En junio se cumplen 17 meses de la Tarea Ordenamiento, el plan del Estado cubano para eliminar el CUC, una moneda creada en la crisis de los años 1990 con valor similar al dólar estadounidense. En el proceso, sin embargo, al socialismo no se le ocurrió ofrecer un mercado o prensa libres, sino aquello que han probado por 63 años: control y represión.
Para la economista Rafaela Cruz toda la Tarea Ordenamiento cabe en una idea: el Gobierno cubano apostó por aumentar exponencialmente el gasto público (quintuplicó la masa salarial), con la intención de energizar la economía.
“No es nada original; es una receta keynesiana muchas veces practicada cuando el nivel de desempleo aumenta y la actividad económica declina. Normalmente, logra su objetivo a corto plazo —para felicidad de los políticos demagogos de turno—, aunque a un costo acumulativo terrible para la nación”, sintetizó en una columna para Diario de Cuba.
¿Una consecuencia?, el aumento del déficit fiscal, área en la que Cruz indaga mirando la historia para comprender el hoy: en 1993 el déficit era del 33% sobre el PIB. “Solo tres años después, el déficit ya estaba por debajo del 5%, un brutal ajuste socialista jamás hecho por ningún ´paquetazo neoliberal´, que desencadenó las protestas de agosto de 1994”, ironizó.
La empresa privada, que podría aminorar la tensión económica creando empleos, tampoco tuvo chance de despegar. El 16 de abril de 2021 Raúl Castro daba su último discurso frente al destino del país (públicamente, porque seguiría operando tras bambalinas), y dejaba claro, como un portazo final, que no habrá prosperidad para el individuo en Cuba, solo para el Estado Socialista.
“Recientemente fue ampliado, de manera significativa, el alcance de las actividades laborales que pueden ejercerse por cuenta propia, al pasarse de 127 actividades permitidas a más de 2 mil”, dijo. El dictador se quejaba de que la decisión fue calificada de insuficiente “por quienes sueñan con la restauración capitalista en el país y la privatización masiva de la propiedad del pueblo sobre los principales medios de producción”.
“Se ha demandado el ejercicio privado de algunas profesiones mientras a las demás no se les permite —añadió Castro—. Parecería que el egoísmo, la codicia y el afán de mayores ingresos provocan en algunos el aliento para desear que se inicie un proceso de privatización que barrería los cimientos y las esencias de la sociedad socialista construida a lo largo de más de seis décadas”.
Dijo algo cierto en su discurso: por el camino del libre mercado y estallando “el principio socialista del monopolio del Estado sobre el comercio exterior”, las consecuencias serían irreversibles y llevarían “a la destrucción misma del socialismo”.
Hoy Cuba disfruta de la economía más miserable del planeta, según un índice del economista Steve Hanke, profesor de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos. El informe, que dibuja cómo le va económicamente al ciudadano promedio de cada país, sumó las tasas de inflación, desempleo e interés nominal (los factores “malos”), y restó la de crecimiento del PBI por habitante (el “bueno”).
El analista del think tank Estado de Sats, Fernando Dámaso, ilustró la debacle cubana comparando precios entre octubre de 2020 y octubre de 2021 para algunos productos:
En medio de esas circunstancias, al Palacio de la Revolución no se le ocurrió mejor eslogan propagandístico que “A Cuba, ponle corazón”. Replicado en discursos oficiales, gigantografías, twitts, spots televisivos, producía hastío en la ciudadanía. “En lugar de ponerle corazón al desastre, hay que ponerle bolsillo”, se burló Dámaso.
“Los cubanos viven del mercado negro, donde opera una fluctuación de precios propia del libre mercado, según la escasa oferta y la alta demanda —escribió el analista—. Pero a la vez, sufren las restricciones del socialismo para emprender y abusivos impuestos a quienes ya lo hacen”.
La planificación y concentración del poder económico en el Estado y no en el individuo ha puesto a la Isla, según The Economist, frente a la peor crisis alimentaria y de medicamentos en su historia, cuando además el petróleo chavista llega cada vez en menor medida.
En Cuba, por no haber, no hay recursos para racionar recursos. Es una metaescacez. El 18 de diciembre de 2021 el Ministerio del Comercio Interior lo aceptó mediante formalísimo comunicado:
“Teniendo en cuenta los atrasos en la importación de la materia prima para la impresión, confección y distribución de las libretas de abastecimientos del año 2022 y las afectaciones que ello trae como consecuencia, se tomarán una serie de medidas que permitan a la población de las provincias occidentales y centrales, adquirir sus productos hasta tanto se restablezca la emisión de nuevas libretas, tal como se ha hecho en años anteriores”.
