¿A qué Gobierno puede molestarle que, en medio de una crisis de desabastecimiento que el Estado no logra resolver, los ciudadanos se ayuden entre sí?
Solo a uno empeñado en mantener a la ciudadanía en la creencia de que todo lo que tiene se lo debe al Estado, al Gobierno y al Partido, que conforman la Trinidad dictatorial cubana.
Las entre cien y ciento veinte personas que diariamente recibían alimento en la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) constituían para la dictadura un peligro mayor que un acto terrorista. Estos ancianos, personas con discapacidad y madres con varios hijos y sin sustento, obtenían de este grupo abiertamente opositor, el socorro que no les brindaba el Estado y ponían en evidencia el desamparo en que viven muchas personas en la Cuba socialista, a 62 años del triunfo de la Revolución.
No es que el Estado no quiera socorrer a estas personas, es que no puede. La ineficiencia del sistema económico impuesto y la insistencia en mantenerlo han creado una crisis que la pandemia ha venido a agravar. Pero menos aún puede el Estado permitirse que la oposición se lleve el más mínimo crédito por asistir a los necesitados. Para evitar esto, y no para evitar un acto terrorista ni una acción armada, agentes de la policía y de la Seguridad del Estado han detenido a activistas y los han despojado del dinero con que comprarían la comida que se cocina y distribuye a los necesitados; han allanado la sede de la organización y se han robado la comida, y por último sometieron la sede a un cerco policial.
Ante esta situación, el líder de la UNPACU, José Daniel Ferrer, reclamó que “si el régimen ha creado las condiciones para que Cuba sea una fábrica de hambrientos, nos deje asistirles”, en enero de 2021, mientras él y su esposa realizaban una huelga que duró 48 horas.
La escalada en la represión y la imposición del cerco policial para impedir su labor humanitaria, llevaron a Ferrer y a más de 40 miembros de la organización a iniciar una huelga de hambre el 18 de marzo de 2021.
El único recurso que le queda al Gobierno para ripostar una forma de lucha pacífica, que implica someter el cuerpo a la dura prueba del hambre, es el descrédito. A esto recurrió, a través de su vocero del momento, el periodista Humberto López, quien acusó a los activistas de la UNPACU de intentar “llamar la atención de los gobiernos, de los organismos internacionales, que se solidaricen con esto y en contra de la Revolución”. La televisión mostró además a un presunto vecino del barrio santiaguero de Altamira, que aseguró haber llevado alimentos a un activista de la UNPACU, que los trasladó a la sede.
“¿Huelga de hambre? ¿Será una dieta o alimentación a discreción o comida a hurtadillas?”, cuestionó Humberto López, para poner en duda la autenticidad de la huelga.
Cuatro días después, cuando la huelga llegaba a su décimo octavo día, al menos siete huelguistas, de los treinta que no habían tenido que abandonar la huelga, estaban en grave estado de salud. La activista Alisanna Lores Furones, había tenido que ser hospitalizada tras 13 días de huelga. De esto no hablaron los medios oficiales en Cuba.
Sin embargo, tras las críticas de varias organizaciones internacionales, del Departamento de Estado de los Estados Unidos y de la Organización de Estados Americanos (OEA), el cerco policial se fue retirando gradualmente y los huelguistas empezaron a deponer la huelga tras 21 días de ayuno voluntario.
Esta retirada del cerco, que había permitido a la organización retomar la asistencia a ancianos, madres solteras, personas con discapacidad y otras que viven en la precariedad, constituyó una victoria para la UNPACU y toda la sociedad civil cubana. Pero duró poco.
Setenta y dos horas después, el régimen reestableció el cerco policial y el asedio a las personas necesitadas que se acercaban a la UNPACU en busca de ayuda.
Después de llevarlos al límite y hacerle creer al mundo que mostraría algo de respeto por la vida y los derechos tanto de opositores pacíficos como de ciudadanos desamparados, el régimen reinició el asedio contra los activistas, a sabiendas de que no cuentan con reservas físicas para iniciar otra huelga.
HAMBRE VOLUNTARIA CONTRA HAMBRE IMPUESTA
La detención del rapero Denis Solís el 9 de noviembre y su condena a 8 meses de prisión en un juicio sumario y sin garantías desembocaron en el atrincheramiento de un grupo de artistas, activistas y miembros del Movimiento San Isidro en la sede de este último.
