La caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria es quizás el hecho geopolítico más importante del 2024, ocurrido el 7 de diciembre, apenas unos días antes del cierre del año. En tan solo 13 días de ofensiva, los rebeldes de Hayat Tahrir al Sham (más conocido por sus siglas HTS) lograron derrocar a una dictadura que con mano de hierro se había enquistado en Damasco desde 1971.
Si bien el futuro de Siria sigue siendo incierto, el haber logrado que los diversos grupos rebeldes −enfrentados ideológica y religiosamente− pusieran a un lado sus diferencias para cooperar, demuestra el rechazo generalizado de la población hacia el último superviviente del llamado socialismo árabe. La caída de Damasco no solo representa un cambio para la propia Siria, sino que podría desencadenar un efecto dominó en los regímenes dictatoriales, tal y como lo hiciera la caída del Muro de Berlín en 1989.
En las últimas décadas la pugna entre autoritarismo y democracia ha ido sustituyendo al enfrentamiento entre izquierda y derecha, más típico del siglo pasado. Un ejemplo de esto es que gobiernos de derecha como el de Vladimir Putin en Rusia o el de los Ayatolá en Irán se han alineado con otras dictaduras como Venezuela o Cuba, en contraposición a Occidente. Cabe resaltar que el régimen fundamentalista Chií de Teherán masacró a miles de comunistas entre 1979 y 1982, lo que demuestra que para una dictadura lo más importante es mantenerse en el poder, más allá de su posicionamiento político. En relación con todo esto, la caída de al-Assad podría romper el statu quo que mantienen varios de los regímenes totalitarios en el mundo.
¿Por qué es tan importante Siria para las dictaduras del mundo?
Irán pierde a un aliado
La razón más clara es que la caída de Siria demuestra que ninguna dictadura es eterna. Más allá de las obviedades, deja desnudas a Irán y a Rusia, y por consiguiente al resto de las dictaduras y grupos proxy que se beneficiaban de que al-Assad fuera un nodo para el eje Teherán-Moscú.
El corredor chií ha desaparecido. Sin Siria, Irán no tiene cómo alimentar de armas y suministros a sus aliados como Hezbolá, Hamás o los Hutíes de Yemen. Los aliados de Irán eran su primer apoyo para enfrentarse a Israel, su principal enemigo en la región y uno de los pilares ideológicos que sostenía al régimen de los Ayatola. A esta situación se le suma la llegada a la presidencia de Masoud Pezeshkian, un reformista que apunta a ser el Gorbachov iraní y planteó la posibilidad de reconocer al gobierno de Tel-Aviv. Si bien el presidente de Irán está subordinado al ayatolá, Alí Hoseiní Jamenei (actual líder religioso de la nación persa), está más cerca de reunirse en el paraíso con el Califa Alí que de seguir gobernando.
En 2018 el mandatario norteamericano Donald Trump puso fin al acuerdo nuclear entre Washington y Teherán, lo que vino acompañado de una serie de sanciones que han desembocado en una crisis económica en Irán que no ha parado de crecer. Desde el 2020, el país se ha sumido en una continua espiral de protestas y represión. Aunque hasta el momento no ha sido derrocado el pétreo régimen de los Ayatolá, el cambio en el panorama regional y doméstico y la vuelta de Trump a la Casa Blanca, puede ser el puntillazo final a la teocracia chií.
Rusia sin su satélite
Para Rusia, el panorama aunque menos apocalíptico que el de Irán, también parece poco alentador. A diferencia de lo que sucede en Irán, Putin ha logrado silenciar a la oposición y poner de su lado a los oligarcas. El Zar postbolchevique ha empleado la propaganda y la represión para legitimar su figura como el salvador de la gran madre Rusia. Pero el régimen de Moscú es un oso con juanetes: aunque no parece morir, cada vez está más cerca de quedarse inmóvil en su cueva.
Con el estallido de la Invasión a Ucrania, la flota rusa del Mar Negro se ha transformado en patitos de feria para el fuego cosaco. Incluso si los barcos rusos pudieran esquivar la artillería y los misiles ucranianos, se verían obligados a pasar por los estrechos de Dardanelos y el Bósforo, ambos controlados por Turquía, quienes son miembros de la OTAN y grandes beneficiados de la caída de Damasco. Por lo que el único puerto seguro de aguas calientes que le quedaba al Kremlin era el Puerto de Tartús, en territorio sirio.
