Alberto Garrido (Santiago de Cuba, 1966), posee el don de convertir en oro el humo y la tristeza de los días. En 1998 su novela La leve gracia de los desnudos mereció el premio La llama doble y, un año después, el de la Crítica literaria.
Cuando envió el volumen de cuentos El muro de las lamentaciones al Premio Casa de las Américas, yo estaba seguro de que ganaría. Incluso se lo comenté antes de enviar la copia digital a nuestra fiel amiga Iris Cano, en La Habana, para que la imprimiera, encuadernara y entregara. Meses después Guillermo Vidal y yo saltábamos de alegría en una sala de la Biblioteca provincial José Martí, de Las Tunas, con la noticia del lauro más importante de su carrera.
"Puedo decir que valió la pena porque hoy es un hombre feliz en una tierra que le ofrece una vida digna."
Después llegaron otros títulos y un mayor reconocimiento, razones para continuar la dura batalla de sobrevivir a la página en blanco y al deseo de compartir su trabajo de editor con la formación de jóvenes escritores en su taller La oveja negra. Luego vendría un período de consagración al ministerio pastoral que permanece en su memoria como un tiempo de edificación. Allí constató los contrastes de una sociedad llena de agujeros y de una tristeza de poderosos límites.
Al emprender su travesía hacia República Dominicana quedaron en pausa nuestras pláticas sobre fe, proyectos de escritura y la necesidad de jamás ceder a las presiones de los comisarios de la paracultura. Puedo decir que valió la pena porque hoy es un hombre feliz en una tierra que le ofrece una vida digna, donde el amor es mucho más que el abrazo de una nueva familia.
Conversar con este santiaguero-tunero-dominicano lo defino como una fiesta del espíritu. Cada palabra lleva sobre sí el fuego y la música de la libertad. El francés Henry de Montherlant dijo: “La felicidad escribe en blanco sobre blanco”. Pero en el caso de Garrido, es visible y necesaria como una antorcha en el vientre de la noche.
"A veces la vida imita el arte"
Frank Castell (FC): Escribir es un acto de fe o de supervivencia en un tiempo de redes sociales, creadores de contenido que monetizan y se establecen con cierto éxito. Ejemplo sobran por su influencia, pero también por los destrozos que causan. Sin embargo, el escritor, el auténtico, debe lidiar con toda la chatarra y contaminación y violencia todos los días. En tu caso, ¿cómo defines el acto de creación?
Alberto Garrido (AG): Como un verdadero misterio. Faulkner decía que el ser humano no sabe lo que puede soportar. El escritor es como un limpia peceras: vive de la carroña que los demás esconden tras las máscaras. Y eso hace que pueda vivir y escribir desde las condiciones más inhóspitas. Ya lo he dicho antes: somos los más pobres entre los artistas, y tal vez por eso somos los más peligrosos.
Las redes sociales tienen creadores muy buenos y hacen bien en monetizar. Sigo a algunos que me iluminan en cuanto a la música, la pintura, el cine y cómo mover el esqueleto para mantenernos vitales más tiempo, si Dios lo permite. De otros huyo como de un libro de autoayuda. Como dijo Umberto Eco, las redes “le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”. La mayoría no tiene discernimiento de lo que lee, lo que realmente crea una generación idiotizada.
FC: En tu obra narrativa el erotismo y la decadencia espiritual se mueven como poderosas corrientes. A través de personajes diversos están los conflictos de una sociedad que tocó fondo y no puede escapar de esa fuerza de atracción. ¿Cuáles son los puntos de contacto entre realidad y ficción?
AG: La consideración del escritor como conciencia crítica, tan cara al realismo, es excesiva, angustiante para quien quiere lidiar con las palabras. Quieras o no, se establecen puntos de encuentro entre ficción y realidad, agujeros negros que saltan a la página. Muchas y extrañas conexiones. Entre las obsesiones no solo surgen las relaciones entre erotismo y decadencia espiritual, sino entre éxodo y familia, arte y muerte, vida y guerra, la brevedad del tiempo y la eternidad.
El escritor es un observador obsesivo, casi enfermizo, de lo que le rodea. Todo eso se acumula y sale de pronto en un texto. A veces es una palabra, y otras una imagen con su música secreta. Recuerdo que escribí “Relato de hombre al margen”, el último cuento de mi libro premiado por Casa de las Américas por la extraña conexión que vi entre los paisajes urbanos de una capital hecha pedazos y algunos cuadros de la etapa azul de Picasso. En ese texto se mueven con la misma libertad y desesperanza los angulosos cuerpos y rostros de esos lienzos confundidos con los rostros de hombres y mujeres rotos por una sociedad que se los fue comiendo vivos. A veces la vida imita el arte.
