Leí la obra de Ahmel Echevarría por primera vez hace algunos años, cuando unos estudiantes de la Facultad de Filología de la Universidad de La Habana buscaban en la Biblioteca del Centro Cultural Dulce María Loynaz, donde trabajaba, algunos de sus libros. Siempre me pareció una persona amable, sincera y un buen escritor. Un autor que se identifica con la problemática actual de la isla y sus retos, al enfrentar la búsqueda de un equilibrio para darle solución a sus inquietudes como creador. Si bien al principio su obra recreaba temas del entorno familiar, de la amistad y la vida en pareja, sin dejar de ser rebelde o estar en una búsqueda constante, sus últimos libros se vuelcan hacia preocupaciones más profundas, en cuanto al desequilibrio de la política cultural en la isla.
Su obra ha cruzado terrenos difíciles, llegado a múltiples y diferentes públicos de habla hispana, inglesa y de otras naciones. Recrea vivencias propias y ajenas que marcan una inconformidad pensante con su tiempo. Su actitud crítica frente a los diferentes muros lo sitúa entre los escritores más importantes de su generación. La emigración también lo marca en este momento, como uno de los tantos cubanos que por estos años dejan su vida y energía atrás, e intentan restaurarse, recortar el dolor, la soledad del exilio, y enfrentar un futuro que se revela incierto. Asumir el costo de emigrar es también una forma de denuncia, de enumerar vacíos que empujan su mirada hacia un mejor o peor lugar. Su aprendizaje nos da transparencia, nos va diciendo las verdades a través de su diálogo interior, que es el reflejo de toda creación.
Los inicios
¿Cómo llegaste a descubrir tu pasión por la literatura? Háblame de tus influencias en el proceso creativo. También de lo que significó para ti el Centro Onelio Jorge Cardoso.
Sucedió tarde. Al menos nunca antes de graduarme como ingeniero mecánico pensé escribir ficción o crítica. Me sobraba el tiempo en el servicio social. Ni siquiera tenía oficina en la unidad militar que me eligió. Era un trabajador civil. Dediqué el tiempo a leer. Y allí, pongamos que motivado por la novia que tenía entonces, escribí mis primeras ficciones. En la unidad militar, gracias al escritor Michel Encinosa Fú supe del Taller Salvador Redonet coordinado por Jorge Alberto Aguiar Díaz (JAAD); más tarde conocí la existencia del Centro Onelio, dirigido por Eduardo Heras y coordinado por Ivonne Galiano.
En el Redonet está no solo el germen del escritor que soy. Las charlas de JAAD y las lecturas que recomendaba, así como la comunidad de afectos e intereses con varios talleristas, han formado parte de este largo proceso de ensayo y error, de posteriores lecturas, agenciamientos, modos de mirar y asociar, de narrar y ejercer la opinión. Sigo en contacto con algunos de los escritores que nos reuníamos en ese taller casi itinerante. Luego JAAD creó el Laboratorio de Escritura Creativa Enrique Labrador Ruiz y más tarde la Klínica, un espacio de reflexión. Todo ese maravilloso devenir está en mi ADN. Lo importante es el proceso, decía JAAD. Años después lo entendí.
“Quise erróneamente en mi primer libro formular respuestas, responderme y responderle a los lectores [...]. A partir del segundo decidí concebir preguntas de las que no tenía de antemano respuestas.”
El Centro Onelio también fue parte de mi formación. Allí, además trabajé largo tiempo. Digo Centro Onelio y puedo hablar de lealtades, camaradería, pasión por la narrativa, sentido de pertenencia. Más allá de los palos que ha recibido el Onelio, puedo consignar que allí nadie dijo qué debía escribir y en qué escuelita militar. Vi a Heras ayudar a varios jóvenes con problemas que iban mucho más allá de la literatura. Ellos lo saben. Pueden dar fe.
¿Cómo ves que ha evolucionado tu estilo de escritura en cada libro?
Esta pregunta la debería responder un crítico. Puedo hablarte de preocupaciones, cambios, procesos.
Quise erróneamente en mi primer libro formular respuestas, “responderme y responderle a los lectores” esos cuestionamientos que te sorprenden cuando la vida va pasando. A partir del segundo decidí concebir preguntas de las que no tenía de antemano respuestas.
Transité de la escritura de cuentos a un tipo de libro que apuesta a veces por lo fragmentario, la mezcla de géneros literarios, que del realismo va hacia una zona donde necesita de la literatura fantástica y del absurdo.
Los protagonistas de estas historias son mujeres y hombres sin una gran biografía, al menos no son personajes centrales en la Historia. La política y la ideología los modifican. Los sitúa dentro de complejos procesos sociales y políticos donde no son más que fichas o figurantes. Hablo de Cuba y las políticas no solo culturales ejecutadas por el Gobierno.