"Es irónico que el brazo armado en África de Putin, lleve el mismo nombre que las tropas africanas de cierto pintor austriaco."
Siria también era para el Kremlin el nodo con el que proyectaba su poder en el Sahel. La base militar de Jmeimim servía para reaprovisionar los aviones que transportaban tropas y suministro en apoyo al Africa Corps, grupo surgido de los mercenarios de Wagner tras la muerte de Yevgueni Prighozin en agosto de 2023, poco después de que intentase dar un golpe de estado en Moscú. Es irónico que el brazo armado en África de Putin, el gran paladín de la democracia y el antinazismo, lleve el mismo nombre que las tropas africanas de cierto pintor austriaco.
Si Rusia no logra encontrar una alternativa viable para seguir ejerciendo su poder en el norte de África, se desencadenaría una ruptura de las cadenas de materias primas debilitando aún más la resentida economía rusa, que solo maquilla los datos macroeconómicos con un presupuesto militar totalmente inflado. De igual forma, las Juntas Militares del Sahel tendrían que buscar otro patrocinador o resignarse a ser derrocadas. Sin las balas y tropas rusas en la región, Francia recuperaría su influencia, incluso Turquía podría erigirse como un actor clave en el 2025.
Presagio de un amanecer en el trópico
Venezuela al borde del cambio
A Maduro se le vio aterrado tras la caída de al-Assad, en una alocución pública volvió a amenazar con una guerra civil en Venezuela. Aunque ver a Maduro con miedo no es ninguna novedad, esta vez el pavor del Superbigotes está justificado. Rusia apoya militarmente a la narcodicatadura de Caracas desde hace años. En agosto de este 2024, un buque de guerra ruso visitó el puerto de La Guaira, tan solo unos días después del robo electoral del 28 de julio. Pero ahora Maduro no puede esperar que una fragata rusa lo apoye durante los meses de invierno. El Kremlin está sin puertos de aguas calientes. Irán tampoco está para lanzar confeti, en caso de un levantamiento social o el estallido de una guerra civil en Venezuela, poco podrían hacer las tropas persas apostadas en la nación sudamericana, eso si el ayatolá no se ve obligado a retirarlas antes.
El mes de enero será clave para el futuro de Venezuela. El día 10 debería ser la toma de posesión de Edmundo González, presidente electo democráticamente, que Maduro se niega aceptar. Este día puede ser el detonante de nuevas protestas. Solo 10 días después tomará posesión Trump, quien ha prometido que durante este mandato caerá el régimen de Maduro, llegando a plantear la opción militar. Por más que se aferre al poder, Superbigotes es como un piojo en la cabeza de un calvo, no tiene de donde agarrarse. Puede que a partir del 2025 se convierta en roommate de al-Assad en el pisito de acogida que ha creado en Moscú el tío Putin para sus sobrinos dictadores exiliados.
Cuba, el Hawái de Rusia
¿Se acuerdan del barco ruso que visitó Venezuela en agosto? Pues provenía de La Habana, la otra novia del Kremlin en el trópico. La profecía de los Simpson se hizo real: Cuba es el Hawái de Rusia. Incluso durante el aislamiento ocasionado por la pandemia de la Covid-19, los turistas rusos campaban a sus anchas por Varadero y los cayos de Cuba.
"La caída de Bashar al-Assad no solo trae un cambio en Siria, sino que es un acontecimiento que remueve la geopolítica global."
A pesar de la posible pérdida de poder ruso en la región, las perspectivas de un cambio en Cuba no son tan alentadoras como en Caracas. Más de 60 años de promiscuidad geopolítica han permitido que las élites del régimen castrista sepan como buscar un nuevo sugar daddy que financie su experimento de socialismo tropical. Desde el 2023 ese novio parece ser México, que ha enviado miles de barriles de petróleos diarios como ayuda humanitaria a Cuba. Para noviembre de este año, la cifra ascendía a más de 700 millones de dólares . Aunque existe la posibilidad de un cambio en Cuba, la dictadura siempre se ha aferrado al poder por mucho que los vientos no sean favorables.
La caída de Bashar al-Assad no solo trae un cambio en Siria, sino que es un acontecimiento que remueve la geopolítica global. Los gobiernos dictatoriales aliados al eje Teherán-Moscú se tambalean. En menos de dos semanas los rebeldes sirios tiraron la primera ficha para desencadenar un efecto dominó. Quizás en unas décadas hablemos de la caída de Damasco como hoy hablamos de la caída del Muro de Berlín.
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