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Opinión | El 2024 en Cuba: espiritualidad al goteo

"Comienza el 2024. El pueblo cubano lucha por sobrevivir o escapar en medio de la mayor y más profunda crisis terminal de los últimos 65 años. El rostro de Cuba se ha hecho casi irreconocible."

Llave de agua goteando.

Comienza el 2024. El pueblo cubano lucha por sobrevivir o escapar en medio de la mayor y más profunda crisis terminal de los últimos 65 años. El rostro de Cuba se ha hecho casi irreconocible. Una gran mayoría de los cubanos, alrededor del 84 % de la población actual, nació y ha crecido en medio de este régimen totalitario.

Ya se podrá tener una idea del impacto que ha tenido sobre Cuba, sobre cada cubano y su familia, un estilo de vida y convivencia totalmente controlado por un Partido-Estado-Ideología. Cada año que pasa se profundiza la herida del daño antropológico infligido minuciosamente sobre cada cubano.

Se ha secado la más insignificante brizna de confianza en que harán “algo” para cambiar.

Comienza el 2024. Y todas son malas noticias. Muy malas. Más que malas. Basta salir a la calle y mirar los rostros de los cubanos. Basta salir de noche para comprobar que nos han convertido en un pueblo fantasma. Basta intentar felicitar, a pesar de todo, a los conocidos para que se desencadene una letanía de quejas, lamentos, desesperanzas y decepción. Nadie cree que “esto” tenga arreglo ni mejoría.

Incluso, nadie se atreve a decir en público, ni en privado, una palabra de esperanza, ni intentar vislumbrar un ripio de mejoría. Yo nunca había experimentado una situación así. Nos han robado las ganas de esperar algo de “ellos”. Se ha secado la más insignificante brizna de confianza en que harán “algo” para cambiar. La “creencia” en que algo saldrá por lo menos regular se ha convertido en una especie de ateísmo político.

Es un agnosticismo social. Es una descreencia en las instituciones y los mecanismos estatales. En fin, en una sequedad del alma y en una asfixia de esperanza. Cuba pierde el resuello. A Cuba le han robado el aliento.

Que no nos roben la esperanza

Dice un refrán popular que: “La esperanza es lo último que se pierde”. No dice que no se llegue a perder, pero asegura que es lo último. Y como Cuba está en lo último, entonces no nos dejemos arrebatar lo único que puede poner nuestra alma en pie.

La esperanza es la rebeldía del espíritu humano. Es la raíz de la subsistente dignidad de cada persona. Si dejamos que nos extirpen la esperanza permaneceremos de rodillas. Y eso tratan. Pueden quitarnos todo, todo, pero no pueden decidir “cómo” viviremos el despojo. No pueden acceder al santuario de nuestra conciencia, al templo intocable de nuestra libertad interior. No pueden si no le abrimos la puerta al apagón del alma.

Conozco a cubanos que, a lo largo de esta noche de más de seis décadas, han cerrado la puerta a la invasión de la desesperanza.

En ese santuario habita la decisión de si nos vamos a dejar aplastar y vencer por dentro, o si vamos a decidir erguirnos sobre la catástrofe a la que nos han empujado. A cada cubano le queda esa “última libertad”, de que hablaba Viktor Frankl, que es aquella que nos permite escoger entre usar la cruz para escalar a lo más alto de nuestra dignidad martirial o entregar la llave del santuario, dejar que entren y pateen nuestro espíritu las bestias del mal que van contra la naturaleza humana. Todo depende de ti.

Conozco a cubanos que, a lo largo de esta noche de más de seis décadas, han cerrado la puerta a la invasión de la desesperanza y han escogido, soberanamente, cómo vivir y cómo morir con dignidad. Su memoria es espuela. Su ejemplo, inspiración. Aquellos que murieron gritando: ¡Viva Cristo Rey! Y aquellos que aparentemente se apagaron en la oscuridad de la celda mientras su luz era la única de Cuba.

