Chambas. 19. nov. 2012
Ileana y Francis, Hijos
Esto que les va, manuscrito, lo he tomado del libro «Mañana será después» de estos últimos días. No es una selección, pero es auténtico todo. Por favor, consérvenlo todo y si quisieran más, aquí tengo varios libros.
Si acaso hay quien quiera publicar algo, no me pregunten, háganlo.
Tengo varios poemas místicos, muy bonitos, como para revista diocesana. Si hubiere posibilidad en México o en España, en cualquier lugar, tengo de donde extraer, hay mucho.
Escribo todos los días. En octubre, en 28 días escribí «Tierra firme». En lo que queda de este mes debo tener «Mañana será después». Es que no tengo otra cosa que hacer. Además, es válvula de escape.
A mis 90 años no hay cosa más perentoria para el tránsito a la eternidad que testar todos mis bienes. Me pongo a rebuscar y sólo tengo libros verdaderos, amor, perdón, y estar listo.
En cuanto a ustedes qué decir, son parte de lo mío, que tomaré en el cielo.
Un abrazo,
Modesto
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Chambas, 29.nov.2012
Ileana y Francis
Hijos
Es tiempo de arreglarlo todo. Tengo el empeño de situar las cosas donde debe ser. Mi herencia es esto: hijos, amor, alguno que otro abrazo y estos versos. Es como quedarme con mis deudas casi vivo, un poco muerto, en fin, glorioso.
Mis ansias de ascensión están, tan bien o mal como he podido, en la mística apetencia. Siempre mirando al cielo, con los pies en el suelo, los brazos en los hombros de quienes me aman, y el corazón, no sé, haga cada cual con su pedazo lo que guste. Todo será tan santo como mis sueños.
Aquí van «Salmo en espera de alivio» del libro «La caravana llega», 2012; «Hoy vi caer la lluvia», del libro «Belinda», inédito, 2012; «Una gota en la peña», del libro «Tierra firme», 2012; «Espántame estas alas», del libro «Mañana será después», 2012; y «Fiesta de pan y vino», de «Mañana será después», 2012.
Modesto
SALMO EN ESPERA DE ALIVIO
Gracias, Dios, que me has dado en noche y día
de noble compasión, lágrimas ciertas;
de abrojos de piedad, clausura y puertas,
y en leños de hosca piel, llama baldía.
Este salmo por mal cegados ojos
enciéndeme por bien y el mal apaga;
no dejes que otro mal tu bien deshaga,
ni, a cuestas, el pesar lleve a despojo.
Dame en fresca humedad mojar el pasto,
andar la sed sin aluvión nefasto
y verte el rostro sin sudor ni espina.
Dime, sí, que este pobre se encamina
sin gemido ni voz de casi duelo
sonriente, por alivio, al santo cielo.
HOY VI CAER LA LLUVIA
Hay chorrillos de lluvia y digo lava,
se me acaba la paz y no me acuesto,
me hago fuerza sin nada y me detesto,
me voy a reposar y digo acaba.
Hoy no tengo la luz que me deslumbra
pero gozo lo oscuro que me inspira;
si me encuentro el buen ver que al cielo mira
no me ciega buen sol cuando me alumbra.
Hoy me ha dado en decir que el ogro es mío,
que no tengo que ansiar el oro frío
ni gustar el dong dong del bronce triste.
Sí sé que en este día el cielo existe,
que guardo profesión en ti inspirado,
y que al ver como llueve, estoy salvado.
UNA GOTA EN LA PEÑA
Una gota en peñasco se hizo nube,
mil pedazos saltaron y hubo duelo;
no fue cosa de herir, cobrar al suelo
la carga de volar al cielo sube.
Un sorbo de ascensión se hizo pedazos
después que todo cisco se fue lejos
y un águila espacial bebió reflejos
de sus alas en brega atando ocasos.
¿Y qué fue de aquel ángel que hubo bueno?
Se ha acunado en la cuna que fue mía.
Se fue a dormir y sueña todavía.
No se va, no me voy. Vendrá el estreno
de nuevo musitar de avemaría,
que aún dormido me reza todo el día.
QUO VADIS, DOMINE
De regreso al Calvario,
a cruz de la pasión, pagada ofensa;
volver a noche densa,
tormento necesario,
sin más medida que la inmensa.
Te bañé con mi sangre y fuiste sano,
te lloré en Los Olivos
y hubo, vivos,
el sudor de la piel y el duelo hermano,
la huida de la muerte a gloria eterna.
