I
Dejé que pasaran los días. Del norte del continente americano y de la legendaria Europa llegaban algunos rasguños hasta Holguín. Y yo, asombrado, irritado, debatiéndome entre la posibilidad de abandonar las redes…
Y la polémica alcanzando tonos fuertes, alegrías y pugnas por el último Premio Nacional de Literatura: Delfin Prats.
II
Había nacido en La Cuaba. Había recorrido los parques y las colinas de Holguín. Había participado en la Campaña de Alfabetización. Había ido a la URSS.
Había pernoctado los parajes de la noche habanera.
Se sentía feliz, pleno, sobreviviente de las redadas…
Se sentía amado. Y amante. Tenía 22 años.
Escribió un libro. Lo envió a concurso. Ganó el Premio David, 1968.
Le publicaron el libro. Y se lo desaparecieron en cuestión de horas.
Comprendió que vivía en un país malo. Y se llenó de traumas.
Su libro Lenguaje de mudos, elogiado y premiado por figuras importantes de las letras cubanas, caía al fuego. Y entonces él, padre de uno de los poemarios más hermosos de la literatura hispanoamericana, comenzó su proceso de ostra. Y de ahí a hombre del alcohol. Hombre de sentir miedo ante el mínimo susurro. (A inicios del Período especial puso en mis manos todo cuanto guardaba con poemas de María Elena Cruz Varela y Roberto Valero. No olvido su gesto de pánico).
En la década de 1980 su nombre llegó hasta los salones de la ONU. El activista político Armando Valladares dijo en la Asamblea de Naciones Unidas para los Derechos Humanos que el poeta Delfín Prats Pupo vivía marginado, en pésimas condiciones, “en un colgadizo” en la ciudad de Holguín.
Por tanto, a partir de 1987 Cuba intentó dar una imagen distinta del poeta y comenzó a publicar sus textos.
Se le otorgó el Premio de la Crítica por el poemario Para festejar el ascenso de Ícaro.
Le entregaron un apartamento. Y él lo permutó por una casita en Pueblo Nuevo, luego se fue para una casa en el casco histórico. (Se mudó más de diez veces, siempre en Holguín)
III
Es día de su cumpleaños 77. Amistades de todas partes del mundo se alarman por las fotos publicadas en mi perfil de Facebook, donde Delfín Prats aparece demacrado, algo flacucho.
Hago una segunda publicación y doy a conocer que el poeta fue asaltado... Los delincuentes robaron algunas de sus pertenencias, “pero no pudieron llevarse la computadora”.
La polémica crece, mientras la preocupación principal de uno de los poetas más famosos del Quinquenio Gris radica en lo difícil que se le hace conseguir comida para sus gatos.
Llega el tercer día de mis visitas. En la rejilla de la puerta veo al gatito. Voy a llamar al poeta y veo que detrás de mí una mujer se acerca. Pienso que se trata de la vigilancia del CDR. Me equivoco, la mujer trae el sano interés de que le regalen un gato. Yo contesto antes que el poeta: ¡sí!
Saco una bolsa de nylon. Delfín agarra el gato y lo entrega a la mujer.
¡Te salvaste, Delfus, uno menos que alimentar! Le digo.
Al día siguiente vuelvo. Ahí están los dos gatos.
El pequeño animal no soportó a los extraños. Arañó a la niña de la casa y regresó a su antiguo hogar.
IV
(El hiper plus ultra daño antropologiquísimo)
Es 28 de diciembre. Día de los inocentes. Le otorgan el Premio Nacional de Literatura a Delfín Prats Pupo. Hay alegría en campos y ciudades... Hay círculos de amigos, celebrando.
Sin embargo, de la noche a la mañana tenemos otra guerrita cultural. Yo me veo redactando mensajes y recibo improperios al salir en defensa del poeta. ¿De qué hay que defenderlo?
De los seres que desde una supuesta ultra oposición al régimen comunista asumen una actitud semejante a los peores estalinistas de las pasadas décadas.
Hay que defenderlo de literatos que tildan al nuevo Premio Nacional de Literatura de “poeta menor”, “guiñapo”, “chivato”. Lo acusan de haber contribuido al encarcelamiento de Reinaldo Arenas.
Hay que defenderlo de ignorantes “empoderados”, de “demócratas” huecos que a gritos le piden que rechace el Premio. Y cuando solo falta sugerirle que en su discurso de agradecimiento grite ¡Patria y Vida!, les lanzo la pregunta a los copia y pega de las redes:
¿Treinta años ha, pidieron ustedes a Dulce María Loynaz que rechazara ese distinguido Premio?
