Aunque es conocida principalmente por su labor filantrópica con los animales en Cuba, Jeannette Ryder, nacida en Wisconsin, Estados Unidos, en 1866, realizó una labor mucho más amplia en la isla que tuvo como pilar fundamental la creación de la Sociedad Protectora de Niños, Animales y Plantas en 1906.
Sobre su vida en Estados Unidos se conoce que estuvo casada con un médico y poco más. Los archivos de la época son mucho más limitados e inaccesibles, por lo que la mayor información sobre su vida quedó registrada luego de que adquiriera relevancia pública, ya en Cuba, debido a su labor filantrópica.
Tampoco se conocen los motivos que impulsaron a Ryder, con tan solo 33 años, a emigrar a Cuba en el año 1905. Las primeras crónicas en las que apareció tras su llegada a la isla la recuerdan como una mujer baja y delgada que vestía modestamente.
No llevaba mucho tiempo en Cuba cuando comenzó a destacar por su defensa de los animales y personas desamparadas. Así lo relató el investigador y narrador Jorge Domingo a inicios del siglo XX:
Al poco tiempo de su llegada a La Habana esta mujer se inició en la tarea de ofrecerles ayuda a los numerosos niños desamparados que recorrían la ciudad, se dedicaban a vender periódicos, en el mejor de los casos, o al hurto continuado… De igual modo, indignada por el trato cruel que recibían en la calle, ante la vista de todos, los caballos y otros animales de tiro, apaleados sin compasión por sus dueños para que transportasen cargas excesivas, se enfrentó a esta práctica habitual y recurrió a las autoridades para ponerle fin. En igual sentido de protección a los animales se dedicó a socorrer con alimentos a los numerosos perros y gatos abandonados en la ciudad.
Los documentos de la época también señalan que solía ir por la calle con bolsas de comida para alimentar animales callejeros, una labor que en poco tiempo desencadenaría la creación de la Sociedad Protectora de Niños, Animales y Plantas, o como se le conocía popularmente, el Bando de Piedad.
El investigador y narrador Jorge Domingo escribió al respecto:
Muy pronto se fue extendiendo la noticia de que una estrafalaria y chiflada mujer norteamericana se enfrentaba a los rudos carretoneros cuando castigaban a sus caballos, cargaba con bolsas de alimentos para repartirlos entre perros y gatos sarnosos y se detenía a sermonear a los pilluelos. La burla y el sarcasmo cayeron sobre ella con saña; pero no lograron causarle el menor daño ni hacerle variar su actitud. Convencida de lo correcto y de lo necesario de su proceder, continuó recorriendo cada día la ciudad y paulatinamente el menosprecio hacia su persona se fue trocando en asombro, respeto y admiración. Algunos se acercaron a ella para acompañarla en aquella noble cruzada, y al contar entonces con un grupo de seguidores, Jeannette Ryder fundó el 27 de octubre de 1906 el Bando de Piedad.
Pero su labor no se limitó a su activismo personal ni culminó con la creación del Bando de Piedad, sino que Ryder dedico alrededor de 150 mil pesos de su fortuna personal a la organización, así como su pareja, el médico estadounidense Clifford Ryder, quien también se volcó en mantener la organización, sostenida principalmente con donaciones.
Antecedentes de la protección de animales en Cuba
Para la llegada de Ryder a Cuba ya existían organizaciones dedicadas a la protección de los animales y las personas desamparadas. De los inicios del movimiento “ambientalista” en la isla hay registros de mediados del siglo XIX, cuando diversas ordenanzas incluyeron regulaciones enfocadas en la protección de los animales por petición de ciudadanos.
En el año 1881 se estableció un límite de “peso máximo para las cargas de las carretas tiradas por bueyes y carretones de mulas, y se comenzó a penalizar la adulteración de la leche, la contaminación de las aguas y las peleas de perros”, indicó el historiador cubano Ciro Bianchi Ross.
Tras el fin de la Guerra de los Diez Años y aprovechando la entrada en vigor de la Constitución española de 1876, los cubanos fundaron en 1882 la Sociedad Cubana Protectora de Animales y Plantas, la primera organización dedicada a este objetivo.
Posteriormente, en 1884, se creó la Sociedad Protectora de los Niños de la Isla de Cuba y ya con el fin de la colonia española, en el año 1902 se inauguró la Sociedad Humanitaria Cubana Protectora de los Niños y contra la crueldad con los animales.
Fue en ese contexto, marcado por el fin de la guerra, que llegó Ryder a La Habana, una ciudad en la que se concentraban miles de desplazados por el conflicto bélico entre los que predominaban las mujeres, los niños y las personas mutiladas, quienes se encontraban en total desamparo vagando por las calles.
El Bando de Piedad
Con el propósito de enfrentar estos problemas fue que la norteamericana fundó la Sociedad Protectora de Niños, Animales y Plantas o Bando de Piedad en 1906, que tuvo como lema la frase: “Nosotros hablamos por los que no pueden hablar”.
Entre las funciones que cumplió la organización, que para el año 1915 se estableció en el edificio de la calle Paula esquina Picota, en La Habana Vieja, cedido por el Gobierno de García Menocal, estuvo la creación de un albergue para los niños en condición de orfandad.
El Bando de Piedad también “auspició un dispensario para prestar asistencia médica gratuita a menores y estableció un reparto de leche y pan para mendigos. Llevó desayuno a mujeres detenidas en unidades policiales y combatió el propósito de restablecer en la Isla las corridas de toros y abogó por la supresión de las academias de baile que eran, en verdad, centros velados de prostitución”, afirmó el historiador Bianchi Ross.
La organización de Ryder adquirió notoriedad en la isla a inicios del siglo XX, donde llegó a tener una revista que contó entre sus colaboradores con el periodista Félix Soloni y el escritor Juan Marinello.
Tras más de dos décadas a cargo del Bando de Piedad, la salud de Ryder comenzó a debilitarse y una delicada enfermedad pulmonar diagnosticada a inicios de 1931 puso fin a su vida el 11 de abril de ese mismo año.
Su muerte y la historia de Rinti
Tras su muerte, Ryder fue enterrada en el Cementerio de Colón, ubicado en La Habana. Fue entonces cuando su perra, Rinti, se negó a abandonar el lugar y permaneció durante varios días junto al sepulcro de su dueña.
Se cuenta que muchos curiosos se acercaban a la mascota para llevarle comida y agua, mientras constataban con sorpresa como se negaba a ingerir cualquier tipo de alimento en ausencia de Ryder.
Una mañana, al llegar al Cementerio de Colón, el encargado de abrir la puerta no vio a Rinti, como era costumbre. Más tarde encontró su cadáver junto a la tumba de Janette Ryder, culminando así una hermosa historia.
Conmocionados con el relato, muchos habaneros financiaron la construcción de un monumento a Rinti junto a la tumba de su dueña, que año tras año hasta la actualidad lo visitan los activistas animalistas cubanos cada segundo domingo de abril, cuando se celebra el Día del Perro en Cuba.
Años después de su fallecimiento la leyenda de Jeannette Ryder y Rinti continuó, y quedó también inmortalizada por una emisión postal conmemorativa creada por el Ministerio de Comunicaciones de Cuba en 1957.
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