En un país donde la ley se diluye en una ideología y está supeditada a ella y a su des-gobierno, yo no voto. En un país donde el “imperio de la ley” no es la primacía de la ley sobre cualquier otro principio, sino es el imperio del poder político de una casta que no deja de ser una oligarquía violenta y vulgarmente empoderada, yo no voto.
Los mismos que metieron en la Umap (Unidades Militares de Ayuda a la Producción, eufemismo para campos de trabajo forzado) a los homosexuales, que los expulsaron de las universidades, que les impidieron militar en su partido, que les impidieron ocupar cargos gubernamentales (salvo excepciones y los que no salían del clóset) y que detentan el poder impunemente durante ya 63 años, son los mismos que con total desparpajo te hacen creer la buena voluntad que tienen por los despojados de derechos. En esos no creo y no les doy mi voto.
Esas mismas prácticas hicieron, además, con religiosos, con "desviados ideológicamente" según sus normas; lo ensayaron y ejecutaron contra todos los que no hicieran causa común y bandera con su tozudez ideológica; discriminaciones de todo tipo se practicaron por los que hoy se lavan las manos, la cara...y ante ellos Pilato se convierte en niño de teta. Y ni siquiera han tenido la decencia de disculparse públicamente ni de ninguna otra forma con los afectados que son el país entero; disculpas a las que no daría ningún valor porque para mí son insuficientes y solo son formas enmascaradas de manipulación y falsedad de las que se valen los políticos. En un país así, yo no voto.
En un país donde los niños de la educación primaria tienen que gritar todos los días en la mañana: "¡Pioneros por el Comunismo, seremos como el Ché!", yo no voto. Donde la política cultural —aberración que ni debía existir: la cultura no se rige y, menos aún, la cultura artística; eso solo lo hacen los totalitarismos despóticos de los que la humanidad se ha ido librando y que algunos todavía persisten por el uso de la fuerza, de la la manipulación, tergiversación y ocultación de información— se basa desde 1962 en la excluyente frase: "dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada". En un país así, yo no puedo votar.
En un país donde durante años se prohibió el contacto —no solo físico, sino telefónico, hasta epistolar— con familiares que hubieran salido de la Isla, para después atraerlos y sacarles el dinero para seguir teniendo el dominio absoluto y el mantenimiento en el poder de un sistema fracasado. En un país así, yo no voto.
"En un país donde el Partido Comunista ostenta todos los cargos gubernamentales, los judiciales y casi todos los escaños del parlamento; yo no puedo votar"
En un país donde sus hijos huyen hacia Estados Unidos arriesgando su vida, yo no voto. En un país donde la cifra de personas muertas en el estrecho de la Florida, las selvas centroamericanas y la frontera sur de Estados Unidos es alarmante y hasta se desconoce; en un país así, yo no voto.
En un país donde el Partido Comunista ostenta todos los cargos gubernamentales, los judiciales y casi todos los escaños del parlamento; yo no puedo votar. El mismo país en el que el Partido Comunista que en acto demagógico y desesperado durante el "Período Especial en tiempo de paz", obra y gracia de la imaginación castrense —entiéndase crisis económica profunda: NO HAY NADA—, dio entrada a sus filas a religiosos de cualquier denominación, sin cambiar los estatutos que los excluyen y entran en franca contradicción filosófica y ética con dicha praxis. Yo ni puedo creer ni puedo votar.
En un país que hace uso de la más burda manipulación para llevar a referéndum el Código de las Familias y no lo hizo con el Código Penal, que otorga más impunidad aún al poder político y menos libertades a sus ciudadanos, y que se aprobó en la Asamblea Nacional por unanimidad como siempre, para más desprestigio del órgano legislativo del que dice la Constitución es el de máximo poder. En un país así, yo no voto.
En un país donde más 157 mil personas han entrado en menos de un año a Estados Unidos huyendo de la Isla, yo no voto. En un país donde hay mil 235 presos políticos desde las protestas del 11J, yo no voto. En un país en el que según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh), tiene la mayor tasa de población penal del mundo, yo no voto.
En un país que limita el regreso de sus nacionales arbitrariamente y a otros los destierra, yo no voto. En un país donde hay una Constitución excluyente que legitima el "carácter irreversible del Socialismo", que si la asumo, pasaría a ser un número, un mero ser viviente insignificante que apenas respira, mal se alimenta... y no piensa y no habla y no protesta. En un país así, yo no puedo votar.
