En el próximo referendo el régimen nunca va a perder… a menos que hubiese una abstención masiva de los votantes, tanto del Sí, como del No. Como tal cosa no va a suceder, y salvo unos pocos, quienes en solidaridad con colectivos más desprotegidos que el LGTBI —por ejemplo, el de los casi 1000 presos políticos— no participaremos, el régimen ganará con cualquiera de los dos resultados.
Si ganara el Sí, el régimen, además de conseguir la victoria de la opción que apoyó —e incluso impulsó— demostrará tener respaldo popular, por lo menos ante aquellos que no conociendo el sistema electoral cubano den por cierto cualquier resultado que presente la Comisión Nacional Electoral. Conseguirá, así, darse un baño de legitimidad ante los progresistas del hemisferio, y en general de Occidente, cuyo apoyo le es tan necesario a su política exterior, sobre todo dentro de los Estados Unidos y Europa.
Si perdiera, lo cual dudamos suceda —dado el control absoluto del gobierno sobre su aparato electoral— quedará como que en realidad es “demasiado avanzado” para los indios en taparrabos habitantes de esta isla. En consecuencia, su autoritarismo “paternalista” tendrá justificación, por lo menos para la izquierda, externa y nacional, y amplios sectores del centro externo. Para estos solo mediante un gobierno fuerte como el cubano podrá llevarse a la civilización a un pueblo tan retrógrado como el nuestro, el cual carece del criterio necesario para conocer lo mejor para sí.
Sea aprobado o no el nuevo Código de Familia en las urnas, el régimen ganará algo siempre, porque logrará dividir a sus opositores, mientras desvía la atención de asuntos más serios que el Código de Familia, como el del Código Penal, que será aprobado por estos meses, aunque sin discusiones públicas, o un referendo.
Conseguirá también —y no es una ganancia menor— aproximarse a los progresistas cubanos, que verán en él al imprescindible poder autoritario modernizador, en medio de la para ellos atrasada sociedad cubana —ya hay muchos defensores en redes del Sí dando por sentado lo del atraso, y de ahí a la necesidad del tal poder.
Los conservadores y la oposición
Pero entre los opositores hay un grupo que también va a ganar algo siempre: el de los conservadores que apoyan el No. Porque en la misma medida que los progresistas con este referendo terminarán por aproximarse todavía un poco más al régimen, en razón de lo cual resultarán asociados en los imaginarios populares a la posición elitista y autoritaria del continuismo canelo, o a sus imposiciones antipopulares, los conservadores, en cambio, monopolizarán para ellos el papel de oposición democrática.
O sea, para el cubano de a pie, el progresismo no será más que un movimiento que propone una serie de reformas, en su mayoría alejadas de los intereses del ciudadano promedio, las cuales no podría echar adelante sin el apoyo total del régimen; mientras que los conservadores, en definitiva, demostrarán de sobra no tener puntos de contacto con ese régimen, y la voluntad, o la confianza en su poder propio, para llevar adelante sus propias agendas, sin necesidad de apoyo autoritario.
Por tanto, el conservadurismo, gane el Sí o el No, siempre va a ganar que en los imaginarios populares sea asociado al enfrentamiento al régimen, y que en consecuencia monopolice en esos imaginarios lo popular, lo anti elitista, lo democrático. Mientras los progresistas, a su vez, se vuelven más y más dependientes del “poder modernizador”, más y más elitistas, más y más alejados de la sensibilidad popular.
No obstante, la posición conservadora puede ganar todavía más que el mismo régimen, e incluso puede ayudar a acelerar su fin: puede crear precedentes en cuanto a libertades y garantías en un proceso electoral. Para ello solo necesita no solo llamar a los ciudadanos a votar No, sino llamarlos a crear una gran confederación, una alianza de ciudadanos e instituciones a favor del No.
Pero además de exigir el derecho a organizarse como grupo con una misma opción de voto en el referendo, debe exigir su derecho a hacer propaganda pública de su posición al respecto del Código de Familia, a convocar actos públicos o a conseguir acceso a los medios controlados por el régimen, a tener representantes en cada mesa electoral, a participar en el proceso de conteo en todos los colegios electorales.
Sin nada de esto último, el conservadurismo sin duda, como ya explicamos, ganará siempre, pero no a costa del régimen, sino de la oposición progresista y de izquierda. De hecho, sin exigir nada de lo señalado en el párrafo anterior la oposición conservadora y de derechas ganará siempre, sin duda, pero a su vez ayudará a que el régimen gane todavía mucho más: legitimará al mecanismo electoral profundamente anti democrático del estado cubano, al participar en el incondicionalmente, y en consecuencia legitimará al régimen cubano.
La oposición conservadora y de derechas debe por tanto participar, pero tras exigir y obtener libertades y garantías para esa participación. Sin hacerlo, coopera con el régimen.
Falsos progresismos
Del progresismo cubano poco puede esperarse: mientras no comprenda que más importantes que los derechos de cualquier grupo humano discriminado lo son los derechos comunes a todos los humanos; mientras por promover los derechos de algún sub grupo humano transija en la existencia de un poder que los imponga graciosamente, a cambio, sin embargo, de aceptar con resignación el que ese poder limité los derechos humanos de todos, no puede hablarse de un progresismo en verdad democrático, y ni tan siquiera de un real progresismo. Solo de uno elitista, como recurso de algunos para distinguirse en su sociedad de lo popular; uno a imitación de otros, allende nuestras fronteras, que como resultado de la mala digestión en cerebros tan lejanos a la verdadera idea de progreso, solo consigue percibir las banderas de lucha más visibles, la de este o aquel colectivo, no ya las que nos unen a todos —todos sabemos que lo más difícil de ver siempre es lo más general.
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