Cada vez se hace más complicado encontrar un resquicio para hablar concienzudamente de cualquier cosa, y en buena medida lo que digo se refleja en este encuentro con Frency Fernández –durante años no supe sus apellidos y pensaba que Frency eran las siglas que resumían todo su nombre–. Creo que no conversábamos tanto desde una ocasión, hace tal vez diez o doce años, en que, junto a un amigo común, salimos a beber a la calle.
Inesperadamente, el socio que nos acompañaba se trepó en una guagua que paró en un semáforo a escasos pasos de nosotros, secuestrando la botella de ron que compartíamos. Así que apilamos entre los dos algo de dinero para comprar Bucanero, y bajamos muchísima muela sobre temas que entretejían la dinámica del arte por aquel entonces.
"La tenacidad creativa de mi entrevistado se manifiesta en muchos frentes y con frecuencia viajaba llevando y trayendo esporas de un lado al otro del mundo."
Habiendo estudiado en la misma institución académica con dos o tres años de diferencia, no supe este detalle hasta mucho tiempo después de conocernos. El mismo colega que raptó el litro de alcohol aquella noche de marras, fue quien me habló de Frency por primera vez como en 2008. Después descubrí que era una especie de Robin Hood entre los artistas, y su poder de convocatoria arrastraba a mucha gente.
Sin lugar a dudas se trata de uno de los productores simbólicos más influyentes de las dos primeras décadas del siglo –cuando el arte en este país todavía se cosechaba sin la zozobra de la plaga de langostas que sobrevino después– y sus proyectos, por obra y empuje de protocolos y convicciones bien ancladas en él, abarcaban una considerable porción en el espectro experimental de lo que se produjo por aquellos años.
La tenacidad creativa de mi entrevistado se manifiesta en muchos frentes –hábito que parece haber incrementado– y con frecuencia viajaba llevando y trayendo esporas de un lado al otro del mundo, como gérmenes de un flujo transoceánico que en buena medida deben a artistas de su estirpe la expansión de prácticas contemporáneas en el terreno estético y de las ideas.
"(...) un Frency debe ser el equivalente aproximado a creador multidisciplinario o productor simbólico (...)"
Radicado en México hace unos años, fuimos muchos los estudiantes, creadores y colegas que compartimos impresiones o proyectos con esta suerte de bandolero transgresor y generoso. Mencionar su nombre nos da una idea más exacta de cómo desencasillar la correlación entre individuo y ejercicio social, por lo menos a mí me sucede así, de modo que un Frency debe ser el equivalente aproximado a creador multidisciplinario o productor simbólico, un cazador-recolector que huye de cualquier tipo de cercas y corrales.
A pesar del momento tan cabrón, además de cíclico en este país, en el que nos correspondió estudiar Pedagogía Artística, ¿qué provecho profesional pudiste sacarle a aquella metodología ortopédica que intentaron injertarnos?
En esencia, de las cosas que más aproveché de mi formación de nivel superior fue la de alguna capacidad para comprender el ámbito metodológico y un mayor bagaje sobre estética e historia del arte.
El universo de la educación en Cuba desde 1976, con ciertas modificaciones internas tras la separación de la institución Cultura y esta convertirse en el Mincult, lo que más padeció y creo que padece aún a través del Mined y del MES, es esa mediocridad del didactismo (además de la politización, la mediocridad prevaleciente con una gran “chealdad” y el adoctrinamiento), de que todo debe ser explicado y masticado, parte tal vez de ser un sector altamente politizado y sujeto al paternalismo del sistema. Pero bien asimilado lo que sirva, te da la posibilidad de aplicar en la práctica el conocimiento del “qué”, el “cómo” y el “para qué”.
Y eso lo marcaban bastante en mi plan de estudios, que no era el tuyo por lo que pude revisar entre los tantos papeles de programas y planes A, B, C y sus adecuaciones hasta casi el infinito de la burocracia pedagogizante.
No aprendí mucho de la parte técnica, pictórica, escultórica, gráfica. Todo eso un poco que lo ejercía en paralelo para mí y tenía alguna base de mis estudios de arte anteriores. Pero en mi primer año, por ejemplo, estuvimos bajo la cobija de Elio Rodríguez y un personaje rojo, comunista, bajado de la Sierra con grados de capitán según decía, pero un buen ser humano, quijotesco, que fue Alexis Cánovas. Yo tuve muy de cerca a Elio y, con nuestras diferencias, sigue siendo un artista con el que me formé, aprendí, crecí, viví, peleé, estimo y he querido.
Yo en casi todo buscaba convalidar las asignaturas de Taller, las prácticas, para concentrarme más en estudiar otras materias como Estética. Siempre agradezco a Graciela Montero, Doctora en Estética, que me rompió la cabeza, pero espero haber aprendido algo de ella. Tuve en Historia del Arte a gente como Tatiana Fernández Pita, buenísima profesora, todos nos derretíamos con su belleza, pero más con su manera de enseñar el arte. María Elena Martínez, apasionada, una “Betty Boop” magistral en sus clases de Arte Latinoamericano. Odesa Pomares, por ella me obsesioné con los artistas alemanes de la postvanguardia y le debo muchas cosas. Y mi hermana-madre Isabel Ampudia. Sin ella no sería nada de lo que hoy soy. Me abrió la vena escritural, crítica, relacional. Es un ser excepcional donde quiera que esté. Fue mi madrina de la disidencia sutil, inteligente.