La cartilla de racionamiento (llamada “de abastecimiento” por el Estado, pero en verdad cada año más desabastecida), fue impuesta en 1962, ante el fracaso de la política económica cubana y el despojo de los grandes propietarios privados. Sesenta años después ni había cómo imprimirla.
Si el todopoderoso Estado lo tenía difícil, peor le era al ciudadano: "Cuando en un país te pagan en una moneda y te venden en divisas extranjeras. Cuando es difícil vivir dignamente del salario. Cuando en el mismo mes se rompen el refrigerador, el TV, el aire, y te halas los pelos para buscar soluciones y dinero. Cuando de repente aparece mi hija Nico, de 17 años, con su pelo cortado y me dice ´Papi, quiero vender mi pelo para ayudarte a reponer lo averiado´, no puedes más que tragar en seco para evitar el nudo en la garganta".
Esta historia de diciembre de 2021 es la de un padre profesional, el abogado Miguel Porres, residente en La Habana. Imaginen cuántas dificultades más experimentan los hogares en provincia, alejados de las oportunidades económicas que las capitales del Tercer mundo desmigajan.
"...La libertad es la piedra angular para la prosperidad".
Antonio Rodiles, analista político, refirió en un programa Libertad y Punto de 2021 que, según el Informe 2019 de Cuba para la implementación de la Agenda 2030, poner fin a la pobreza en todas sus formas era el primer objetivo perseguido. “Pero las cosas no van en esa dirección”, dijo.
¿Es funcional el tiempo de crisis para que se limiten aún más las libertades en Cuba, para que el ciudadano se sienta más dependiente del Estado y sus mecanismos de control como la cartilla de racionamiento?
En noviembre de 2021 el régimen recortó la venta normada de huevos, mediante la cartilla de racionamiento. En La Habana, en vez de 15 vendieron ocho mensuales por cada persona en el hogar. Varios municipios capitalinos reportaron altos índices de anemia.
El hambre vuelve a arreciar en muchas familias, que deberán elegir entre almorzar o cenar, y padres que tragarán en seco dejando a sus hijos ir a la escuela con el pan diario que “les da” el Estado. La idea del Dios-Estado, del cual el individuo espera el pan “de cada día”, tiene aquí una imagen escalofriante.
Mientras, el éxodo de balseros volvía, a la par aumentaba el cauce de los camineros que atraviesan Centroamérica hasta la frontera sur de Estados Unidos, y los que vuelan a Europa del Este buscando ingresar a la Unión Europea. Los que quedan en la Isla están a expensas de la represión más burda. Según el Observatorio Cubano de Conflictos las protestas crecieron hacia finales de 2020, con 42 en septiembre, 88 en octubre, 110 en noviembre y 122 en diciembre. Y el 11 de julio de 2021, estalló la Isla, atravesada por el grito de "¡Libertad!". La libertad es la piedra angular para la prosperidad.
Tras el fracaso de la Tarea Ordenamiento, a un año de su inicio el régimen habló de “rectificar”. El Primer Ministro, Manuel Marrero, aseguró que poner al peso cubano “al centro del sistema financiero cubano” no se había logrado. De hecho, la Tarea Ordenamiento no solo no ubicó al peso al centro, sino que lo lanzó al último escalón de las monedas más devaluadas, según Bloomberg. Entre enero de 2021 y enero 2022 se devaluó casi un 96 por ciento.
En el diario vivir esto tiene expresiones que recuerdan los años del "Período Especial". “Se fue la luz”, se repite en los hogares cubanos con el regreso de los apagones. No hay mejor metáfora para la situación del país: se fue la luz.
La segunda ola del Covid 19 en Cuba enlutó más el panorama
La segunda ola del Covid 19 en Cuba enlutó más el panorama, con números más alarmantes que los registrados entre marzo y julio de 2020. Las redes sociales se convirtieron, como ha venido ocurriendo en el último quinquenio, en confrontadoras de la narrativa institucional. Aumentaron las denuncias ciudadanas de hospitales sobregirados de casos, con pasillos llenos de camillas y pacientes acostados en asientos de espera, aguardando por asistencia.
