Para Elisa es un proyecto editorial de nuestro colaborador Amilkar Feria, que compendia reseñas periodísticas publicadas por él entre 2008 y 2013. En su mayoría, el contenido de las mismas versa sobre la actividad artístico-pedagógica desarrollada en la Universidad de las Artes (ISA).
Nuestra publicación se hace eco de este acontecimiento editorial en proceso, compartiendo testimonios actualizados de algunos de los protagonistas de sus páginas.
Frency Fernández Rosales, profesor de Historia del Arte y de Estudios Cubanos, entre algunas de las materias contempladas en el programa de estudio, y otras concebidas para perfiles específicos desde su experiencia pedagógica.
Amilkar Feria: ¿Qué trascendencia tuvo para ti el vínculo pedagógico con el ISA durante los años en que impartiste docencia?
Frency Fernández: La posibilidad de idear, procesar y crear, como profesor, crítico y curador, desde un ámbito relacional que aún ofrecía una energía de aquel “motor” que se había detenido en los noventa, pero seguía andando por inercia. Y en ese ámbito aprender mucho más, junto con los estudiantes y los mejores colegas. Un aprendizaje que en mi caso se basa en la disensión, y encontrar que al menos en ciertos contextos del ISA disentir no era un problema sino una necesidad.
La docencia se reafirmó para mí en algo retroalimentador, desafiante y apasionado. Cada día aprendía “enseñando”, me obligaba a ser mejor en lo que me interesaba impartir y compartir y aumentaba esa rica emoción que es, gradualmente, saberse uno en el vórtice de mucho de lo que es el arte contemporáneo desde un modo activo, creativo e interrelacional.
AF: ¿Cómo ha sido tu recorrido profesional desde que impartiste docencia en el ISA hasta la actualidad?
FF: Al ser mi formación desde la pedagogía, desde la educación a través del arte, en combinación con mi especialización gradual desde una formación donde convergen la práctica y la historia del arte, y esta condición exigirme mayores salidas concretas, metodológicas pudiéramos decir; mis siete años de modo regular en el ISA desde 1998 hasta 2005, y luego mis periodos puntuales desde 2006 hasta 2016 –sobre todo en esos años desde mi trabajo con la universidad en Alemania– significaron un complejo proceso de conocimiento que trasciende al arte.
Porque no me ensimismo en el arte como muchos otros, me es un medio para remover lo que ha de ser removido, y ahí persiste esa inquietud disensora necesaria en mi opinión. Mi rol como profesor, y de ello como crítico y curador, se conformaron en ese espacio y me ofrecieron un espectro instrumental y conceptual para continuar. Esa continuidad que practico desde esa máxima de que “la enseñanza es un techo mental”, no un techo físico, y por ello va con uno a todas partes si de pasión se trata. Es como la imagen de un monje que se abre al todo y a todos, aunque esté sentado sobre una piedra.