El cuento “El muro de las lamentaciones”, cuya recepción en Santiago fue tan escandalosa y tan feliz en el resto del país, es una historia tan realista, que diría que ocurrió literalmente como se cuenta. Mi suerte fue que llegaran a mí el lenguaje y los resortes apropiados.
Hubo una clasificación temprana sobre los escritores que irrumpimos a finales de los ochenta y principios de los noventa: nos llamaban exquisitos y violentos. Creo que algunos de los violentos terminamos siendo más exquisitos de lo que esperaban. Una antología personal que está a punto de salir lo demuestra, se titulará Gritos y susurros. Verás que los cuentos que se quisieron juntar en esas aguas caminan por el filo de la navaja entre lo realista, lo onírico, lo absurdo y lo fantástico.
"Soy como un Abraham que tiene muchos hijos"
FC: Te mueves con relativa facilidad entre las turbias aguas de la poesía. Libros como Siglos después de las fraguas de Vulcano, Sueños sobre la piedra, Morir sin los ángeles y El Leopardo de la casa de Dios, son diferentes maneras de asumir una poética, pero con la misma intensidad de un hombre cuestionador. ¿Hasta qué punto marcaron un tiempo de búsqueda en ti?
AG: En realidad, nunca es fácil moverse por ninguna de esas turbias aguas. Escribir es, por momentos, intolerablemente difícil, y fatigoso para el cuerpo. Otras, semeja una fiesta o un orgasmo. En mi caso, nunca pienso la poesía como un libro. Viene y se va, juntándose y huyendo, y abre y cierra sus puertas hasta que uno sabe que de pronto ahí está el libro. Cada uno de los poemarios que mencionas es diferente, no solo por las distintas oscuridades que alumbran, sino porque siempre intento que el nuevo libro que escribo sea distinto al anterior.
El último, recién publicado, se titula Una casa llamada sueño, e indaga en la memoria y en la familia y se teje por la hibridación de géneros. Será difícil encontrar ese malgastado sujeto lírico de la poesía en sus óxidos y marginaciones. Como decía Octavio Paz, en un escritor hay muchas voces y cuando escoges una comienza tu estilo, pero también tu muerte como escritor. Exploro en esas voces con las armas que me permito usar: silencio, destierro y astucia.
FC: Desde 2009 resides en República Dominicana, país que te abrió sus puertas y donde has encontrado excelentes posibilidades de crecimiento profesional al dirigir el Departamento de Letras de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. ¿Cómo valoras esa experiencia?
AG: Nunca agradeceré lo suficiente a Dios el haberme abierto esa puerta. Venía de un proceso que me había enterrado en el subsuelo. Conectar con viejos amigos como Freddy Ginebra y Camilo Venegas, y sobre todo con Alejandro Aguilar, conocer a muy buenos maestros, abrazar la literatura y sus desafíos con escritores imprescindibles como José Alcántara Almánzar o, más recientemente, con Basilio Beliard, Soledad Álvarez, Plinio Chaín, José Delmonte, Avelino Stanley y Marino Berigüete.
"Es esperanzador, en un mundo donde cada vez se lee menos, ver la sed con la que reciben estas lecturas y charlas."
La universidad tiene una visión humanista profunda que honra su nombre y me ha permitido abrir espacios en los que escritores, sobre todo jóvenes muy talentosos, comparten sus poéticas y sus libros con nuestros profesores y estudiantes. Es esperanzador, en un mundo donde cada vez se lee menos, ver la sed con la que reciben estas lecturas y charlas. Por otro lado, me devolvió a las aulas, al roce con la vitalidad de los jóvenes, y eso me hace mucho bien, porque también me rejuvenece. Soy muy amado por ellos, como un Abraham que tiene muchos hijos.
FC: Al poeta y narrador se le debe añadir el ensayista, aunque dicho género que ya estaba presente en Cuba a través del libro Tres mundos narrativos alucinantes. Sin embargo, nuevos títulos han salido a la luz. ¿Pudieras comentar sobre sus particularidades?
AG: Tres mundos narrativos alucinantes era un proyecto que pretendía reunir mis homenajes a esos libros y autores que me legaron una huella. Pensaba hacerlo primero con autores cubanos y luego seguir con latinoamericanos y universales.