En junio de 2021 el enfermero Javier Velázquez, del Hospital Faustino Pérez, en Matanzas, mostró que el centro médico y su personal se encontraban “colapsados”. “Escribo esto a sabiendas de la repercusión y las consecuencias que pueda tener en mi trabajo y en mi carrera profesional, pero esta situación es insoportable e insostenible”, confesó.
El joven, con diez años de experiencia profesional, reveló que la norma de dos pacientes graves a atender por cada enfermero, había pasado a ser cuatro (y a veces más) en medio de la crisis. La descripción del panorama era lamentable:
“El hospital no dispone de una camilla tan siquiera para recibir un paciente en el Cuerpo de guardia ni en la Emergencia. Tenemos más de 50 personas en el Cuerpo de Guardia de respiratorio, entre familiares y pacientes, sin poder ser ingresados. La Emergencia [está] repleta de pacientes sin que podamos ofrecer nada [de ayuda] a quien llegue (…), estamos trabajando al filo de la navaja, con pacientes positivos, sí, positivos”.
Para males mayores, expuso, el hospital permanece sin agua por más de seis horas en dos períodos del día. Al cierre de su mensaje, el enfermero se dirigió a sus colegas y a la población. A los primeros dijo “estamos solos en este problema” y a los segundos pidió “comprensión y paciencia cuando lleguen a nosotros, siempre serán atendidos, aunque sea en el piso".
El joven bautista Magdiel Matos llamó a los centros de aislamiento "antros de asesinato", en una directa de Facebook poco después de perder a su madre por Covid 19, pastora en la provincia de Matanzas, epicentro del aumento de casos. Matos demandó la renuncia de Miguel Díaz-Canel por su incapacidad de controlar la crisis sanitaria.
Algunas víctimas de la enfermedad ni siquiera llegaban a centros asistenciales. Mientras el servicio nacional de ambulancias, con un parque que el Estado se negaba a renovar, era insuficiente, se desarrollaba una fluida compra de patrullas policiales, autos para el turismo internacional y equipos antidisturbios (este último rubro al gobierno Socialista español). En esos días se viralizó la Directa de Facebook de una mujer por la muerte de su hermano en casa, ante la inasistencia médica. "Este es el país del fraude, no de la salud pública", dijo, cerca del cadáver en plena sala.
Emilio Arteaga, vocero del Gremio Médico Independiente espetó:
"según el Sistema Informativo de la TV castrocanelista la emergencia sanitaria en otros países es por culpa de sus Gobiernos ´neoliberales´, pero en Cuba, es culpa del pueblo que se ´porta mal´. Canel, vete ya".
Los pacientes caían como moscas en el pico más alto del Covid 19, pero el régimen se negaba a integrarse al mecanismo Covax, de Naciones Unidas, que daba acceso a vacunas a países en vías de desarrollo. La Habana se aferraba a un pulso propagandístico: inmunizar a los cubanos con un medicamento propio. La Isla fue el último país de las Américas en iniciar su campaña vacunatoria.
Coco Fariñas, frente al Foro Antitotalitario Unido, dijo que “todo cubano fallecido por la pandemia, es parte del genocidio castrista, al proclamar la 'soberanía' sin aceptar ayuda internacional”.
Para quienes conservaban la salud, había otro destino inevitable: las colas multitudinarias en casi cualquier barrio cubano. Eran un sitio propicio para expandir los contagios, sí, pero a la vez representaban un lugar de obligada asistencia para intentar alcanzar casi cualquier artículo de primera necesidad. La desesperación atravesaba cada aglomeración. Ante la incertidumbre de si lograrían comprar o no muchas veces la violencia se cebaba en las filas.
El desabastecimiento de productos de primera necesidad genera aglomeraciones imponentes en los pocos comercios abiertos. El cubano Guillermo Soffi escribió en sus redes sociales: “Este es el mercado 'Maravillas', en Calzada del Cerro, casi esquina a Palatino... para comprar perritos calientes. Esa es la ´cepa´ que más daño está haciendo, no es la Delta ni la Delta Plus”.
“La compasión en acción” desde entidades no estatales
Desde el exterior, exiliados también se unían a la denuncia. El periodista y pastor bautista Oscander Frómeta desde Guyana posteó:
“Hace tres años salí de Cuba, pero Cuba no salió de mi corazón. La nación entera sufre una escasez agravada de alimentos y medicamentos básicos. El gobierno sigue obsesionado en controlar toda iniciativa que traiga alivio a la nación y usa los pocos recursos que hay en la isla para reprimir y avasallar a la población”.
