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“No estamos contentos, ni conformes, ni en silencio”. Entrevista al escritor Eduard Encina

Escritor Eduard Encina. Foto: Frank Castell
Imagen: Frank Castell

Cubano, amigo, honesto, hombre que sabe abrir el surco y sembrar las palabras que el futuro recogerá, Eduard Encina (Baire, 1973) es un escritor que puede definirse como referencia para la más reciente promoción literaria del país. Conversar bajo cualquier circunstancia ofrece la posibilidad de conocer el sentir de una zona importante, pero en ocasiones subterránea, del pensamiento nacional. Es autor de libros que enfocan temas nada complacientes, entre los que predominan la poesía y la narrativa. Hace diez años lo entrevisté para el sitio web Cubaliteraria. La vida me premia con este intercambio con el hijo de Baire.

Eres uno de los autores más representativos de tu promoción. ¿Qué aspectos consideras favorecen hasta el momento no estar al margen de lo que se promociona en Cuba?

Uno está al margen o lo ponen al margen. A eso que llamas “circuito de promoción en Cuba”, así de eufemístico, así de cariñoso, supongo que intenta nombrar la manera en que los dioses ponen el dedo y designan qué viejecito o qué dulce promesa viaja a tal y mascual feria y quién no,  qué tono y qué temas, con qué tranquilidad, mansedumbre y coexistencia fundamos nuestra literatura. Pero hay circuitos en serie y circuitos en paralelo. Son tiempos en que la gente puede elegir, y aprendió a decir que no, decide qué leer y qué convertirá en cucuruchos de maní, es decir, en cortocircuito. El poder cultural está enfermo. No sabe qué hacer con instituciones inválidas, no tienen piernas y quieren seguir caminando. Circuitos de promoción: ¿Los concursos? ¿Ferias del libro? ¿Programas de tv? La AHS es la única que se ha dado cuenta que la cosa es alternativa, por ejemplo Ediciones La Luz. Hace poco vi en Santa Clara un poster con una imagen mía para promocionar Ñámpiti, mi novelita y casi me infarto, fue idea de la Editorial Sed de Belleza. Si ves o lees la prensa durante la Feria del Libro que es el momento en que se logra colmar alguna expectativa sobre los que escriben y lo que se publica, te darás cuenta que los políticos acaparan los principales titulares literarios, apenas una mención o una imagen rápida de algún que otro escritorcillo, pero la nota fuerte, la del “circuito de promoción” se queda ahí, trabada, en el afán de convertirlo todo en ideología. A mí no me da la gana de estar al margen, participo, trabajo, problematizo, discrepo, hasta que me empujen. Hoy estamos dudando si en realidad necesitamos el sistema editorial, lentísimo, poco flexible, deprimido, etc. Deberíamos tener la capacidad de estimular pequeñas editoriales privadas o gremiales, (tanto en lo analógico como en lo digital) con modelos de gestión, distribución y promoción más eficaces, con estudios de públicos y con posibilidades de convertir la obra de los autores en valor de uso y plusvalía, por supuesto, también un aparato jurídico que las proteja. No se puede estar al margen, hay que mortificar, hacerles saber que existes, que estás ahí les guste o no.

Títulos como el poemario para niños El silencio de los peces asumen aspectos complejos de la sociedad cubana. ¿Cuáles son tus preocupaciones a la hora de crear?

A mí me preocupa escribir bien, o por lo menos hacer literatura. Hay gente que tiene más libros que ideas, más palabras que sensibilidad, más temáticas que experiencias. Para mí escribir es arriesgar. Si te fijas, no participo en demasiados concursos ni soy eso que suelen llamar un escritor prolífico. A la hora de crear me preocupa tener algo que decir, de lo contrario hago silencio, voy al corral, alimento a los puercos-alcancías con los que suelo comprarle zapatos, colchones, merienda a los niños,  medicina para el lupus de mi mujer, llamo a un socio para no sentir yo solo cómo todo se derrumba, compramos una Santiago y nos ponemos a despellejar de Cuba y la noche. De seguro mañana tendré alguna bala en la recámara.

