hubieran podido cumplir este pequeño sueño.

Su hija de nueve años, María Fernanda, dice que el arbolito es suyo, y la madre luce feliz de haberle dado esta ilusión, pues la niña pedía este regalo desde hacía años y ella es quien ha preparado el nacimiento de Jesús reciclando viejos juguetes. En las tiendas de Cuba, donde ahora pueden encontrarse muchas cosas necesarias para armar un arbolito, aunque a precios prohibitivos para una familia promedio, lo único que no se venden son nacimientos, nada que sea de significado explícitamente religioso. Por eso, en el nacimiento que ha armado María Fernanda con sus juguetes, hay una mezcla muy cómica o muy cubana de dinosaurios, vacas y gallos.

El improvisado Nacimiento de María Fernanda, con dinosaurios y otros juguetes
El improvisado Nacimiento de María Fernanda, con dinosaurios y otros juguetes | Imagen: Francis Sánchez

"Yo de niña nunca pude tener un arbolito —nos cuenta Madelín—, además de que no había esa costumbre, en mi casa no teníamos dinero. Pero, la niña me tenía loca pidiéndome siempre uno. Anduvimos todas las tiendas buscando alguno más barato, pero no lo ncontramos, y al final mi esposo me dijo, 'bueno, vamos a comprar este, porque la niña no se va a quedar este año también sin su arbolito'. Sólo el pino artificial nos costó 177 dólares con 55 centavos. Aparte, una tira de luces nada más, costó nueve dólares. Un muñeco parecido a un Santa Claus, que era un artículo viejo, de no sé cuántos años, me costó 17 dólares, pero lo tuve que devolver porque estaba roto".

 

NAVIDAD ENTRE PROHIBIDA Y AUTORIZADA

Al sacerdote español Javier Martínez, le llama la atención un detalle: cómo los cubanos se transmiten sus buenos deseos por esta fecha. En su sermón dominical, en una humilde iglesia de barrio en una zona marginal de la ciudad de Ciego de Ávila, este sacerdote comenta: “Cuba es el único país de América Latina donde, en vez de decir ‘Feliz Navidad’, las personas se dicen ‘Felicidades’, así, sin más. Bueno, ¿felicidades por qué? ¿Porque nos sacamos la bolita, porque nos dieron una visa?”

Quizás todavía está latente en muchas personas, sobre todo en quienes han cumplido más de 30 años —y las estadísticas demuestran que la cubana es una población envejecida—, otra época en que el simple hecho de creer en Dios incluía grandes riesgos de recibir represalias. Durante décadas, cualquier casa donde se encendiera un arbolito de Navidad quedaba “marcada”, y la mayoría de la gente tenía sumo cuidado en mostrar su fe religiosa. Las tradiciones navideñas, además, se consideraban burguesas y pronorteamericanas. Desearse felicidades mutuamente, por eso, se promovía ofiialmene que se hiciera a fin de año sólo por otro aniversario del triunfo de la Revolución, cada primero de enero.

Fue en 1969, en medio de una convocatoria a movilizaciones masivas para la zafra azucarera con la idea de lograr un récord productivo de 10 millones de toneladas, cuando Fidel Castro abolió o prohibió la celebración de la Navidad. Se desviaron todos los recursos del país hacia la zafra, la molienda resultó un fracaso, y entre las secuelas más duraderas quedó la prohibición. Luego, en la Constitución Cubana de 1976, se confirmaría la condición ateísta y marxista del Estado, haciendo menosprecio de creencias religiosas: “El Estado socialista, que basa su actividad y educa al pueblo en la concepción científica materialista del universo…”, empezaba diciendo el artículo 54 de la Constitución, tocante a la libertad de culto.

Tuvieron que pasar treinta años para que la Navidad volviera a ser una festividad reconocida por el gobierno. Esto ocurrió en el preámbulo de la visita de Juan Pablo II (enero de 1998), primera vez que un Papa ponía los pies en la isla. Fidel Castro accedió, como acto de gracia y buena voluntad, a declarar feriado el 25 de diciembre de 1997. Joaquín Navarro-Valls, entonces portavoz de la Santa Sede, ha contado que el logro surgió de una conversación suya con Fidel como parte de los preparativos de la visita: “Entonces, después de una larga discusión, Castro acabó diciendo que sí. Aunque añadió: ‘Pero podría ser solo por este año’. Me limité a decir: ‘Muy bien, el Papa le estará muy agradecido. Y en cuanto al año próximo, ya se verá'”. Por eso, la mayor sorpresa para los cubanos aún estaba por venir, al año siguiente, cuando se decidió repetir y mantener el carácter feriado del 25 de diciembre.