Un móvil perpetuo
¿Crees que los premios para un autor son necesarios? ¿Es importante ser reconocido con ellos?
Sí. Distribuyen dinero y visibilidad. Garantizan una publicación. Suelen ubicar al autor en un contexto literario, académico, y político: la política cultural de un gobierno, instituciones, etc., y la política del mercado.
Si importante es aspirar u obtener el reconocimiento generado por los premios, administrar ese reconocimiento no es un asunto menor. El escritor debe saber utilizarlo a su favor y, aunque no lo parezca, convertirse en su propio CEO. Da igual si tiene o no un agente literario.
Desde tus inicios se percibía en ti una escritura crítica, más orientada hacia los problemas cotidianos de la juventud, la soledad, la incomprensión, etc., y luego se ha abierto hacia cuestiones que van más allá de la Generación 0. ¿Cómo ha sido ese tránsito desde aquellos temas iniciales hasta ahora?
Ha sido arduo. La ficción entendida como arte y ardid siempre ha sido para mí lo más importante. Cada libro me ha exigido investigar. Con el paso del tiempo los temas han resultado más complejos. Los personajes que he modelado ya no son individuos de mi generación.
“La pretensión de indagar en ciertos capítulos polémicos de la Historia de Cuba y escribir una novela no puede conducirme a la escritura de un panfleto.”
Tomé distancia de mi biografía, de una suerte de zona de confort, lo cual me ha exigido estar más enfocado en “lo concerniente al arte y la literatura”, para llamarlo con la menor imprecisión posible. La pretensión de indagar en ciertos capítulos polémicos de la Historia de Cuba y escribir una novela no puede conducirme a la escritura de un panfleto.
¿Cuáles han sido tus mayores retos y satisfacciones como escritor y qué te inspira a escribir sobre un tema en particular?
Cada tema y cada libro han sido reto mayor y gran satisfacción. Puesto que he decidido formular preguntas, es decir, formulármelas, entender de ese modo el mundo, es a un mismo tiempo inspiración y energía. Tal parece que soy un móvil perpetuo movido tanto por lo que se produce internamente en mí como por los ciclos o eventos de todo tipo que acontecen en el mundo.
Hurgar y entender el pasado reciente de Cuba, me refiero las dos primeras décadas de la Revolución del 59, y ver las conexiones con el presente, ha sido reto y satisfacción. Mi novela La noria, por ejemplo.
El oficio de escritor
Hay personas que tienen determinadas costumbres para escribir. Algunos trabajan en absoluto silencio, otros con música, y otros en medio de la naturaleza. ¿Cómo se concentra Ahmel para escribir sus libros?
Necesito una computadora o una libreta y un bolígrafo. Si hay tranquilidad y tiempo a disposición, pues mejor. El único sonido que verdaderamente me desconcentra e irrita es la música de los vecinos. Cualquiera sea el barrio donde esté. No suele gustarme. Tengo peor gusto musical que todos ellos.
¿En algún momento te has bloqueado y has dejado de escribir? ¿Si ha sido así, qué lo ha causado?
No. Me tomo una pausa entre libros. Tiempos para la reflexión, el descanso, la lectura e investigación. Un tiempo para no repetir, para no repetirme. A veces resulta demasiado extenso para los tiempos que exige el mercado editorial. Tengo una lista de historias que quiero escribir. En planes tengo una trilogía, que no una saga, y ya casi terminé la primera entrega.
He notado que en algunas de tus obras tiendes a establecerte en un mundo más poético y filosófico. Diría que también se podría catalogar con una mirada cinematográfica. ¿Alguna vez has pensado en escribir un libro de poemas?
Una vez lo pensé sabiendo que el resultado sería la derrota. En términos poéticos, digo yo. O la poesía entendida como género literario. Tiene título: la novela Caballo con arzones.
Formas de control y castigo
¿Sufriste censura y racismo en Cuba?
El racismo y la censura tienen formas disímiles. A veces ocurren y no te enteras al momento. O lo adviertes al instante luego de haberlos padecido en sus diversos grados de intensidad y violencia por largo tiempo. Por supuesto, también implica tener un grado de conocimiento sobre el asunto.
El racismo puede estar oculto bajo la aparente amabilidad de un vecino, la broma de un conocido, la sorpresa o actitud de un funcionario, o el trabajo de profilaxis policial en las calles de La Habana. Todas las viví. Más otras menos leves.
La censura no me ha sido ajena. Contra mí han perpetrado diversas formas de veto, la mayoría de las veces sin que se note demasiado y sea un escándalo. Me han mandado mensajes a través de terceros. Me han sucedido eventos raros, ilógicos, aparentes descoordinaciones en eventos nacionales e internacionales, tan raros como el inverosímil suceso de convertirme en un best seller de la noche a la mañana, luego ese libro agotado aparece siete años después.