Ahora, cuando se trata de escribir para los niños hago otra cosa: pienso en mis hijos. Han de crecer entre días ásperos y un futuro que no se ve. Escribo para que descubran el horizonte y todos los caminos que van hacia él. Sé que el horizonte es una ilusión, pero no se los digo, es importante que no se detengan ¿Qué hago, si un día Handel viene y me dice “mira papá, lo que te traje del horizonte”? No me importan los temas tabúes, me importa la honestidad, no falsear ni timar al niño, la vida es bella y ardua, en eso pienso cuando creo. La infancia en los spot de televisión es de ensueño, pero la realidad, por lo menos la de mi barrio, es dura y marginal. Cómo escribir eso sin perder la ternura, sin lacerar el tono, la sensibilidad de la infancia, es una cuestión que me preocupa. Detrás de la escritura hay una vida en crecimiento. Los libros que compro para mis hijos los leo yo primero. Muchas veces no se los doy.

Sin embargo tienes libros más descarnados desde el punto de vista temático. Puedo citar Golpes bajos, salido a la luz por la Casa editora Abril y Lecturas de Patmos, publicado por la editorial Oriente. ¿Por qué asumir un discurso incómodo, visceral?

Hace poco Yanelis Encinosa comentaba que ella sentía que la escritura en el oriente se hacía a caballo, que todo el tiempo estábamos de pelea. Y es cierto, en el occidente es más cerebral y los autores la emprenden sobre todo con el lenguaje, pero a mí también me importa la expresión, destruirlo todo o todo te destruye. No es tiempo de arabescos y floripondios, estamos jodidos, sin noción de futuridad, en un país donde es más importante triunfar que ser feliz. Se quema la Maya, no estamos contentos, ni conformes, ni en silencio. La poesía es un machete y hay que cruzar la trocha; isla adentro no queda fe, mucha soledad, eso sí, mucho desamparo y sordera. Incómodo fue Sindo, Poveda, Escobar, Pablito Milanés, incómodos y patriotas. Incómoda es la violencia del día a día frente a la mesa, mientras otros juegan golf y se cagan en los paradigmas por los que hemos vivido.

Publicaste hace poco más de un año por la editorial Sed de belleza tu novela para jóvenes Ñámpiti. ¿Cómo logras adentrarte en el universo narrativo tras años dentro de la poesía?

En realidad siempre he escrito narrativa. Tengo inéditos dos libros de cuentos y una casinovela. Ñámpiti durmió mucho tiempo para que me decidiera a publicarla, tal vez demasiado, pero ya anda por ahí reeditada, dándome una alegría increíble. Ediciones Caserón de la Uneac en Santiago también publicó Las caravanas, un libro de cuentos para niños. Es cierto que la poesía forma un núcleo primordial en mi obra, tal vez la subjetividad, la intuición, la concentración se entiendan mejor con mi voluntad creativa, aunque no he dejado de experimentar en prosa. Cuando quiero divertirme escribo narrativa, aunque esos textos no desdeñan algunos procedimientos muy cercanos a lo poemático.

Un proyecto abarcador te roba las horas en este momento: una novela que protagoniza una de las figuras de la guerra por la independencia de Cuba, el general Rabí. ¿Cuál es la esencia?

Primero, retomar una figura prácticamente olvidada por la historiografía: El Mayor General Jesús (Rabí) Sablón Moreno, más conocido por el General de los humildes, quien participó en la primera carga al machete junto a Gómez, estuvo al mando de la escolta de Carlos Manuel de Céspedes, estuvo en Baraguá junto a Maceo. Fue el último de los jefes de la Guerra del 68, en el Departamento Oriental en capitular ante el enemigo. En 1895 tomó el mando de las tropas después del Grito de Baire. Estuvo en Jobito, Peralejo, Palo Picado, la toma de Las Tunas, en el Combate de la Loma de San Juan durante la Guerra hispano-cubana-norteamericana, etc. En fin, participó en más combates que la mayoría de los grandes Generales de la independencia y, para cerrar con broche de oro, el 24 de septiembre de 1915 junto a un grupo de patriotas escribió una carta al Papa Venedicto XV para pedir la conversión de La Virgen de la Caridad del Cobre en Patrona de Cuba. ¿Qué te parece?

Segundo, reflexionar sobre la ritualización de la historia, es vergonzoso. Les arrebataron sus pertenencias a los pueblos y las institucionalizaron, les aniquilaron sus contenidos. Desde una oficina del PCC dictan los aniversarios cerrados o abiertos, si los descendientes de esos héroes pueden o no rendir homenajes, cómo, cuándo y dónde, etc. Hasta a las calles les quitaron los nombres de los patriotas para ponerles avenida tal, o calle 1, 2, 3, at infinitum. Es la debacle, la gente perdió el contacto con sus raíces.

