Hoy trataré de acercarme a un tema muy polémico: la moderación. Comienzo por responder a la pregunta del título.
Lo que no es ser moderado
Empiezo por sacar los “demonios” de lo que no es la moderación. Considero que la moderación no es, para nada, “estar en la cerca”, ni ser “camaleónico” o cambia colores, ni ser hipócrita, ni quedar bien con todos, ni decir en cada ambiente lo que las personas que están allí esperan que digamos, ni entrar en esa especie de “apaciguamiento” conformista, ni aceptar una especie de “adaptación” pasiva e inmoral. Nada de eso es ser moderado. Esas son deformaciones morales propias del relativismo, tema que hemos abordado ya varias veces, pero que, en Cuba, como en el resto del mundo, sale una y otra vez como un mal mayor.
La falta de moderación es la tentación más terrible en las crisis terminales. Lleva a la desesperación. Nos arrastra.
Pero nada se define por lo que no es. Esa aclaración es solo para los lectores ágiles que al leer el título comienzan a imaginar lo que se quiso decir. Por supuesto que la discrepancia es buena y construye cuando es propositiva. Y las cuentas claras conservan amistad y evitan confusiones. Por eso he comenzado por lo que considero que no es la moderación.
Ahora paso a reflexionar sobre lo que es la moderación como virtud, que valoro muy necesaria siempre, en todas partes, pero aun más en Cuba hoy, en que las cosas están cada vez más críticas, más tensas, más extremistas y más violentas. La falta de moderación es la tentación más terrible en las crisis terminales. Lleva a la desesperación. Nos arrastra.
Lo que es ser moderado
Según el Diccionario de la Real Academia Española, “moderación es cordura, sensatez, templanza, en las palabras o acciones”. Y el mismo Diccionario propone estos sinónimos de moderación: “comedimiento, ponderación, sobriedad, templanza, medida, mesura, frugalidad, continencia, sensatez, juicio, tolerancia”.
En filosofía, la moderación es, según Aristóteles, una “virtud que se entiende como el justo medio, el justo equilibrio, entre los dos polos constituidos por el exceso y el defecto”. El bien, el valor, lo bueno, se encuentran en el punto de equilibrio entre los dos polos. La moderación en sociedad es la prudencia política que se encuentra en el justo medio entre los excesos de la concupiscencia (apetito desordenado de cosas materiales y de placeres, los extremos de todos los materialismos) y los excesos de la irascibilidad (pasión desordenada del carácter, de la ira, del enojo, de la violencia, de los extremos de las fuerzas verbales, psicológicas, mediáticas, físicas y militares).
En ética, la moderación es “entendida como una virtud, equivalente a la mesura y a la prudencia, y también, en cierto modo, similar a la humildad. Se identifica con la superior de las virtudes cardinales, la templanza”.
Instrumentos o modos para ser moderados
Los elementos de la moderación y la prudencia son ocho. Pueden ser un buen proyecto de vida en Cuba hoy:
- la memoria del pasado para aprender y no caer en el mismo error;
- la inteligencia del presente para comprenderlo y transformarlo;
- la sagacidad para buscar la mejor forma de hacerlo;
- la docilidad para domar las pasiones y tentaciones violentas;
- la razón para actuar con sentido y lógica;
- la circunspección para actuar con discreción y respeto;
- la precaución para no provocar y poder comprender los ritmos de los procesos;
- la prevención para pronosticar las consecuencias de lo que hacemos y el futuro que podemos desencadenar.
Considero que estos elementos prácticos de la moderación son necesarios y urgentes para todo lo que estamos viviendo los cubanos hoy, donde quiera que estemos, y para lo que previsiblemente tendremos que vivir en los próximos días, meses y años venideros.
De Aristóteles a Máximo Gómez
Por último, pasemos dando un enorme salto de aplicación entre el filósofo griego Aristóteles, que vivió en el siglo IV antes de Cristo y que expresó una frase totalmente necesaria hoy día: “In medio, virtus” (en el medio está la virtud); y el dominicano Máximo Gómez, que vivió en el siglo XIX en Cuba y a quien se le atribuye, por conocer muy bien a los cubanos, la famosa frase que con frecuencia nos describe: “Los cubanos, o no llegan o se pasan”.
El extremismo es la tentación más peligrosa para los cubanos de la Isla y de la Diáspora. Querer la libertad y luchar pacíficamente por ella no equivale a ser extremistas.
En efecto, podemos comprobar hoy con mucha facilidad, solo asomándonos a las redes o a los medios de comunicación o a cualquier debate entre cubanos, que tenemos la tendencia, a veces inconsciente, de irnos a los extremos. Ser valientes no equivale a ser extremistas. La verdadera audacia está en lograr la moderación con sabiduría y paz. Y habría que diferenciar entre ser extremistas y ser radicales.
Los extremistas son aquellos que se ubican en alguno de los extremos, que siempre se parecen entre sí, sin aceptar a los que tienen otras opciones más equilibradas, o condenando las posiciones moderadas, que no son neutrales ni acomodaticias, sino prudentes. Por el contrario, los radicales son o deberían ser aquellos que van a las “raíces” (del latín radice), que equivale a no ser superficiales, a ir al fondo de los problemas, pero también con moderación y sabiduría.
Muchas veces, son los opresores, y las circunstancias creadas por ellos, los que nos quieren empujar a los extremos, a la violencia, a usar sus mismos métodos, a dividirnos en extremismos que en verdad no queremos y que perjudican a Cuba. Es, quizá, la tentación más peligrosa para los cubanos de la Isla y de la Diáspora. Querer la libertad y luchar pacíficamente por ella no equivale a ser extremistas.
Ser extremista es dejarse provocar para usar los mismos métodos y lenguaje de los enemigos de la libertad. Es dejarnos azuzar a la reacción sin “primero pensar”. Es dejarnos instigar por la soberbia del que se siente débil, que quiere que abandonemos el sereno poderío que producen la moderación, la prudencia y la sabiduría, porque en esos tres pilares es donde está la verdadera fortaleza que sale del alma de los valientes. Porque hay que ser más valiente para ser moderado, prudente, sabio y pacífico, que para ser extremista y violento.
La moderación personal y la prudencia política honran a la persona que las vive, y construyen una nación honorable en la libertad y en la fortaleza que nace de la virtud. Ahí radica la verdadera fortaleza: “No hay patria sin virtud”.
Cuba está harta de extremismos y violencia. Cuba necesita cubanos moderados, prudentes, fuertes y valientes. Seámoslo.
(Publicado originalmente en Centro de Estudios Convivencia).
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