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Opinión | Sentido, espiritualidad, mística y virtud: claves para permanecer en Cuba

"Pareciera como que la lucha por la subsistencia vaciara el alma. Esta es la mayor desgracia del pueblo cubano. Huyendo no se llena automáticamente ese vacío."

Postales de Cuba en venta
Postales cubanas de recuerdo. | Imagen: Pixabay.

La columna de hoy pudiera parecer que se aleja de la vida cotidiana. Por otro lado, pudiera sonar a tema estrictamente religioso. En todo caso podríamos preguntarnos, como mismo hizo uno de sus alumnos al Padre Félix Varela: “¿Padre, y para qué sirve esto?”

El fundador de nuestra cultura y nacionalidad expresaba después que durante toda su vida de educador siempre recordó esta pregunta. A la que se dice que respondió: “eso no sirve de nada”. Teoría sin vida es vaciedad.

Esta reflexión tampoco serviría de nada si se queda en la teoría y no sirve para vivir, para ser mejores, para servir mejor, para buscar y encontrar la razón de ser de nuestra existencia. En Cuba, estamos tan hundidos en la subsistencia diaria, es tanto el agobio existencial, es tal la desesperanza y el absurdo en que vivimos, es tanta la oscuridad de nuestro futuro y tal el sinsentido del presente, que nos asfixiamos en lo invivible. Para muchos cubanos que creyeron en el proyecto de un “hombre nuevo” y de una “sociedad mejor”, les es muy duro, casi imposible, reconocer que han perdido la única vida que tenemos en este mundo.

¿Cuál es el secreto de esos cubanos que, libremente, han optado por permanecer en Cuba, abrazados a la cruz?

Se necesita mucha virtud, mucho valor y mucha honestidad, para liberarse del sentido de culpa, de la carga de conciencia, de que pusieron su fe y su confianza, sus sacrificios y su vida, al servicio de un proyecto sin sentido y sin verdad que ahora comprueban que en lugar del “hombre nuevo” parió al “homo saucius”, es decir, el hombre dañado, el hombre enfermo, herido, quebrantado. Es el daño antropológico causado por el totalitarismo en Cuba.

Sin embargo, podemos conocer a otros cubanos que no solo permanecen aquí, sino que le han encontrado un sentido a su vida aquí, con las mismas miserias materiales, morales y espirituales, sufriendo la misma falta de libertad y de democracia. Inmersos también en la lucha por la subsistencia cotidiana; viendo y sufriendo cómo se derrumba la esperanza, cómo caen los mitos, cómo se vive en la mentira y cómo lo que esperábamos nunca llegó, lo que iba a ser no fue, y lo que es no tiene nombre.

(...) la fortaleza y la paz interior para vivir, cotidianamente, al límite del derrumbamiento existencial y de las tinieblas del entorno.

¿Cuál es el secreto de esos cubanos que, libremente, han optado por permanecer en Cuba, abrazados a la cruz? ¿Permanecer en Cuba pudiendo escapar es masoquismo, es estoicismo, o qué es? ¿Es posible darle sentido a lo que parece una locura? ¿Es posible vencer a la resignación con resiliencia? ¿Tiene algún sentido vivir en un naufragio? ¿Qué sentido tiene permanecer hoy en Cuba?

No parto de teorías, aunque es bueno servirse de ellas. Sobre todo, les comparto mi experiencia y la de tantos otros que permanecen aquí, en Cuba, la isla aislada, aportando testimonio, enseñanzas, e incluso contagiando esperanza, en medio del absurdo más tenebroso, viviendo dentro de la cárcel grande, e incluso arriesgándose o sufriendo ya la cárcel más pequeña, cruel e injusta. Muchos conocen sus nombres, es preciso también conocer y aprender de dónde sacan el sentido, la fortaleza y la paz interior para vivir, cotidianamente, al límite del derrumbamiento existencial y de las tinieblas del entorno.

