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Teatro | "El mundo del armario" (teatro cubano): El espacio interior del acusado

La obra El mundo del armario de Teatro del Espacio Interior (Camagüey) "hace estallar el mito de la mayoría represora con un juego escénico de alta intensidad, donde el espectador se siente representado e involucrado, y también desafiado."

El actor y dramaturgo cubano Mario Junquera, director del grupo Teatro del Espacio Interior (Camagüey) en la obra "El mundo del armario" (2025).
El actor y dramaturgo cubano Mario Junquera, director del grupo Teatro del Espacio Interior (Camagüey) en la obra "El mundo del armario" (2025).

Una de las evidencias del desplome completo del socialismo en Cuba es la pérdida del control de los mayimbes sobre la cultura y la creación artística en particular. El gobierno prometió cultura, pero eso sí, cultura socialista, con apellido, progenitor y dueño, y para eso comenzó por extinguir poco a poco, y desde 1970 en forma rápida y furiosa, cualquier variante de cultura normal, real. 

Ahora bien, Cuba nunca fue Corea. Como parte marginal pero auténtica de Occidente, los escritores y artistas se rebelaron una y otra vez como pudieron, peleando, huyendo o incluso mintiendo a medias, contra la pretensión de que se podía hacer, puesto que se debía, una cultura al gusto del mayimbato. 

Ha sido un proceso con tantas páginas lamentables, y aún por estudiar y padecer, que no nos damos cuenta de que la cultura cubana ha resistido victoriosamente al socialismo, y mucho mejor que países de mayor pedigrí cultural que cayeron en el pantano de la cultura dirigida desde una tribuna. Para aquella actividad creadora que podía encerrarse en casa, como la literatura o la pintura, la lucha ha sido más fácil que para aquellas, como el cine o el teatro, que no existen sin la presencia pública. Pero aún así la batalla se ha dado, y los mayimbes la han perdido, metro a metro, como en una guerra de trincheras. 

"La cuarta pared", obra dirigida por Víctor Varela, Teatro del Obstáculo, La Habana, Cuba (1988).
"La cuarta pared", obra dirigida por Víctor Varela, Teatro del Obstáculo, La Habana, Cuba (1988).

El horror de los represores con el poder del cine incluso amordazado, lo vimos con la persecución del filme Alicia en el pueblo de Maravillas (1991) de Daniel Díaz Torres. El disgusto con la obra extraverbal La cuarta pared (de Teatro del Obstáculo, estrenada en 1988) llegaba al ridículo, puesto que no se decía una sola palabra. Recuerdo el terror del compañero que nos atendía, luego defenestrado, en el momento en que yo llegaba al cineteatro Guerrero con algún retraso: "ya empezaron", me lanzó con una sonrisa irónica, porque estaba espantado. 

Otras obras fueron menos mudas y aquellos nuevos teatristas fueron detenidos, interrogados e insultados en los medios, con la participación o complicidad de muchos de los intelectualones que alardeaban de ser liberales y comprensivos, y de que ya nos permitían viajar. Asombrosamente, el cine se volvió todo lo independiente que puede ser en estas circunstancias, y los teatristas honestos continuaron su labor pacífica y virtuosa resistiendo las agresiones, y hasta convirtiéndolas en arte. Este ha sido el caso del grupo camagüeyano Teatro del Espacio Interior, fundado y dirigido por el maestro Mario Junquera durante más de treinta años.

En este octubre de 2025, el grupo ha estrenado El mundo del armario, escrita por Junquera, una pieza que lleva la detención y el interrogatorio a la escena. No es la primera vez que lo hace, ciertamente; pero en este caso constituye la narrativa que genera y abarca la obra en pleno. El título remite desde luego al conocido filme homónimo (Closet Land, 1991, de Radha Bharadwaj), que cuenta la historia de una autora de cuentos infantiles, reprimida por el Poder. 

"El mundo del armario", obra de Teatro del Espacio Interior, Camagüey, Cuba (2025).
"El mundo del armario", obra de Teatro del Espacio Interior, Camagüey, Cuba (2025).

Ahora bien, el primer recurso interesante de esta puesta es que en la escena hay sólo tres hombres. Cada uno de ellos será el autor, y cada uno de ellos será el represor o su pasivo compinche. La represión es despersonalizadora. La persona es privada de todo, incluso de su género o su ropa, por no hablar de la dignidad o el carácter. Y también es aniquilada "la realidad del colectivo". Tres es el número mínimo del colectivo y queda pues herido con un elemento que lo rompe. La represión socialista se presenta siempre como la razón de la mayoría contra una minoría insignificante, esa minoría que muchas veces, o siempre, no es más que un individuo, o el Individuo, algo sin importancia para la obra de la mayoría, muy equivocado, muy estorboso, muy prescindible. Nunca se les ocurre que la minoría, incluso compuesta por una sola persona, no solo tiene que ser respetada, sino que muchas veces es la que tiene la razón. 