Tuve otros profesores de esas materias, entre ellos una muyyyyyy mediocre, de esos clásicos que dan clases de a centavos y después evalúan de a peso, que luego fue mi jefa en el ISA y es una de las peores cosas que ha padecido –y aún padece, creo– su Facultad de Artes Visuales.
"(...) sin desconocer, en los noventa, la entrada de personajes partidistas oscuros, estalinistas, reaccionarios, enviados para destruir un foco de mente abierta vinculada con los intelectuales y artistas de la década anterior (...)"
Entonces mi experiencia en la carrera de Educación Plástica, dentro de la Facultad de Educación Artística del Pedagógico, fue algo atípica. Similar a la de nuestro querido y añorado Pedro Álvarez, de los mejores. Te digo que fue atípica, porque debido a mi formación, a punto de graduarme, me solicitaron en la misma Facultad como profesor de Pintura. Y lo que más impartí fue un invento que hice de arte experimental, conceptual, grafitero, pero no lo que se consideraría tradicional para ser impartido en años terminales de la carrera.
Hay que esbozar un poco el contexto de lo que estudiamos, Amilkar. Nos decían que nosotros estudiábamos para ser maestros de escuela, no artistas; y algunos profesores eran tan grises que por suerte fueron “sombras pasajeras” en la aventura de esa carrera pedagógica. ¡Fíjate qué mala onda en esa descalificación o subestimación: maestros, no artistas!
Considero el experimento en el que estudiamos, porque al final fue eso, y como que se les fue de las manos a los que se decían “comunistas” y “revolucionarios” en el Pedagógico, repito, un experimento que cerraba de cierto modo una percepción neo-romántica de los años ochenta, del “boom” que se dio en el lapso de esa década, en la que pensábamos en una posible apertura de la realidad.
Lo que pasó con el proyecto de Educación artística, su comienzo, dando tumbos, pero con cierto pensamiento de apertura, tipo “glasnost” –sin desconocer, en los noventa, la entrada de personajes partidistas oscuros, estalinistas, reaccionarios, enviados para destruir un foco de mente abierta vinculada con los intelectuales y artistas de la década anterior– es que varios de estos artistas de los ochenta fueron nuestros profesores en la Facultad, y luego devinieron amigos, como hermanos.
Entre Alexis Esquivel, Filiberto Mora, y otros, en los que me incluyo, concebimos la idea de “La Escuela de Columbia” en alusión a la historia detrás del espacio donde se encuentra el Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”. Realmente es una idea de Alexis. Ese fenómeno que articuló el lugar donde estudiamos merecería un texto, o un foro que convoque a varios de los que por ahí pasamos y continuamos en esto del arte y la formación artística.
Y antes de eso, de tu formación universitaria, ¿qué había? ¿Siempre fueron conceptuales y teóricas tus inquietudes acerca del arte, o hubo alguna práctica artística temprana que te compulsara a estudiar la visualidad como oficio?
Antes de responderte, déjame aclarar: supe de esa especialidad por Sahily Rodríguez Vargas, mi hermana mayor de niñez en Varadero, que creo era de tu grupo, y desde hace años vive en Guadalajara y trabaja con ese personajazo de artista que es Waldo Saavedra. Nunca pude aplicar para las pruebas del ISA y ella me comentó. Y así conocí a mi querida Elina González, tía de mi estimado Alejandro Frómeta, el músico.
Yo venía de un background de formación artística previa y de un contexto familiar que me ayudaba a mirar “más allá” de la superficie. Provengo principalmente de una base, que era mi relación inicial con ese rico movimiento de los ochenta que fue Arte Calle. Sobre todo, Ofill, Leandro, Aldito, Serrano, Eric Gómez, que eran más los que entraban o salían de Arte Calle, pero crecí con ellos, hicimos y deshicimos. El punk y la New Wave entraron para mí por ahí… hasta hoy.
Durante la etapa pre-universitaria nunca perdí la relación con Arte Calle, aunque no fuera parte de su “plantilla”, ni con la escena del arte de los ochenta.
Por lo que ya tenía vínculos con algunos artistas desde antes del Pedagógico. Yo mismo había estudiado arte, grabado era mi especialidad. Crecí en la escuela de arte de nivel elemental de 23 y C. Durante la etapa pre-universitaria nunca perdí la relación con Arte Calle, aunque no fuera parte de su “plantilla”, ni con la escena del arte de los ochenta. Hasta hoy varios seguimos siendo amigos, hemos trabajado juntos y mantenemos una comunicación donde quiera que estemos.
Pero además debo explicar algo: desde pequeño tenía una sensibilidad por la música, como una suerte de melomanía que viene conmigo hasta hoy. Lo mismo me pasa con el cine y la literatura. Entonces en mi interior todo eso parece que se fue alimentando de un modo relacional. Y así también las amistades: artistas de diversas expresiones. La gente no me lo cree, pero tuve frente a mí, en el sofá de mi casa en Línea y E, entrevistado por mi madre para Radio Progreso cuando el XI Festival de la Juventud y los Estudiantes, a un cosmonauta que me regaló un poster suyo gigantesco. Frente a mí lo tuve a él, a Billy Joel, a Serrat, a Juantorena, y muchos más. Y esas cosas, lo puedo decir, me inspiraban. Como hoy un científico o un místico.