La idea del encierro era exigir la liberación de Solís, a través de las redes sociales, pero todo cambió el 18 de noviembre, cuando agentes policiales interceptaron a la persona que les suministraba alimentos. Entonces, nueve de ellos decidieron iniciar una huelga de hambre; algunos, también de sed.
No sabemos cuánto habrían aguantado los integrantes de San Isidro que no habían abandonado la huelga el 26 de noviembre. El rapero Maykel Castillo, conocido como Maykel Osorbo y Luis Manuel Otero Alcántara habían roto la de sed, al sexto día de ayuno, pero continuaban sin ingerir alimentos. La cosa amenazaba con extenderse, tras la incorporación de la curadora Anamely Ramos, quien se declaró también en huelga de hambre el 25 de noviembre.
No son tiempos de quedarse en lo oscuro a morir ni padecer como traidores. Lo que fuera a pasar con los miembros de San Isidro, el deterioro físico que hubieran podido soportar, iba a ocurrir bajo el foco mediático, con transmisión en vivo a través de sus respectivas páginas de Facebook, con el mundo mirando.
El acceso a Internet que muy a regañadientes del gobierno ha ido consiguiendo la sociedad cubana, y la visibilidad mediática con que ya contaban Otero Alcántara y otros miembros de San Isidro (gracias, fundamentalmente, a la represión del régimen) jugaron a favor de los huelguistas.
Entre dejarlos continuar poniendo sus cuerpos al límite, en vivo y en directo, de Cuba y para el mundo, y quedar en evidencia con el allanamiento de la sede de San Isidro protagonizado por un supuesto personal entrenado en artes marciales, pero con uniformes de salud pública, el gobierno escogió lo segundo. Que luego los supuestos profesionales de la salud se despojaran de sus uniformes frente a los huelguistas detenidos, sin ningún pudor, era menos grave que la muerte inoportuna de un huelguista.
Lo indeseable no era que se muriera alguno. Lo indeseable habría sido la atención que habría suscitado tal desenlace, no sólo fuera de Cuba, sino, más grave aún, dentro.
INCLUSO LA MUERTE PROPIA PARA HACER VALER EL DERECHO A LA LIBERTAD INDIVIDUAL
La cobertura mediática y los reclamos de organizaciones internacionales al Gobierno, generadas por las huelgas de la UNPACU y el Movimiento San Isidro, la que ahora está librando Luis Manuel Otero Alcántara luego que le destruyeran sus obras y le impidieran salir de su casa, entre otras muchas y sistemáticas agresiones, brindan una importante oportunidad para recordar aquellas huelgas de hambre realizadas en Cuba durante los últimos 62 años. No todos sus protagonistas son conocidos y no todos sobrevivieron.
Originalmente, se registraron 75 opositores y periodistas independientes detenidos, enjuiciados y encarcelados, pero en realidad fueron 76.
El preso número 76 se llamaba Orlando Zapata Tamayo. Fue un albañil y plomero nacido en 1967, que se acercó a la oposición cubana, paradójicamente “para combatirnos”, cuenta Guillermo Fariñas, Premio Sájarov del Parlamento Europeo y Coordinador del Frente Anti Totalitario Unido (FANTU). Entre 1999 y 2000, Zapata era plomero en uno de los hoteles cercanos al Parque Central. Como miembro de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), le habían dado la misión de refutar todo lo que debatían los opositores en el Parque, con las frases manidas de la Revolución. Según el testimonio de Fariñas, cuando varios ex presos políticos le mostraron a Zapatas las huellas de tortura que tenían en su cuerpo, como bayonetazos y mordidas de perros, él comenzó a girar hacia la oposición. Incluso tuvo el valor de decir en su Comité de Base que todo lo que se decía de la Revolución cubana era una gran mentira.
El 6 de diciembre de 2002, Orlando Zapata Tamayo fue arrestado por agentes de la Seguridad del Estado y acusado de desacato, por lo que cumplió una condena de más de tres meses.
El 20 de marzo de 2003, trece días después de su liberación, fue arrestado mientras participaba en un ayuno para pedir la liberación de varios compañeros encarcelados. Fue acusado de desacato, desorden público y desobediencia civil. Estando en la cárcel, le fueron agregando sentencias hasta elevar la condena a 36 años de privación de libertad.
Entre el 2 y el 3 de diciembre de 2009 comenzó una huelga de hambre en la prisión Kilo 8 de Camagüey, para protestar porque le habían negado el uniforme blanco que usaban los disidentes en prisión para obligarlo a usar el de preso común, y para denunciar las condiciones de vida en la cárcel. El periodista Ernesto Hernández Busto cuenta que Zapata reclamaba “los mismos privilegios que Fulgencio Batista le dio a Fidel Castro cuando estuvo preso en el Presidio Modelo”.
