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Opinión | Los demonios insulares

“No vale la pena rendirse, aunque la luz no asome y el túnel se extienda. Tarde o temprano el dique cederá y las aguas de la libertad serán incontenibles.”

Unidad Provincial de Patrullas de La Habana. Foto: Vladimir Molina Espada
Unidad Provincial de Patrullas de La Habana. Foto: Vladimir Molina Espada

Alto es el costo de oponerse a los demonios insulares. No pertenecer al universo paralelo que venden los dueños de Cuba es sinónimo de muerte. Las puertas se cierran y se activa un mecanismo de persecución difícil de evadir porque funciona como una reacción en cadena. No es un secreto. Está a la caza de los divergentes, a la vista de todos, con total impunidad.

Los rostros de la muerte

El desafío es más difícil de lo que muchos suponen. Antes de la muerte real hay otras muertes. ¿Quién lo duda? ¿Quién lo niega? La muerte tiene muchos rostros y cada uno es razón para cuestionar las leyes de una bestia de máscara cambiante y corrupta. La dictadura en su arrogancia nos lleva a caer en un estado de invisibilidad con sus nefastas consecuencias. Si no se tiene un respaldo económico o una mano amiga, los días serán oscuros. El brazo represor es largo y llega de manera exacta a golpear con precisión y sin piedad.

Si continuamos con el grito de rebeldía, vendrá la muerte segunda: destrozar a la familia, quebrar los límites, humillar, aplastar el pensamiento, dividir desde la ventaja del control absoluto. Después vendrá el exilio o la locura para así condicionar el suicidio o el destierro. Pero si la resistencia es heroica y los métodos de disuación no quiebran la mente y el corazón, entonces vendrá la muerte física. Así de simple.

“Comenzar desde cero, acosado por el totalitarismo (que utiliza a otros artistas como vigilantes y represores) es parte del proceso de liberación.”

La vida no alcanza para resistir tantos golpes. Lo digo desde la soledad y la cercanía al olvido (in)voluntario. Pero no se debe negar que seamos tocados por las decisiones de otros. No hay términos medios. O se está con el bien o se está con el mal. Ambos traerán consecuencias. Para un artista la confrontación con las instituciones culturales lo obligará a la búsqueda de espacios alternativos para su obra. Es difícil, muy difícil. Comenzar desde cero, acosado por el totalitarismo (que utiliza a otros artistas como vigilantes y represores) es parte del proceso de liberación.

Conozco a amigos a los que marginaron, persiguieron y obligaron a partir al exilio. No tuvieron otra opción porque en un combate asimétrico, la ganancia es para el poderoso. Les quedó reinventarse y salir adelante en la dureza de un nuevo comienzo. Ahora continuarán su lucha desde la libertad y los valores de la democracia. Pero cargan el peso de la separación, la amargura de un retorno que se diluye en el tiempo. Sin embargo, la razón fundamental permanece, sus nombres se hacen visibles al encontrar proyectos y espacios para denunciar lo que sucede en Cuba.

Un momento crítico

Permanecer aquí es levantarse de la derrota, hacer de la palabra escudo y espada, testimonio de una guerra que se mueve por las redes sociales, pero también en la calle, es oponerse a las artimañas de la cúpula. Atrás quedó el silencio. No es casual que apenas surge una voz incómoda comienza el seguimiento, la fabricacion de delitos desde la perspectiva hegemónica de sentirse dueños y disponer a su antojo de quien no se postre ante sus pies.

No nos engañemos, la espera de tiempos mejores es una quimera. El régimen se aferra al poder. Tiene el apoyo de potencias mundiales y eso es garantía de que una transición no será tan fácil como algunos piensan. El diálogo nunca estuvo, ni estará sobre la mesa. Apenas surge una posibilidad de cambio, una grieta se abre porque en lugar de unidad hay división y una lamentable batalla de egos y oportunismos. Eso es un suero para la dictadura.

Pero, ¿quién abrirá el camino? ¿Cuántas muertes se necesitan para entender de una vez y por todas que quienes gobiernan en Cuba están atornillados al trono y no lo soltarán sin antes neutralizar a quienes levanten la cabeza? La realidad de este tiempo, el más complejo debido al deterioro moral de la dictadura, demuestra la necesidad de unir fuerzas y dejar las diferencias para lograr la libertad.

“La oposición en Cuba está en un momento crítico. La están llevando al límite. Los métodos que utilizan contra ella demuestran la desesperación, el odio y la vileza de la dictadura.”

Los regímenes totalitarios no perdonan los errores. Avanzan como los tanques por la plaza de Tiananmén y, más allá de algún pronunciamiento de parlamentos o gobiernos, el crimen se cubre hasta convertirse en asunto del pasado. Lo cierto es que en el horizonte de este archipiélago por ahora no existe solución si viene desde la mansedumbre. La queja provoca una marca, la delación y la represalia, el juicio y la exclusión. Durante décadas la temperatura de la calle, el nivel de malestar popular, es controlado a través de la manipulación y el sometimiento.