Pero pinté, dibujé, imprimí obras mías. Hice exposiciones. Nuestro hermano ‘el Paco’ –‘el Chino’ Anca–, para mí un tipo peculiar como artista, de los mejores con quienes estudié, mi hermano, que luego tomó otro camino y se lo respeto mucho, tiene algunas pocas cosas mías en pintura. Y Omar Pascual Castillo se quedó, nunca me dijo dónde las metió o qué hizo con ellas, con parte de las piezas mías más bellas, como vorágines neo-expresionistas de pintura-pintura, que a otros artistas les llamaba la atención y no parece que yo fuera tan malo según ellos.
Pero a mí, en lo individual, algo no me llenaba. Tal vez no era bueno como pensaba. Y puede ser, pues mi madre tiene pinturas mías que yo las quemaría. Pero hice dibujos y alguna que otra litografía que sigo disfrutando. Simultáneamente escribía y organizaba las exposiciones y estaba cerca de algunos de los que “llevaban la batuta” a fines de los ochenta y parte de los noventa. Observaba lo que se hacía y se exponía. Yo era más silencioso.
Algo de esa “restauración del paradigma estético” no iba conmigo. Sentía un apagamiento instrumental y un regodeo de muchos en lo mismo y en esa obsesión por lo identitario del “arte cubano” –como sabes no gusto de eso paquetes del arte según países o identidades nacionales, y contra esas falsas identidades he luchado bastante, donde quiera que he estado, con argumentos y razones, no es mero capricho de apátrida– y mucho de eso me unió con otros artistas ya con intereses que se hicieron más visibles cerrando el milenio.
Gracias a mi padre, me pude hacer de una computadora en la segunda mitad de los noventa, controles de mando en el teclado, floppys gigantescos, casi todo en entorno de Sistema Operativo. Así empecé a comprender el metalenguaje de algo que aún no tenía nombre para mí: pero era parte del arte.
En el terreno que nos ocupa, tú debes ser algo así como un compositor, dramaturgo, o director de orquesta o de teatro. No fue hasta fecha relativamente reciente en la evolución de la visualidad que aparecieron sujetos capaces de conciliar, encauzar, interpretar, y valorar la obra de los demás, como en otras artes, con un propósito común. ¿Podría definirse ya esta manera de hacer encajar los pedazos dispersos en la producción artística de una época como un proceso de creación per se?
Es como si no existiera un nombre para eso. Por cuestiones de método te ponen en un lado o en otro o en varios, según lo que hagas. Pero no le nombran como yo creo que es: creador multidisciplinario. Hablaba con Denixe, mi pareja, que en la Asociación Internacional de Críticos de Arte, si no has escrito algo relevante como crítico, no existes, aunque hayas realizado curadurías de cierto valor y exposiciones de “tesis”, como le llaman a las que defienden un concepto.
Yo he realizado exhibiciones así, las más. Defiendo conceptos por ser problemáticos, investigaciones. No soy bueno para el arte y su comercialización. De hecho saco chispas con esa parte del arte: la mercantil, las ferias, todo eso. Me siento mejor desafiándome en una investigación. Con algo por realizar, producir, montar y mostrar. Montar es un gran disfrute para mí. Pero normalmente diseño las cosas, edito, hago los videos, las gráficas, los impresos. No centralizo roles, sino que disfruto hacer todo eso. Ver cómo un concepto, una idea, va tomando una forma. No su forma, sino una, la que le doy o le damos -si se trata de un trabajo en equipo como gusto mucho que sea. Y todos somos autores de algo.
"Devine, por cosas de la vida y de las personas que me ayudaron a ello, en profesor de Historia del Arte, pero combinando eso con mi experiencia práctica".
Pero puedo diferir del método de otros: hay quienes arman un proyecto por partes, como que dicen: necesito a fulano que cubre esto, a mengano que abarca lo otro. Yo me rijo por una especie de “big picture” que se me hace en la cabeza, y si algo no encaja en ese “modelo a lograr”, me sigo rompiendo la cabeza hasta que se acerque a ese big picture que no me creo, no lo hayo yo conscientemente. Es algo que se me pone delante y, como si fuera una maquinaria, por ejemplo, me dice: acá te falla esto, allá lo otro, ahora funciona,… es muy extraño de explicar, pero así opero en general: big picture y estructura interna, como un buen disco, cada obra es una canción, es parte de un tejido que define la curaduría, incluso con posibles “hits” que se impregnan en la memoria de quien asiste a las muestras o eventos.
Así trato que la gente me comprenda. Porque he sido curador, he sido crítico, mi base es la de ser profesor. He sido y sigo siendo diseñador y editor audiovisual. Devine, por cosas de la vida y de las personas que me ayudaron a ello, en profesor de Historia del Arte, pero combinando eso con mi experiencia práctica que, haya sido buena, regular o mala, es experiencia práctica. No soy único. Ahí están Goethe, Blake, Morris de Arts & Crafts, Wagner, Rudolph Steiner, algunos en Bauhaus, o en Black Mountain College, ahí están Camnitzer, Beuys, Zappa, Bowie, Peter Gabriel, Pina, Tom Yorke, Trent Reznor, Aphex Twin, Olafur.
