Pequeña epopeya de un ángel
(Fragmento)
III
¡Es mentira que sufro,
que no soy, que ya paso, que me borro en las aguas
como un lirio en el viento!
Eso al menos comentan los cómplices del Odio
—los héroes predilectos
de toda concesión—,
los que nada comprenden con respecto al destino,
porque son como autómatas,
que diríanse enfermos,
por el modo tan vano de enclaustrar el futuro
en sus rojas agendas de consignas triviales.
Bastardos de tinieblas,
pretenden que la rosa no encienda sus candiles
de estrellas en la brisa,
y delatan el sueño de sus pétalos blancos,
que esposados de engaños condenan el silencio.
Yo me gasto en mi copa,
que ha perdido la espuma, pero aún guarda vestigio
de blancura en sus bordes.
Si la suerte contara con tan sólo dos naipes
ya me habría jugado la pureza del todo.
¡No es muy cierto que lloro
más acá de mi espejo, ni que es tanto lo triste
que me enturbia los labios,
porque a veces de tarde descobijo un poema
recostado al madero de mi propia guitarra!
Ellos nada comprenden
de la voz de los ángeles,
pues apenas sus ojos se han fijado en las nubes.
¡Cuántas veces un niño
se detuvo a sus puertas,
porque en casa la lluvia se clavaba en el fuego;
y el león de la aldaba,
con sus fauces de bronce,
sin hurgar en su llanto devoro su inocencia!
¡No es verdad que me asfixio,
que ya fui, que no vuelvo, que me extingo en mi traje
como un sol en declive!
De eso al menos me inculpan sus letrados de a sueldo,
para darme a la vida como un caso de fábula.
Remedios, julio de 1980.
He soñado un país inexistente...
He soñado un país inexistente,
Utópico tal vez por soberano;
De plena libertad, sin presidente,
Que pueda devenir después tirano.
Un país, no de oscuras concesiones,
Y sin doble moral de hipocresía;
Ni perros de rigor, ni policías,
Ni infamia ni prisión ni violaciones.
Tal he soñado ese país sin dueños,
Donde nadie controle mis empeños,
Ni ponga mi razón en lista gris.
Por evadir mi celda de amargura,
Bien sueño ese país, sin dictadura;
Mas siempre vuelvo a dar con mi país.
Prisión provincial de Villa Clara, 1993.
Flor y soledad
(Fragmento)
II
¿Qué soy, sino la sombra desgarrada
de algún otro que fui, sin ser yo mismo,
como la nada acaso de ese abismo,
que se dice ser Dios, y no es nada?
¿Qué soy, que a veces pienso en mi locura
—en mi eterna locura de egoísmo—,
que no existe el amor, que es espejismo,
de aquello que sin ser, es desventura?
¿Qué soy, que no respondo por mi nombre,
por mi nombre divino de ser hombre,
de ser hombre y jugar mi propia suerte?
Quizás mi sombra ignora, en su caída,
que entre el ser y el no-ser pasa la vida,
dejándonos, a solas, con la muerte.
Remedios, mayo de 2002.
Paisaje póstumo
Del libro A cielo errante.
Una tarde me iré, pálidamente,
y el eco de mi adiós, como un lamento,
partirá cabalgando sobre el viento
a posarse en los lirios de tu fuente.
Será una tarde acaso indiferente,
y libre de dolor y de tormento,
yo me habré de marchar, a paso lento,
con un jamás creciéndome en la frente.
Luego vendrá la lluvia, y su amargura,
hará en el fondo de tu voz oscura
un charco de pagadas ilusiones;
y seré, más que un sueño en la memoria,
la página primera de tu historia,
y el romance final de tus pasiones.
Remedios, mayo de 2004.
Don Nada
Me gusta cada día cómo broto
de nuevo al mundo, que yo sé perverso.
Me gusta el buen licor, me gusta el verso;
no me gusta beber en vaso roto.
Me viene el riachuelo que no es rico,
y tal el de cadenas y de aretes,
que son como excremento de retretes;
mal me suena escalar ese alto pico.
Soy de abajo quizás, soy un don nada,
tal vez tengo la cosa imaginada,
que es cosa de un amor. La cosa rosa
de saberme deudor de lo soñado,
deudor de un sueño inútil tan rosado,
que no sé si es la flor, o si otra cosa.
Remedios, septiembre de 2008.
[Selección de poemas tomados del libro Del polvo no he venido, Editorial Betania, Colección Antologías, Madrid, 2025. Selección y prólogo de Mirladys Ventura Portal]
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