“El racismo puede estar oculto bajo la aparente amabilidad de un vecino, la broma de un conocido, la sorpresa o actitud de un funcionario, o el trabajo de profilaxis policial en las calles de La Habana.”
Solo sé que uno debe emplearse en lo que disfruta, en lo que le roba el sueño, incluso en escribir y pensar en lugar del otro. La obra de Lezama, de Piñera y de Arenas son ejemplos muy elocuentes. Son el testimonio de una pasión, una terquedad, resistencia.
¿En qué proyectos estás trabajando actualmente y sobre qué te gustaría escribir para el futuro?
Trabajo en “Los perros”, la primera entrega de la “Trilogía del Encierro”. Se trata de tres novelas que abordarán el confinamiento en sus formas extremas.
La subtrama del primer libro transcurre en uno de los campos de trabajo forzado creados por las FAR en la antigua provincia de Camagüey: las unidades militares de ayuda a la producción (UMAP). 1965-1968. La biopolítica, la higienización, no es un asunto del pasado. En la novela exploro esas formas de control y castigo. Sus conexiones con el presente. Fidelidades y traiciones.
El futuro es hoy. Ya pensé los otros dos libros de la trilogía, me refiero a su esencia y radiactividad. Y su efecto en mí: las preguntas que les conciernen, los retos, satisfacciones, y el pensar y fabular en lugar del otro.
Las nuevas tecnologías
Desde hace años el libro digital es una realidad en el mundo. A Cuba llegó tarde y sobre él hay opiniones bastante polémicas, tanto entre escritores como entre editores y funcionarios. ¿Crees que el libro digital puede sustituir al impreso? ¿Cómo ves su implementación en Cuba?
Si las cosas siguen como van, Cuba seguirá llegando tarde a casi todo. Salvo muy pocas cosas ―todas relacionadas con algunos emprendimientos y las variantes de sobrevivencia―, Cuba parece estar a punto del paro técnico. El sector editorial no escapará.
“El interés por las artes y la literatura seguirá compartiendo espacio con las diferentes formas de entretenimiento.”
La mayoría de esa gente que polemiza leen en formato digital. Leen lo que necesitan y acaparan lo que nunca leerán. Y leen sin pagar las descargas. Leen clásicos y novedades que no pueden comprar por no tener acceso a las plataformas o no tener dinero, porque su venta está prohibida en Cuba o sencillamente porque esas novedades en formato papel son difíciles de conseguir.
Tu pregunta desemboca en un problema de paradigmas. Hay quien dice que si no estás impreso en papel no existes. Pero en realidad muchos de esos autores no existen a pesar de haber sido publicados. ¿Qué ha pasado con la industria del cine, las salas de proyección y el streaming en el mundo real? Adaptación a las nuevas tecnologías y a los modos de consumo.
No creo que el libro digital sustituya al impreso. Coexistirán. La industria seguirá sufriendo modificaciones, creo yo. Te adaptas o mueres. Y si lo sustituye, no se acabará el mundo. Eso sí, desaparecerán algunos oficios y empleos, pero la gente seguirá escribiendo y leyendo.
En Cuba puede ser posible. Mira cuánto no hacen los emprendedores en un contexto tan árido e inestable en todo orden para los emprendimientos.
Tal vez esta pregunta te parezca extraña, pero creo que a estas alturas va siendo necesario hacerla: ¿Crees que en algún momento la inteligencia artificial desplazará a los escritores?
No lo creo. Las herramientas se crean y desarrollan para ser utilizadas. Como ya está sucediendo. La IA es una herramienta más. El asunto está en el lugar que ocupen en el proceso de creación, en la industria, en la generación de capitales, en las tramas del poder.
Ser literalmente un apátrida
¿Qué mensaje te gustaría trasmitir a los jóvenes de hoy en cuanto a las lecturas necesarias que deben hacer y a la pérdida de tiempo, ya sea por el mundo desenfrenado de las nuevas tecnologías o por lo material?
No me atrevo a enviar mensaje alguno. Recuerda: “los jóvenes se parecen más a su tiempo que a sus padres”. La obsesión por lo material siempre ha formado parte de la vida del ser humano; el interés por las artes y la literatura seguirá compartiendo espacio con las diferentes formas de entretenimiento, la enajenación, con las variantes de ejercer el control, adoctrinamiento, de propiciar patrones de consumo.
Quiero terminar con dos palabras en las que deseo definas desde tu propia persona, y desde tu principio como el escritor que conocemos. Una es la palabra Emigrar y la otra es Isla. Por supuesto que me refiero a la isla de Cuba.
Emigrar: choque cultural, la posibilidad de quedarse sin ataduras y asideros de toda índole, ser literalmente un apátrida.
Isla: choque cultural y político, la posibilidad de quedarse sin ataduras y asideros de toda índole, ser literalmente un apátrida.
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