En uno de esos momentos memorables y detestables a la vez de la película cubana Fresa y chocolate (1993) de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, se le oye decir a David sobre Diego: “¿Por qué no puede ser revolucionario?”, a lo que responde Miguel, su compañero de clases y militante de la Unión de Jóvenes Comunistas: “Porque la revolución no entra por el culo". De ese tipo de discriminaciones pudo dar cuenta, hasta su muerte, Virgilio Piñera, quien vivió su última década justo en el período en que se ubica históricamente la película (la década del setenta), durante el conocido como “quinquenio gris” y bajo la institucionalización de la homofobia en la isla a través de leyes y acuerdos tomados en, por ejemplo, el Primer Congreso de Educación y Cultura, llevado a cabo en 1971. En “La vida tal cual”, texto publicado en la revista Unión en 1990, el autor de Electra Garrigó habla sobre su identidad sexual con una franqueza y una frontalidad que la cultura cubana no ha terminado de asimilar aún:
No bien tuve la edad exigida para que el pensamiento se traduzca en algo más que soltar la baba y agitar los bracitos, me enteré de tres cosas lo bastante sucias como para no poderme lavar jamás de las mismas. Comprendí que era pobre, que era homosexual y que me gustaba el Arte. Lo primero, porque un buen día nos dijeron que no se había podido conseguir nada para el almuerzo. Lo segundo, porque también un buen día sentí que una oleada de rubor me cruzaba el rostro al descubrir palpitante bajo el pantalón el abultado sexo de uno de mis numerosos tíos. Lo tercero, porque igualmente un buen día escuché a una prima mía muy gorda que apretando convulsivamente una copa en su mano cantaba el brindis de Traviata.
Todavía cuando yo estudiaba en la Vocacional Federico Engels de Pinar del Río (entre 1997 y 2000) no se podía optar por carreras como Medicina o Pedagogía si eras afeminado o abiertamente homosexual. En primaria mis profesores aconsejaban a los padres que llevasen a sus hijos (si eran afeminados) al psicólogo. Algo así tenía solución si se trataba a tiempo, declaraban, era un problema hormonal, una enfermedad que debía atenderse en la niñez.
Por ello, Alberto (a quien le decían “la muralla” o “la trigueñona” por ser “tan fuerte”, o sea: tan amanerado) no pudo estudiar Medicina, y recuerdo que yo no entendía la razón; me parecía una injusticia dentro de mi desconocimiento y mi despiste casi total sobre esos temas en mi adolescencia. Podías ser gay, que algunos lo supieran, pero si lo disimulabas no había problema. En realidad no era un asunto de salud, de que fueses a contagiar a estudiantes o pacientes. Si sabías disimular la “enfermedad” con una novia o con discreción, podías optar por cualquier carrera.
Luis no. Luis quería estudiar Derecho, y para esa carrera no había esas limitaciones, aunque para la entrevista del servicio militar se dijo que fue con una braga (o blúmer) de mujer para escandalizar a los oficiales, pues pedían que te bajases los pantalones en el chequeo clínico. Luis declaró abiertamente que si lo metían en una Unidad Militar no respondía por lo que pasara. Al menos eso se comentó en los pasillos de la Vocacional. Y aunque no fuera verdad, Luis era un mito, amigo de todos los machotes y súper hombres de su Unidad. Todos lo saludaban cariñosamente con dos besos en la cara, y a ninguno se le pegó nada, seguían teniendo dos o tres novias en cada Unidad, que era lo común para ellos.
Nosotros, los alumnos de ese tiempo, ya aceptábamos con una naturalidad que todavía no es del todo lograda en la sociedad cubana, que alguien como Luis se moviese como le diera la gana, modelara y prefiriera a los de su sexo para tener relaciones. Luis era un escándalo, era el golpe maestro en mi escuela contra todo lo que hoy leo en las declaraciones de la UNEAC de 1971, como resumen del I Congreso de Educación y Cultura.
Dejando un poco al lado mi ingenuidad adolescente, pasado el tiempo, hoy leo las publicaciones cubanas de la década del sesenta y setenta y me sobrecojo, me avergüenzo, porque frente a muchas declaraciones extremistas contra la homosexualidad aparecen imágenes de la cultura griega, donde la pederastia aristocrática era una de las partes más conocidas de la educación o paideia, y también aparece una imagen de Julián del Casal, uno de los poetas más importantes de la Colonia y un homosexual hoy claramente reconocido.
