Para describir la situación por la que atravesamos los cubanos hoy debemos comenzar con la palabra cansancio. No es la primera vez que nos cansamos. Durante décadas la felicidad se ha convertido en simulación. El riesgo a aparecer en listas espurias de escuelas, centros de trabajo, barrios, sueños y pesadillas, no desaparece.
Bajo estricta vigilancia
Cada día los mecanismos de control se rediseñan con palabras en apariecia inofensivas, pero con un nada despreciable contenido de toxicidad. Con el tiempo pasamos de una lista a otra, como si se tratara de una carrera de relevos en las que los corredores entregan el testigo y aguardan la mejor de las suertes. Sin embargo, aquí la carrera es más complicada. Quienes corren son los vigilantes con la encomienda de mantenernos bajo estricta vigilancia.
Estos días de apagones demuestran que aquí todo tiene una rancia conexión, darle otro matiz y aparentar comprensión para luego regresar a sus confortables mansiones. Llevar al pueblo al límite es resultado de una cadena de sucesos donde el denominador común es la mentira. Desviar la atención hacia los problemas de otros a costa de sostener la imagen de víctima, es la respuesta a cualquier cuestionamiento que en materia de derechos humanos lleve la palabra Cuba. No es casual ni ilógico tal proceder. Cuando la vida demuestra que lo mejor es dejar a un lado todo y marcharse, tal vez para siempre del país, algo se marchita de modo irreversible.
“Llevar al pueblo al límite es resultado de una cadena de sucesos donde el denominador común es la mentira.”
Puedo decir: se perdió el sentido común y la vergüenza. ¿Cómo es posible que aún en medio de la debacle se desfilara el Primero de Mayo bajo el lema “Por Cuba, juntos creamos?” Sin tanto razonamiento llega la respuesta: por la existencia de las listas y la obligatoriedad de firmar el compromiso a desfilar en apoyo a quienes hacen de un día de celebración puro panfleto. Entonces escuchas los comentarios, las burlas y los lamentos de que la situación es insostenible, que el dólar sube y el salario y las pensiones de los jubilados no alcanzan.
Tiempos difíciles
Lo más triste es esa máscara que al salir de casa se funde en los cansados rostros del pueblo. Es la demostración extrema de que la solución a nuestros problemas cada día se aleja más del marco racional y de un diálogo difícil de concretar porque la casta política necesita permanecer en el poder. Cualquier ecuación tiene que resultar favorable para los vencedores de siempre.
Si vamos tierra adentro, a los tristísimos territorios de la Cuba profunda, el dolor acarrea otros aspectos a tener en cuenta. La masa que, de manera estoica, soporta el peso de la escasez, recibe como premio una cadena de apagones que precarizan más su existencia. Pese al prolongado entrenamiento, la asignatura Tiempos difíciles va más allá del poema de Heberto Padilla, cuya vigencia sobrepasa la línea del horizonte insular. Tierra adentro el dolor es más quemante, la miseria se mueve por los pastizales y los caminos de la incertidumbre, la alegría es cosa del pasado.
Cuba duele, Cuba duele. Lo leemos a diario en las redes, en los chats con amigos que tuvieron el valor (y los medios) para irse a probar suerte más allá del mar. Cuba duele, palabras que encierran una verdad inmensa y gris. Del otro lado del chat nos ven condenados a la calamidad de esperar, siempre esperar la ayuda de familiares o amigos que ahora emprenden sus proyectos en cualquier sitio lejano donde se pueda vivir con dignidad.
“La solución a nuestros problemas cada día se aleja más del marco racional y de un diálogo difícil de concretar porque la casta política necesita permanecer en el poder.”
Es muy peligrosa la divergencia, la confrontación, cuando se tiene en frente la mirada engañosa y prepotente de una minoría que evita por todos los medios escuchar a los que nacieron pobres, viven pobres y morirán pobres. Si siembran guerra, igualitarismo, pereza, linchamiento y miedo, no pueden esperar frutos de paz, ni reconcialiación. Mucho menos mantener por más tiempo el control absoluto sobre los incómodos habitantes del feudo.
No es descartable que después de tanto invisibilizar y perseguir a las ovejas negras del rebaño, se llegará al nivel más tenebroso: la desaparición de sus cabezas pensantes y de sus seguidores.
Toda autocracia maneja con guante fino sus golpes. La historia está poblada de ejemplos en los que la maquinaria lleva a la práctica distintos modos de exterminio, primero de la oposición, después de todo su legado.
La desfachatez
Mientras la libertad y el nivel de vida de los cubanos caen por las alcantarillas, los viajes de “trabajo” al exterior de la cúpula sempiterna crecen, tal vez para demostrar que los impuestos sirven para algo. Vemos las noticias de grandes proyectos, visitas parlamentarias, encuentros de alto nivel descritos por la prensa oficial con titulares que no pueden ocultar la desfachatez y la oreja peluda de las consignas.
El nueve de mayo la televisión cubana trasmitió como regalo envuelto en papel celofán, el desfile militar por el Día de la Victoria desde la Plaza Roja de Moscú. Minutos después, un apagón coronaba la calurosa y entristecida noche nacional.
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