 

NAVIDAD ENTRE TRISTEZAS Y ESPERANZAS

Emelina Godínez es una de las decenas de personas que se han apuntado en el concurso de arbolitos de Navidad convocado por la iglesia católica en la ciudad de Ciego de Ávila. El resultado de los ganadores se dará a conocer el 7 de enero en la misa en la catedral. Un jurado visitará todas las casas inscritas, y se promete premiar no el lujo, sino la inventiva popular y la originalidad.

Enedina González junto a su arbolito de Navidad
Enedina González junto a su arbolito de Navidad | Imagen: Francis Sánchez

"El cura nuevo que es español creó este concurso —declara Emelina— para motivar a este pueblo que está tan triste después de haber pasado un ciclón, y donde vemos que hay tanta necesidad, tantos problemas, y la gente se ha apartado un poco de Dios".

Sin embargo, casi Emelina se queda sin poder participar en este concurso, así ella nos lo cuenta:

"Yo tenía mi arbolito guardado en el cuartico de los regueros, no sé quién entró al patio y me lo robó. Cuando vino mi hijo, le dije que yo estaba muy triste, porque ya no podía armar mi arbolito como lo hacía todos los años, entonces él salió a buscarme uno. Pero, cuando llegó al comercio, los que habían eran demasiado caros, yo me negué, porque nosotros no podíamos hacer ese gasto. Entonces nos dijeron que en el Plan Piña (al sur de la ciudad de Ciego de Ávila) había un hombre que los vendía naturales, porque tenía un sembrado de pinos. Allá fue mi hijo, pero ya el hombre los había vendido todos. Por fin, mi hijo, al verme muy triste, decidió comprarme el arbolito en la tienda, para darme esta alegría. Mi arbolito está precioso, porque no hay que ponerle bombillitas ni estrella, sus ramas se iluminan solas cuando lo pones en la corriente. Mi nacimiento yo lo tengo desde hace veinte años, mi hija me lo mandó desde Sudáfrica, donde ella vive después que se quedó en una misión médica. Creo que me ha quedado muy bonito, y me inscribí en la iglesia, a ver si a lo mejor me gano un premio, porque van a dar tres premios".

Emelina, a sus 72 años, ha pasado por todas las etapas de la Navidad en Cuba, así que su sencilla fe cristiana ha sido probada en tiempos a veces muy difìciles.

"En el gobierno anterior, antes del triunfo de la revolución, la mayoría de las personas ponían arbolitos en sus casas. Recuerdo que en mi casa éramos muy pobres, y mi hermana y yo nos íbamos por ahí, a los campos, buscando un arbolito que tuviera las condiciones, tratábamos de hallar un pino. Le hacíamos una base, le colgábamos motas de algodón y parecía como si fuera nieve. Eso hacíamos los pobres que no podíamos comprar un arbolito".

Después del triunfo de la revolución, a la pobreza se unieron otros problemas. "Hubo muchos cambios —recuerda Emelina—, hubo muchas dificultades con respecto a la fe. Incluso los muchachos cuando los mandabas a la escuela, muchas veces les preguntaban si creían en Dios. Y si el niño decía que creía en Dios, le decían que le iban a poner una mancha en el expediente".

"En esa época —agrega—, en que no era bien visto, en mi casa lo que armábamos era un pequeño pinito, con unos angelitos y el niño Jesús, usando lo que pudiéramos conseguir. Siempre hubo gente valiente, no todo el mundo viraba la espalda y decía yo no entro a la iglesia. Aunque muchas personas sí dejaron de armar el arbolito, y de hacer cualquier cosa que los pusiera en evidencia como religiosos, por mantener su escuela, sus becas, su trabajo, su salario, para poder ser alguien en la vida, porque tenían miedo".

 

NAVIDAD ENTRE LA TRADICIÓN Y EL MATERIALISMO

Ni Emelina Godínez ni el sacerdote español Javier Martínez se sienten cómodos con cómo se ha generalizado la fiesta de la Navidad en Cuba, por el materialismo y el consumismo en que ha caído esta tradición. Para muchos cubanos que crecieron distanciados de la autoridad tradicional de la iglesia católica, esta celebración es de recogimiento familiar y festiva, pero no por ello le confieren un ritual o un sentido religioso.