Pero hay algo que indigna más: de todos los intelectuales marginados en la década del setenta por ideas, creencias u orientación sexual, nadie fue más ninguneado, apartado, omitido que Virgilio Piñera. Ni Lezama, a quien se le publicaron homenajes y textos en las revistas de esos años, ni ningún otro origenista (Vitier publica textos, Fina publica algunos poemas al final de la década, Octavio Smith escribe algunos versos con tintes políticos, y el entonces muy militante Eliseo Diego era el más concurrente en los boletines y congresos literarios), tuvieron que padecer el olvido y la marginación que sufrió Virgilio Piñera en el ámbito cultural, al extremo de que es casi imposible encontrar un texto de y sobre él desde 1969 (cuando ganó el Premio Casa de las Américas de Teatro con Dos viejos pánicos) hasta su muerte en 1979 en las revistas culturales de la isla. En una esquina de una de las páginas de La Gaceta de Cuba se da noticia de la muerte de Piñera, en ella se dice que fue un importante dramaturgo que además escribió narrativa y poesía. No se le hace en la revista un homenaje como a Lezama y a María Villar Buceta en sus respectivas muertes, o como a Regino Pedroso en sus 80, a Marinello por sus 75 y luego por su muerte, a Guillén por sus 70, a Ignacio Villa (Bola de Nieve), a Manuel Navarro Luna… Lo que sabemos de Piñera en toda esa década, según La Gaceta de Cuba, por ejemplo, es que saltó del premio Casa a la muerte. Nada más.
Gustara más o menos, Lezama era ya en los setenta símbolo de la “cubanidad”, autor que se empeñó en leer la poesía cubana con un sentido insular, telúrico, dándole un curso histórico y orgánico; además de ello, estaba casado, era discreto y eso podía disimular lo demás. Pero Piñera no tenía salvación, no había por dónde enfocarlo: cuestionaba la cubanidad, entendía lo nacional como un constructo, era un homosexual declarado y afeminado, por lo que había que esconderlo, sí, que traduzca, pero que no aparezca como traductor de la obra.
Si todo lo apuntado fuera poco, los dirigentes cubanos conocían que la homosexualidad desde los años 60 se veía y se estudiaba de otro modo en otros países, entre científicos y sociólogos. Sin embargo, los propios especialistas fueron obligados a reelaborar las traducciones y publicaciones que tratasen el tema de la homosexualidad por orientación gubernamental; sobre este asunto, dice la sexóloga alemana Monika Krause (primera directora del CENESEX en Cuba) en entrevista con Manuel Zayas e Ileana Medina:
"Cuando estábamos preparando la publicación de El hombre y la mujer en la intimidad, de Siegfried Schnabl, el capítulo décimo (“La homosexualidad en el hombre y en la mujer”) causó un impacto enorme. La traducción bruta, sin haberse realizado aun las correcciones ni la revisión técnica, fue entregada a cierto número de funcionarios del Partido, del MINSAP, del MINED. Fue la primera vez que en Cuba se conoció un acercamiento muy diferente sobre la homosexualidad.
Por órdenes superiores —a la cabeza estaba Vilma Espín—, el capítulo fue reescrito, se le cambió gran parte, al final quedaba poco de lo escrito por Schnabl. Este tipo de “violaciones” de obras con contenidos inaceptables para “la cúspide” las he conocido una y otra vez en el decursar del período de preparación de literatura científica y científica-popular a mi cargo.
[…]
El libro ¿Piensas ya en el amor?, de H. Brückner, fue igualmente “violado”. Sobre todo el capítulo referente a la homosexualidad fue modificado tanto que apenas quedaba algo del autor. En una nota que redacté —sin el permiso de Vilma Espín— traté de dar a los lectores y sobre todo al autor una explicación del porqué de la intervención."
