La crisis económica que atraviesa Cuba ha llevado a muchos menores de edad a asumir roles que no les corresponden, como son los de contribuir al sustento económico de sus familias mediante lo que se conoce como “trabajo infantil”, un fenómeno que hasta la prensa oficial de la Isla se ha visto obligada a reconocer.
Mientras algunos niños disfrutan de tardes jugando, otros, como Kevin, de solo nueve años, y Yorqui, de doce, trabajan incansablemente para llevar comida a sus hogares. Este fenómeno, que el Gobierno cubano solía criticar como un mal exclusivo del capitalismo, hoy se ha convertido en una cruda realidad dentro de la Isla.
Historias de niños trabajadores
Kevin, según relató José Luis Tan Estrada en una publicación en Facebook, vende pomos de champú en las calles para alimentar a su madre y a su hermano menor. Vestido con el short de su uniforme escolar, camina por cafeterías y portales ofreciendo sus productos con una madurez sorprendente para su edad.
“Guardó la mitad de la merienda que le regalé para su mamá y su hermanito”, narró el periodista cubano Tan Estrada, describiendo cómo este niño asume responsabilidades que van más allá de su capacidad.
Su mayor alegría del día fue comprar un paquete de confituras, algo que para muchos podría parecer trivial, pero que para él es un lujo excepcional.
En otra historia compartida por Guillermo Rodríguez Sánchez, dos hermanos de Carolina, un pequeño poblado cerca de Ciego de Ávila, recorren diariamente largas distancias para vender guayabas.
La hermana menor, de manera educada, ofrece la fruta con una sonrisa y cortesía que parecen desentonar con la dureza de su realidad. Su hermano, en cambio, asume un rol protector. “Somos dos”, dice ella, mientras él se asegura de que el trato sea justo.
Ambos cargan mochilas llenas de fruta que pesan casi tanto como sus propios cuerpos, pero a pesar del esfuerzo y las largas jornadas, estos niños mantienen una alegría que conmueve a quien se los cruza, según contó Rodríguez Sánchez.
Guillermo también relató cómo los vió sentarse en un restaurante donde el personal, conmovido por su situación, les ofreció sándwiches. “Mientras ellos merendaban, pensaba en cómo podía ayudarlos más allá de comprar sus guayabas”, reflexionó el joven cubano, quien planea organizar donaciones para brindarles ropa y confituras.
Trabajo infantil: una alternativa a la hambruna
Casos como el de Yorqui, quien vende pan en La Habana, o Yuniel, que desde los 13 años trabaja fundiendo placas de concreto, reflejan cómo el trabajo infantil se ha convertido en un paliativo a la pobreza extrema. “El aula para mí es la pista”, confiesa a Diario de Cuba Yorqui, quien prefiere trabajar porque “en la escuela no resuelvo comida”.
Por su parte, Yuniel, ahora de 15 años, contó al medio independiente cómo desde los 13 ha trabajado jornadas de hasta 10 horas fundiendo placas de concreto. “Es difícil, pero ayudo en la casa”, comenta, dejando claro que su sacrificio es esencial para la subsistencia de su familia.
El trabajo infantil en Cuba incluye principalmente actividades como la venta callejera, la búsqueda de artículos en la basura o incluso la mendicidad, según un video difundido por CubaNet. Estas actividades vulneran los derechos de los niños y los exponen a riesgos físicos y emocionales que podrían tener consecuencias duraderas.
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