La imposición de un salario mínimo de 2 mil 100 pesos, como parte de la Tarea Ordenamiento, melló las secas arcas de entidades no estatales, tras dos años de paralización de las más variadas actividades productivas o de servicios. Este “daño colateral” de la Tarea Ordenamiento benefició al Estado, al debilitar económicamente a la fuerza más importante de la sociedad civil frente a las políticas neomarxistas desde 2018.
El ministerio1 “Jesús, el mejor amigo”, de la Liga Evangélica de Cuba, que lleva recursos, acompañamiento y asistencia espiritual a niños hospitalizados y sus familias reconoció las duras condiciones actuales para servir a los demás.
“En momentos de crisis, en circunstancia difíciles, de dolor de enfermedad muchas personas dicen ´estos no son momentos de dar´”, señaló en sus redes sociales, en abril de 2021, y manifestó su convicción de “poner la compasión en acción, para ser conductores del amor de Dios”.
Elizabeth Hernández, frente al Ministerio, ha dejado buena parte de su vida en los hospitales. “Ya en varios pediátricos de La Habana me conocen, llevo desde los años 1994, 1995, visitándolos, aunque como ministerio adscrito a la Liga Evangélica de Cuba empezó todo en el 2000”, relata Eli, como la llaman en su comunidad e iglesia, una de las más extendidas en la Isla.
“Nuestra misión es mostrar la gracia de Dios, llevar amor, alegría, nuestra visión es alcanzar a cada familia y cada niño para Cristo”, afirma, aunque a veces a ella misma le han faltado las fuerzas. Lo que ha visto y vivido por casi treinta años es demoledor.
Dios, cuenta Eli, le ha dado fuerzas para dar fuerzas: para abrazar a los padres mientras un hijo es intervenido quirúrgicamente, para ayudar a una madre a vestir el cadáver de su hija. Cuando Eli regresa a su casa solo la oración la consuela.
La animan, de otro lado, los sobrevivientes. A la entrada de su casa tiene una repisa de madera con fotos de niñas. No son los rostros con los que las conoció, sino los de la sobrevida: niñas que celebran su fiesta de Quinceañera, otras que han dado a luz y le mandan cariños.
“Al principio yo le decía a Dios que no quería ir al salón de los niños, era muy fuerte; pero era ahí donde Él quería llevarme, porque ahí estaban los más desesperados, los más necesitados de consuelo”, cuenta Eli, quien empezó a visitar centros hospitalarios en medio del Período Especial, la más profunda crisis económica en la historia cubana.
En aquel momento los cortes de electricidad o apagones podían durar entre 8 y 16 horas, la inflación puso el cambio informal del dólar hasta a uno por 150 pesos cubanos, las historias de comer gatos, frazadas adobadas o picadillo de cáscaras de cítrico pasan de generación en generación.
“Ahora tampoco parecen tiempos de dar”, dice Eli, en referencia a la actual crisis llamada popularmente como "La Coyuntura", sin embargo, “gracias a las donaciones de hermanos de la propia iglesia (algunos dentro y otros fuera de Cuba) podemos entregar más de una vez al mes jabas con productos de aseo, alimentos y útiles escolares”.
La inflación, hasta abril de 2022, llevó el costo del dólar en el mercado negro por encima de los 100 pesos; la mayor disponibilidad de alimentos se encuentra en las odiadas tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC) a las que solo acceden familiares de cubanos en el exterior, los mismos que décadas atrás eran tratados como apestados y escoria por el Estado.
Al final del año 2021, Eli asegura, el Ministerio y sus voluntarios terminaron sirviendo a 246 padres y niños, “de los que fueron alcanzados 38”, especifica, en referencia a una conversión:
“Pero nosotros ayudamos al cristiano y al que no lo es, ayudamos más allá de la decisión personal de cada quien, nuestro llamado es de parte de Dios para con la sociedad cubana en su conjunto”.
Su casa, en El Vedado, funciona como “centro de operaciones” del Ministerio, donde hace reuniones con los voluntarios, recibe las donaciones, y hasta han pernoctado niños y familiares que lo han precisado:
“Continuamos atendiendo a 62 niños con sus familias —puntualizó—, y también damos seguimiento a algunos niños a los que se les ayuda más allá de si se encuentran en crisis de salud o no, por la precariedad en que viven o porque su enfermedad es crónica”.
1 Modo en que muchas iglesias evangélicas llaman a los departamentos internos que se dedican al trabajo social, ya sea con sectores vulnerables, grupos etarios o áreas de servicio.