Conozco la estela martirial de otros cubanos que, desconocidos, pero con la única fuerza que da el alma, usaron con suprema dignidad y con asombroso aplomo y serenidad, la última de sus libertades: escoger cómo vivir el martirio civil cotidiano. Ese calvario de cada día fue descrito por la más grande poetisa cubana del siglo XX, Dulce María Loynaz, en el que es mi poema preferido de todos los suyos: Poemas sin nombre, III. Ella lo ha dicho como nadie, le ha puesto rostro, con el más alto vuelo poético, lo que hace aún más lacerante y significativo el “vivir sin vivir” de los cubanos:

“Solo clavándose en la sombra,

chupando gota a gota,

el jugo vivo de la sombra,

se logra hacer para arriba obra noble y perdurable.”

Propuestas para 2024

La poetisa dice: “solo clavándose”: Es decir, la única alternativa de “la última de las libertades humanas”. No es dejarte clavar sumisamente. Es un acto de soberanía personal. Lo dijo Jesús de forma diáfana: “Nadie me quita la vida, yo la entrego voluntariamente. Tengo el derecho de darla y de volver a recibirla” (Juan 10, 18).

Apliquemos esa Palabra de Cristo y ese poema de la Loynaz a la vida de Cuba al comienzo de 2024 con nuestras propuestas:

  1. “Solo clavándose”: pareciera que nos quitan la vida… pero aún nos queda escoger si la entrego en ofrenda cotidiana y heroica, o me la dejo arrebatar arrastrándome hasta el calvario de la abyección. Propongo esta primera actitud para este 2024: el ejercicio diario de esta última libertad o la dejación de este derecho decide el cómo vamos a vivir esta agonía: como víctima o como mártir, como despojado o como oferente, como encadenado o como cimarrón. Tú decides allá adentro del santuario de tu conciencia. Nadie puede entrar y nadie puede decidir por ti. Escoge o te arrastrarán.
  2. “Clavándose en la sombra”: Segunda actitud. Si escoges la ofrenda, el testimonio martirial, la libertad responsable, la primera tentación de esta segunda actitud es confundir la luz con los “fuegos artificiales”, con el deslumbramiento del “impacto”, con el “resplandor de las pantallas y las redes”. No se trata de despreciar los nuevos areópagos de la luz, se trata de no confundir la luz de la que eres profeta y portador, la luz que te precede y puede abrir camino a los demás, con el deslumbramiento, que es, como dice la etimología de la palabra, todo lo contrario: “des-lumbrar”, equivale a, quitar la vista, enceguecer, ofuscar, confundir la Luz con el portador de la Luz. Entonces, la segunda actitud es ofrecer la vida sin dejarte confundir con la Luz que portas. Lo que glorificó la sombra de la cruz fue que el crucificado optó libremente por “clavarse”, no dejarse clavar, no huir de la cruz, no asumiendo el victimismo, sino convirtiendo el cadalso en altar, el ara en luz, sin alarde ni confusión.
  3. “Gota a gota”: La tercera actitud es la ofrenda cotidiana, como la gota del rocío de cada mañana de tu vida. Hay quienes escogen la cruz, pero se les agota el “chorro” y se secan o escapan del sembradío árido. Es lo que llamo “la espiritualidad del goteo”. Similar al que es considerado el mejor sistema de regadío del mundo: el riego por goteo. Tan antiguo desde el siglo I a.c. en China y tan actual desde que fue desarrollado en la segunda mitad del siglo XX por el pueblo de Israel. El que lleva la gota del preciado líquido vivificador muy cerca de la raíz especialmente en situaciones de enorme aridez. Cuba, cada cubano, necesita en su raíz la gota diaria de un alma libre porque, como termina el mencionado poema: “el que no ponga el alma de raíz se seca”.

Estos son mis deseos y propuestas para este año 2024 en que Cuba amanece en las sombras de la aridez material, moral y espiritual. Mi esperanza radica en que: en la raíz del alma de cada cubano y en el alma de Cuba subsiste la “libertad de la luz”, la única que puede “hacer para arriba obra noble y perdurable”. Esta razón debe alcanzar para, a pesar de todo, desearnos un feliz año 2024 que sea nuevo de verdad.

Que el 2024 sea el tan largamente esperado año del cambio en Cuba. Un cambio que, gota a gota, desde la cruz cotidiana, ha venido convirtiendo nuestras sombras en el clarear definitivo de la libertad.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

(Publicado originalmente en Centro de Estudios Convivencia).

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Dagoberto Valdés Hernández

Dagoberto Valdés.

(Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Premios: “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Reside en Pinar del Río.

 

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