Lilo Vilaplana es hoy una de las personalidades más interesantes de la cultura cubana. Nacido en Nuevitas, Camagüey, Cuba, en 1965, su labor de creación artística es intensa y polifacética. Narrador, director de exitosas series para TV, cineasta, ha obtenido varios e importantes reconocimientos. Inició su trabajo en Cuba, donde se destacó, primero, como asistente de dirección de series infantiles, luego como guionista y director de programas.
En 1997 emigró a Colombia, donde tuvo una fructífera carrera como director de series televisivas. Fue asimismo director de programas para la televisión en México y Chile. En 2015 dirigió el cortometraje La casa vacía en Estados Unidos. Creó y dirigió la productora Vilaplana Films. Dirigió en el 2014 La otra muerte del gato y obtuvo el premio al mejor cortometraje en el Festival Iberoamericano de Cortometrajes ABC, en Madrid. Esa misma obra fue presentada en el Festival de Cannes del 2014.
Su largometraje Plantados es una dura denuncia de los sufrimientos de los presos políticos en Cuba. En el 2023 estrenó Plantadas, un filme en el cual muestra el coraje y la resistencia de las mujeres presas por disentir del régimen cubano. Así, de la mano del crítico e investigador Luis Álvarez Álvarez, Árbol Invertido ofrece esta significativa conversación con el prestigioso director.
Luis Álvarez Álvarez (LAA): Tengo entendido que tú identificaste desde muy temprano tu vocación como creador audiovisual. Por favor, ¿podrías decirme cómo se formó el artista de televisión y cine Lilo Vilaplana?
Lilo Vilaplana (LV): Todo empezó con el teatro en la escuela, y con una mala pelicula que filmaron en mi pueblo natal. Primero comencé como aficionado y también perseguí por Nuevitas cada locación donde rodaban la película, para ver el Dolly, que era parecido al tren que pasaba frente a mi casa, pero en miniatura.
Eso me gustaba y no me aburría que repitieran muchas veces las tomas, porque así duraba mas el espectáculo que veía. Detallaba la cámara, la claqueta, los cables de los micrófonos que atravesaban por dentro de la ropa todo el cuerpo de los actores y tenían que caminar con cuidado de no enredarse, las marcas con cintas en el piso, todo eso que no se vería en cámara era mágico para mi…
Pero no pude estudiar cine, no llegaron becas a mi preuniversitario. Insistí y no me permitieron entrar al ISA, ni siquiera me dejaron hacer prueba de ingreso en Dramaturgia o Teatrología.
Era la época en la que que el tirano Castro estaba empecinado en crear médicos en serie para venderlos al mundo como mano de trabajo esclava y yo no tenia vocación para eso. Mi hermano Carlos Antonio sí, de hecho, es un gran anestesiólogo, un profesional maravilloso y también un apasionado de la historia con libros publicados sobre temas médicos y también otros históricos. Pero lo mío era el teatro y luego derivó en la televisión y después vino el cine. Soy autodidacta.
LAA: ¿Qué fue lo mejor que te ha aportado, como experiencia artística, tu extensa trayectoria en diversos países como creador de la televisión?
LV: Es una bendición poder trabajar con diferentes equipos y culturas. Poder dirigir en varios países y con distintas compañías es algo maravilloso y te exige estudiar más y conocer la historia del lugar y hacer un análisis más profundo de todo lo relacionado al tema del proyecto. Es una responsabilidad, un reto, es fascinante.
Hacer televisión obliga a ser recursivo y buscar soluciones urgentes a problemas que se presentan. Esto me ha convertido en un director que piensa como productor y ayuda a resolver cualquier emergencia. Para mí es sagrado cumplir el plan. Cancelar el día de rodaje no es una opción.
LAA: ¿Cuáles son tus preferencias en cuanto a elementos del lenguaje televisivo?
LV: Cuando entré a la televisión cubana, algunos jóvenes creadores “de vanguardia” se burlaban de mí cuando yo les decía que me había interesado en la televisión porque me encantaban las aventuras que dirigía Erick Kaupp. De hecho llegué a aprender teatro por ello. Yo, en mi Nuevitas natal, escribía historias en una libreta y de manera intuitiva le colocaba el nombre del personaje delante y luego lo que decía cada uno.