Como castigo por la huelga y sus exigencias, las autoridades carcelarias lo encerraron en solitario y lo privaron de agua durante días. Esto le provocó un fallo renal y tuvo que ser ingresado en el Hospital de Camagüey.
En febrero fue trasladado al Combinado del Este en la capital, pero su condición de salud empeoró el 16 de febrero de 2010. Falleció una semana después, el 23 de febrero, en el Hospital Hermanos Ameijeiras.
Según el discurso oficial, Zapata era un delincuente común e hizo pública una hoja penal, que mostraba que había sido procesado varias veces desde 1993 por delitos de lesiones, estafa y alteración del orden público. ¿Cómo pudo este hombre con estos antecedentes trabajar en el Hotel Parque Central y ser miembro de la UJC?
El Gobierno cubano también afirmó que la exigencia de Zapata durante su huelga de hambre, que extendió por 86 días, era disfrutar comodidades en su celda que no tenían otros reclusos.
Poco después, cuando el presidente brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva visitó la Isla, el ya entonces presidente Raúl Castro se adelantó a las preguntas de la prensa extranjera acreditada en el país, diciendo “¿La primera (pregunta) saben cuál es? Uno que se murió en una huelga de hambre”.
El resultado de la huelga de hambre de Zapata Tamayo, además de su propia muerte, fue mostrarle al mundo la crueldad de un régimen para el que la vida de un disidente vale menos que la de una cucaracha. Un logro insignificante a un costo demasiado alto.
Zapata había sido declarado Preso de Conciencia por Amnistía Internacional desde 2004, que también incluyó su caso en el reporte detallado sobre la Primavera Negra.
Para el régimen y sus partidarios, es sólo un delincuente (como todos los disidentes, en la lógica castrista), convertido en mártir. Para la disidencia cubana es un símbolo de resistencia.
Uno de los motivos de la relevancia internacional que alcanzó el caso de Orlando Zapata Tamayo fue que se le consideraba el primer cubano que moría en una huelga de hambre en la cárcel desde 1972, cuando murió Pedro Luis Boitel. En realidad, habían fallecido otros cuyos nombres son poco conocidos.
Hasta el momento, se conoce que entre 1966 y 1972 murieron: Roberto López Chávez (25 años), Luis Álvarez Ríos (31 años), Francisco Aguirre Vidarrueta (edad desconocida) y Carmelo Cuadra Hernández (edad desconocida).
Pedro Luis Boitel Abraham nació en el seno de una familia humilde, en Matanzas, en 1931. Militó en el M-26 de Julio, por lo que sufrió dos detenciones en 1957. Fue interrogado y amenazado por sus actividades revolucionarias, así es que tuvo que pasar a la clandestinidad. Participó en la huelga del 9 de abril de 1958, pero cuando esta fracasó se asiló en Venezuela, por órdenes del Movimiento.
Regresó a Cuba tras el triunfo de la Revolución y reanudó sus estudios de ingeniería eléctrica. En esa facultad resultó elegido presidente de la FEU y era el potencial ganador de la presidencia en la Universidad. Pero Fidel Castro intervino personalmente en las elecciones estudiantiles y quitó a Boitel de la presidencia para entregársela al candidato de su preferencia.
Boitel fue de los tantos cubanos que luchó contra la dictadura batistiana y se sintió traicionado por el giro comunista que tomó el proceso revolucionario. Fundó la organización clandestina Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR). En 1961 fue detenido y acusado de conspiración contra el Estado, por lo que fue sentenciado a 10 años de prisión. En la cárcel, la sentencia se le prolongó con cargos adicionales.
En abril de 1972, se negó a recibir la jaba con lo que le enviaba su familia, porque se percató de que los guardias de la prisión se habían robado más de la mitad del contenido. Después de esta protesta, en la que Boitel intercambió palabras fuertes y forcejeos con los guardias de la prisión, le quitaron las ropas de civil del armario para obligarlo a usar las de preso.
No era el primer derecho que le quitaban, según cuenta el prisionero político, Armando Valladares, quien estuvo junto a Boitel durante toda su huelga. Antes le habían quitado la asistencia médica y la leche, pese a que estaba enfermo.
