Su Santidad, Papa Francisco,
Hoy usted está recibiendo en la santa sede a un dictador, Miguel Díaz-Canel, representante de una dictadura que durante 64 años ha asesinado, encarcelado y violado derechos humanos, con la misma tranquilidad e impunidad con la que ostenta normalidad ante el Vaticano.
Usted extiende la mano hoy al mismo hombre que ayer daba la mano al Ayatola iraní, asesino de mujeres y jóvenes inocentes. La misma mano que lava los crímenes de Vladimir Putin y recibe con alfombra roja al consejo de seguridad nacional ruso en La Habana, mientras las bombas tiñen de rojo las calles de Kiev.
Recibe al dictador con una sonrisa que ignora el reclamo de sus diáconos y monjas perseguidos en Cuba. Aquellos que ya han escrito a usted mejores cartas, llenas de valentía y honestidad que su santidad ha ignorado en favor del tirano.
Dicen sus cardenales que la iglesia hace en silencio, mas su gesto de recibir en el Vaticano a Díaz-Canel es elocuente. El silencio, casi siempre, termina favoreciendo a la impunidad del mal. La dictadura castrista no es inocente, ni más salvable que la de sus aliados. ¿Acaso recibiría el Papa Francisco a Vladimir Putin o Aleksander Lukashenko? ¿Por qué se complace entonces Su Santidad en su amistad con Raúl Castro, no sabe del dolor que su gesto trae a las víctimas de su dictadura?
Nos preguntamos, Santo Padre, cómo se puede vivir en los principios de la palabra de dios e ignorar el reclamo de los oprimidos en favor del opresor. Acaso advierte usted, que aun con la intención de interceder por la liberación de los presos legitima al régimen cuando lo recibe. Recuerde que ya la iglesia se ha visto en el mismo lugar otras veces, solo para multiplicar el número de presos políticos años más tarde.
Esos presos, los entonces y los de ahora, nuestros muertos que se cuentan por miles, como los de la dictadura argentina, han entregado su vida por la libertad plena, no la libertad a medias.
Somos un pueblo oprimido y tenaz que clama libertad, y que no se conformará con lo que las agendas foráneas, europeas, vaticanas o norteamericanas, han pensado que es mejor para nosotros. Los cubanos queremos fraguar un destino propio en libertad, y no desistiremos hasta conseguirlo, así tengamos que repetirlo mil veces ante la Unión Europea, la Casa Blanca o la Santa Sede.
Jesús fue un rebelde perseguido, encarcelado y humillado por un poder opresor. Tenemos fe en que Su Santidad se pondrá del lado de los oprimidos.
Se despide de Su Santidad con esperanza,