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Opinión | La familia: lo primero y principal

“La lucha por la supervivencia cotidiana y la agonía para resolver lo más mínimo, provocan que los padres incumplan su sagrado deber de dedicarles tiempo y educación a sus hijos.”

La familia: lo primero y principal.

Hemos entrado en el período vacacional y la familia se ve desbordada por la presencia continua de los más pequeños en casa. Creo que es hora de insistir en la importancia suprema de la familia, especialmente en Cuba en que tantas familias están divididas por dentro y dispersas por fuera.

Todos hemos experimentado los daños infligidos a la familia por la separación de las becas y del exilio. Ese daño ha ido acompañado por la falta de viviendas en las que cada núcleo familiar pueda desarrollar su proyecto de matrimonio y de paternidad. A eso se ha sumado la falta de alimentos esenciales y la escasez de medicamentos necesarios.

"La lucha por la supervivencia cotidiana y la agonía para resolver lo más mínimo, provocan que los padres incumplan su sagrado deber de dedicarles tiempo y educación a sus hijos."

Pero no todo es físico y material. Los peores daños causados a la familia no se ven a simple vista. Se trata de los divorcios crecientes, la pérdida de valores éticos que corrompe el ambiente en que los niños crecen, la dejación que hacen los padres, madres y abuelos, de la educación de sus hijos y nietos. La lucha por la supervivencia cotidiana y la agonía para resolver lo más mínimo, provocan que los padres incumplan su sagrado deber de dedicarles tiempo y educación a sus hijos. Es como abandonar una planta pequeña sin darle sol y sin echarle agua. Irremediablemente se seca.

Por otro lado, se dejan en manos de la escuela y de las “junteras” del barrio los espacios de formación de la personalidad de los niños y sus procesos de socialización. Pareciera como si los padres y abuelos solo tuvieran la responsabilidad de garantizar el plato de comida y la medicina si es necesaria. Parece que los padres y abuelos han olvidado que cada vez es peor el nivel educacional y la catadura moral de los maestros y profesores. Hemos visto videos de niños de primaria bailando con gestos groseros, profiriendo insultos y malas palabras y fajándose entre compañeros sin que los formadores cuiden de que esto no suceda en sus aulas y escuelas. Parece que los padres y abuelos no se han fijado en los pésimos ambientes marginales y desmoralizados en que se han convertido nuestros barrios y parques.

Se escriben en las redes sociales junto con fotos familiares preciosas frases de amor y cuidado para con los niños de la familia, mientras cotidianamente estos niños están siendo lanzados a los ambientes escolares, vecinales y sociales sin ninguno de los valores que esos mismos padres y abuelos dicen querer para sus hijos y nietos. Esto es un crimen silencioso y cruel. Cuando los matrimonios se deciden a tener hijos adquieren una gravísima responsabilidad que debería durar y ser ejercida hasta la muerte de ambos. Incluso cuando los hijos sean adultos.

"No existe razón en el mundo que sea más importante que criar, educar y acompañar a nuestros hijos y nietos."

Pero lo que da grima es cuando esa paternidad y maternidad responsables se posponen, se abandonan, se descuidan por las luchas por lo material, por las prioridades personales, por cualquier razón. No existe razón en el mundo que sea más importante que criar, educar y acompañar a nuestros hijos y nietos. Conozco madres solas que han hecho de madre y de padre, en cuanto han podido, sin dejar al azar, ni a la escuela, ni al barrio, ni a los amigos del hijo, su cuidado diario, su educación y su espiritualidad que, aunque suena raro decirlo, son más importantes, duraderas y decisivas para los hijos que las cosas materiales. Conozco también padres que han hecho de padre y de madre, en cuanto han podido, para que no les falte a sus hijos ni el cariño y apoyo familiar, ni las atenciones primarias, pero sobre todo la educación moral y el civismo que debe formar el carácter de los niños desde temprana edad.

Una mención especial merece la sustitución de los padres, de hábitos como el respeto a la mesa de comida en familia, el tiempo de acostarse y rezar con los hijos, de hacerles cuentos inventados, de conversar, sin niñerías ni peleas, de las cosas de sus hijos. Todo ello y más ha sido sustituido por un artefacto sin alma y sin filtro que llamamos celulares. No se trata de negar los adelantos tecnológicos, se trata de dar a cada momento de la vida la importancia que tiene. Es necesario escoger y orientar lo que nuestros niños ven en los móviles, puede ser muy instructivo, pero no se puede sustituir la conversación con los padres, madres y abuelos por un Nintendo. Es necesario educar a los pequeños de que los celulares y otras tecnologías tienen un tiempo limitado, como lo tiene la escuela, el juego con amigos, la Iglesia, las comidas familiares, el simple conversar con ellos.

No nos engañemos. Todo lo negativo anteriormente dicho tendrá como resultado que nuestros hijos y nietos sean individualistas, no sepan querer, no sepan conversar, que no es lo mismo que hablar con monosílabos, no sepan comportarse, no le den valor a la familia, sean violentos, crezcan en la marginalidad, se comporten incorrectamente. Y también provocará que en el futuro los padres y abuelos lamentemos, sin remedio: “¿Por qué mi hijo será un desastre? ¿Por qué mis hijos no quieren a nadie y se aíslan y se encierran y en algunos casos extremos se suicidan? ¿Por qué no son capaces de romper con el círculo vicioso de la familia disfuncional en que se criaron y no pueden formar una familia estable, educada y feliz?” Todo tiene su origen y su responsabilidad en la niñez, la adolescencia y los primeros años de la juventud.

"Es mucho más importante, necesario y urgente, enseñarlos a pensar, enseñarlos a querer, a dominar y expresar sus sentimientos, a ser decentes."

Nada se desvía por gusto, su causa es la familia. Nada se destruye por casualidad, su causa es una familia que se ocupó primero de los asuntos de los mayores. Y después, a regañadientes y con poco tiempo y peor carácter, dieron de comer, vestir y asearse a sus hijos, olvidando que no son animalitos, sino seres humanos a los que no basta con dar de comer y vestir, sino que es mucho más importante, necesario y urgente, enseñarlos a pensar, enseñarlos a querer, a dominar y expresar sus sentimientos, a ser decentes, educados y serviciales, a cultivar las relaciones humanas y las amistades buenas y duraderas, a cultivar su espiritualidad, su religión, su fe, que es la fuente y el abono de todo lo anterior.

Si seguimos así, no habrá familias en Cuba ni en ningún lugar. Si seguimos así, las nuevas generaciones, que son nuestros hijos y nietos, serán monstruos irreconocibles, aunque lleven nuestros apellidos. Si los padres, madres y abuelos no nos ocupamos de nuestros hijos y nietos a tiempo completo, todo el tiempo que nos quede por vivir en este mundo lamentaremos lo mal que nos salieron nuestros hijos. No es que nos salieron, es que no los atendimos, ni les dimos calor, ni educación, ni religión.

Recuerdo siempre las palabras del Papa San Juan Pablo II en su primera Misa en Cuba, en la ciudad de Santa Clara: “Cuba, cuida a tus familias para que mantengas sano tu corazón”.

Hoy también podemos decir: Padres, madres, abuelos, cuiden a su familia para que mantengan sano su corazón y no padezcan toda su vida.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 

(Publicado originalmente en Centro de Estudios Convivencia).

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Dagoberto Valdés Hernández

Dagoberto Valdés.

(Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Premios: “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Reside en Pinar del Río.

 

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