"Mira, yo te voy a decir algo —habla Emelina—, para mí el arbolito de Navidad, no es lo que significa el camino, la verdad y la vida, eso lo significa el nacimiento. El arbolito desde un punto de vista es una cosa insignificante, un adorno que tú lo ves bonito, ves cómo brilla, miras la estrella en su copa, pero tiene un gran significado sólo si le pones un nacimiento debajo, que es lo que representa la venida de Cristo a la tierra. Sólo de esta forma es que el arbolito significa la alegría de la vida en Cristo".

"En Cuba y en el mundo entero, muchísimos van a celebrar el cumpleaños sin saber quién es el cumpleañero", reflexiona Javier para su comunidad de fieles congregados en el barrio de Chincha Coja en Ciego de Ávila. Son en su mayoría mujeres y personas ancianas quienes le escuchan y asienten con la cabeza. "Tenemos que recuperar el sentido de la Navidad. Pasar, de una fiesta de familia y una pachanga de fin de año, donde todo está permitido, a entender qué significa la Navidad. En el mundo entero el materialismo se está comiendo la Navidad. Aquí, el materialismo ideológico, y ahora el consumismo que es una secuela del materialismo, y en otras partes la está destruyendo el materialismo de modo trágico a través del consumismo, la idea de sólo gozar de la vida".

Sin duda, para la mayoría de las familias cubanas, hoy el mero hecho de armar un arbolito de Navidad y mantenerlo encendido, significa el principal acto del espíritu navideño, independientemente de diferencias ideológicas que suelen coincidir en el seno familiar. No es cuestión de una fecha especìfica como la Noche Buena (24 de diciembre) en que todos se reúnen para disfrutar una comida criolla. Desde principios de diciembre ya empiezan a armarse, incluso mucho antes, y lo conservan encendido hasta bien entrado el mes de enero, tratando de que el pequeño espectáculo multicolor demore lo más posible.

"Es muy importante reflexionar sobre cuál debe ser el futuro de la Navidad —aconseja el sacerdote Javier— , y que seamos capaces de decir tambièn en Cuba ‘Feliz Navidad’ durante estos días.”

Francis Sánchez

Francis Sánchez

(Ceballos, un poblado de la provincia Ciego de Ávila, Cuba, 1970). Escritor, Editor y Poeta visual. Máster en Cultura Latinoamericana. Perteneció a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba desde 1996 hasta su renuncia el 24 de enero de 2011. Fundador de la Unión Católica de Prensa de Cuba en 1996. Fundador y director de la revista independiente Árbol Invertido y también de la editorial Ediciones Deslinde. Se exilió en Madrid en 2018. Autor, entre otros, de los libros Revelaciones atado al mástil (1996), El ángel discierne ante la futura estatua de David (2000), Música de trasfondo (2001), Luces de la ausencia mía (Premio “Miguel de Cervantes de Armilla”, España, 2001), Dulce María Loynaz: La agonía de un mito (Premio de Ensayo “Juan Marinello”, 2001), Reserva federal (cuentos, 2002), Cadena perfecta (cuentos, premio “Cirilo Villaverde”, 2004), Extraño niño que dormía sobre un lobo (poesía, 2006), Caja negra (poesía, 2006), Epitafios de nadie (poesía, 2008), Dualidad de la penumbra (ensayo, 2009) y Liturgia de lo real (ensayo, premio “Fernandina de Jagua”, 2011). | Escribe la columna "Aquendes" para Árbol Invertido

Comentarios:


Anónimo (no verificado) | Mar, 26/12/2017 - 00:55

Hermoso trabajo. Felicidades

Joaquín E. (no verificado) | Sáb, 30/12/2017 - 01:45

Se ve que vive bien, pagó por un árbol de navidad más de 150 dólares; a mi aquí en espeña eso me hubiera alcanzado para unas cuantas cosas. Sigan soñando con el capitalismo, que después que los yanquis le echen el guante a la isla ya no habrá quien se las arrebate de nuevo. Entonces van a añorar a Fidel con lágrimas en los ojos. un saludo Joaquín

El pichón de B… (no verificado) | Sáb, 30/12/2017 - 02:43

Ay, Joaquín, mijo, no me vengas con eso ahora, que hoy tuve que venir a pie desde marianao hasta Centro Habana y con los zapatos rotos

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