Poner tras las rejas a los escritores cuando estos cruzan una raya roja, porque se atreven a cuestionar al poder o porque se niegan a “entrar por el aro”, ha sido una práctica habitual en la etapa de la revolución cubana, desde 1959.
Aunque evidentemente no fue Fidel Castro el primer gobernante de la isla que temió a los escritores y los trató de enmudecer encerrándolos. Durante la colonia, tenemos al poeta Juan Francisco Manzano, nacido esclavo y torturado después de quedar libre. Hay incluso una literatura “carcelaria”, escrita durante o sobre el castigo de la cárcel. Esa bibliografía es amplia y recoge momentos célebres. Se cuenta que el poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) iba recitando su poema “Plegaria a Dios” mientras lo llevaban al lugar de su ejecución. Otro poeta fusilado por los españoles, Juan Clemente Zenea, dejó su Diario de un mártir. José Martí, el más universal de los cubanos, cuando era muy joven, fue condenado por revelar sus ideas independentistas en una carta privada, experiencia que resumió en El presidio político en Cuba. Luego, en la primera mitad del siglo XX, pasaron alguna vez por la cárcel escritores como Rubén Martínez Villena y Alejo Carpentier, entre otros. También tenemos el Presidio Modelo, de Pablo de la Torriente Brau.
Pero, cuando la isla queda dominada por la ideología comunista, es cuando se abre para los escritores cubanos un largo capítulo de vigilancia sistemática, campos de concentración (UMAP), normas sociales impuestas por decreto, adoctrinamientos, censuras, correcciones de la conducta, y el castigo de la cárcel para los más problemáticos, pena que casi siempre acaba en destierro.
Uno de los procesos más sonados del gobierno cubano contra un escritor, es el del poeta Heberto Padilla: antes de verse obligado a autoinculparse públicamente, en un evento que pasaría a los anales universales de la infamia, estuvo treinta y siete días encarcelado (entre marzo y abril de 1971) en Villa Marista, sede de la Seguridad del Estado.
Si intentáramos mencionar a todos los escritores condenados a pasar una temporada en las cárceles revolucionarias, correríamos el peligro de hacer una lista demasiado extensa, y, aun así, pasar por alto más de un nombre. Asimismo, elegir solamente a unos pocos no resulta menos difícil, pues parece imposible comparar entre cantidades de sufrimiento.
A continuación, hemos seleccionado a siete de los más significativos en esta historia, en representación de todos los escritores cubanos encarcelados a partir de 1959.
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