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Opinión | La Cuba en que yo quiero vivir

Niños sentados entre los escombros en Cuba.
Niños sentados entre los escombros en Cuba. | Imagen: Alina Sardiñas

Es bueno, necesario, y ya urgente, pensar el futuro de Cuba. Eso hemos hecho en el VIII Encuentro del Centro de Estudios Convivencia este fin de semana del 25 y 26 de febrero de 2023, comenzando con la conmemoración del 170 aniversario de la muerte del Venerable Padre Félix Varela y haciendo en la práctica lo que el “santo cubano” nos enseñó a hacer primero: pensar Cuba.

Ese mismo día la comunidad científica de la Isla declaraba al sacerdote y patriota entero como el “Fundador de la Ciencia Cubana”. Es muy significativo que ahora se regrese a lo que hace más de un siglo se le ha reconocido al Padre Varela, y también lo que le fue ocultado por décadas después de 1959: su condición de sacerdote católico, su santidad ya declarada por el Apóstol José Martí y su calidad de pionero en las ciencias, al introducir en Cuba los primeros laboratorios de física y química que fueron puestos a disposición de los alumnos del Seminario San Carlos y San Ambrosio, matriz cristiana de la nación cubana.

Ciento setenta años después un grupo de cubanos de los dos pulmones: Isla y de la Diáspora, nos hemos encontrado por octava ocasión para pensar Cuba y continuar el Itinerario de Pensamiento y Propuestas para la Patria.

"Comprobar que se puede debatir serenamente, que se pueden construir consensos entre la Isla y la Diáspora (...) provoca y consolida una experiencia de esperanza realista en el futuro de Cuba"

Ha sido el mejor encuentro de todos los que hemos organizado en Convivencia: por la calidad sustancial de los contenidos y aportes, por el número de los participantes, por la diversidad de formas de pensamiento, por el respeto irrestricto a la opinión plural, por el talante proactivo y realista de las propuestas, por la altura de miras, por la serenidad de los debates. También por la honestidad y la profesionalidad de los conferencistas y por el método parlamentario de las plenarias y equipos de trabajo, que nos permitió ejercer la democracia en vivo.

Pero, sobre todo, ha sido significativo por lo que considero más importante: el ambiente de fraternidad, el clima de alegría, el compartir de cuatro generaciones de cubanos de las más diferentes opciones políticas, todas pacíficas. Por el clima familiar entre creyentes, agnósticos y ateos, por la presencia de dos sacerdotes cubanos, dos religiosas cubanas y numerosos laicos comprometidos, por el intercambio de experiencias sin discriminaciones, sin conflictividad generacional, sin descalificaciones.

Comprobar que se puede debatir serenamente, que se pueden construir consensos entre la Isla y la Diáspora y entre muy diferentes escuelas políticas, económicas, diversas y complementarias formaciones académicas, provoca y consolida una experiencia de esperanza realista en el futuro de Cuba.

Esta visión levanta el ánimo sin olvidar, al contrario, precisamente acicateados por la más grande crisis estructural, antropológica y social que ha vivido nuestro país. Hemos pensado nuestro futuro con los pies bien puestos en nuestra realidad sufriente, con el corazón pegado a los miles de presos políticos, perseguidos y muertos en la Isla, en las selvas o en los mares, que nos sirven de ejemplo e inspiración. Ha sido una experiencia que nos habla de que es posible levantar la cabeza, erguir el alma y pensar el futuro sin alienarnos del presente y sin desmemoria del pasado.

"...en la diferenciación y complementación de roles de la sociedad civil cubana se necesitan también los laboratorios de pensamiento y propuestas, llamados think tanks..."

Hemos experimentado que en la diferenciación y complementación de roles de la sociedad civil cubana se necesitan también los laboratorios de pensamiento y propuestas, llamados think tanks, cuyo lugar se ubica en el espacio intermedio entre la academia y la comunidad política. Por un lado, toma de la academia la formación, la información y la altura de análisis, aplicándolos en propuestas más concretas y específicas.

Al mismo tiempo, aporta a la comunidad política, y a otras instancias de la sociedad civil, un servicio de estudio que los ritmos del activismo, la inmediatez y el agobio de la existencia cotidiana, no permiten detenerse a crear, estructurar visiones y pensamiento elaborado que los think tanks pueden poner al servicio de todos.

Ha sido una experiencia edificante y llena de semillas de esperanza. Vivir en dos días, con un pequeño grupo de alrededor de cuarenta personas, lo que deseamos poder vivir en el futuro de Cuba libre, democrática y próspera.

No es una utopía, no es cuento, no es plan, es experiencia vivida y compartida en los encuentros de Convivencia, nunca mejor nombre y proyecto de vida. En la evaluación, los participantes expresaron de diferentes maneras esta sensación de sanación y esperanza. Yo me uno a algunos de ellos que lo expresamos así:

Esta es, en pequeña matriz, en fecunda semilla, la Cuba en que yo quiero vivir.

Publicado originalmente en Convivencias.

Dagoberto Valdés Hernández

Dagoberto Valdés.

(Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Premios: “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Reside en Pinar del Río.

 

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