Los maestros cubanos, al igual que el resto de la sociedad, deben lidiar con bajos salarios, falta de recursos y un sistema educativo en crisis. Aun así, cada 22 de diciembre, el gobierno promociona de manera triunfalista y romantizada el Día del Educador. Las autoridades destacan el papel del magisterio en la sociedad, pero no hacen referencia a las precarias condiciones laborales y económicas que enfrentan los docentes cubanos.
Según los medios oficialistas Cubadebate y Escambray (que publicó un texto titulado "El aula es un paraíso"), los maestros cubanos son "el corazón de las comunidades", guiados por la vocación y el amor por la enseñanza. Historias de educadoras como Ana Luisa Curbelo y Osmara Torres, quienes aseguran que “nacieron para enseñar", refuerzan esta narrativa. Sin embargo, esta visión romántica omite las carencias estructurales que aquejan al sector educativo.
Los maestros cubanos son los que menos cobran en Latinoamérica
El ingreso promedio de los maestros en Cuba varía entre 5,060 y 5,810 pesos cubanos mensuales. Esto equivale a 15 o 20 dólares estadounidenses en el mercado informal, aproximadamente, donde la tasa de cambio supera los 300 CUP por dólar.
Esto coloca a los maestros cubanos entre los peor pagados de la región, comparados con países como Honduras y Nicaragua (350 dólares mensuales) o El Salvador y Paraguay (400 dólares). Otros como República Dominicana, semejante a Cuba en muchos aspectos, es el cuarto país que más le paga a sus maestros en la región, con casi 1100 dólares de promedio. Solo Venezuela, donde los maestros cobran alrededor de 15 dólares mensuales, "compite" con los cubanos.
A este panorama se suma un déficit de 24 mil docentes para el curso escolar 2024-2025, según datos oficiales del Ministerio de Educación. Aunque se ha promovido la reincorporación de antiguos maestros, la falta de libros, uniformes y otros recursos básicos, así como los bajos salarios y las dificultades para transportarse de la casa a la escuela, han hecho que muchos desistan.
En contraste, los medios oficiales exaltan el esfuerzo de maestros que, como Osmara Torres, cubren asignaturas que no son de su especialidad, o que, como Ana Luisa Curbelo, dedican tiempo extra a acompañar a sus estudiantes en sus hogares cuando enfrentan enfermedades. Aunque estas historias son conmovedoras y nos hablen del valor humano de estas educadores, no deben servir para maquillar la falta de políticas efectivas por parte del régimen para garantizar un entorno digno para los educadores.