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Opinión | Sobrevivir a cualquier precio no es sobrevivir

"Vivir, ahora mismo, es un acto de fe. La calle es el cementerio común de los traicionados. El contraste entre ricos y pobres se acentúa."

Algunos juguetes de infancia.
Algunos juguetes de infancia a la venta. | Imagen: Alina Sardiñas

Sobre las calles de Puerto Padre se levanta un espíritu de cansancio difícil de ocultar. Entre el ir y venir de los transeúntes hay un dolor que va más allá de los apagones y las carencias, del despertar con la imagen de un fracaso cuyo rostro más visible es el miedo.

El miedo avanza todos los días como si supiera que ya es parte de la identidad. Está en los corazones, en los basureros y en los ojos del anciano que aguarda con resignación la muerte. El miedo está en los padres que venden sus casas para que sus hijos escapen de una vez y descubran que la patria no le pertenece a los políticos. La patria se lleva y se guarda como lo que es: memoria, luz, nacimiento, libertad. Sí, la patria duele cuando los símbolos pierden su valor y los de abajo no soportan el panfleto de la cotidianidad.

“Peor que la economía cubana es la economía cubana del año que viene”.

Vivir, ahora mismo, es un acto de fe. La calle es el cementerio común de los traicionados. El contraste entre ricos y pobres se acentúa. Solo debemos comparar cómo emergen negocios cuyos productos se mueven por una mano oculta. Son casi los mismos (al igual que sus escandalosos precios). Por eso el corazón de los de abajo se endurece. Las opciones poco a poco escapan y la vida cae a la profundidad de un rancio abismo.

Hace más de veinte años un amigo con total seguridad me comentó: “Peor que la economía cubana es la economía cubana del año que viene”. Lo que parecía una broma comenzó a crecer hasta convertirse en un monstruo devorador de almas. Hoy es una verdad que refulge con impunidad y se mueve bajo el discurso de una resistencia creativa. ¡Y vaya que le queda bien eso de resistencia!

Los amigos se marchan. Los enemigos se marchan. Los desconocidos e indiferentes también se marchan. Es la dinámica, escapar a como se pueda, respirar y dejar que el tiempo pase. Tal vez el olvido sobrepase al dolor. Tal vez exista una compensación y valga la pena salir, dejar atrás la insoportable búsqueda de una felicidad que en Cuba no existe

"Así funcionan las dictaduras: imponer el horror y delegar en bestias el trabajo sucio."

El exterminio asoma a la velocidad del naufragio. Por eso el algoritmo del sistema funciona como una maquinaria que si algo sabe hacer con eficiencia es dividir y luego cazar sin tanto esfuerzo.

Quienes me ven se asombran de que aún permanezca aquí y no sea parte del éxodo en espiral. Sin embargo, salir no es ni fácil, ni la solución. Hay mucho en juego, muchas almas encerradas en cárceles visibles e invisibles, por el simple hecho de disentir y no ser parte de la mentira y el fingimiento. Sobrevivir a cualquier precio no es sobrevivir. Sobrevivir sin mancha es el camino. Los que ahora padecen el asedio, la persecución y están en peligro, tienen sobradas razones para continuar su lucha. La lista crece. Pero el precio es alto y doloroso. Recuerdo los versos de Konstantinos Kavafis en su monumental poema La ciudad: La vida que aquí perdiste, la has destruido en toda la tierra”.  

Arruinar un país es la especialidad de la casa. Los cíclopes saben. De ahí su estrategia de tergiversar cualquier intento de cambio donde ellos no aparezcan. Saben, además, que las ovejas ahora se mueven en zig zag. Aplastar libertades y desaparecer todo atisbo de insurrección es su útimo recurso. Así funcionan las dictaduras: imponer el horror y delegar en bestias el trabajo sucio. Para luego maquillar, desde el poder, todos los crímenes.

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Frank Castell

Poeta Frank Castell, revista cultural cubana independiente Árbol invertido

(Las Tunas, Cuba, 1976). Poeta, narrador y dramaturgo. Licenciado en Español y Literatura. Miembro de la UNEAC. Egresado del segundo curso del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, en el año 2000. Realiza la revista Quijotes de pensamiento cultural. Es director de programas de televisión en el telecentro Canal Azul, de Puerto Padre. Ha publicado los poemarios: El suave ruido de las sombras (Ed. Sanlope, 2000), Confesiones a la eternidad (Ed. Sanlope, 2002),  Corazón de Barco (Ed. Letras Cubanas, 2006), Final del Día (Ed. Sanlope, 2012) y Salmos Oscuros (Ed. Oriente, 2013).

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