V
Intento dar una imagen exacta del artista al que atacan.
Se trata de un anciano de 77 años.
Es un hombre solitario.
Es un ser traumado y alteradamente nervioso.
Es el poeta menos oficialista de todo lo que queda en Cuba de la generación sufrida de 1960 y 1970.
Jamás se le ha visto en desfiles del 1ro de Mayo ni del 26 de Julio ni de cualesquiera otras fechas…
"Por su extraordinaria obra poética, artistas de todo el país veneran a Delfín Prats como escritor de culto..."
Por su extraordinaria obra poética, artistas de todo el país veneran a Delfín Prats como escritor de culto, y porque ven en él a una víctima del ultraje cultural de los primeros años de la Revolución. Se trata del escritor que pudiendo marchar en pos de los beneficios del exilio cultural se ha quedado a vivir en Cuba en condiciones menos favorables para su vida y para su obra literaria.
Pienso en un pequeño triunfo para la disidencia literaria, pues tanto en Cuba como fuera del país fueron muchas las voces que durante años exigieron el codiciado Premio Nacional de Literatura para Delfín Prats.
Preparo mi taza de café. Abro un libro y leo el poema más celebrado en los parques y las colinas de Holguín: “Humanidad”.
Felicidades…
VI
Presentar al Ícaro holguinero como a un poeta censurado y perseguido, es participar de una tertulia demasiado desactualizada. Pues desde finales de la década de 1980, Prats Pupo es ampliamente publicado en Cuba. A la vez, quienes lo ven como un hombre políticamente correcto, comenten un crimen de lesa intelectualidad. Él jamás ha escrito una línea a favor del régimen imperante en la Isla, aunque también es cierto que nunca en contra. En su discurso literario hay una estética libre de todo panfleto.
"Delfín, con sus miedos y terrores, se ha quedado humilde (jamás cómplicemente) en el terruño natal"
Desde el rencor, el revanchismo y tantos sentimientos adversos acumulados en más de seis décadas de tiranía, es lógico que la literatura y el periodismo cubanos produzcan algunos textos erráticos, malsanos y contraproducentes. Pero el colmo del desacierto es tildar a Delfín Prats de “desfachatez moral”. La diferencia del accionar entre el poeta holguinero y muchos de sus contemporáneos que sufrieron los horrores del castrismo en la década de 1970, puede estar dada en que muchos de ellos terminaron exiliándose, o sea, se fueron lejos de Cuba a ponerle fin a sus miedos. Delfín, con sus miedos y terrores, se ha quedado humilde (jamás cómplicemente) en el terruño natal.
Es cierto que hay varias injusticias con este Premio.
No haberlo otorgado a Lezama Lima, Virgilio Piñera, entre otros.
Haberlo reconocido tardíamente a Dulce María Loynaz.
Pero, me pregunto si los mismos que acusan a Delfín Prats de aceptar este premio no serán los que hasta hace unos días condenaban al régimen por ignorar a los creadores del exilio a la hora de entregar estos galardones. De entregársele, pongamos por ejemplo, a José Kozer, ¿se le pediría que lo acepte o que lo rechace?
Y es que el Premio Nacional de un país es para siempre. Es desde siempre. Es por los siglos de los siglos, independientemente del color político. Delfín Prats Pupo no ha ganado un premio por el comunismo ni gracias al comunismo, sino muy a pesar del comunismo.
VII
Llegado el día… Es Fortaleza de San Carlos de la Cabaña.
En la Sala Nicolás Guillén, el poeta pronuncia su discurso de aceptación por habérsele otorgado el Premio Nacional de Literatura.
Acá, en su ciudad natal, yo cito a un amigo para compartir —capuchino mediante— el momento de ese discurso. Y en nuestros celulares se escucha la voz del poeta lanzando consignas.
Mi amigo y yo apartamos las tazas con capuchino.
Los dos pensamos que nos ha subido la presión arterial.
Dan ganas de dar gritos…
VIII
Comprendo lo ocurrido.
Al salir de la ciudad de Holguín hacia La Habana, el poeta llevaba la euforia de quien recibirá un premio de poesía.
Al llegar a la Feria Internacional del Libro de La Habana, Delfín Prats Pupo no se sintió entre libros.
Él se supo rodeado de rifles, recordó la suerte de Juan Clemente Zenea, el poeta mártir que en los fosos de aquella gran cárcel colonial, en los días previos a su fusilamiento, había escrito “Diario de un mártir”.
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