La división de la península coreana tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 generó uno de los casos más paradigmáticos para el estudio comparado de sistemas políticos y económicos. Dos Estados surgieron de un mismo territorio y de una cultura compartida, pero bajo modelos diametralmente opuestos: el comunismo en el Norte y el capitalismo en el Sur.
El contraste entre ambos se ha convertido en un ejemplo recurrente en disciplinas como la economía, la ciencia política y la sociología para analizar los efectos de las estructuras institucionales en el desarrollo de las sociedades.
En el sur, el modelo de libre mercado, la industrialización y la inversión en educación transforman al país en una de las economías más dinámicas del planeta. Corea del Sur alcanza un PIB per cápita cercano a los 47 000 dólares y se convierte en referente global en tecnología, innovación y libertades democráticas.
Al norte, el control centralizado y el aislamiento internacional han derivado en un sistema rígido, con graves limitaciones económicas y sociales. Corea del Norte mantiene uno de los PIB más bajos del mundo, con apenas 1 700 dólares per cápita, y un panorama marcado por la censura, la escasez de alimentos y el predominio de la élite militar.
Una investigación de la ONU de 2014 sobre los abusos a los derechos humanos en Corea del Norte concluyó que "la gravedad, la escala y la naturaleza de estas violaciones revelan un estado que no tiene ningún parecido en el mundo contemporáneo".
El caso coreano ofrece, más que un “experimento histórico”, una demostración empírica del impacto que tienen las decisiones políticas y económicas en el destino de un país. Constituye un laboratorio involuntario que sigue siendo objeto de análisis académico, pues muestra cómo dos naciones con un punto de partida común pueden alcanzar niveles de desarrollo y libertades radicalmente opuestos en apenas unas décadas.