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Hongos y otros poemas

Niño pesca en una alcantarilla
Imagen: Yuri Limonte

HONGOS

Tú te ibas, yo me quedaba,
así
resolvía(se)
el enigma de la nación.
Pocos 
adornaban con cuitas semejantes 
la intersección de un punto 
donde 
el maíz en la selva del 
Cauto 
y el maíz de Illinois.
Tú esperabas en tinieblas,
yo
esperaba de manera a desbordes.
Perpetuos 
declives dicen los últimos 
que respiraban un mar 
perseguido por otro mar.

entendías las aguas, yo
murmuraba piedad 
y el lento fluir
del horizonte.

 

 

LA CLASE OBRERA

Da
igual que 
me quede a lamer
o que lamía
si el asunto
peor asunto
era 
lamer
le
las 
botas
al 
otro.

 

 

DEL PÁJARO MOSCA

Soy hijo del Joker de Batman y de una lavadora soviética con que Dulce Loynaz lavaba trapitos sucios. 

No me despiertes cuando muera/ espera el zapping de las ancianas que se vuelven felices sin saberlo. 

Mi olor está en el patio donde enterré a Bill Wagner, más conocido como Lenin. Más conocido en sí. 

Lenin, hijo de Leopoldo Marechal, el insurgente vendedor de noticias de la Revolución del hueso: todos quedamos extintos alguna vez, todos nos remitimos a una similar fertilidad. 

Terminaré temprano. Temprano para que los gusanos adivinen la hebra de hielo donde bregar. 

Soy el médico oscurantista previsto para salvar ancianas felices. Es el síndrome, el apéndice, la inmovilidad de una burbuja que el país trasmite conmigo. Hacia mí. 

Soy hijo del Joker de Batman y de una lavadora soviética con que Dulce Loynaz lavaba trapitos sucios. Que no esté aquí, que no esté en otra parte si mi viaje ocurre en la superficie, en la insinuación. 

Desde allí elijo.

 

LA BALLENA PUNK

Soy el obrero llamado Sísifo. La contradicción es que no soy el único llamado Sísifo: todos arrastramos una misma piedra/país. Cualquiera de nosotros ha hecho méritos para abjurar. Cualquiera de nosotros puede desviar una piedra/país. Eso no me asemeja a ellos, eso no me distancia de ellos. Bienaventurados los que pueden levantar un país y después verlo caer.

 

También
yo fui
hijo
de Mahoma
y aunque
pronuncié
en 
silencio
el nombre
de 
Dios

el nombre
de 
mi 
perro
no 
pude
más que
arrastrar 
todo
el peso
de 
una 
almohada
santa

luego
rocé
la irritación,
mi 
propia
sombra,
tal 
como 
la 
carne
viva
fuera
de 
la 
carne
muerta.

(Perder la rapiña)

 

Que
mi
padre
quería(se)
librar
de

por
las
buenas
o
por
mi madre
sin
imaginar
que
el
tiro
salía
por la
cabeza
de
Heráclito
Sin más
ceremonia
que
cortar
(o contar)
las
veces
que
encasquillaba
una
caída
rellena
de
otras
caídas.

(Flujos)

Carlos Esquivel

Escritor Carlos Esquivel. Foto en revista Árbol Invertido

(Colombia, Las Tunas, Cuba, 1968). Poeta y narrador. Ha ganado varios premios nacionales e internacionales. Textos suyos aparecen en revistas y antologías de varios países. Es autor, entre otros títulos, de los libros Perros ladrándole a Dios (poesía, 1999), Tren de Oriente (México, poesía, 2001), Los animales del cuerpo (cuento, 2001), La isla imposible y otras mujeres (cuento, 2002), El boulevard de los Capuchinos (poesía, 2003), Matando a los pieles rojas (poesía, 2008), Los hijos del kamikaze (poesía, 2008), Cuarteaduras (poesía, 2013) y Once (poesía, 2014).

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