Es algo que converso con Mark Amerika –uno de los pioneros de una parte del arte mediante tecnologías–, con mi hermana germana, la artista y profesora Andrea Sunder-Plassmann; también con mi amigo Bernhard Zünkeler, una suerte de soñador; y es que en estos años extraños que vivimos: algunos sentimos que el espíritu renacentista, ese que te hace desplazarte e integrar herramientas y percepciones, modos convergentes de la creatividad, genera una necesidad que se dirige en varios caminos que al final son lo mismo. Porque es el arte en sí, y es el lenguaje en sí y un tipo de conocimiento.
Y eso, en mi opinión, es lo que me unió a un crítico que considero único como Héctor Antón. O a artistas como Andrés Montalván, Eric García, Lindomar Placencia, Lázaro Saavedra, Rewell Altunaga, José Fidel García, Milton Raggi, Ponjuán, Luis Gómez. Con ellos y algunos más se pudiera comprender lo que ha sido la aventura de los nuevos medios en el arte contemporáneo en Cuba y su proyección a otras partes, mucho más ahora que estamos cada vez más diaspóricos. Los cinco últimos artistas me han inspirado, nos hemos acompañado y me han alimentado con sus ideas u obras. Son, como puedes ver, de diferentes “generaciones”, y por edad soy más cercano a Luis, pero no creo en las generaciones y no sería tampoco lo que hoy soy sin ellos. A otros tantos más les pido disculpas. Porque ya no somos tan pocos en este bregar con otras herramientas, otros experimentos a través del arte, o formas de hacer o crear algo a lo que así le llamamos.
¿Cuándo empiezas a tener preferencia por el Arte tecnológico, por los Nuevos Medios?
Sería larga la conexión individual que hago con vivencias desde mi niñez que me relacionaban con eso. Pero creo que por ahí anda Tarkovsky. Recuerdo Solaris desde niño en el TV Caribe en blanco y negro, un domingo a las 2:00 pm, así de directo al pecho de todos; después Stalker, por supuesto. Libros de ciencia y la enciclopedia de la UTEHA. Leer a Verne.
Mi madre es una veterana en el mundo de la radio. Y ahí crecí entre actores, la orquesta Aragón y otras, entre máquinas de edición de cintas, estudios de grabación, artilugios de efectos sonoros. Hoy se puede comprender como una suerte de instalaciones y un día quisiera homenajear ese ambiente –como el de Días de Radio de Woody Allen–. Ahí encuentro ya una suerte de “realidad virtual” posteriormente procesada por mí de otras formas. Creo que por eso, cuando ella y nuestra querida Zulma me convencieron para hacer crítica de arte en la radio, me enamoré de la idea y la realicé por más de dos años, en Radio Progreso y en CMBF.
Al mismo tiempo, mi padre, un “hombre orquesta” –parafraseando el film de Louis de Funès– que, entre tantas cosas que ha hecho trabajó en el Museo Antropológico Montané de la Universidad de La Habana, no sé por qué me llevaba además a la Facultad de Biología y me sentaba en las banquetas de los laboratorios, y yo me deleitaba entre todos los equipos que allí veía, y sobre todo con una momia de la cultura Paracas donada por Perú a la Universidad de La Habana, que espero siga allí.
"Recuerdo que en la 1ª Bienal de La Habana nos la pasamos en el parque de Le Parc con sus piezas cinéticas, por algo que iba a hacerse con Arte Calle".
Ya de adolescente, apareció mi afinidad por las sesiones del Laboratorio de Música Electroacústica en el teatro de la Sinagoga de 17 y E. Eso me ofreció otra parte de la música mezclada con visualidad. Recuerdo que en la 1ª Bienal de La Habana nos la pasamos en el parque de Le Parc con sus piezas cinéticas, por algo que iba a hacerse con Arte Calle, pero a la vez divirtiéndonos con esos artilugios de este gran artista. Aunque no eran de base tecnológica, en ellos se daban procesos que después he investigado a través de la misma. Son sólo ejemplos de mis posibles conexiones con algo más diverso que penetra y afecta al arte.
Pero sobre todo se me hace más claro cuando los pinceles, las espátulas, las gubias, los pigmentos y cierto estancamiento que he percibido en buena parte del arte que considero “tradicional”, dejó de ser para mí -en lo personal- una zona de experimentación, no en lo técnico-formal, sino en lo que podía ser como idea, contenido o concepto. Hablo de 1997 en lo adelante. Lo ubico justo tras el nacimiento de mi hijo mayor, Samuel, y mi obsesión por Bowie y mi relación con Superávit: Ciro y Frómeta.
"Digo en broma que cambié los pinceles por los píxeles. Pero fue así."
Estaba terminando mi investigación de Maestría. En las madrugadas montaba e imprimaba lienzos para otros artistas –un negocio que me propuso el Cuty y me ayudó mucho en esos años– y escribía mi Tesis. La balanza fue inclinándose más a la compu y lo que de ella salía (como esa imagen de la máquina de escribir-boca monstruosa-culo de pollo en “Naked Lunch”, de Burroughs y luego Cronenberg) que a los lienzos.
Ahí empecé a inventar cosas con la computadora para entender su capacidad de relación con un todo mayor. Tal vez tarde para el mundo, quizá temprano para el contexto cerrado de vivir en Cuba en esos momentos.
Digo en broma que cambié los pinceles por los píxeles. Pero fue así. Y comencé otro aprendizaje que me dispuso en el punto intermedio entre algo del arte, la crítica, la docencia y en consecuencia la curaduría.
