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Escritores | Onel Pérez Izaguirre: “Hacia esas realidades disparo”

“No tengo más opción que escribir. La literatura es mi otra necesidad. Creo que a partir de ella logro desmontar realidades, imágenes, palabras...”

Onel Pérez Izaguirre, poeta cubano
Onel Pérez Izaguirre, poeta cubano. Foto: Naskicet Domínguez Pérez

Mientras más profundo el caos de un país, más poderoso será el discurso de sus poetas. Por eso es habitual que sean mirados con recelo por los políticos. El sistema usa su poder para mantenerlos bajo control, ocupados, lejos de las grandes ceremonias. Desde que comencé mi camino en el laberinto insular comprendí que un poeta, si es auténtico y fiel a su obra, tendrá a sus espaldas la mirada vigilante de los comisarios políticos que, al menor desliz, harán desaparecer de un plumazo (o un plomazo) al molesto hombre de palabra afilada.

Muchos son los ejemplos que podría mencionar: Herberto Padilla, Virgilio Piñera, Dulce María Loynaz o Rafael Alcides, voces que se movieron fuera de los registros establecidos por las instituciones culturales de la naciente revolución y que con el paso del tiempo quedaron al margen de los círculos de promoción. Sin embargo, ahí están, vivos y con una fuerza difícil de apagar.

Onel Pérez Izaguirre (Baire, 1988) escribe desde la vivencia, desde las zonas bajas de una sociedad que cada día se mueve hacia la periferia. Sus versos avanzan y cortan, llevan el impulso de los olvidados, la belleza que brota del dolor y la desesperanza como un castigo. Su poemario Cables de alta tensión (Casa Editora Abril, 2024) corrobora su ascenso. Es, sin duda, una de los exponentes más interesantes de la joven poesía cubana. Ya en 2017 se dio a conocer con el cuaderno Fosa común, publicado por Ediciones Ávila. Sin embargo, ahora estamos en presencia de una obra superior.

Conversar con él es compartir el mismo viaje a la Cuba profunda e incómoda. La realidad de este tiempo es combustible para escribirla y darle voz a los cansados y vencidos. La fe es su impulso, le permite sostener sus pasos en la manigua o sobre las calles de su pueblo. Así va el joven Sísifo de Contramaestre, cargando una pesada piedra que nadie se atreve a sostener. Con versos cortantes en medio de tanta oscuridad, resiste.

Fuego, sangre y vida

Cables de alta tensión es tu más reciente libro donde la brevedad golpea fuerte y avanza como un cuchillo. ¿Por qué?

Muchos amigos han visto cierto minimalismo en mi poesía. Pero creo, como el polaco Witold Gombrowicz, que la literatura es una piedra. Por eso la brevedad. Esa sangre que mana entre líneas me ha escogido para decir, ver lo que no se ve a simple vista. Ser un crítico de mí y de mis realidades.

Escribir poesía desde la crudeza y la desolación de este tiempo pudiera ser una válvula de escape. ¿Hasta qué punto se cumple en ti?

Es difícil escribir y que la realidad, lo que ves día a día, no haga efecto en uno. No soy la excepción. Soy un ser de realidades, miro rostros arrugados, rostros en busca de respuestas que no aparecen, y escribo. Eso crea la literatura, otras realidades.

Contramaestre es tierra de mambises. Allí, en Remanganaguas, fue sepultado, el 20 de mayo de 1895, José Martí. Existe la tradición de colocar el oído en el suelo para escuchar su corazón. ¿Cuánta rebeldía encierra tu obra?

Una de las cualidades que debe tener todo artista es la valentía. René Char decía que un poeta es tan poderoso como un ejército. Vivo en Baire, un pueblo alejado de las capitales provinciales. Quizás eso me ha impulsado a creer en la literatura como un modo de resistencia, un escudo contra el mal. Siempre trato de llenar mis poemas de fuego, sangre y vida.

