Desde la entrada en vigor de la denominada Tarea Ordenamiento la economía cubana, que como muchos de los edificios de La Habana Vieja parecía sobrevivir en condiciones de “estática milagrosa”, no ha hecho más que desmoronarse a pasos más acelerados de los que los propios especialistas pudieron prever.
Lo que sí previeron los economistas fue el desastre que significaría para la población del país la implantación de aquel paquete de medidas en enero del 2021, no precisamente porque no fueran necesarias, sino por el momento y la forma en que serían aplicadas.
Entre las tantas consecuencias que trajo la Tarea Ordenamiento hay una que se ha mantenido invariable desde entonces: la “inflación”. De una tasa de cambio donde 24 pesos cubanos equivalían a un dólar, en el día de hoy, poco más de dos años después, el valor de la divisa se ha multiplicado por 10, costando 240 pesos, según la tasa publicada por El Toque este 8 de agosto.
Pero la Tarea Ordenamiento no hundió sola a la economía cubana, sino también la falta de productividad del sistema económico, la ausencia del mecenas de turno, como lo fueron Moscú y Caracas, y la caída del turismo, principal apuesta económica del régimen.
Un país no puede vivir solo de remesas
Ahora el Estado apenas tiene liquidez, las deudas que negoció durante la pasada década ha tenido que renegociarlas una y otra vez, quedando impagadas en la mayoría de los casos, mientras en las tiendas los cubanos tienen que comprar en divisas, pues la oferta en moneda nacional, con la que se pagan los salarios, es casi inexistente, y las MIPYMES se han convertido en la principal opción para muchos.
Cuando parecía que todo iba a funcionar en torno a las MIPYMES, una opción bastante costosa y desigual, pero que al menos resolvía el problema del desabastecimiento, se acabó el dinero en efectivo.
Primero se quejaron los jubilados, iban a los cajeros y no podían sacar el dinero de su chequera, después miles de trabajadores. Como es habitual en Cuba: colas desde las 2:00AM fuera de los Bancos, para estar entre los primeros y poder sacar un máximo de 5.000 pesos, el equivalente a 20 dólares, cuando surtieran de dinero a los cajeros automáticos
Pero la situación se había tornado insostenible, pues la inflación provocó que el billete de 1.000 pesos, el más alto en circulación, fuera el equivalente a apenas 4 dólares. Las personas se vieron obligadas a salir con bolsas o riñoneras para hacer las compras más básicas.
Fue entonces cuando, de forma sorpresiva, el vicepresidente del Banco Central de Cuba (BCC), Alberto Quiñones Betancourt, anunció el miércoles 2 de agosto que a partir del día siguiente tanto los pagos de salarios como cualquier otra transacción financiera sería obligatoriamente de forma electrónica si superaba los 5.000 pesos.
No obstante, a pesar de que la medida entró en vigor al día siguiente de su anuncio, el director general de la Dirección de Operaciones y Sistema de Pago del BCC acotó que, en los territorios donde no estuviera lista la infraestructura para este tipo de operaciones electrónicas, se podría posponer la medida hasta un máximo de seis meses.
Para ello, todos los comercios, tanto estatales como privados, deben tener medios para realizar los cobros de forma electrónica, como podrían ser EnZona y Transfermóvil. Esto no solo supone un problema por el mal funcionamiento de dichas plataformas, sino que también es una amenaza de “corralito” económico, lo que asusta a más de un experto.
Uno de los cuestionamientos más comunes ante esta medida fue el realizado en las redes sociales por el economista de la Universidad de La Habana Oscar Fernández, quien criticó a las autoridades cubanas por lo que llamó “apagar un incendio con gasolina”.
Aunque Fernández reconoció que la bancarización de la economía es una medida que podría ser positiva, advirtió que aplicar actualmente la Resolución 111 del BCC “va a significar un golpe demoledor para todas las personas: los pensionados, los trabajadores, los pequeños propietarios, los estudiantes, los desempleados, los remesados, todos”.
El economista cubano recordó que medidas del BCC como la restricción de las transferencias entre personas naturales, que solo podrían enviarse un máximo de 120.000 pesos cubanos al mes, empujó a la población a usar cada vez más el efectivo: otro ejemplo más de los bandazos en la política cubana.
También Fernández culpó al Gobierno cubano por la inflación, al afirmar que “debió hace mucho tiempo asumir las riendas del mercado cambiario comprando y vendiendo divisas a la tasa del mercado”.
Consecuencias de la bancarización
El economista cubano, en su artículo, resumió lo que para él serían las principales consecuencias de este proceso de bancarización de la economía, que comenzará por la imposibilidad de gestionar todas estas operaciones por las propias entidades bancarias, pues si ya resultan ineficientes, se verán mucho más sobrepasadas con los millones de operaciones diarias que se ejecutarán en el país.
Además, según Fernández, “ocurrirá una severa reducción de la oferta de importación privada (ya inició la cancelación de contenedores contratados) al verse imposibilitada de cerrar el ciclo, dada la ausencia de un mercado cambiario bancarizado”, lo que “desbocará nuevamente los precios de productos que habían comenzado a bajar, se afectarán las producciones nacionales que tenían algún componente importado provisto por el sector privado y se afectarán encadenamientos productivos que beneficiaban al sector estatal”.
Estas medidas afectarán notablemente a las personas con más bajos ingresos, ya que al disminuir la oferta serán los cubanos con mayor poder adquisitivo quienes comprarán los productos de primera necesidad, algo que el Gobierno intenta pasar por alto.
Por esos motivos, Fernández dijo que “ocurrirá un impacto sobre el empleo y la estabilidad de muchas familias, dado que numerosos emprendimientos privados (no solo los comerciantes de productos importados) van a cerrar o se verán severamente afectados, y otros con idea de iniciar negocios la van a abortar”.
Otros de los efectos que, en la opinión del experto, traerá esta medida, es “una expansión de los mercados informales y una profundización en ellos del proceso de dolarización”, pues “la bancarización pondrá un cepo a la circulación del efectivo en cup, pero no va a reducir la economía del efectivo y el dólar va a asumir esa función”.
La medida, que algunos medios de prensa ya califican como “corralito”, no solo pone los pelos de punta a la mayor parte de la población cubana, que ha tenido que sobrevivir mediante una economía sumergida durante los últimos 30 años, sino que fue tomada de un día para otro sin ser consultar a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
El economista Óscar Fernández, por su parte, fue contundente respecto a los efectos de esta norma, la cual consideró: “una política necesaria, pero aplicada con una secuencia incorrecta y bajo condiciones inapropiadas”, lo cual “produce un resultado muy diferente al que dice perseguir. Pareciera un patrón que se repite. El daño será irreparable. El tiempo se acaba, la gente se agota, se rinde, se sale”.
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