Una ola de denuncias y mensajes de apoyo frenaron este jueves al régimen cubano luego de que agentes de la Seguridad del Estado y la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) arrestaran durante el mediodía al escritor y humorista Jorge Fernández Era y en horas de la tarde a la historiadora Alina Bárbara López Hernández.
Todo comenzó con una publicación en Facebook de Laideliz Herrera Laza, pareja del humorista cubano, quien escribió: “Mi esposo, Jorge Fernández Era, fue conducido hoy, a las 12:30PM, a la unidad de Policía de Aguilera, en Calzada de Luyanó y Porvenir”.
Ante la noticia, numerosos activistas y ciudadanos cubanos se pronunciaron contra el arresto de Fernández Era, quien publica sátiras humorísticas semanalmente en La Joven Cuba, y la historiadora Alina Bárbara López Hernández anunció que saldría hacia el Parque de la Libertad, en Matanzas, para exigir su liberación.
“Salgo inmediatamente para el Parque de la Libertad de Matanzas. Ahí estaré en protesta hasta que Jorge sea liberado. Les advierto que si intentan detenerme me resistiré, así que lleven refuerzos”, escribió López Hernández en Facebook, ante lo que recibió una ola de apoyo.
Horas más tarde, a través de una de sus hijas, se supo que la historiadora cubana también había sido arrestada, luego de sufrir agresiones por tres agentes de la Seguridad del Estado. En tanto, las redes sociales se llenaban de mensajes de apoyo a ambos intelectuales, quienes fueron puestos en libertad antes del anochecer.
Tras ser liberado, Fernández Era contó en una publicación en sus redes sociales que luego de ser arrestado mientras caminaba con su esposa y un amigo por La Habana, lo trasladaron hasta la Unidad de la PNR de Aguilera, donde fue interrogado y amenazado con su traslado a prisión provisional, hasta que pasadas las 5:00PM le permitieron regresar a su vivienda con una prohibición de salida del país.
En tanto, tras unos minutos caminando con un cartel exigiendo la liberación de Fernández Era, la historiadora López Hernández fue interceptada por dos funcionarias del Gobierno Provincial y Osbel Sánchez, director provincial de Cultura, quienes le pidieron ingresar a la sede del Gobierno para desde ahí realizar gestiones para interceder por el humorista.
Luego de un tiempo dentro, la historiadora decidió retomar la protesta ante lo infructuoso de las gestiones, pero el director de Cultura le pidió hacer un último intento desde la Sala de Conciertos José White, la cual tuvo el mismo resultado, por lo que decidió volver al Parque de la Libertad, donde tres agentes de la Seguridad del Estado esperaban para detenerla.
Tras la negativa de López Hernández de acompañar a los oficiales vestidos de civil a una unidad policial, estos la intentaron arrestar por la fuerza junto a una de sus hijas y su yerno, quienes la esperaban afuera. Tras varios empujones, halones e intentos de inmovilización, desistieron del arresto y convinieron “conversar” con ella en el propio Parque.
Durante la conversación la historiadora supo que Fernández Era había sido liberado, pero cuando decidió finalizar la protesta y volver a su casa apareció una patrulla policial para llevarla bajo arresto, donde le impusieron un acta de advertencia que se negó a firmar, y luego le permitieron volver a su vivienda.
Mientras todo esto sucedía, cientos de cubanos mostraban su rechazo al arresto de ambos intelectuales en las redes sociales, generando una ola de solidaridad como hacía tiempo no se veía en la Isla tras los actos represivos del régimen.
La polémica
Pero en un contexto donde organizaciones internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha cifrado en más de 1.000 la cifra de presos políticos en Cuba, la propia solidaridad recibida por los intelectuales cubanos terminó levantando una nueva polémica.
Una de las primeras en pronunciarse en fue la periodista cubana Mónica Baró, quien escribió en sus redes sociales que Cuba sería un gran país “si todos los que admiran y respaldan el civismo de Alina Bárbara, admiraran y respaldaran igual, con la misma vehemencia, el civismo de los familiares de presos políticos que llevan años exigiendo pacíficamente la liberación de sus seres queridos”.
“Si usted apoyó a Alina, pero jamás ha movido una de sus pulcras y blancas letras para apoyar a esas familias, quizás debería preguntarse si apoya de verdad el civismo o la intelectualidad. Tengamos cuidado con no invisibilizar, sin querer, el civismo de otras personas”, agregó la periodista cubana en su post.
En un mensaje dirigido a los intelectuales cubanos, Baró dijo que “hay que empezar a entender el lenguaje del pueblo y no esperar que el pueblo hable nuestro lenguaje. Nadie nos debe nada. Nosotros nos debemos al pueblo. Al pueblo negro, marginado, oprimido, empobrecido, con errores ortográficos y gramaticales. Al pueblo real”.
En ese sentido, la poeta y activista cubana Katherine Bisquet dijo que no deja de pensar “en la empatía selectiva” de muchos cubanos, pues, aunque mostró su alegría por el apoyo recibido por los intelectuales, dijo que la entristece que “la mayoría tenga reservas con esta otra gente o simplemente no le importe”, en referencia a los prisioneros políticos.
No obstante, la poeta cubana agregó que “no nos sirve de nada este lamento. Creo que el trabajo debe ir enfocado en regenerar esas empatías, no en reclamarlas. La empatía, no sé si desgraciadamente, es como el amor”.
La periodista cubana Luz Escobar aprovechó para recordar el caso de las Damas de Blanco, “que tan poca solidaridad han recibido de esas plumas”.
En cambio, la cubana Luisa Florez Madan dijo que textos como el de Baró “no suman, sino restan”, pues consideró que “hay que celebrar todo tipo de solidaridad. Y es lógico que el intelectual que ha sido crítico ante el proceder del Gobierno y se arriesga hoy en la isla tenga mucha más visibilidad, y personas allegadas que los conozcan y admiren y por ello la solidaridad aumenta. Ellos tienen mayor alcance y ellos en su labor representan a todos y luchan por todos. Basta de dividirnos en clase”.
El activista y jurista cubano Fernando Almeyda, por su parte, apuntó contra “el racismo, el elitismo y el favoritismo del sistema represivo cubano”, pues dijo que el régimen “se cuida mucho de encerrar o acosar demasiado evidentemente a los intelectuales, artistas, académicos y universitarios”.
En esa línea, Almeyda ofreció varios argumentos que sostienen su tesis de que al régimen le cuesta más criminalizar a los intelectuales, pues son personas a las “que se le conoce y se le reconoce, son potenciales figuras públicas o son figuras públicas. No hay historia que pueda contar un Humberto (López) que valga o que se crea, su obra les antecede, mientras más reconocidos más difícil echarles el guante”.
Por ese motivo, dijo que “a los ojos del régimen y de la Seguridad del Estado, todos somos sus enemigos, pero hay algunos más enemigos que otros, consecuencia de un sistema en el cual -parafraseando a Rebelión en la Granja- algunos son más iguales que otros”.
Finalmente, concluyó que “porque estas "ventajas" existen es que tenemos que derribarlas. Por eso hay que darle aún más fuerza y visibilidad a los más desfavorecidos de esta guerra del Castrismo contra los cubanos”.