Los dos libros que menciona la sexóloga alemana fueron los más importantes y accesibles para adolescentes, jóvenes y adultos cubanos hasta la década del noventa. Aunque en las declaraciones de la UNEAC y del I Congreso de Educación y Cultura se dice que todo se haría de acuerdo con los resultados científicos e investigativos, las declaraciones de Monika Krause y las acciones del gobierno y de Vilma Espín niegan que tuviesen en cuenta, al menos en el tema de la homosexualidad, los estudios científicos actualizados.
Quiero poner un último ejemplo ofensivo, de un descaro gratuito y bien ilustrativo del conocimiento que tenían los dirigentes cubanos sobre la homosexualidad en el mundo desde los años sesenta: en la revista Bohemia, en 1969, el Doctor en Pedagogía Abel Prieto Morales (uno de los dirigentes de la educación cubana de aquellos tiempos) publicó un artículo titulado precisamente “Homosexualismo”. El final del artículo evidencia que Prieto Morales y otros cubanos tuvieron trato con gente de pensamiento más avanzado, defensores de las llamadas “minorías” y de la tradición homoerótica universal. Ya sabemos que no les hicieron caso alguno:
"Un recuerdo nos llega ahora a la mente:Hace algunos años atendimos en Cuba a un alto funcionario internacional. Mientras almorzábamos, y por sugerencia nuestra, comenzamos a hablar sobre el homosexualismo.Fui grandemente impresionado por su actitud hacia la “comprensión” del fenómeno, no solo desde el aspecto individual sino también social. El visitante defendió el homosexualismo desde el punto de vista histórico, artístico, y sobre todo desde el llamado respeto a las minorías.Un tiempo después, estando en una recepción en París, junto a un amigo, también alto funcionario internacional, se acercó el primer personaje de esta narración y saludó a ambos, a nosotros quizás con más calor y entusiasmo.Al marcharse, el amigo nuestro hizo este comentario altamente significativo:—Parece ser que usted es muy amigo de uno de los homosexuales más famosos del mundo.Entonces… yo “comprendí” muchas cosas.El problema está en comprenderlo y resolverlo:Una actividad sana, desarrollada en forma sistemática, dentro de la acción productiva, recreativa, artística, deportiva, como se llevan a cabo en nuestro país, y como es necesario incrementarlas y sistematizarlas aún más, constituye el medio profiláctico más eficiente al alcance de nuestro desarrollo y nuestras posibilidades."
En el mismo año 1969 en que firma Abel Prieto Morales estas palabras, entra a su última década de vida, olvido y marginación Virgilio Piñera, precisamente por ser homosexual. Abel Prieto Morales fue testigo de todo lo que actitudes como la suya provocaron en el país porque murió en 1981. Es una pena que hoy no pueda ver que, por mucho "deporte y cultura" que haya, lo que él consideraba un “problema” es identidad, y se ha abierto camino cada vez con más fuerza, a pesar de gente como él.
Los párrafos que siguen son tomados del resumen que la UNEAC publicó en La Gaceta de Cuba en 1971 del Congreso de Educación y Cultura que oficializó y legitimó una vez más la clasificación de la homosexualidad como enfermedad, vandalismo, depravación, fenómeno, desviación, patología, caso antisocial, deterioro y problema.
SOBRE LA SEXUALIDAD
La Comisión analizó el problema social de la sexualidad, y dentro de ello las ideas y conceptos sobre el tema. Estudió las relaciones en sentido general e hizo especial análisis del fenómeno en la adolescencia y la juventud.
Se hizo un recuento de cómo se ha transformado la situación de las relaciones sexuales en la sociedad prerrevolucionaria, cuando tales relaciones estaban conformadas por el sistema de explotación, por la profunda desigualdad social y por la violencia que producían la lacra característica de la prostitución y las distintas modalidades de la mercantilización del sexo con su secuela de aberraciones.
En el momento presente la transformación estructural y el desarrollo de nuestra sociedad han erradicado definitivamente esas manifestaciones propias de las sociedades de explotación, pero —como sucede en todo proceso revolucionario— el cambio ha traído aparejado nuevas contradicciones que exigen un esfuerzo constante de renovación creadora en las conductas, los hábitos sociales y en las ideas.
