Hace unos días, cerca de la tradicional fiesta de los Reyes Magos cada 6 de enero, una maestra de primer grado, en Cuba, espetó a sus alumnos dentro del aula: ¡no sean bobos, los reyes magos no existen, son sus papás!
Todos nosotros cuando hemos crecido, un día tarde o temprano hemos chocado con la realidad de que los juguetes que buscábamos con ilusión bajo la cama, o junto al árbol de Navidad, no eran traídos por magos del Oriente, sino por nuestros padres y abuelos. Hoy quiero reflexionar con ustedes algunos aspectos del sistema de educación en Cuba a partir de esta anécdota que pudiera parecer insignificante. En mi opinión no lo es. Por las siguientes cinco razones, entre otras:
1️. Desde el punto de vista psicológico
La dicotomía entre lo que le enseñan los padres en su casa y lo que le inculcan los maestros en las escuelas puede crear las bases para una esquizofrenia en el niño, para comenzar a comportarse con una doble cara, a esconder lo que le dicen en un lugar para no contradecir a lo considerado como “verdad” en el otro espacio de su formación. Por otro lado, está demostrado que la edad de las fantasías en los niños despierta y cultiva su creatividad e incentiva en su edad adulta. Matar las fantasías equivale a castrar la creatividad. Estos dos “daños antropológicos” son solo algunas de las facetas del impacto psicológico que puede tener el adoctrinamiento ideológico y materialista en las escuelas.
2️. Desde el punto de vista educativo
De ahí se desprende, otro daño en los niños en cuanto a su educación: se trata de un sistema educativo que pone la ideología del Estado por encima de la libre elección de la familia del tipo de educación que desea para sus hijos. Ello equivale a suplantar el rol educativo prioritario de los padres, y de la familia entera, por el protagonismo adoctrinador y descalificador de lo que les enseñan a los niños en sus hogares. En un Estado supuestamente laico, no se puede ni se debe imponer ninguna creencia religiosa en el aula donde comparten personas de varias denominaciones religiosas o de ninguna. Eso debe ser un servicio complementario y absolutamente voluntario elegido por los padres. Mucho menos lícito es desmentir en plena aula, en presencia de todos y con la autoridad de un maestro, creencias que el niño trae aprendidas de su hogar. El aula debe ser el semillero plural donde se formen los futuros ciudadanos que respeten todas las creencias y opciones políticas y filosóficas. Esa es la semilla de una verdadera democracia pluralista e incluyente.
3️. Desde el punto de vista cívico
Este tipo de régimen educativo afecta también a las pequeñas generaciones desde el punto de vista cívico y político. En efecto, aunque la niñez no es todavía la edad de tomar decisiones plenamente responsables en estas áreas de la vida, imponer un estilo de vida uniformado según la ideología del Estado, desmeritar el rol de la familia en la formación de los ciudadanos y considerar “normal” o cotidiano la violación de los Derechos de los Niños, reconocidos por la ONU y firmados por Cuba, además de inducirles a que existe una sola forma de ser y de vivir, de pensar y de creer, y que “la verdad total y absoluta” es la que le enseña la maestra… todo esto constituye un daño cívico porque deforma a los futuros adultos en su condición de ciudadanos, y porque acostumbra a la normalidad lo que en realidad es una violación de los Derechos Humanos de padres e hijos, de toda la familia.
4️. Desde el punto de vista cultural
El daño se extiende también al ámbito cultural. Sin ningún lugar a dudas, porque la historia no puede ni debe reescribirse, la Fiesta de Reyes, y otras tradiciones culturales relacionadas con la Navidad forman parte inseparable de nuestra cultura nacional y de la cultura occidental-cristiana a la que Cuba pertenece. Cercenar las raíces culturales es matar una parte fundamental del alma de la nación. Hacerlo masivamente desde este sistema de educación único, excluyente y doctrinario quitando a los padres el derecho y el deber de ejercer su labor educativa primaria y principal, aún más, contradiciendo y negando lo que les enseñan a los niños en sus hogares, es un verdadero “genocidio cultural”, tipificado diáfanamente por la ONU. Solo menciono pocas señales de la impronta cristiana en nuestra cultura: el Día de Reyes era el único día del año que hasta en el cruel sistema esclavista, se daba permiso a los cabildos de esclavos para salir a las calles y expresar sus cantos, su música y sus danzas. Las fiestas de Navidad y Reyes inspiraron a Esteban Salas, el primer músico criollo, para que muchas de sus primeras obras fueran precisamente villancicos en los que se habla de reyes y pastores, ángeles y nacimiento de Jesús. Los intentos después de 1959 por parte del gobierno cubano de sustituir y eliminar estas fiestas no hacen más que confirmar la fuerza que tenían en nuestra cultura. Últimamente, y como uno de los influjos colaterales del fenómeno de la huida de millones de cubanos a la Diáspora ha traído de vuelta a los hogares cubanos a un personaje que no aparece en esas raíces culturales y que va borrando imperceptiblemente la bella y rica tradición de la esperada Fiesta de los Reyes el 6 de enero.
5️. Desde el punto de vista religioso
He querido dejar para lo último el daño que desde el punto de vista religioso causa el sistema de educación y actitudes como la de esta maestra. Lo he puesto al final no para disminuir su impacto, sino para destacar que no se trata solamente de un asunto de libertad religiosa. Las anteriores dimensiones del daño causado a la infancia demuestran la gravedad de tener un sistema educativo excluyente, ideologizado y dogmático. Pero el aspecto religioso marca, inspira y traspasa todas las demás dimensiones de la vida humana. De ahí su importancia y trascendencia. Negar en el aula, en pleno ejercicio docente, una creencia religiosa —o un aspecto que forma parte de ella como es el caso de los Reyes y la Navidad— es una gravísima violación de los Derechos Humanos de los padres, de los niños y de toda la familia, es una lesión grave a la libertad religiosa.
Un Estado laico moderno no puede “usar” la escuela, ni otros ambientes bajo su total control para ir contra las creencias y costumbres religiosas de sus ciudadanos. Lo digo una vez más: la libertad religiosa no se reduce a la libertad de culto dentro de los templos o en las simbólicas procesiones con permiso. La verdadera libertad religiosa es mucho más que el culto, es libertad educativa, de los medios de comunicación, de la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia en todos los ambientes: cultura, economía, política, sociedad.
Que este error, que no es un hecho aislado, ni de ahora, ni en un lugar o escuela determinada, sea erradicado por el daño que produce en todas las facetas de la vida de los niños cubanos. Que este ejemplo de matriz religiosa sirva para considerar también la violación sistemática de otros derechos y libertades utilizando la escuela y el entero régimen de educación en Cuba. Mientras la escuela, el sistema educacional y las universidades no sean centros plurales, incluyentes y libres de dogmatismos impuestos, Cuba no vivirá en un ambiente de libertad, desarrollo humano integral y democracia.
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