En los tiempos de crisis en que estamos viviendo los cubanos, me parece de vital subsistencia cultivar la inteligencia tanto racional como emocional. En efecto, los cubanos también hemos sobrevalorado a aquellas personas que tienen un alto coeficiente de inteligencia racional o cognitiva, pero pareciera que hemos abandonado el cultivo de la educación de la inteligencia del corazón.
Se suele representar el razonar con el cerebro y el sentir con el corazón. José Martí decía en uno de sus más famosos discursos, el 10 de octubre de 1891 en Nueva York:
Razón y corazón nos llevan juntos. Ni nos ofuscamos, ni nos acobardamos. Ni compelemos, ni excluimos. ¿Qué es la mejor libertad sino el deber de emplearla en bien de los que tienen menos libertad que nosotros? ¿Para qué es la fe, sino para enardecer a los que no la tienen?
Los cubanos estamos viviendo momentos de gran tensión, de violencia verbal, psicológica y física. Con frecuencia el absurdo nubla la inteligencia y la ira envenena el corazón. Entonces actuamos contrario a lo que Martí nos recomendaba. Entonces nos ofuscamos entre cubanos, nos acobardamos ante la amenaza, no usamos la libertad propia para respetar la libertad ajena. No damos testimonio, como refiere Martí, de lo que podemos alcanzar con nuestra fe frente a aquellos que no la tienen. Así Cuba va al abismo.
Propuestas
Es necesario que paremos, que reflexionemos, que soseguemos el ambiente, pero también nuestras mentes y corazones. La brutalidad y las pasiones desbocadas entre cubanos no llevan a ningún sitio. Al contrario, nos conducen a todos, los unos y los otros, a la ruina de la nación que tanto queremos.
Es necesario usar la inteligencia para el bien, para la verdad, para la convivencia, para la libertad. La libertad sin inteligencia es libertinaje y la inteligencia sin libertad es opresión. Cuba necesita que los cubanos, sin ubicarnos en bandos, seamos inteligentes para el bien. Y actuemos con inteligencia para la libertad. Claro que no se trata solo de la inteligencia académica, de buenas notas: sobre todo, se trata de la inteligencia que nos lleve a pensar bien, a pensar primero, a buscar la verdad donde quiera que esté.
Es necesario que conozcamos y eduquemos nuestra inteligencia emocional, que ha estado olvidada en Cuba: en la familia, en la escuela y en la Iglesia. Daniel Goleman, psicólogo, periodista y escritor estadounidense que adquirió fama mundial con su libro Inteligencia emocional, en 1995, definió este término de la siguiente forma:
La inteligencia emocional nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones que soportamos en el trabajo, acentuar nuestra capacidad de trabajar en equipo y adoptar una actitud empática y social, que nos brindará mayores posibilidades de desarrollo personal.
Goleman propone que “nuestra inteligencia emocional determina la capacidad potencial de que dispondremos para el aprendizaje de habilidades prácticas basadas en uno de los siguientes cinco elementos: la conciencia de uno mismo, la motivación, el autocontrol, la empatía y la capacidad de relación”.
Educar la inteligencia racional tiene la ayuda de la escuela y la familia, pero estas dos instituciones educativas no dominan todavía cómo educar la inteligencia emocional. Se trata de formar personas que sepan gestionar, dominar, encauzar sus emociones, pasiones y sentimientos. La educación emocional de nuestros hijos y nietos es enseñarles a tener el autocontrol de sus reacciones sentimentales y pasionales. Educar la inteligencia emocional consiste en aprender a tener empatía en las relaciones humanas sin ser dependientes, ni susceptibles, ni ariscos.
La vida nos presentará pruebas para evaluar nuestra inteligencia emocional que, sin dudas, son pruebas más duras que las que en nuestras escuelas y en nuestras casas nos pondrán para medir los conocimientos académicos. Cuando llegue el momento de sufrir, de vivir la cruz, saldremos mejor si ya hemos aprendido a usar la inteligencia racional y a dominar nuestra inteligencia emocional. En tiempos de crisis y persecución es tan necesario ser inteligente con la cabeza como ser inteligentes con el corazón.
Los cubanos solo podremos salir de la grave crisis interna en la que estamos sumergidos siendo inteligentes para buscar soluciones y ejerciendo el autocontrol de nuestras emociones, pasiones y sentimientos para que no se desaten la ira, la violencia, la ofensa, la descalificación, la injuria y el odio.
Deberíamos grabar en nuestras frentes y en los dinteles de nuestras instituciones esta verdad peligrosa: La violencia engendra violencia. Y sirve también el título que puse en el editorial 55 de la revista Vitral, en 2003: “Quien cierra el paso al cambio en paz, abre la puerta a la violencia”.
Cuidado, que las bestias que todos llevamos dentro pueden desbocarse y hacer mucho mal. Hay que evitarlo a toda costa. He aquí una “fórmula” centrada en el amor: Razón y corazón con prudencia y templanza.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
(Publicado originalmente en Centro de Estudios Convivencia).