¿Qué es lo que dibuja el hombre preso, por qué lo hace, cuál es el impulso que lo motiva a dejar en breves trazos sus días más recientes? Escasean el papel, los bolígrafos, los lápices, escasea la materialidad. Su cuerpo que también es materia se deteriora, pero el deseo no se agota, aunque el deseo aquí, es grito, justicia. El que dibuja, denuncia, es testigo. Las alambradas están hechas con un trazo ligero, una simple línea con unos arabescos punzantes hieren la vista, cortan, separan, se interponen entre un grupo de cuerpos humanos sin rostro y el espectador.
Una cámara aparece, se ha vuelto un objeto cotidiano. En el paisaje de las ciudades estos aparatos graban,están sujetas en lo alto de los postes del tendido eléctrico, o en el de los focos. Por lo general se instalan en intersecciones de interés económico, o donde con regularidad suceden accidentes de tránsito, altercados, o en lugares de concentración de gente, a la salida de discotecas y bares.
Buena parte de la vida del hombre contemporáneo es grabada a diario por esos aparatos. No sé cuanta memoria podrían tener estas cámaras. Las monótonas horas son grabadas sin ninguna selección, para la cámara todo tiene la misma importancia, o en realidad nada tiene importancia, nada de lo que ella deja registros importa (al menos para ella): lo mismo pudiera grabar el vuelo de un pájaro, la salida del sol, la lluvia, un asesinato, el robo en una tienda, la violación de una joven. La cámara solo graba sin sentimiento, en muchos casos creo que así nos mira dios. La cámara es naturaleza sin domesticar, aunque he visto a algunos animales entristecer por la muerte de otro animal... Ningún ojo encuadra el plano de filmación, ella es la protagonista, pero sin que ella lo sepa. Lo que el aparato graba es porque está en el ángulo visual.
El trazo del encarcelado es rápido, en ocasiones parece que la mano empujó con ira el grafito contra el papel. El dibujante preso registra la cámara, sería interesante ver las imágenes que la cámara ha grabado y poner esas imágenes al lado de los dibujos del preso. En una especie de comparación de vigilado y adjetivo: cómo el adjetivo (preso) se convierte en vigilia.
En uno de los dibujos aparece un guardia con cabeza de cámara, trae en sus manos un revólver. El guardia cumple órdenes, la cámara es programada, el guardia sabe que es injusta la condena pero hace su trabajo. La información recogida por la cabeza-cámara del guardia es llevada por un grueso cable a una habitación continua donde seguro está sentado el señor que mira atentamente las distintas pantallas donde se reproduce en tiempo real lo que las cámaras graban... El dibujante supera el desempeño de la cámara, el dibujante se incluye, he incluye al objeto que graba (la cámara).
Una vez un agente de la Seguridad me entrevistó: ellos nunca hablan de sí, es como si no fueran personas, no tuvieran personalidad, como si no existieran, como si fueran un medium, por su cuerpo habla una entidad muy conocida por todos: "la Revolución". Lo que quieren las autoridades es que el preso dibujante tenga un reducido campo visual. No he querido mencionar el nombre del preso, que es mi amigo por apropiarme del estilo narrativo de las cámaras.
Los hospitales, las cárceles, los hoteles tienen un denominador común: los individuos son aislados voluntariamente, obligados a cumplir condenas por un delito, a recuperarse de una enfermedad, o a curar el alma en el caso de los hoteles. Siempre que se accede a pasar una temporada de vacaciones, se sobreentiende que se hace para recuperar fuerzas, para que el paisaje y la contemplación restaure zonas dañadas y al regresar a la rutina, ser más productivo. Igual muchos creen que las condenas de los presos los van a reeducar, restaurar, y que, al cumplir las condenas, los individuos ya nunca más incumplirían con la ley: se harán obedientes.
Mi amigo dibujante no ha dejado de ser libre, causa por la que está preso, no ha dejado de decir la verdad que muchos callan. Ni los golpes, ni las amenazas, ni los años dictados por un tribunal han moldeado sus posturas. En este caso la cárcel no ha cambiado nada la postura del preso, ni siquiera de dientes para afuera. Y es ahí donde radica su fuerza, en lo que proyecta hacia afuera. Cuando el preso graba un mensaje de voz y lo hace público, sorteando un sin número de dificultades, lo hace sabiendo que tiene un numeroso grupo de cubanos que esperan esa voz, que esperan esas palabras. He estado en el lugar del preso sin estar preso, no he querido salir de mi cuarto, no he querido hablar con nadie, me he quedado quieto en la cama mirando las paredes, descubriéndole formas a la pintura humedecida de los muros, distinguiendo el tono de los ladrillos al descubierto, tratando de encontrar una salida...
El preso ha llegado a dibujar su vida sin emociones, sin la autocomplacencia, como si ese personaje de cabello ensortijado que aparece en escena no se tratara de él mismo. Algo le ha enseñado la cámara, quizás la única compañía que tiene el condenado.
Los médicos que lo examinan también poseen por cabezas, cámaras. Como si se tratara de las luces de un quirófano. Los médicos no buscan apalear sus dolencias, buscan encontrar la raíz de su testarudez, buscan encontrar en su cuerpo algo que pueda cambiar su opinión. El joven negro aparece solo, acostado en una camilla, en un cubículo reducido. Es un enfermo que tiene que estar aislado, es altamente infeccioso, el virus que el preso puede propagar es el virus de la libertad. Los médicos-cámaras-guardias temen que exista un rebote de esa pandemia, que se propague el deseo de salir a gritar a las calles las verdades.
La vida no es unos cuantos dibujos, el país tampoco es las cenizas que a diario contabilizamos, ni siquiera la territorialidad que ocupa la nación, ni los pequeños metros cuadrados que habita el preso. Algo debe de acontecer frente a los lentes de la cámara para que esta haga su función. La intimidad del preso está en la memoria del aparato, el aparato extrañaba al muchacho artista cuando estaba libre. En el dibujo se nos presenta la cámara humanizada, una suerte de guiño a las películas de ciencia ficción donde los robots llegan a sentir. El artista preso no tiene otra forma que la tecnología para entrar en contacto con sus amigos, con el público.
Cada imagen grabada donde aparece el artista preso se ha convertido en documento, en patrimonio de los últimos años que vive Cuba. La cámara representa la censura, el aparato represor, pero en los dibujos el artista ha representado comprensiva a la cámara, a pesar de su naturaleza de no responder a estímulos sensoriales.
En esta ocasión la cámara, instrumento de control de la dictadura, llora por grabar lo que graba, por el sencillo oficio de cumplir la función para la que fue construida. No son simples los mensajes que nos muestra el artista: ¿cuál es nuestra función?, ¿por qué callamos o grabamos algunos acontecimientos…? Conocer que algunos aparatos dentro de la cúpula de la dictadura saben que lo que se está haciendo es injusto, que lloran al igual que la cámara que dibuja el artista preso, me llena de esperanza, es la prueba que los años del joven negro en la cárcel no son en vano.