Es preciso que de una vez
descubramos la palma
que tiene negro el penacho.
Nuestros muertos en su cimera
esperan ser enterrados.
Allá arriba están en sus lamentos
que el viento propaga implacable.
En la sabana todo parece verde,
pero esa palma, ¡oh, esa palma!
A la cacería de esa palma,
la señora de la esquina,
el zapatero del barrio,
irán vestidos de verde.
Toquen el cornetín,
enfilen los perros,
revienten los caballos.
En la sabana todo parece verde,
pero esa palma, ¡oh, esa palma!
Si no es esa, si no es aquella,
si el zapatero del barrio
jura por todos los santos
que su perro la ha olfateado;
si la señora de la esquina
caracolea sin descanso
dando voces a su Pedro
que está allá arriba en la palma;
si el telón de fondo verde
encabrita los caballos,
¿cómo dar caza a la palma?
En la sabana todo parece verde,
pero esa palma, ¡oh, esa palma!
(1962)