No creo en gobiernos ni en políticos
Con los que sin escrúpulos sembraron el odio entre familiares y paisanos desde el mismísimo 1ro de enero del 59, pasando después por las nefastas palabras: "no los queremos, no los necesitamos", otras tantas vejaciones y abuso de poder; y que son los mismos que siguen ahí o sus tristes y trasnochados "continuistas"; yo no comulgo ni los puedo votar, nunca lo he hecho y el próximo espectáculo no va a ser el primero que me tenga aplaudiendo. Por lo menos tengo ese derecho. Además, no lo haría en ningún otro país tampoco: soy un ácrata, díscolo, nihilista, anarquista...y por ello no creo en gobiernos ni en políticos. También tengo ese derecho.
Ese código y referéndum son otra jugada sucia más del gobierno para legitimar su falsedad y fracaso, para hacer politiquería con el resultado y arremeter contra los que tengan opiniones diferentes como lo ha hecho siempre; incluso, crear más división entre cubanos. Por supuesto, la emigración no podrá votar; quedan excluidos, su función es remesar divisas. La saga es más larga —lo sabemos— y amenaza en convertirse el la más desmedida de la historia.
El "the end" está lejos y, peor aún, el daño antropológico hace rato que está pasando factura. Pido perdón a todes desde lo más profundo de mi alma, a mis tantas amistades que no tienen aún sus libertades de género más elementales:
A todas esas familias que pueden ser beneficiadas por ese Código, y a pesar de que se presta para muchas barbaridades y puede ser manipulado para intereses mezquinos y de poder, les puede beneficiar, yo les pido perdón. Y me siento tranquilo con todes porque sé que mi opinión y voto no harán cambiar nada, y quizás hasta tengan piedad de mí, y sepan entenderme y perdonarme. A esta gente yo no le "voto" (boto) ni la basura, y además, no le regalo otra raya al tigre.
A modo de recordatorio para aquellos que dicen que no podemos olvidar la historia, y que tanto vilipendiaron a quien osara una posición de reconciliación y pasara página para un mejor entendimiento, y que tanto odio han vertido sobre cualquier fenómeno postmoderno y la universalización-globalización (inevitable por suerte). Para esos que temblaron ante "el fin de la historia", para quienes cuentan solo la parte de la historia que les conviene (la otra, la ocultan, tergiversan o la barnizan y hablan desde la dermis del brillo), rememoren o conozcan.
Yo no viví esa época, comencé mis estudios en pre-escolar en el año 69, y como iba al catecismo en la iglesia de San Juan Bosco, tenía que esconderme de un compañero de la escuela que vivía al lado. Pero era casi imposible, creo que me perseguía, siempre me vió; por supuesto, a lo que hoy llamamos bulling no escapé: "¡él va a la Iglesia!".
No soy un revisionista ni un resentido, ese niño y yo después fuimos amigos hasta hoy. Abandoné la Iglesia y conservé una fructífera y limpia amistad con un sacerdote católico italiano del cual fui monaguillo y que bautizó a mi hijo en esa misma iglesia por mi pedido personal después de aguantarle una descarga. Aquella amistad solo la quebró la muerte.
Si votar sirviera para algo estuviera prohibido...
Después vendrían otras historias de persecuciones, censuras, límites, miedos, poses, obligaciones, explotes, expulsiones, mentiras... pero eso es otra película de otra saga. Por ahora, repito: rememoren o conozcan un poco de historia. Decía Samuel Feijóo en el periódico El Mundo, en un comentario titulado "Revolución y vicios":
“Este país virilísimo, con su ejército de hombres, no debe ni puede ser expresado por escritores y artistas homosexuales. Porque ningún homosexual representa la Revolución, que es un asunto de varones, de puño y no de plumas, de coraje y no de temblequeras, de entereza y no de intrigas, de valor creador y no de sorpresas merengosas. Porque la literatura de los homosexuales refleja sus naturalezas epicénicas, al decir de Raúl Roa. Y la literatura revolucionaria verdadera no es ni será jamás escrita por sodomitas”.