Al escoger el número tres y ponerlo en juego, Junquera hace estallar el mito de la mayoría represora con un juego escénico de alta intensidad, donde el espectador se siente representado e involucrado, y también desafiado. Ninguna suavidad, ninguna manicuri liberaloide en esta representación. Es duro y a la cara. Incluso a la cara del espectador, con el recurso de la iluminación. El espectáculo no aspira a la representación, para un juicio distante, racional, ideológico, brechtiano, sino a la participación: el pequeño número de espectadores tiene que sentir, y lo siente, que es parte del juego de la represión y de la resistencia a la represión. Que está enfrentando al Mal, no a una obra de arte

Pero sí es una obra de arte por encima del panfleto político o ideológico. Por eso el juego se amplía: los tres personajes están hartos de su maldad, de cualquier maldad, que ni siquiera es la maldad de ellos, se cansan de intercambiarse una maldad que no saben de dónde salió, aunque han quedado perjudicados por su participación en la misma. Muestran un extravío fundamental, la búsqueda frustrada de una realidad que está más acá de una conducta social, un arquetipo político, una ambición ideológica

El Personaje —la mayúscula identifica al actor Junquera, pero pudiera ser cualquier otro, aunque él se reserva la necesidad y la autoridad de la confesión—, se sienta a contemplar la proyección de unas exquisitas animaciones, como de inspiración infantil, un retroceso o un acceso inteligente al fondo de la ilusión vital del Alma, traicionada por la experiencia de la historia. El Personaje se conoce, sabe lo que quiere. Y lo que quiere es, simplemente, vivir. Y nos lo dice con rabia, pero sobre todo con dolor.

El mundo del armario no clasifica como la mejor obra de Teatro del Espacio Interior, que acumula unos cuantos premios en eventos nacionales, pero sí es una de las más agudas y reveladoras. El teatro antigubernamental que estalla por todo el país sin que se le pueda ahora detener, y que tiene en Camagüey otro bastión, el Teatro del Viento de Freddy Núñez, posee un evidente sustrato épico, que suele manifestar la emoción a través de la indignación o la risa, pero siempre moviendo al espectador hacia una actitud crítica y cívica bien definida. 

Esta obra, y buena parte de todo el trabajo de Mario Junquera, apunta sin embargo a ese espacio interior que antes llamábamos Alma. Por eso nos deja una catarsis totalmente clásica. Un silencio donde el sufriente se libera, reconociendo la realidad del tormento y también la persistencia del fundamento propio que lo elimina. El poder del arte logra esa cura, apoyado en este caso por una escena ascética, de tiniebla revelada por luces blancas y activas, y proyecciones bien manejadas y de gran valor plástico, y las actuaciones valientes y cargadas de violencia física de Pavel Chirino, Ernesto Platero y del propio Mario Junquera, que no pierde la ocasión de guerrear, a su edad mayor, como el más joven de los suyos, incluso si los que esperan por el espectáculo, en medio de una ciudad totalmente apagada, son sólo dos amigos. 

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Rafael Almanza

Rafael Almanza

(Camagüey, Cuba, 1957). Poeta, narrador, ensayista y crítico de arte y literatura. Licenciado en Economía por la Universidad de Camagüey. Gran Premio de ensayo “Vitral 2004” con su libro Los hechos del Apóstol (Ed. Vitral, Pinar del Río, 2005). Autor, entre otros títulos, de En torno al pensamiento económico de José Martí (Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1990), El octavo día (Cuentos. Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 1998), Hombre y tecnología en José Martí (Ed.  Oriente, Santiago de Cuba, 2001), Vida del padre Olallo (Barcelona, 2005), y los poemarios Libro de Jóveno (Ed. Homagno, Miami, 2003) y El gran camino de la vida (Ed. Homagno,Miami, 2005), además del monumental ensayo Eliseo DiEgo: el juEgo de diEs? (Ed. Letras Cubanas, 2008). Colaborador permanente de la revista digital La Hora de Cuba, además de otras publicaciones cubanas y extranjeras. Decidió no publicar más por editoriales y medios estatales y vive retirado en su casa, ajeno a instituciones del gobierno, aunque admirado y querido por quienes lo aprecian como uno de los intelectuales cubanos más auténticos.

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