En su diario sobre el ayuno, el prisionero dice que Boitel mantenía la serenidad e incluso el sentido del humor al pedirle que le alcanzara el “bistec con papas y cebollas”, en referencia al vaso de agua, que era todo lo que consumía durante la huelga. En ese momento, ya llevaba quince días sin comer.
Valladares describe la huelga como inteligente, porque Boitel no gastaba energías. Pero eso no evitó los vómitos, los dolores en las articulaciones, que empezara a orinar sangre a la altura del día 45 y que el día 50 no pudiera orinar en absoluto.
El día 52, sus compañeros, bajo su responsabilidad, pidieron al jefe de galera que llamara al oficial, de apellido Valdés, que estaba frente a la prisión. Cuando este vino le mostraron lo mal que estaba Boitel. La respuesta textual de Valdés al jefe de galera fue: “Efectivamente, está muy grave. Ya lo vi. Yo informaré que está muy mal. Que está grave, se puede ver a simple vista. Ahora bien, ya nosotros estamos cansados de Pedo Luis Boitel y de sus huelgas… Lo que él pide no se lo vamos a dar. Si fuera por mí, se moría ahí mismo. Pero como yo no decido en este asunto y éste es un caso de ‘arriba’, yo informaré al Ministro y les explicaré en las condiciones en que está y que él decida. Pero llévate la impresión de que se va a joder…”
No lo llevaron al hospital hasta el 24 de mayo a la 4:40 de la tarde. Había completado el día 53 de su huelga. Los presos que presenciaron su muerte en la sala Pity Fajardo contaron que lo entraron a la sala, seminconsciente y casi frío a la 1:40 de la madrugada y que había sido golpeado. A las 3:00 de la mañana un guardia se le acercó y dijo “¡Ya!”.
Después de Boitel, se conoce que murieron en huelga de hambre, entre 1973 y 1992: Olegario Charlot Spileta (edad desconocida), Enrique García Cuevas (edad desconocida), José Barrios Pedré (edad desconocida), Santiago Roche Valle (45 años de edad), Nicolás González Regueiro (42 años).
En enero de 2012, con apenas 31 años, falleció Wilmar Villar Mendoza, santiaguero miembro de la UNPACU. Soportó cincuenta días de ayuno en protesta por su condena y pidiendo cambios democráticos en la isla. Falleció tras ser ingresado en una sala del hospital Juan Bruno Zayas, en la ciudad oriental de Santiago de Cuba.
Yosvany Aróstegui Almenteros murió el 7 de agosto de 2020, tras más de cuarenta días de huelga de hambre, en el centro penitenciario Kilo 8, en la provincia de Camagüey. El activista inició el ayuno en protesta por la sanción que le impuso un tribunal. Fue trasladado al hospital Amalia Simonet de la ciudad agramontina, donde días después falleció.
El sitio Plantado.com registra también la muerte de Eusebio Hernández, el 23 de febrero de 2010.
LOS QUE HAN VIVIDO PARA CONTARLO
“La huelga es el único recurso contra el abuso. La muerte del prisionero político como consecuencia de una huelga de hambre es un acto de rebeldía. Las tiranías temen a la rebeldía porque se contagia y los tiranos necesitan el miedo para gobernar. Cuando alguien los enfrenta, aunque sea un preso, otros pueden imitarlo dentro o fuera de la prisión…”, escribió Huber Matos en su libro “Cómo llegó la noche”.
Esos eran sus pensamientos en 1968, cuando estaba a punto de comenzar una huelga de hambre en protesta por el trato que recibían él y sus compañeros en la cárcel.
Estaba decidido a morir y de hecho comenzó el ayuno, convencido de que el desenlace sería ese. Pero un mártir podía convertirse en bandera para la oposición. Por este motivo, consideraba que la huelga de hambre debía ser “prolongada”. La muerte no debía llegar rápido, para que cuando ocurriera tuviera el mayor impacto en los presos, la población y la opinión pública internacional.
El día que inició la huelga, 1ro de marzo de 1968, envió una carta a las autoridades del penal, en la que exponía su negativa a continuar viviendo entre rejas en “condiciones infrahumanas, desnudo, incomunicado y en régimen de castigo permanente”. La carta lanza un ultimátum a sus carcelarios: “o me respetan o me echan a la fosa”.
En la huelga lo acompañaron Nerín (Onirio Narín Sánchez Infante) y Lauro Blanco, otros dos prisioneros políticos. Uno de los reclamos principales era la devolución de los uniformes amarillos que los distinguían de los presos comunes.
