Cada vez más se reafirma en el mundo que todos los sistemas son igualmente malos, que todos los políticos son corruptos, que todas las elecciones son fraudulentas, que todos los partidos son iguales, que toda la política es sucia. Esto es, por una parte, una ignorancia de la realidad y, por otra parte, una de las manipulaciones de la propaganda populista, mesiánica y caudillista, que al aceptar que todo es malo, cae en la “necesidad” creada e inducida de que hace falta un salvador, un partido de nuevo tipo, otro sistema que no sea la democracia.
Es verdad que todos los sistemas políticos tienen fallos, nada es perfecto en este mundo. Es verdad que hay políticos corruptos como hay arquitectos corruptos, o médicos corruptos, porque la corrupción es una enfermedad que puede padecer cualquier persona por falta de ética, civismo y vergüenza. Sin embargo, a nadie se le ocurre despreciar la arquitectura, o la medicina, porque hay en ellas personas corruptas.
Es verdad que hay elecciones manipuladas, fraudulentas y robadas, pero eso no debe llevarnos a la conclusión de que hay que desechar las elecciones como forma de ejercer la democracia. Es verdad que hay mucho analfabetismo ético, cívico y político. Este es uno de los males de raíz que origina todos los problemas anteriormente mencionados.
“Es verdad que hay elecciones manipuladas, fraudulentas y robadas, pero eso no debe llevarnos a la conclusión de que hay que desechar las elecciones.”
Sin embargo, considero que uno de los fenómenos más peligrosos para el presente y el futuro de Cuba y del mundo es llegar a la conclusión de que “yo no me meto en política, ni voto en elecciones libres, ni participo en la reconstrucción de un país, porque total, todo está podrido y todos los sistemas políticos son malos”.
Discernimiento y criterios de juicio
Para no caer en ese vacío político de que ningún sistema sirve, ni en ese relativismo moral de que todo es igual, ni en el nihilismo o negacionismo de que edificar una sociedad libre y democrática es imposible, insistimos una vez más y por siempre en que es indispensable y urgente ofrecer educación ética, cívica y política en todos los ámbitos de la vida: en la familia, en la escuela, en la Iglesia, en los grupos de la sociedad civil. El futuro democrático solo se podrá edificar sobre los firmes cimientos de la educación moral y cívica.
“Un sistema político éticamente aceptable será en su esencia, en sus fines y en sus métodos, un sistema que contribuya al desarrollo humano en todas las dimensiones de la vida.”
Esa formación ciudadana nos brindará “criterios de juicio, valores determinantes, líneas de pensamiento, modelos de vida”, que podrán servir de herramientas para un discernimiento de nuestro comportamiento en lo personal y para orientar nuestras decisiones en los planos social, económico y político. Discernir con estos instrumentos es lo contrario del fanatismo que nace de las ideologías sectarias que, sin analizar, ni evaluar cada parte, cada decisión, cada política, intenta imponer una sola ideología excluyente y totalitaria.
Para ese discernimiento ético en la política, lo primero es estudiar, analizar, evaluar y elegir un sistema político que sea éticamente aceptable. Este tipo de sistema será siempre imperfecto y mejorable, pero será en su esencia, en sus fines y en sus métodos, un sistema que contribuya al desarrollo humano en todas las dimensiones de la vida del ciudadano. Al mismo tiempo que busque, con todos, el bien común.
¿Cuándo un sistema es éticamente inaceptable?
Entonces, con frecuencia, saber lo que no es nos ayuda a comprender mejor lo que es. Pongamos algunos criterios para identificar cuando un sistema es éticamente inaceptable. Fijémonos que el nivel de análisis que estamos utilizando no es la ideología, ni el sueño que promete, ni siquiera solamente la eficacia del sistema. El análisis es ético. Vale decir, en el plano de los principios, de los valores, de lo justo, en fin, de lo humano y humanizador que un sistema es y pueda ser. De esta forma, un sistema político, económico y social es éticamente inaceptable cuando podemos identificar estas diez características u otras:
- Cuando va contra la naturaleza humana, contra su dignidad, sus derechos y deberes.
- Cuando intenta que el Estado controle minuciosamente todos los ámbitos, procesos, decisiones, y resultados de la vida de cada uno de los ciudadanos.
- Cuando en ese control meticuloso restringe y daña la libertad personal que es una de las características de la condición humana.
- Cuando penetra, controla, dirige y manipula todos los poderes e instituciones públicas, haciéndose de un poder omnímodo que impide el ejercicio de la libertad personal, de la administración imparcial de la justicia, del debate y moderación de las leyes y de la protección de los derechos de los ciudadanos, provocando su total indefensión.
- Cuando diseña y controla todo el sistema de educación y cultura, aboliendo o restringiendo en lo fundamental, el derecho de los padres a escoger y ejercer la educación de sus hijos, al imponer un sistema de educación único, adoctrinador y dogmático que inculca obligatoriamente la ideología por encima de todo.
- Cuando bloquea, asfixia y reprime todo intento de iniciativa política, emprendimiento económico y organización independiente de la sociedad civil.
- Cuando usa cualquier método o vía para reprimir y criminalizar al diferente, al disenso, a la alternativa, a la oposición pacífica.
- Cuando convierte a la mentira en una forma de vida. No se trata de cuando miente, sino cuando se construye un sistema sobre la mentira, las falsas promesas, la falacia de un paraíso que nunca llega.
- Cuando inculca que el resto del mundo es malo, que hay un enemigo al acecho, que existe una plaza sitiada y que eso requiere el apoyo unánime y obediente de todos.
- Cuando se confunde deliberadamente la Patria con un partido, a la cultura con una ideología, a la ideología con una “religión civil” obligatoria, y se coloca a un partido por encima de la sociedad, del Estado y de la Constitución.
Ojalá que el ejercicio de este discernimiento ético nos inspire para no caer en ninguno de estos males en el futuro de Cuba y nos alerte ahora y siempre para construir una convivencia cívica en la que podamos desarrollar nuestra libertad, conservar nuestra dignidad y buscar el bien de todos con la participación de todos los cubanos.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
(Publicado originalmente en Centro de Estudios Convivencia).