Ahora que le han dado en Cuba el Premio Nacional de Literatura a Delfín Prats, y han salido muchos a por él, con todas las artes del momento, en las redes sociales y en los medios. Ahora que el poeta olvidado por el poder más bruto en sus años mozos (y por la inercia de la comunidad intelectual) vuelve a ser carne de festinados, entre quienes lo acusan, lo empujan o lo tratan de retratar en su desnudez y vulnerabilidad más absoluta. Ahora, para el querido y sensible poeta Delfín Prats que tuve la inquietud de conocer, allá donde él vaya o lo lleven, quiero decirle que le envío solo mi amor, la compañía impalpable de mi emoción callada. Ojalá hubiera podido o pudiera darle a tiempo algo más concreto y necesario para la intemperie.
He leído algunas cosas lamentables, de "héroes" que lo acusan y hasta tienen la sagaz "valentía", la temeridad de usar la palabra "cobarde" para referirse al poeta, con la misma obviedad que en algunos casos se mantuvieron siempre solícitos y quietecitos mientras cohabitaron en la galera oscura del aparato socialista.
Seres "superiores" desde la distancia emocional, "cultural" y geográfica, envilecidos, engreídos, oportunistas e incapaces de empatizar, como incapaces de separar a un sistema totalitario de un individuo vulnerable, culebras de presbiterios, allá a donde vayan y no importa lo lejos que crean que hayan arribado, quizás sean un producto del castrismo más endémico que la grisura de los comisarios provincianos.
Delfín Prats: "...un bosque húmedo después de la tormenta"
No te pediría pruebas de nada jamás aparte de tu poesía. No oiría otra cosa, Delfín, que tu poema "Humanidad", el sonido invulnerable de tu palabra escrita, por encima de los ruidos y simulacros de la sobrevivencia. Para mí en ese plano, lo importante, la vileza aplastante del totalitarismo hace mucho tiempo que quedó más que suficientemente probada, lo mismo con el lenguaje de los mudos que con la locuacidad de seres tan "superiores" como algunos verdugos de café con leche que nunca abrieron la boca mientras pernoctaron a un arañazo de la máquina totalitaria.
Agradezco que no te haya faltado, en lugar del vacío que te ha rodeado por todas partes y que sigue comiendo de tu hígado incluso en la forma tardía de un Premio Nacional que parece una burla, entre esas apariencias demoníacas, también la presencia, el cuerpo de gente buena y valiente como los escritores Ghabriel Pérez y Mariela Varona que se han mantenido a tu lado.
Y te dedico este poema escrito para Heberto Padilla, ese otro "culpable".
LA PALABRA ABEDUL
Yo le dibujé un día la palabra abedul
al poeta Heberto Padilla,
la palabra que él nunca pudo trepar en su vida tan corta,
a donde habíamos salido a correr con los ojos,
qué poco nos cortamos con el cristal de los muertos.
Yo le di un día como ladrón envuelto en la tristeza
palabras nuevas pero sin domesticar
como rodillas de hierro,
abrazos transparentes
que se arquean al roce con la espiga,
boca dura de lejanas almendras.
Yo le dije un día la palabra descansa,
deja de caminar sobre la tierra
porque este es el mayor prodigio, el de los árboles,
no salgas solo al sueño,
no desesperes mudo ante la muchedumbre.
Y la palabra quédate,
no tienes que probar más dónde hemos pasado la noche,
no tienes que decir nada más
hasta que hablen las estrellas.
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