Las cuatro llaves de la resiliencia

Resiliencia es la capacidad de los seres humanos de convertir la presión a la que son sometidos en fuerza y pasión, no solo para resistir, sino para saltar, como un muelle, hacia estados superiores de la vida e incluso aportar a los demás su experiencia, su ayuda y sus proyectos para un desarrollo humano en dignidad, libertad, responsabilidad y democracia; así como para la búsqueda del bien común, los dos ejes de la sociedad.

Los que permanecen en Cuba, pudiéndose marchar, no son superhombres ni supermujeres, no son resignados a su suerte, no son zombis, abducidos, carentes de voluntad propia, no son “muertos resucitados para ser esclavos” que es el origen de la palabra zombi en el culto vudú haitiano. No. Son cubanos y cubanas, de carne y hueso, con inteligencia, sentimientos y voluntad. Son personas que, gracias a la formación de su familia, de las iglesias, de los grupos de la sociedad civil, han encontrado, por lo menos, cuatro “suplementos del alma”, que pudiéramos llamar “las cuatro llaves de la resiliencia”: el sentido de sus vidas, el cultivo de una espiritualidad, la pasión de una mística y la certeza de la “utilidad de la virtud”.

Estas son las propuestas de las que doy fe en mi vida y que comparto con ustedes, al mismo tiempo que respondo serenamente a los muchos que me preguntan: ¿por qué permaneces en Cuba?

El sentido

La primera “clave” es encontrar un sentido para nuestras vidas. Según el psiquiatra y filósofo vienés Viktor Frankl, autor del imprescindible libro El hombre en busca de sentido, que ya recomendé en otra columna, el sentido de la vida no es más que “el acto de vivir en uno mismo”. Cómo experimentamos y orientamos, dentro de nosotros mismos, cada una de las horas y los días, de los meses y los años de nuestra vida. El sentido moldea el propósito, el “para qué” de nuestra existencia. El sentido que le demos a nuestra vida es el responsable de sentir plenitud, de ser feliz en medio de la adversidad.

El sentido es la dirección y el propósito que le damos a nuestra vida de forma libre y responsable. No es acomodarse a las circunstancias para sobrevivir, no, ni resistir sin sentido, ni finalidad, ni buscar el dolor, o el absurdo, por una enfermiza necesidad de autoflagelarse. El martirio sin sentido es inhumano. El sentido de vida es aquella motivación intrínseca que da una razón, dirección y significado a la propia existencia.

hombre a caballo
Estatua ecuestre de José Martí, en La Habana. | Anna Hyatt Huntington

Permítanme relacionar este significado con una frase de Jesucristo poco antes de ser ejecutado en la cruz: “Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego voluntariamente. En mis manos está el entregarla y el recobrarla… Algunos decían: «Es víctima de un espíritu malo y habla locuras»” (Juan 10, 18-20).

En efecto, entregar la vida libremente por una causa, por un sentido, por un propósito, es una “locura” para algunos, es una “necedad” para otros. Permanecer en un entorno sinsentido, para dar sentido a los demás, es signo del mayor amor. Es por amor, no por heroicidad, ni por aparecer diferente, ni por estar alienado. Es que “nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Juan 15, 13). Este es el sentido que le he dado libremente a mi vida.

La espiritualidad

La segunda “clave” es el cultivo de una espiritualidad. La espiritualidad es la vida interior de una persona. Es su dimensión más elevada. Todo ser humano tiene la dimensión de su corporalidad, de su mente y de su espíritu. Por eso, toda persona, sea religiosa o agnóstica o atea, tiene su vida espiritual, su subjetividad. Aquello que nos distingue de los otros seres vivientes.

Cultivar la espiritualidad propia es dedicar tiempo, espacios y ejercicios para desarrollar esa vida interior tan olvidada en la contemporaneidad. En Cuba y en cualquier país. El materialismo nos aliena. Nos ofusca. Nos abduce. Nuestros esfuerzos y trabajos son, sobre todo, para satisfacer las necesidades materiales. Revisemos nuestra existencia cotidiana: ¿Cuánto tiempo, qué espacio y con qué “instrumentos” fomentamos nuestra vida interior con silencio, introspección, meditación y contemplación de la Verdad, la Bondad y la Belleza?