Ya después esa pasión fue creciendo en mí. Creo que “CD-RooM”, curada con Luis Gómez en 2001 en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, y después la exposición sobre el tiempo, “$”, en el otrora Centro Cultural de España, fueron el arranque. Ya los Festivales de ARTE+, la creación de senseLAB, TIER, MATROSKA, las experiencias en Europa o Estados Unidos, se convirtieron en parte del desarrollo para un medio al menos desconocido en nuestro contexto.
¿Cómo ves la obra de aquellos artistas que se siguen valiendo de los recursos tradicionales en su ejecutoria, aun cuando traen bajo el brazo propuestas novedosas para cada medio específico? ¿Se trata al final de buen o mal arte, o importa el soporte sobre el que desarrollan su trabajo?
Muchos no lo saben, pero en paralelo con mi pasión por los medios tecnológicos aplicados al arte, apoyaba artistas que eran y son más conocidos dentro de los medios pictóricos y otros que consideramos tradicionales. Y me refiero a Michel Pérez “El Pollo”, a Campins, Orestes Hernández, Niels Reyes, Lester Álvarez, o por otra parte Rodney Batista. No iba sólo en ese desafío, Andrés D. Abreu también fue parte de eso.
He escrito sobre ellos no pocas veces. He curado exhibiciones donde sus obras son esenciales. Más con unos que con otros, pero los pongo como ejemplos. Admiro mucho a Campins, El Pollo y Orestes, son un tridente potente y ojalá el mercado no les dañe más de lo que ya afecta.
Tengo una relación especial, aun en la distancia, con Rodney. René Peña, por un lado, JEFF por otro, y yo, luchamos porque su talento fuera percibido, y aunque hoy esté en un proceso impreciso, como está sucediendo con muchos, entre los que me incluyo, me considero uno de sus máximos defensores.
"Lo que sucede es que a uno lo encasillan, lo etiquetan, y de pronto los demás perciben que yo solamente abogo por el arte de los nuevos medios".
Lo que sucede es que a uno lo encasillan, lo etiquetan, y de pronto los demás perciben que yo solamente abogo por el arte de los nuevos medios, o el New Media o el Emerging Media art. Yo abogo por lo que considero como crítico, curador, profesor y con cierto conocimiento de las mismas herramientas del hacer arte, que puede valer para otros.
Sin pretender arrogancia, sino valerme de cierta objetividad apoyada en pasión, emoción y, por qué no, intuición cultivada, que le hace percibir a alguien -no a todos- que se puede seguir generando con las mismas herramientas cuando lo que alimenta al artista es auténtico, metabolizado, sintonizado con el Zeitgeist que vivimos, y tal vez se extiende más allá de este presente.
Tradicional o novedoso, se trata de un repertorio instrumental, y hay que saber hacer con ellos, si no: a otra cosa, pero no a engañar a los demás con boberías trasnochadas o imaginarios ya harto abordados en este lenguaje e investigación que es el arte.
Tratándose la Pedagogía de un pedestal fundamental en el despliegue de tu arsenal cognitivo, ¿De qué manera asumes los canales de enseñanza como algo propositivo y no como un bloque prefabricado durante la impartición de experiencias?
Creo que algo de esto está respondido antes. Pero vuelvo a ello: la enseñanza es uno de los modos más bellos que he vivido para poder generar y desarrollar ideas, inspiraciones, por así decirles, por activar el motor creativo.
No me gusta nada el barroco, sí el musical, pero el visual y su derivación al rococó lo detesto. Pero cuando tengo que impartirlo en plan “académico” me sumerjo en el fenómeno y encuentro, incluso no siendo “de mi reino”, que hay elementos muy interesantes que pueden revisarse contemporáneamente.
Ese es un ejemplo. El opuesto, porque sí me apasiona, sería para mí todo lo que comprende desde el Impresionismo hasta el Expresionismo. Es esa suerte de inmersión en algo nuevo a finales del siglo XIX: el ámbito de la psique, el de la percepción diferente, no sólo visual, el de la conexión de nuevo con ciertos campos de la ciencia, con una filosofía que explota, para mí, con un Merleau Ponty y otros fundadores de un pensar disruptivo necesario hoy.
En esa línea, me apasiona mucho del arte de postvanguardia, no tanto del Pop anterior o el actual tipo Flat, sino lo que revive a Fluxus y algo del dadaísmo como disidente y disruptor. Sigo la idea de que el arte no es masaje, no es cosmética como mucho de lo que hoy abunda, sino desestabilizador simbólico, que cuestiona y critica a esta mediocridad que irrespeta al talento y prioriza lo superfluo, lo que no hace pensar y cuestionarse al ser humano, porque vivimos una época reaccionaria.
La enseñanza, en buen plan, ofrece la capacidad de no ser amnésico, de ser relacional, de saber percibir más allá de la superficie y descreer de los cuentos que nos hicieron otros, víctimas de un tipo de conocimiento reducido, barnizadito o cogido por los pelos, cuando no politizado. Y es lo que sigo intentando: compartir mi sana paranoia y mi dulce nihilismo a otros. No porque yo diga que es lo mejor, sino porque es lo que puedo y, eso sí, sé compartir.