Apenas escribí tres ensayos: uno sobre Carlos Montenegro, otro sobre los cuentos de Virgilio Piñera y el último sobre Tres tristes tigres, aunque debo decir que siempre me gustó más La Habana para un infante difunto. Después se metieron otros proyectos, y la vida, y lo dejé a un lado. En 1995 abracé a Cristo, que me salió al encuentro. Y los cinco ensayos que he escrito en estos años giran alrededor de Su amor, Su belleza y Su gloria. Es solo mi testimonio de gratitud al que me salvó.
FC: La pasión por la lectura te acompaña y ofrece la oportunidad de explorar y conocer nuevas voces, nuevos autores, nuevos mundos. ¿Cuáles recomiendas?
AG: Hay libros viejos que me parecen más nuevos que muchos de los nuevos. Hoy leo muchas cosas que son ingeniosas y originales, pero no las hace necesariamente buenas. El tiempo dirá. Leo mucha poesía escrita por mujeres. Creí que nunca lo haría, pero leo mucho en Kindle, todo lo que me llega de mis amigos, que es lo que les llega a ellos, desde un pdf pirata de El aliento del lobo, de Amir Valle o la antología de poemas de los Tang, hasta algún texto de Hannah Arendt y libros no publicados de jóvenes poetas de varias partes del mundo. Pero prefiero no dar nombres. Los listados suelen dar idea de una erudición que no poseo.
"No entregué a ningún amigo con un beso"
FC: Siempre ha sido un hombre valiente. Perteneciste al grupo Seis del Ochenta, junto a otros jóvenes narradores de entonces que rechazaron la guerra de Angola y en la década del noventa un rayo de luz te encontró, Jesucristo. Para el oficialismo fuiste incómodo y eso pudo cerrarte muchas puertas, pero también abrirte otras. ¿Cuánto te marcó alejarte del falso rebaño?
AG: Más que valiente, soy muy terco, ese defecto que se confunde con la perseverancia. Me lo han dicho mis hermanos desde pequeño. Si hago un inventario de ganancias y pérdidas… bueno: primero las pérdidas. Algunos viajes a ferias internacionales de cuyas listas fui borrado, algunas prebendas provincianas perdidas, un posible trabajo en la capital en "La Gaceta de Cuba" o en Casa de las Américas o el Instituto Cubano del Libro, ya no recuerdo. Que destruyeran el templo que pastoreaba en Las Margaritas, en las afueras de Las Tunas. Que me quitaran una maestría, que hicieran pulpa un libro mío que ya estaba en imprenta. La imposibilidad de entrar de nuevo a Cuba.
Perdí, pero gané. Pude hacer otra maestría por la universidad de Salamanca. He publicado ocho libros desde mi salida de Cuba, y sé que varios no hubieran podido ser publicados allá, por la censura. He firmado las cartas que he querido, exigiendo la libertad de los presos políticos, la renuncia del presidente elegido a dedo, el cambio soñado por los cubanos, y no las que les imponen a los miembros de la Uneac, que, por cierto, estando en Cuba jamás firmé.
No entregué a ningún amigo con un beso. Puedo recostar mi cabeza en la almohada cada noche, con la tranquilidad de no haber aplaudido, aprobado ni fingido apoyar lo que aplaude y apoya el falso rebaño. Puedo dormir tranquilo por no ser parte de La Maquinaria que tú describes tan bien. He observado a muchos que, cuando estaban allá eran muy fieles al régimen y que, cuando saltan el charco, se vuelven feroces anticomunistas. Yo, simplemente, observo. Es su derecho. Pero a mí no me importan la izquierda ni la derecha, sino el camino angosto de los locos felices que hallan al Buen Pastor.
FC: El escritor necesita respirar libertad, sentirla, buscarla y pelear si la pierde. ¿Por qué?
AG: Porque es la esencia del ser humano. Spinoza definía la libertad como necesidad. Es el clamor más profundo del corazón y la limitación más grande en los regímenes totalitarios, donde el individuo es sometido al control y abuso del Estado. Para mí, escribir es el espacio de libertad más profundo. Vives mil vidas, mil muertes, mil geografías, mil tiempos.
FC: Cuba te acompaña desde los amigos que de este lado seguimos en contacto. Sin embargo, esa Cuba que dejaste no es la Cuba de hoy. Hay una oscuridad sobre su gente y de una forma u otra eso te afecta. ¿Qué recuerdos vienen a tu mente hoy?
Mi infancia son recuerdos de El Caney de Oriente y la finca de mi tía Mireya y aquel Chevrolet del 53 en el que me escondí para pasar un fin de semana con mis tíos. Mi prima Mireyita creía que yo era un niño genio y me hacía entrevistas. Tuve otros tíos maravillosos y otros primos extraordinarios. Luego, mi casa en el reparto Sueño, mi madre y mis hermanos y los domingos en la sala que era enorme en mi niñez.