Eres un poeta que va más allá de la lectura de tus contemporáneos. Buscas nuevos horizontes que luego alimentarán tus poemas. ¿Cuáles son los autores de tu preferencia?

Entre mis autores preferidos se encuentran Edmond Jabès, Adonis, Gottfried Benn, el movimiento concretista y neoconcretista brasileño, Frazer, Roberto Bolaño, es decir, muchos.

Escribir desde el barranco

Escribir poesía es estar en un campo minado. Entender el peligro, ser el loco que lanza las palabras y espera la explosión o el silencio, no impiden que la asumas. ¿Por qué?

Escribir resulta un riesgo costoso, pues el artista nunca va a ser ajeno a las críticas o burlas. Por muchos va a ser un incomprendido hasta dentro de tu propia familia. Pero no tengo más opción que escribir. La literatura es mi otra necesidad. Creo que a partir de ella logro desmontar realidades, imágenes, palabras y ponerlas a mis pies.

Café Bonaparte es una familia de hondas raíces en mitad del desierto. Allí nacieron y crecieron poetas, trovadores, amigos que ya no están, pero permanecen en la memoria de los más jóvenes. ¿Pudieras definirlo desde tu experiencia?

Haber crecido como poeta en el Grupo Literario Café Bonaparte es una de las grandes “diosidencias” que me han pasado. Una gran familia integrada por poetas de altura, como Eduard Encina y Jorge L. Legrá. Con ellos descubrí el verdadero sentido de la crítica y de la amistad por encima de todo. Ellos abrieron la puerta y con mi timidez entré a sus vidas, y poco a poco me hice de un sitio gracias a sus consejos desde el respeto. El Café no solo es un lugar de resistencia, sino un hábitat de amigos donde las palabras son el centro de todo.

Escribir, trabajar como profesor en el sistema educacional, seguir a Cristo. ¿Cuán difícil resulta para ti?

Es todo un reto. Pero el gordo de Trocadero apuntaba: Solo lo difícil es estimulante. Trabajar en una institución educativa, llenar informes que no van a ningún lado, es cruel. Pero desde esa crueldad he visto nacer mis mejores poemas. Escribo desde el barranco, desde la posibilidad que me brindan los otros, desde su mundo interior y cruel. Pero Cristo ha llegado a mí como el bálsamo más relajante. Él es el centro, y de una u otra forma aparece en mis versos. Gracias a Él sigo de pie.

Cables de alta tensión comienza su travesía en un momento donde una crisis económica, social y espiritual se apodera de Cuba. ¿Qué les dirías a los futuros lectores?

Cables de alta tensión es un libro que apunta a los efectos dañinos de la maquinaria en la persona, a la grasa de los discursos, palabras que no van a ningún lado. El poeta es un crítico de la sociedad en que nos encontramos, hacia esas realidades disparo.

La obra continúa, los proyectos de escritura no se detienen. ¿En cuál de ellos se centran tus energías hoy?

Ni yo mismo se cuáles serán mis próximos proyectos. Me gusta el desierto de la no escritura, lo que produce en uno. Pero sé que el deseo de construirme y destruirme es inevitable. El deseo de decir algo está en mí. Dios lo sabe.

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Frank Castell

Poeta Frank Castell, revista cultural cubana independiente Árbol invertido

(Las Tunas, Cuba, 1976). Poeta, narrador y dramaturgo. Licenciado en Español y Literatura. Miembro de la UNEAC. Egresado del segundo curso del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, en el año 2000. Realiza la revista Quijotes de pensamiento cultural. Es director de programas de televisión en el telecentro Canal Azul, de Puerto Padre. Ha publicado los poemarios: El suave ruido de las sombras (Ed. Sanlope, 2000), Confesiones a la eternidad (Ed. Sanlope, 2002),  Corazón de Barco (Ed. Letras Cubanas, 2006), Final del Día (Ed. Sanlope, 2012) y Salmos Oscuros (Ed. Oriente, 2013).

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