En este mismo ámbito de la enseñanza, también está la parte de la retroalimentación, no sólo con los discípulos, sino con los saberes periféricos que ceban tu percepción estética del fenómeno Arte. ¿Ha sido la Ciencia Pedagógica la cucharada de cocimiento –para no abusar del término conocimiento– con la que encausas tus pesquisas y proyectos? ¿Cómo se conectan esta ciencia y el arte, siendo tan rigurosa una y caprichoso el otro?
La ciencia también es caprichosa. Cada vez más se pondera la serendipia dentro de su proceso. Cierto que el arte no corre mucho riesgo si lo que propone en un periodo es negado en otro. Eso es muy caro en el campo científico. Pero hay ciencias que todo el día se equivocan, están errando, y en eso se parecen al arte: trabajar desde el margen de error es cada vez más usual en ambos campos. Además que arte y ciencia, o viceversa, son de los más bellos campos de creatividad. Prefiero decir: en el campo de la cultura toda que sirva.
Incluso la ciencia, muchas veces es extensión del interés modelador de un tipo de realidad y una presunta verdad de cómo se quiere que sea determinado fenómeno. Empleo mucho el ejemplo que ha obsesionado a Levi Orta más que a mí, aunque me encante: el cubo de Rubik. No sé cómo Levi lo procese en su interior.
Yo lo proceso como uno de los mejores ejemplos de lo relativa que es la verdad y la realidad, y es un instrumento científico, se emplea como medio para la teoría de las cuerdas, de los mundos paralelos y de parte de la cuántica: son mínimamente seis superficies interconectadas. Sólo vemos, malamente, tres. Si movemos el cubo vemos las otras. Pero hay que cambiar de posición e intentar comprender qué hacemos por una parte, por una de sus caras –un “mundo” o “realidad”– que afecta a los cinco restantes, hasta llegar a la metáfora de “armar el cubo”. Levi me ganó en rapidez. Pero aún estoy curioso por saber cómo lo entiende-siente en su proceso interno.
Respecto al “feedback”: sin ello no siento bien. Cada vez más me convenzo de que vivimos en un mundo donde, hablando casi igual, no nos comprendemos a veces, que incluso a veces suponemos que los demás han de comprender lo que nosotros defendemos y expresamos. Pero no, por eso padezco un defecto-efecto: repito de diferentes maneras lo mismo, más de dos veces.
Me he visto muchas veces en ese proceso de “explicar” a la liebre viva la necesidad de cuidar la rosa de nuestro asteroide por preservar esa invisible esencialidad que es nuestra existencia. Y espero haberlo logrado en alguien. No pretendo que en todos los que me hayan tenido que padecer o aprovechar. Porque al final la enseñanza buena, la que es resultado de una comunicación real, de ese feedback, que puede suceder al instante, pero puede tomar años -eso no es lo importante, sino que suceda-, es un proceso de aprovechamiento de unos a otros. Para bien o para mal.
¿Cómo te va en México? ¿No extrañas la apoteosis cultural de la primera década y media de siglo que vivimos en Cuba?
Vivir en cualquier contexto hoy parece ser duro. Lo he podido comprobar acá, en Europa, y en “la ínsula carataria”, como le digo a Cuba. También en la provincia que es Miami, en esa otra que está siendo España –en la que confieso que no me sentí bien prácticamente, pues nunca deseé tanto regresar a Cuba como tras ese medio año que pasé por allá– o en lo perentorio de un contexto como Nicaragua, donde estuve viviendo buen tiempo.
Vine a vivir a México por amor a mi pareja, Denixe. No importa si para otros suena cursi. Uno no tiene por qué inhibir en sus expresiones lo que siente. Y ya hacía rato que Cuba, no La Habana, sino por donde me moví en asuntos de trabajo u otro tipo de razones –porque conozco bastante del archipiélago, convertido en isla por la historia y las tantas manipulaciones–, no era una razón que me sujetara. Desde hacía años me movía de Europa a Cuba y viceversa.
Sólo que por una eticidad que me mueve, como digo, un “deber ser”, todo lo que realizara en otros lugares lo intentaba extender, compartir y más, con los artistas y creadores en el contexto cubano. Fuera como profesor o como curador. Así pasó incluso con todo el equipamiento que conseguí, bastante del mismo comprado de mi bolsillo, y con el que se hicieron muchas de las cosas durante 2011 hasta al menos 2017. Pero a la par con situaciones personales que decidí parar, no sin tristeza, me topé con paredes institucionales de todos esos descarados que dicen “gobernar”, y no pude continuar a otros niveles el proyecto de MATROSKA. Me cansé, Amilkar.
"Dejé mucho atrás y arranqué con una computadora y muy pocas cosas. Así ha sido parte de mi vida: moviéndome de un lado a otro".
Fue después mi reencuentro con Denixe y mi decisión de, casi desde cero, rehacerme junto a ella, que posee y ofrece un mundo sumamente rico por sensible, y más, dada su pasión por la literatura, por la metafísica de la escritura misma, por su hermosa experiencia en el mundo editorial. Y dentro de todo eso muchas cosas nos unen. Y a ella, a ella me debo con todo de mí.
Dejé mucho atrás y arranqué con una computadora y muy pocas cosas. Así ha sido parte de mi vida: moviéndome de un lado a otro. Por eso, aunque no lo parezca, descreo mucho de los nacionalismos y los gentilicios. Además que rechazo muchas cosas de lo que se considera la naturaleza de “lo cubano”. Busco lo que resulte compartible como ser humano, sea con un asiático o con un africano o americano de cualquier parte. Siempre y cuando tengamos algo que compartir.