Tercero, dialogar con el pasado, interrogarlo hasta que encontremos respuestas en medio de la incertidumbre. No es una novela histórica, es un ardid para desacralizar, para asomarme a las vidas de esas personas que caminan por mi pueblo con sangre mambisa, ya que no puedo expresarme desde las ciencias sociales.

Hace diez años en una entrevista que me concediste para el sitio Cubaliteraria dijiste: “A nosotros nos tocó ordenar el derrumbe de muchos de los paradigmas que habíamos asumido, vejados por la pérdida de la noción de futuridad, escritores de la dispersión, la incertidumbre, poetas de la resistencia”. ¿Qué me dices hoy?

Los tiempos han empeorado. Todavía no hemos sido capaces de construir nuevos paradigmas. Sin embargo creo que la literatura estuvo demasiado tiempo mirándose a sí misma, sin mirar a Cuba, pero ahora no es así, se pueden percibir ciertos núcleos, gestos creativos que asumen la realidad con desenfado, la expresan sin cosméticos, con mucha energía y cinismo. No somos desencantados, ni llorones, ni alienados, quizás un poco rabiosos y todavía dispersos, pero al menos hay un sacudimiento de las estructuras tradicionales, ya nadie espera nada, se gestiona, se aprovecha la alternatividad, se usa la tecnología y cambio del soporte de lectura, hay otra visualidad y otros circuitos de promoción. No se puede estar esperando a que otro se preocupe por ti, entre tanta incertidumbre no queda más remedio que crear, meterse en el caracol en busca del mar que escuchaste allá dentro. Todos creerán que estás loco, hasta que te vean salir con un pez en la mano y no tengas que agradecerles la maldita existencia. Me parece que es la literatura la parte más consciente entre tanta oscuridad. El mismo Presidente ha dicho que nuestro socialismo “es un viaje hacia lo ignoto”, fíjate tú.

Para muchos escribir es un acto de fe. Para otros un oficio a veces gris. ¿Cómo lo ves?

Si yo pudiera dejaba de escribir, es algo masoquista. Un oficio es un trabajo que te remunera, esto es otra cosa ¿A quién se le puede ocurrir convertirse en poeta?

Sé que escribir no es un acto coral, pero encierra dentro de sí los fragmentos del otro. Es duro armar la desgracia del mundo y convertirla en belleza. Si yo pudiera haría tuercas.

En la actualidad muchos autores, no tan favorecidos, pero con una obra sólida e intensa, permanecen distanciados del circuito de promoción. Digamos que se ofrece al mundo una imagen un tanto distorsionada de la literatura cubana contemporánea. ¿A qué se debe?

Los cubanos debemos aprender a vivir con la diferencia. A mí me parece natural que un grupo de autores decidan permanecer distanciados de los “circuitos (oficiales) de promoción”, distanciarse es incluso su derecho; ahora, lo que no es justo es que sean excluidos del panorama literario, borrados de un plumazo porque no coincidan con la política editorial de las instituciones, o porque crean que las mismas no representan sus intereses personales o gremiales. Me jode la exclusión. Por lo menos han de tener la oportunidad de inventarse “otro circuito”, y participar en la escena literaria. Al final, no son las instituciones las que deciden si yo me leo a Cabrera infante o Manuel Cofiño, a Leonardo Padura o a Zoe Valdés. Por ahí vendrá el tiempo en ventolera poniendo las cosas en su lugar.

Si tuvieras que definir tus años dentro de la escritura, ¿qué palabras emplearías?

Angustia, placer, autofagia, resistencia, cimarronaje.

Frank Castell

Poeta Frank Castell, revista cultural cubana independiente Árbol invertido

(Las Tunas, Cuba, 1976). Poeta, narrador y dramaturgo. Licenciado en Español y Literatura. Miembro de la UNEAC. Egresado del segundo curso del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, en el año 2000. Realiza la revista Quijotes de pensamiento cultural. Es director de programas de televisión en el telecentro Canal Azul, de Puerto Padre. Ha publicado los poemarios: El suave ruido de las sombras (Ed. Sanlope, 2000), Confesiones a la eternidad (Ed. Sanlope, 2002),  Corazón de Barco (Ed. Letras Cubanas, 2006), Final del Día (Ed. Sanlope, 2012) y Salmos Oscuros (Ed. Oriente, 2013).

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