Hasta luego, hijo mío, mira tierna
la sangre del Calvario, ten piedad,
y te doy de mi bien eterna edad.
ESPÁNTAME ESTAS OLAS
Dios mío, venme, espántame estas olas.
¿Me ves? Mi soledad te mira,
no quiere estar a solas;
anímala, que acaso no respira
lo poco de la paz que me ha quedado:
la angélica ilusión de edén amado.
En horas de adorar te canto penas.
¿Te vas? Espérame, te alcanzo,
me hacen falta horas buenas.
A cambio de tu reino te doy manso
lo pobre de mi siglo, un salmo leve
y un grano de mi hacer de vida breve.
Te he visto en la hondonada de mis suelos.
¿Me estás? Soy huérfano sin cuna.
Tú sabes de estos duelos
de flaca soledad en noche buena.
Pero sé que tú sabes mis anhelos:
sumarme a tu heredad ahí en el cielo.
FIESTA DE PAN Y VINO
¡Aleluya, carcaj!, que hay bosque hermoso
y caza buena;
¡albricias! que hoy florece un oloroso
manojo de azucenas.
Gracias, felices días de agua y noria,
de vida y huerta:
felices nuestros hijos por la gloria
del cielo en cada puerta.
Suenan bronces y platas en cantares
de voz en fiesta
se alza la risa al cielo en los altares
y altos coros apresta.
Las hojuelas del campo baten palmas,
manos amigas
van al pan de las gentes y las almas,
el don de las espigas.
¡Salve, hosanna!, la cena celebrante,
y ven, camino
de las copas del cielo al delirante
regalo: pan y vino.
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Chambas, 14 de febrero de 2013
Ileana y Francis:
Ayer y hoy, Ana con sus lamentos de prisionera en su sillón de inválida, me ha sugerido las más dulces locuras de su soledad. Ella amó siempre y aún hoy, a su madre Verena, de modo cordial, tan tierno y elemental como aquel paisaje guajiro de Bellamota y Perea de sus primeros años.
Ella no tiene consciencia de la muerte de Verena. Es algo nebuloso. A veces la alude como existente e intemporal, y se propone ir a visitarla. Todo es tierno, sereno e inmenso sueño de soledad.
Les envío copia del poema que escribí ad hoc. Es un modo muy especial de recordar el día del amor.
Un abrazo a los dos en 14 de febrero.
Modesto
CANTO DE SOLEDADES A 14 DE FEBRERO
Ana y Verena, tan lejos de su tiempo.
Soledad, soledad, qué sola estás.
Amor, amor, tan lejos de las dos.
¿Y el trago de café? Ya es tan amargo
que no sé, no me gusta así tan solo…
Voy a verte, estrenando las sandalias
que me diste anteayer. Aquéllas, sí,
que estrené cuando fuimos, a ver, ¿cuándo?
a abuela Ana, mambisa. Tú eras niña.
La vida, la vida…
¿Qué se sabe de Gil, abuelo Gil?
Yo era niña, y ya tengo eso que dicen…
que dicen… ¡tataranietos!
Esta memoria mía.
Amor, mamá, tú y yo, tan lejos.
Cualquier día me bajo de esta silla
y te busco, no sé, pregunto al pueblo
dónde estás, y qué abrazo,
qué abrazo.
Tengo una bata nueva y un peinado
como este del retrato en la pared.
El retrato se va poniendo viejo,
yo no. Si ves, mamá, cómo me cuidan.
Hoy no quise comer, porque te vi
pasar con un bastón, y era mentira.
Guárdame vianda frita, ¡ah!, y café
y… ¿qué?, ¡memoria mía!… chicharrones.
Tengo aquí los aretes de oro que me diste
cuando tuve al niño.
Te los voy a poner, mamá pepilla.
Ayer te vi y no supe que eras tú.
Ibas sola conmigo, y yo solita, y no nos vimos.
Solas tú y yo, qué lástima me da.
El sinsonte del mango lloró un poco
al ver que no nos vimos;
el perro viejo aulló, y qué susto, madre.
Allá en el viento una tojosa gime.
No te asustes;
un cernícalo y un nido, qué sé yo.
Deja que yo me escape, tú verás.
Aquí no tengo finca,
allá tenemos la vaca josca,
la puerca pinta,
y tú corriendo y yo sobre los surcos.
¡Ay!, qué lindo, mamá.
Mamá, qué triste.
Tú tan lejos de mí, solita, sola.