En la angustia existencial del día a día de los cubanos hay muchos ruidos exteriores y mucho vacío interior. Pareciera como que la lucha por la subsistencia vaciara el alma. Esta es la mayor desgracia del pueblo cubano. Huyendo no se llena automáticamente ese vacío. En todas las sociedades hay zombis que repiten cada día las rutinas que le imponen desde fuera. Aquí por el comunismo, en otros lares por otro tipo de materialismos. Por eso, entre otras causas, aumenta el suicidio en el mundo. No por lanzarse al vacío exterior, sino por asfixiarse en el vacío interior que es la sequía de la espiritualidad que todos hemos recibido del Creador.

La mística

La tercera clave es el impulso de una mística. La vivencia mística es aquella en que la espiritualidad llega a un estado de unión inefable (difícil de describir) de Dios con el alma y la respuesta del ser humano, en una experiencia de amor que lo empuja desde su interior a una mayor entrega a Dios y a los demás. Esa unión espiritual de mayor intensidad y profundidad se convierte en “motor” de la vida, en dinamo que nos da una energía interior suplementaria. Ese dinamo viene del griego “dynamis” que significa: fuerza, poder, capacidad.

Varela
Monumento a Félix Varela en el parque frente al Seminario de San Carlos y San Ambrosio.

Una persona que experimenta en su interior esa fuerza que no es “natural”, que sobrepasa los cálculos humanos, que es capaz de dotarnos de una fuerza interna, serena y potente, que nos provee de una capacidad de entrega, de sacrificio y de martirio, que no vienen de una “lógica” humana, sino de una experiencia de vida interior que corona y fecunda las dos llaves anteriores, es una persona mística.

La mística preña al sentido y a la espiritualidad de Otra Vida, de una sobrevida, que no podemos describir bien, pero que saboreamos, sentimos, nos da fuerza de voluntad y nos permite creer en la fuerza de lo pequeño, y en la altura de miras, con los que otear el horizonte, interpretar los signos de los tiempos, tener creatividad para las propuestas y, sobre todo, sostener, empujar y contagiar nuestra esperanza.

La utilidad de la virtud

Y la cuarta llave para permanecer en Cuba es creer, como Jesús, como Varela, como Martí, en “la utilidad de la virtud”. En Cuba escuchamos con demasiada frecuencia todo lo contrario: “no vale la pena cultivar la virtud si todos están corrompidos”, o “de qué te “sirve” ser bueno si el que se mete a redentor sale crucificado… olvidando que también sale resucitado.

No basta con encontrarle un sentido a nuestra vida, no basta con cultivar una espiritualidad, incluso no basta con ser místico, si todo eso no se manifiesta en ser virtuosos para servir a los demás, es decir, en crear el hábito de hacer el bien de forma eminente y permanente. La religión, la piedad, es un buen camino para cultivar la virtud y creer en su utilidad en Cuba. Basta recordar aquella fórmula del Padre Félix Varela: “No hay Patria sin virtud, ni virtud con impiedad.”

Creo que la vida sin sentido, sin espiritualidad, sin religión y sin mística, es la causa de la agonía de nuestra Patria.

Y creo que tener un sentido de vida, cultivar una espiritualidad, vivir una religión, experimentar la energía mística y la “utilidad de la virtud” son las causas de que algunos cubanos y cubanas optemos libremente por permanecer en Cuba.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

(Publicado originalmente en Centro de Estudios Convivencia).

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Dagoberto Valdés Hernández

Dagoberto Valdés.

(Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Premios: “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Reside en Pinar del Río.

 

Comentarios:


Nivia Esther A… (no verificado) | Lun, 14/08/2023 - 23:00

Excelente texto!!!!: las claves para quedar en Cuba, y si!!! hay daño antropológico!!!!
Gracias Dagoberto, sin buscar...y encontrar a Dios no es posible permanecer aquí, una vez más, Gracias.

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