No sabia que existía la literatura teatral. Un día estaban transmitiendo en el espacio aventuras la obra Guillermo Tell y yo corrí a la librería a comprar el libro a ver en que se terminaba la historia del legendario suizo. Cuando empiezo a leer aquella obra me doy cuenta de que su autor, Friedrich Schiller, “escribía como yo”, y empecé a buscar otros autores que “escribieran como yo”. Así me encontré a Shakespeare, Moliere, Pirandello, Eugene O’Neill, Lope de Vega, Artur Miller, Tennesse Williams, Ibsen…
LAA: De manera orgánica, ¿qué rasgos definen con mayor claridad tu estilo como artista audiovisual?
LV: Saberme rodear de un gran equipo de trabajo que me aporte en cada obra. Escuchar a todos y hacer lo que la intuición me dicta. Tener muy claro el super objetivo que persigo con cada obra y ser muy perseverante, como dice mi amigo, el actor Gilberto Reyes, protagonista de Plantados.
LAA: ¿Qué significó para tu trayectoria la filmación de La muerte del gato (2014), La casa vacía (2015), Irene en La Habana (2018) y El caballo (2021)?
LV: Esas cuatro obras tienen dos denominadores comunes. El tema Cuba y el poco presupuesto. Pero el mismo amor para realizarlas. He dirigido obras con presupuestos millonarios y otras contando centavos, pero la pasión es la misma para hacerlas.
En estas cuatro piezas, como en todo los trabajos que dirijo desde que tenemos nuestra compañía independiente Vilaplana Films, la hago muy de la mano de Irasema Otero, mi esposa y Productora Ejecutiva de la empresa, así como junto a mi hijo Camilo, que sí se graduó de cine en Emerson, Boston y es un joven muy talentoso y capaz. Ellos son muy trabajadores y aportan sin descanso su talento y entrega a cada proyecto de nuestra compañía.
LAA: En tu obra se observa un tratamiento muy personal de lo monstruoso, lo laberíntico (en La muerte del gato, por momentos, parece que la casa de vecindad es un laberinto), y en Plantados igualmente el espacio carcelario también tiene ribetes de laberinto oscuro; así mismo la incertidumbre, la angustia y la muerte amenazan, aquí y allá, a los personajes. ¿Por qué te interesa tanto trabajar estos elementos del arte barroco?
LV: Cada obra lleva consigo un tratamiento específico. Quizás lo hago desde el subconsciente, la situación en Cuba desde 1959 es laberíntica, sin salida a la libertad, se ha intentado desde la lucha armada, hasta la oposición pacifica, pasando por las denuncias internacionales.
Los métodos de lucha de los disidentes y opositores han cambiado, pero la dictadura continúa igual de cruel y mantiene al cubano atrapado en un laberinto sin poder transitar el camino definitivo para que llegue el fin de esta tiranía que ya se ha prolongado por mucho tiempo. Quizás todo eso habita en algún surco de mi memoria y por eso florece en mis obras.
LAA: ¿Qué tipo de plano cinematográfico prefieres para la fotografía en tu obra? ¿Primerísimo plano, americano, etc? ¿Cuáles revelan mejor al artista Vilaplana?
LV: Cada plano tiene un valor importante y en sí mismo cada uno se usa de manera distinta. Le pongo mucha atención a narrar bien la historia y entregar un mensaje claro. Sin ambigüedades, no me permito un centímetro de cobardía cuando de por medio está una denuncia hecha con arte por el bien de Cuba. No solo me importan los planos de cámara o el lente apropiado, soy muy cuidadoso con el arte, la iluminación, el sonido. Cada elemento repercute en el producto final.
LAA: ¿Qué tipo de actores prefieres? ¿Cómo trabajas dirigiendo actores en televisión y en cine?
LV: La dirección de actores es una magia. A un actor no se le debe imponer a donde caminar, se le debe guiar hacia donde ir, pero que el actor lo descubra, lo interiorice. Cuando un director dirige no debe ser un dictador de movimientos; al contrario, debe provocar y movilizar sentimientos. Colocar a los distintos personajes en contexto y facilitar que lleguen al estado ideal para que la escena sea creíble.