El criterio general aceptó que es preciso extender, excepto en algunos tipos de enseñanzas que por su índole y características lo hagan imposible, la enseñanza coeducacional. Que se debe brindar una información oportuna y suficiente sobre las relaciones sexuales y el proceso de procreación, dando respuestas veraces y científicas a las interrogantes de los niños y de los jóvenes, en la escuela y en el hogar. A fin de disipar la ignorancia y los prejuicios que existen sobre estas materias y sin necesidad de instituir cursos especiales, se debe ofrecer el conocimiento de éstos en el marco de la enseñanza general.
También se precisó que es indispensable situarse correctamente para valorar la importancia de las distintas contradicciones y de los diversos frentes de actividad revolucionaria, y que en consecuencia habrá que dar prioridad a la defensa material e ideológica y al desarrollo socioeconómico, que son los campos de antagonismo fundamental. Que los cambios en el plano de las relaciones sexuales dimanan de la sociedad a medida que ésta se desarrolla, en lo económico, lo social y lo cultural y va ganando una ideología más consecuentemente revolucionaria.
Por último, se hizo énfasis en la atención que ha de dispensarse a los sentimientos y opiniones de los jóvenes, conocer sus puntos de vista y dar la posibilidad a la discusión y el análisis profundo para promover una concepción de lo que significa el amor en la formación de la pareja humana y los motivos que deben unirla, no con un criterio meramente biológico, sino con una idea de plenitud humana que incluya la admiración recíproca y la estimación profunda, en función de valores vitales y estéticos, pero por valores sociales, políticos y morales fundamentalmente.
Se analizó la prostitución en su origen socioeconómico dentro de la sociedad burguesa, su liquidación total a lo largo de estos años de trabajo revolucionario dentro de la transformación operada en nuestra sociedad. Que las manifestaciones residuales y microlocalizadas existentes, caen más bien dentro del campo delincuencial.
Respecto a las desviaciones homosexuales se definió su carácter de patología social. Quedó claro el principio militante de rechazar y no admitir en forma alguna estas manifestaciones ni su propagación, declarándose, sin embargo, que sería el estudio, la investigación y el análisis profundo de este complejo problema lo que determinaría siempre las medidas a tomar.
Quedó establecido que el homosexualismo no debe ser considerado como un problema central o fundamental en nuestra sociedad, pero que es necesaria su atención y solución.
Se profundizó en el origen y evolución del fenómeno, así como su magnitud actual, sobre el carácter antisocial de esta actividad y las medidas preventivas y educativas que deben implementarse. El saneamiento de focos e incluso el control y reubicación de casos aislados, siempre con un fin educativo y preventivo. Se estuvo de acuerdo en diferenciar los casos, su grado de deterioro y la actitud necesariamente distinta frente a los diversos casos y grados.
En base a estas consideraciones se llegó a la conclusión de que es conveniente poner en práctica las medidas siguientes:
a) Extensión del sistema coeducacional: reconocer la importancia de la coeducación en la formación de niños y jóvenes.
b) Educación sexual adecuada a padres, maestros y alumnos. Este trabajo no debe hacerse en el marco de una asignatura especial, sino en la programación de la enseñanza general común de la biología, fisiología, etcétera.
Realizar un trabajo de divulgación a maestros y padres, de estas materias, para que éstos puedan a su vez satisfacer de una manera honrada y científica las interrogantes de niños y jóvenes.
c) Promover una consideración justa de la sexualidad. Realizar un trabajo de divulgación con adolescentes y jóvenes que contribuya a participar de un conocimiento científico de la sexualidad, a borrar prejuicios e inseguridades que determinan en algunos casos una jerarquización inadecuada de este fenómeno.
d) Promover una discusión con los jóvenes en los casos que sea necesario que se profundice en el aspecto humano de las relaciones entre sexos.
En el tratamiento del aspecto del homosexualismo la comisión llegó a la conclusión de que no es permisible que por medio de la “calidad artística” reconocidos homosexuales ganen influencia que incida en la formación de nuestra juventud.
Que como consecuencia de lo anterior se precise un análisis para determinar cómo debe abordarse la presencia de homosexuales en distintos organismos del frente cultural.
Que se debe evitar que ostenten una representación artística de nuestro país en el extranjero personas cuya moral no responda al prestigio de nuestra Revolución.
Finalmente, se acordó solicitar penas severas para casos de corruptores de menores, depravados reincidentes y elementos antisociales irreductibles.
UNEAC
Abril de 1971