Porque para mí lo real, respecto a buena parte del contexto mexicano, aunque moleste a quien me lea ahora, es que en general se trata de una compleja sociedad que le ha dado la espalda a mucho de lo que le sustenta como sabiduría, como acervo. Y cuando una sociedad, por engaños históricos devenidos en ridículos nacionalismos y chovinismos –que siempre esconden muchas otras mentiras, más hoy, manipuladas–, racismos, colonialismos, prejuicios y altos grados de ignorancia que deviene en mediocridad generalizada, le da la espalda a su esencia, se animaliza, se convierte en un “ser” o “cuerpo socio-cultural” abyecto, mortecino y dañinamente entrópico, destructor.
"México, desde hace décadas, dejó de ser un ámbito inclusivo y ejemplo de lo múltiple enriquecedor, para ser hoy uno de los mejores ejemplos de lo que no se debe hacer".
Aparto de esta realidad a pocos: mis padres adoptivos, familiares, amigos, músicos, editores, escritores y poetas que he tenido el honor de conocer aquí. Pero es triste y preocupante saberse en un país inmenso y diverso, con millones de personas, que tan poco ofrece a esta humanidad respecto a otros, menores, más humildes, pero con mayor energía e interés por el mejoramiento del ser humano. México, desde hace décadas, dejó de ser un ámbito inclusivo y ejemplo de lo múltiple enriquecedor, para ser hoy uno de los mejores ejemplos de lo que no se debe hacer, por corrupto, oscurecido por seres deformados, plagados de prejuicios e incultura, donde importa más lo que llevas afuera que lo que te enriquece por dentro. Y eso cuesta caro social y existencialmente.
Pero he intentado durante estos años, desde 2018 a la fecha, de reinventarme en compañía de Denixe. Nos “reseteamos” por necesidad y situaciones radicales que no valen la pena comentar, pero sí, es cierto, para todos creo, que vivimos una circunstancia crítica que antes de 2018 parecía impensable y se hizo evidente desde el 2020 -y aún faltan unos cuantos años, o más- e intentamos no perder esa esencia que es mantener nuestras pasiones por la cultura artística.
Pero desde hace años, creo que desde mi niñez, curiosamente dejé de extrañar lugares, contextos, ambientes, todos me los llevo conmigo a donde quiera que voy, e incorporo otros nuevos a mis vivencias. En ese sentido me siento un desarraigado y así me he mantenido.
Eso no quiere decir que no extrañe, pero no en el sentido que preguntas sino de modo filial: mis hijos, mi madre y mi padre. Porque mis hermanos y yo hemos hecho con nuestras vidas caminos diversos y estamos dispersos. Somos como hijos de una diáspora sin quererlo.
Desde la distancia, ¿qué opinión te merece el eclipse que padecemos por acá en todos los órdenes…? Fíjate que me iba a referir expresamente al Arte, pero creo que tiene más sentido percibir en su totalidad el cono de sombra de este maleficio.
En uno de esos regresos míos a Cuba, por el 2014, pero consecuencia de un proceso en mi cabeza que venía desde 2007 aproximadamente, empecé a insistir en que la circunstancia llamada Cuba sería objeto de un proceso de implosión. Hasta pensé en un proyecto de exposición que nunca concreté llamado “Crunch”, aunque sí publiqué un ensayo con ese título, y luego, en otros, planteaba mucho de lo que está sucediendo, sobre todo desde julio de 2020 de un modo más evidente.
Hanoi Pérez tiene en la sala de su casa, según recuerdo, la pieza que él, con ese apasionamiento muy suyo, hizo para esa idea de exposición, que en esencia era concebir una de las muestras colectivas más grandes que se pudiera, en el espacio más pequeño posible. Y cada artista debería crear una pieza de unos 2 a 4 centímetros cúbicos, y al final todo resultaba una instalación cúbica de muchísimos artistas. El público podía sacar o cambiar los cubitos-obras de arte y recolocarlos en ese gran cubo-“cuba” que resultaría en una metáfora de la compresión.
Tras esa idea del arte, lo que venía en mi cabeza era que la sociedad completa sufriría o ya sufría esa implosión. Hay muchas razones, por lo que sería mucho más larga esta entrevista, y no sería justo, que sustentan para mí el por qué la sociedad cubana no explota: implota en realidad. Detrás de todo está la inutilización de los medios de expresión reales, la ausencia de instrumentos para ello, la alta polarización de todo, la enajenación y egoísmo, la cobardía generalizada, la falta de cojones realmente. No recuerdo cuantas veces escuché que me decían: “no te metas en lo que no te toca”. Pero no me importó nunca porque no puedo darle la espalda a lo que considero mal. Por eso peleé y acá sigo haciéndolo, para Cuba y para el contexto donde me hayo.
Amilkar, en mi criterio Cuba cambió hace rato en todo. No es el cambio que se quería, sino el de una dura mafia que aprendió muy bien del modelo ruso. Y la sociedad no cuenta. Todo resulta ser un terreno robado por unos cuantos, como terratenientes clásicos latinoamericanos, con un sistema capitalista de estado estructurado para ello. Cuba es ya un país de capitalismo crudo, bruto, de corte neoliberal evidente, que practica el doble discurso que siempre ha practicado: uno para afuera, cada vez menos creíble, y el de siempre para dentro: patadas disfrazadas de martirologio. Y no es de izquierdas, es de un extremo que pasó hace rato de un polo o de otro, por ser un extremo.