Los amigos, cuando empezamos a escribir, esa tribu llamada Seis del Ochenta. Las Tunas, donde conocí a Cristo en una humilde iglesia metodista en la que llovía más adentro que afuera, y donde nació mi hijo Emanuel. La Habana y mi padre y su rostro luminoso tras un cigarro eterno. La amistad con Guillermo Vidal y Carlos Esquivel, contra todas las guerras. Otros amigos, ellos, ellas y tú saben. Al final la patria es eso: una casa, la familia y los amigos.
FC: ¿En qué proyecto de escritura trabajas actualmente?
AG: Casi sale Gritos y susurros (cuentos). Preparo una antología de mi poesía que se llamará Pan sobre las aguas. Acabo de terminar la primera versión del último ensayo y creo que me concentraré en dos novelas durante los próximos años. Una de ellas será histórica, sobre un personaje que me apasiona y admiro profundamente: Casiodoro de Reina, el monje que fue perseguido por abrazar a Cristo y traducir al español esa joya de la literatura que ahora llamamos la Biblia del Oso, la reina de las traducciones bíblicas al español.
FC: Si tuvieras que definir tu vida con una palabra, ¿cuál mencionarías?
AG: Guillermo Vidal decía siempre que yo era un lobo estepario. Pero no. Solo soy un pez peleador.
FC: ¿Es Alberto Garrido un hombre feliz? ¿Por qué?
AG: Casi todos cantamos en algún momento: “Y soy feliz porque soy gigante”. Permíteme revertir la idea de esa frase que se ha vuelto risible en el contexto que la rodea. Ser una mota de polvo en la mano de Dios, saber que ha puesto eternidad en mí y que soy sostenido por Su gracia inefable impacta mi vida de este lado del sol de formas inimaginables. Tengo por qué levantarme cada día. Tengo esperanza, y la esperanza no avergüenza.
FC: Un mensaje a los amigos y a los enemigos.
AG: Viene bien, para cerrar, este poema que sé que te gusta:
"Resumen de noticias", poema de Alberto Garrido
I
Buenas noches amigos y enemigos
Aquí resumo adánico mi espejo
su ruina sobre el lunes mi entrecejo
un salmo la vendimia unos amigos
Voy a nombrar a todos los testigos
sentado como un torso de Rodin
Contra el sílex medita mi ademán
testamentando al mundo lo que asombre
(los días del origen y del hombre
la oscura tierra que redime un pan).
II
Qué testifica el bifronte
versículo Y quién nos junta
a la mesa (Alguien pregunta
por el agua) Y de Caronte
quién nos libra sino el Monte
de los Olivos
La tos
aleja al martes de Dios
y a otros huesos de su erario
Qué apócrifo noticiario
vendrá a morirme la voz.
III
Pregunten he vivido y es bastante
mi sangre echada al pairo por la estela
que en el hombre disiente aunque le duela
su pómulo de bruces todo el Dante
y su Inferno interior barco sin vela
Miércoles por salvarme te defino
perro filial azogue vespertino
en la sala de tierra en que se atiza
un cántico
Se borra la ceniza
y se pone de pie todo el camino.
IV
Jueves será porque hoy jueves
duelen astilla y centavo
y veré hundírseme un clavo
lucio sobre el pecho y llueves
Jueves será porque hoy jueves
todo es oscuro y se ovilla
hasta la última milla
del ahogado y el pretil
de un puente suicida añil
(y un pez se muere en la orilla)
V
Aquí un perfil declara tu tramoya
polvo mundial del viernes
Se trafica
la tiniebla que el polvo crucifica
—pocos conocen que tu luz no apoya
este óleo que no ha pintado Goya
pero existe—
Quién me dibuja atado
oh viernes a tus belfos
Padre amado
levantarás al viernes de su olvido
como de Ti se levantó el Ungido
y Adán hecho de polvo enamorado.
VI
Todo reposa no miento
Dios no estuvo enfermo grave
Tenue Él llovía tan suave
en mi madre
Lo presiento
marcando con una Tav
mi silueta
Levantad
carpinteros el tejado
de la niñez (lo he soñado
en este día Sabbath).
VII
Me golpean domingo cuando rigen
humanamente todo su horror blanco
los goznes de una página en que tranco
como en redil mis versos
No me exigen
sino la luz perfecta del origen
Irrumpe Tú Señor sobre los trigos
de un pastor de palabras
Mis testigos
volverán a la mies que se desata
Termino esta sentencia Maranatha
Buenas noches amigos y enemigos.
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