Y continuaba más adelante:
“No se trata de perseguir homosexuales, sino de destruir sus posiciones, sus procedimientos, su influencia. Higiene social revolucionaria se llama eso. Habrá de erradicárseles de sus puntos clave en el frente del arte y de la literatura revolucionaria. Si perdemos por ello un conjunto de danza, nos quedamos sin el conjunto de danza enfermo. Si perdemos un exquisito de la literatura, más limpio queda el aire. Así nos sentiremos más sanos mientras creamos nuevos cuadros viriles surgidos de un pueblo valiente”.
Mientras, Manuel Ballagas:
"En la Uneac había algunos jefecillos que querían deshacerse de la editorial El Puente por motivos políticos o por prejuicios homofóbicos hacia José Mario. De modo que Fayad Jamís, en esa época miembro de la directiva de la Uneac, se confabuló con Onelio Jorge Cardoso para sustraer de la imprenta las pruebas de galera de mi libro ´Con temor´ (que iba a ser publicado por El Puente) y dárselas al comandante René Rodríguez, muy cercano a Fidel Castro, como botón de muestra de todo lo malo que se incubaba entre los intelectuales. En una reunión informal con estudiantes en la Plaza Cadenas de la Universidad de La Habana, a mediados de 1965, y casi echando espuma por la boca, Fidel tildó mi libro de 'intolerablemente morboso' y 'contrarrevolucionario', y ahí mismo lo hizo pedazos. Entonces, alguien de la audiencia, creo que Jesús Díaz, le preguntó: '¿Y qué hacemos con El Puente, Fidel?' Y él respondió: 'Ese puente lo vuelo yo'. Así mismo fue. Ese hecho inauguró el expediente mediante el cual acabaron por arrestarme y condenarme a prisión ocho años después”.
Manuel Ballagas ganó una primera mención en el Premio David con "Lástima que no sea el verano". Entre tres jurados tuvo un voto para el Premio, dado por el novelista Humberto Arenal. Pero ni eso sirvió para que se publicara el libro, o al menos una parte, en alguna revista. La Uneac, que auspiciaba ese concurso, lo bloqueó luego de la rabieta de Fidel Castro con su anterior libro "Con temor".
En octubre de 1968, José Lezama Lima, José Z.Tallet y Manuel Díaz Martínez, miembros del jurado que había concedido a Heberto Padilla el Premio Julián del Casal por el poemario “Fuera del juego”, fueron convocados por la dirigencia de la Uneac a una reunión, o más bien a una reprimenda, que duró varias horas y que estuvo presidida por José Antonio Portuondo y Félix Pita Rodríguez, este último presidente de la Sección Literaria, quien llegó a asegurar la existencia de “una conspiración de intelectuales contra la Revolución”.
"Fuera del juego" y "Los siete contra Tebas", de Antón Arrufat, fueron publicados con un prólogo a modo de coletilla que estaba firmado por el Comité Director de la Uneac, pero fue escrito por José Antonio Portuondo, donde se afirmaba que “…esa poesía y ese teatro sirven a nuestros enemigos, y sus autores son los artistas que necesitan para alimentar su caballo de Troya…”.
A partir de noviembre de 1968, en Verde Olivo, la revista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), empezaron a publicar rabiosos ataques no solo contra Padilla y Arrufat, sino también contra Virgilio Piñera, Guillermo Cabrera Infante, César López, José Lorenzo Fuentes, Rogelio Llopis, José Rodríguez Feo, y otros. Los artículos, en alguno de los cuales llegaron a calificar a Cabrera Infante y Virgilio Piñera como “autores irrelevantes”, aparecían firmados por Leopoldo Ávila, un seudónimo tras el cual se amparaban el teniente Luis Pavón, el director de la revista, y José Antonio Portuondo.
Antes de que sucedieran los episodios anteriormente citados, Fidel Castro en su discurso como conclusión de las reuniones con un grupo de escritores y artistas cubanos, efectuada en la biblioteca Nacional el 16, 23 y 30 de junio de 1961, conocido como "Palabras a los intelectuales", que se selló para la historia contradictoriamente en la excluyente frase ya citada: "dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada" —que marca la política cultural cubana desde entonces—, también dijo Fidel Castro:
"(...) ¿Vamos a suponer que nosotros tenemos el temor de que se nos marchite nuestro espíritu creador, 'estrujado por las manos despóticas de la revolución staliniana'? (RISAS.) (...) y aún cuando no sean artistas y escritores revolucionarios tienen oportunidad y libertad para expresarse (...)".
Si votar sirviera para algo estuviera prohibido... y el que esté libre de pecado que lance la primera piedra.
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