La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha actualizado este lunes 29 de mayo su Mapa del Hambre en el mundo. De acuerdo a los últimos datos revelados por la institución, se agregan una serie de “puntos negros” a los sitios con mayor peligro de inanición en el planeta. Más allá del contexto bélico y económico de estos países como causas para la hambruna, la FAO habla sobre las circunstancias climáticas, un asunto de primer orden al que no muchos gobiernos parecen darle importancia.
A estados con serios conflictos como Afganistán, Nigeria, Somalia, Sudán del Sur o Yemen, se suman en esta ocasión otros poco sorprendentes como Haití, país más pobre del hemisferio occidental o Sudán, escenario de un forcejeo militar entre dos generales de larga data que aspiran al control absoluto del gobierno de la región.
Asimismo, otras naciones del continente africano muestran situaciones igual de alarmantes. La FAO advierte sobre la escasez alimentaria en entornos como República Democrática del Congo, República Centroafricana, Etiopía, Kenia y, además, señala a los asiáticos Pakistán y Birmania como potenciales focos de inanición.
Según el director general de la FAO, Qu Dongyu, la emergencia climática solo empeora el panorama existente, ya complejo por sí mismo debido a los vestigios de la crisis de la COVID-19 y a las consecuencias de la Guerra en Ucrania.
¿Hay hambre en Cuba?
En nuestra región, la principal inquietud que percibe esta institución se cierne sobre Centroamérica. El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua son considerados como naciones proclives a la hambruna. De igual forma, la FAO ha declarado en su Reporte Global sobre la Crisis Alimentaria que 8 países latinoamericanas sufren hambre en distintos grados. A los ya mencionados se le incluyen República Dominicana, Colombia y Ecuador. Estos dos últimos, sobre todo, a causa de su población migrante y refugiada.
Con respecto a Cuba y Venezuela, regímenes evidentemente afectados por la carestía de alimentos, el reporte aclara que existe una “brecha de datos” y, por tanto, no ha sido posible ofrecer las estadísticas pertinentes.
“Es preocupante que la República Bolivariana de Venezuela, el epicentro de la crisis migratoria en la región, no tenga ningún dato disponible públicamente sobre inseguridad alimentaria en 2022”, precisa el texto, justificando la insuficiente información que existe sobre el caso venezolano. Sin embargo, en dicha investigación sí se le dedica todo un epígrafe a los refugiados de este país que han debido solicitar asilo político en otras naciones, así como a los que han emigrado por su cuenta, atravesando selvas o ríos.
¿Y Cuba, qué pasa con Cuba?
Nada, no pasa nada. Ante la ausencia de datos proporcionados por observadores neutrales sobre la situación alimentaria, la FAO no menciona absolutamente nada sobre lo que sucede (o no) en el país.
A pesar de que las estadísticas migratorias cubanas son públicas y, a estas alturas, ya han sido divulgadas por toda la web, los organismos pretendidamente imparciales siguen obviando las circunstancias cubanas. En cuanto a Nicaragua, otro totalitarismo hermano, se ofrecen datos relativos a sus “niveles de inseguridad alimentaria aguda”, precisando incluso la cantidad estimada de sus habitantes que deben enfrentar dicha situación.
La FAO, que año tras año se muestra ciertamente preocupada por la hambruna africana, parece habernos catalogado como “caso perdido”. Aun así, la Organización de Naciones Unidas (ONU) sigue enviando a sus emisarios a La Habana, prestos a estrechar la mano de Díaz-Canel cuando sea necesario.
No hace mucho, el 6 de este propio mayo, una relatora especial de la ONU, Alena Douhan, se reunió con varios dirigentes en la Isla y, a su salida del país, no pudo menos que sentirse admirada por nuestra intransigencia revolucionaria: “(…) he tenido la oportunidad de reunirme con diferentes grupos de la sociedad cubana y debo decirle que me siento muy impresionada por la resiliencia y resistencia que los cubanos muestran.”