¿Cómo es posible hablar de logros y motivos de celebración cuando la pobreza crece a cifras de escándalo? La oposición en Cuba está en un momento crítico. La están llevando al límite. Los métodos que utilizan contra ella demuestran la desesperación, el odio y la vileza de la dictadura. Si algo funciona en este feudo es la vigilancia de los órganos policiales con todas sus especificidades y posterior limpieza de trazas. No hay “enemigo” sin la mirada y el seguimiento las veinticuatro horas del día. Están en todas partes a la espera de algún movimiento contrario a las manecillas del reloj que no descansa.

Cuba merece una mirada más profunda

De la luz a la sombra hay una línea invisible. Contra eso tenemos que lidiar. Cuando despierto, doy gracias a Dios y luego asumo el reto de salir a descubrir las historias de quienes se aferran a la esperanza de habitar en un mejor país. Lejos o cerca, duele. Todo se reduce a respirar el aire denso del olvido a donde fueron a parar. En una sociedad que premia a quien delata y es servil, andar a contracorriente es levantar el vuelo de los kamikazes.

Este es un pueblo de Sísifos tropicales que empujan, cargan o arrastran la piedra del dolor y el desencanto. ¿Para qué ocultarlo si nada somos entre las aguas turbias que heredamos? No vale la pena rendirse, aunque la luz no asome y el túnel se extienda. Tarde o temprano el dique cederá y las aguas de la libertad serán incontenibles. Entonces el mundo descubrirá los nombres ocultos en las fosas comunes de esta cárcel de raíces profundas.

Ninguna dictadura dialoga, ni entrega su poder sin antes agotar sus turbios manejos. Lo vemos en Nicaragua y Venezuela. Le temen al día después, a la energía contenida que saldrá, al ajuste de cuentas. No entregan el cetro porque sus manos están manchadas de sangre y sobre su cabeza pende una espada.

No seamos ingenuos. Cuando se acercan las elecciones lo primero que hacen es ilegalizar a los partidos con opciones de triunfo. Aparece el robo desde la fabricación de delitos. Aparece la estrategia de inhabilitación del candidato que mejor posicionado esté en las encuestas. Lo demás lo sabemos. Lo hizo Ortega en 2023 y ahora Maduro. Para ellos no puede haber vuelta atrás. Definir de modo certero el daño provocado por ambos lleva un análisis más allá de cualquier estadística.

“La doctrina de un solo partido, imperante desde enero de 1959, es una lápida sobre cualquier intento de cambio.”

En cambio, Cuba merece una mirada más profunda. Aquí estamos fuera del radar y de la lógica del mundo. La mano negra que estrangula desde la vieja táctica de cambiar el sentido de sus actos, es infalible. Sabemos que roban. Los vemos salir del país y regresar bajo el pretexto de establecer favorables convenios comerciales, proyectos a mediano y largo plazos que luego mencionan hasta el cansacio por la television. Pero nuestra pobre mesa contradice desde su silencio al discurso oficial. La doctrina de un solo partido, imperante desde enero de 1959, es una lápida sobre cualquier intento de cambio.

Mucha agua ha pasado por este río y mucha tristeza bajo su corriente porque con ella desaparece el tesoro más valioso: la juventud. Para los titiriteros de la política nacional, la emigración tiene una lectura: se va un sector molesto que asume no habrá mejoría y por ende la crisis se extenderá con mayor crudeza.

Quedarse es una locura. Pero alguien tiene que asumir el riesgo de la forma que considere. No hay término medio. No se puede estar de brazos cruzados cuando nada funciona bien y la vida de un ciudadano no tiene valor para la casta que malgobierna. Si alto es el costo de oponerse a los demonios insulares, peor es apoyar su avance con nuestra indiferencia.

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Frank Castell

Poeta Frank Castell, revista cultural cubana independiente Árbol invertido

(Las Tunas, Cuba, 1976). Poeta, narrador y dramaturgo. Licenciado en Español y Literatura. Miembro de la UNEAC. Egresado del segundo curso del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, en el año 2000. Realiza la revista Quijotes de pensamiento cultural. Es director de programas de televisión en el telecentro Canal Azul, de Puerto Padre. Ha publicado los poemarios: El suave ruido de las sombras (Ed. Sanlope, 2000), Confesiones a la eternidad (Ed. Sanlope, 2002),  Corazón de Barco (Ed. Letras Cubanas, 2006), Final del Día (Ed. Sanlope, 2012) y Salmos Oscuros (Ed. Oriente, 2013).

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