He trabajado con grandes estrellas internacionales, y ahora en Miami he descubierto también una inmensa cantidad de actores cubanos que carecen de oportunidades porque no tienen “acento neutro”, una bobería que han establecido y yo considero discriminatoria. Con las distintas obras que hemos realizado en el exilio ya vamos dando a conocer rostros que poco a poco se van haciendo familiares en la pantalla, mezclando actores de trayectoria en Cuba o en Miami, con jóvenes talentos.
LAA: Pasó un tiempo entre Plantados y Plantadas. ¿Qué experiencias del primero te sirvieron para la creación del segundo filme? ¿Qué cambió en tu dirección de uno a otro?
LV: Plantados y Plantadas son obras muy distintas, nuestra compañía Vilaplana Films, almacenó algunos elementos de la primera película que nos sirvieron de materia prima para la segunda, haciéndole varias modificaciones, pero ya teníamos la base y eso ayudó mucho. Desde el guion, lo estético y el concepto son dos obras muy distintas. Incluso hasta el presupuesto se consiguió de manera diferente.
El presupuesto de Plantados llegó a mí porque los ex-presos políticos Angel de Fana, Roberto Perdomo y Ernesto Diaz Rodriguez me llevaron a conocer al exitoso empresario Leopoldo Fernandez Pujals, que hacia mas de 20 años quería hacerle un homenaje a su tío José Pujals Mederos y a sus compañeros plantados. Él tenía el presupuesto pero no encontraba al artista que quisiera contar la verdad de los hechos, todos temían meterse de manera frontal con el castrismo.
En el caso de Plantadas, el presupuesto tuvimos que buscarlo, y fue a partir del liderazgo del destacado luchador anti castrista Reinol Rodríguez, que durante un año realizó actividades y tocó las puertas a políticos, empresarios y a todo el que estuvo dispuesto a apoyar nuestra obra.
Es muy difícil conseguir recursos para hacer cine de denuncia. Debería ser más sencillo contar con el apoyo de tantos exitosos empresarios cubanos obligados por ese régimen a vivir en el ostracismo. Pero son pocos los que están comprometidos con la libertad de Cuba.
LAA: En tu cine se manifiesta una insistente preocupación por Cuba ¿qué peso tiene esto en el conjunto de tu obra?
LV: Cuba es mi obsesión, ese pedazo de tierra donde yo nací y que unos bandidos mantienen detenida en el tiempo. Creo que si todos pensamos en la patria y cada cubano hiciera algo por ella, ya seríamos un pueblo libre, democrático y próspero. A los cubanos nos ha costado mucho trabajo la libertad.
Es como un destino trágico que nos persigue. Es tan difícil que a los que realizamos nuestra obra denunciando al castrismo nos bloquean en festivales, en plataformas. Nos atacan hasta algunos artistas “exiliados" que frecuentemente van a la isla desde la cual salieron por “problemas económicos” y se revuelcan en la cochiquera de eventos de la dictadura.
La tiranía consigue cómplices, intimida, hace propaganda con mentiras. Tanto que varias plataformas han visto la película Plantadas y algunos se refieren a ella como una obra de arte, pero ningún ejecutivo se atreve a adquirirla por el tema que trata. En otros casos argumentan que es exagerada, que lo que cuenta el filme no pudo haber pasado en Cuba, ni siquiera les importan los testimonios de las víctimas.
No respetan las denuncias de nuestras presas políticas y no les importa investigar. No quieren perder sus puestos, porque ellos saben que si desde la isla el régimen reclama, buscan a la persona que dijo SI, y le puede costar el trabajo. Parece que nadie de esas plataformas está dispuesto a perder el salario por una causa que no le importa.
La dictadura castrista de Cuba cuenta con muchos cómplices en el exterior. Otros le temen, y algunos creyeron en ese disparate, no quieren despertar del letargo comunista y no les interesa cuánto tiempo más nuestro pueblo viva en la miseria, carentes de sueños y sin libertad.
Yo voy a seguir con mi denuncia, a mí no me van a callar. Lo peor para un creador es no tener un país que te respalde. Los que denunciamos a la dictadura comunista en Cuba somos artistas huérfanos de patria