"(...) es un pedazo de tierra donde lo que se quiere es que se vayan quienes molestan, y los que queden no valen."
De hecho, no es ni una nación, concepto moderno sustentado en principios plasmados a finales del siglo XVIII bajo ideas republicanas francesas, acaso utópicas también: es un pedazo de tierra donde lo que se quiere es que se vayan quienes molestan, y los que queden no valen. Porque la jet set del aparato no se la siente del mismo modo y gozan lo que nadie, porque realmente el “sistema” es de un Apartheid muy bien exhibido.
Además, no hay liderazgo real entre los que nos oponemos a lo que sucede. Y veo mucho oportunismo y descaro. Siento tristeza por personas como Luisma, Maikel, Robles, y tantos más, porque la vida, dramáticamente, ha continuado. He visto algunos “disidentes” viviendo de esa condición, y me molestan. Por eso sigo disintiendo, pero separado de todo circo. No creo ni en los gringos ni en los del desgobierno cubano ni en los de la Unión Europea (porque estos están cuidando sus intereses de plata invertida en Cuba, y por eso les preocupa la entrada directa de Rusia, y apoyan a los gringos en última instancia).
Pero sí te digo, y tú también lo has vivido, que estamos en una época difícil en todos lados. La miopía generalizada, que siempre sucede aunque con esta época crítica sea más evidente, hace pensar que uno la está pasando de lo mejor o de lo peor.
"No existen proyectos sociales reales, es como que se está muriendo un modelo, el moderno y su consecuencia post, pero no tiene forma el que está por venir."
Pero todos estamos afectados por una crisis sistémica que caló esta vez en todo el orbe. Y en México, un país con grandes problemas culturales, con graves inclinaciones a la barbarie y la animalización del ser humano, como en muchos otros de América, se está percibiendo un creciente proceso de “medievalización” del pensamiento, la sociedad y la práctica vital.
Es una época, cíclica como dices, pero en algo diferente: más polarizada. Donde los que estamos en el medio, disintiendo de esas reduccionistas maneras de entender la vida –o una cosa o la otra, y no los intersticios o intermedios del todo– somos los que padecemos el trance. Los medios profesan una falsa libertad. No existen proyectos sociales reales, es como que se está muriendo un modelo, el moderno y su consecuencia post, pero no tiene forma el que está por venir. Y por eso tantos conflictos: porque realmente el viejo sistema está haciendo todo lo posible por mantenerse y el potencialmente nuevo no tiene una forma definida aún. Y esto, en mi opinión, llevará décadas.
¿Qué hay para mañana en el menú de tus proyecciones?
A pesar de todo, continúo mis colaboraciones con esa gran persona y artista que es Marta María Pérez Bravo. Desde 2019 trabajo con ella y seguiremos haciéndolo. Con ella acá encontré, como con Andrea en Alemania, con Milton, Denixe, o como me pasó con Andrés D. Abreu en un periodo, una persona con la que se comparten las ideas, y los resultados se gozan, son inspiradores. Esto también lo he experimentado acá con Iván Abreu, un tronco de artista que ahora trabaja también con su pareja Malitzin Cortés, y el dueto es potentísimo.
En paralelo he trabajado y lo seguiré realizando, como diseñador y editor audiovisual. A la vez he editado dos libros, fuertes en lo político, de uno de los más renombrados periodistas investigadores mexicanos, Ricardo Ravelo. Y tenemos ya en punta la edición y diseño de otros de diversos contenidos, algunos de ellos sobre arte.
Sigo escribiendo, pero aún preservo esas ideas y textos. Mantengo mis nexos con artistas de Cuba, varios de ellos ya referidos acá, y Denixe y yo seguimos creando las bases para cosas futuras, de mediano o corto plazo, relacionadas con el mundo literario, del arte, político, científico.
Porque sí te confieso que, tras haber trabajado por dos años con la galería que Denixe y yo montamos en la Ciudad de México, comprobé que yo y lo comercial no congeniamos. Y tras eso, que el arte no me es suficiente si no se relaciona, como he defendido por años, con otros campos.
Es por eso mi acercamiento reciente al Centro de Investigaciones en Ciencias Cognitivas, o CINCCO. Porque desde hace un tiempo investigo, me equivoco, acierto, debato, gozo y sufro al arte en su naturaleza de investigación relacionada con otros campos. Lo cognitivo es una sombrilla mayor, donde el arte puede ofrecer su acervo para contribuir a otros procesos en los que la ciencia se alimenta de un modo más interesante.
Para todos, estas circunstancias globales han sido duras, Amilkar, sobre todo cuando uno detenta un capital simbólico y se vive una época de barbarie, desidia y falta de modelos o paradigmas. Hoy, comprometerse como intelectual activo, que va más allá de solamente rumiar ideas sino además ejecutar de otras maneras prácticas, es un desafío y un riesgo. Pero aunque uno caiga, por momentos, hay que seguir alimentando lo que uno ha profesado. Porque sí te digo, suene como suene: no creo que me haya equivocado.