Nerín Sánchez había aconsejado posponerla hasta después del invierno porque las bajas temperaturas y el estómago vacío podían frustrar el objetivo de extender el ayuno por el mayor tiempo posible.
En su libro, Matos describe cómo el organismo empieza a alimentarse de sus propios nutrientes para no morir, cómo el hambre desaparece y el cuerpo se deteriora paulatinamente.
El 12 de agosto, cuando llevaban cinco meses en huelga de hambre y creía que iba a morir, Matos y sus compañeros recibieron los uniformes amarillos que reclamaban. “Pasadas las doce de la noche, nos comunican: ‘Lo que ustedes solicitaron está concedido’. Podremos recibir a nuestros familiares y seremos respetados como lo hemos planteado”, cuenta en “Cómo llegó la noche”.
Guillermo Fariñas es posiblemente el cubano que más huelgas de hambre ha protagonizado para exigir desde el castigo de una funcionaria corrupta hasta derechos para el pueblo de Cuba. Aunque ha sobrevivido a prolongados ayunos, su cuerpo no ha salido completamente ileso. Las huelgas le provocaron la pérdida del cabello, la barba y pasar tiempo en silla de ruedas.
En 1992, realizó su primera huelga. Había denunciado en la policía a la directora de un hospital infantil y miembro del Comité Central del Partido Comunista, por corrupción. Pero lo dejaron encerrado y ahí se plantó en huelga de hambre. Como la funcionaria no fue sancionada, en 1997, Fariñas se declaró en huelga de hambre con un cartel frente al hospital. Había avisado a una periodista de CNN y el suceso alcanzó resonancia internacional. La huelga duró desde enero hasta mayo de ese año. El entonces ministro de Salud Pública fue a verlo para decirle que la doctora había sido sancionada. Fariñas salió de esa huelga en silla de ruedas y requirió fisioterapia para recuperarse.
Ese mismo año, fue asesor de un ayuno colectivo por la libertad de Daula Carpio Mata, coordinadora del Partido Pro Derechos Humanos en Cuba para la región central. El ayuno fue reprimido y los protagonistas encarcelados. Fariñas no fue detenido inicialmente, pero en febrero de 1998 lo arrestaron con violencia y fue condenado a prisión. Allí se declaró nuevamente en huelga de hambre. Estuvo 18 meses con alimentación por vía intravenosa. Fue entonces que perdió el pelo y la barba.
Otra de sus huelgas más relevantes fue en 2006, cuando se sometió a un prolongado ayuno para que los cubanos tuvieran Internet. Por esa huelga recibió el Premio Reporteros sin Fronteras y el Premio a los Derechos Humanos de la Ciudad de Weimar.
En 2010, tras la muerte de Orlando Zapata Tamayo, hizo un ayuno por la liberación de 26 presos que estaban enfermos. Eran parte de los 52 que permanecían en la cárcel del grupo de los 75. Fueron casi 135 días en huelga. Estuvo ingresado en terapia intensiva y lo mantuvieron vivo con una manguera conectada a la subclavia, a través de la cual le administraban dextrosa, vitamina y antibióticos.
En 2011, llevó a cabo otra huelga, pero la suspendió porque varios presos de los 75, que acababan de salir de prisión y estaban enfermos, le dijeron que si no lo hacía también ayunarían.
Su última huelga de hambre tuvo lugar en 2016, para exigirle a la Unión Europea el cumplimiento de sus compromisos en materia de derechos humanos en las negociaciones con el gobierno cubano. La interrumpió, tras más de treinta días sin ingerir alimentos, por un engaño. “Aparentemente estuve conversando con el presidente del Parlamento Europeo, incluido un intérprete, y después resultó un engaño de la Seguridad del Estado, pues llegaron hasta a usurpar una página web del Parlamento Europeo con la falsa Enmienda Fariñas. Todo fue una desinformación que me llevó a deponer la huelga de hambre”, contó en 2020 a Diario de Cuba.
Para Fariñas, la huelga de hambre es un método no violento para llamar la atención de la opinión pública sobre un tipo determinado de abuso. Se siente un seguidor de los primeros cubanos que hicieron huelga de hambre en las prisiones del régimen cubano y que su único mérito ha sido “sacar a las huelgas de hambre de los predios carcelarios y ponerlas en las calles de Cuba”.
En mayo de 2018, el biólogo Ariel Ruiz Urquiola fue condenado a un año de cárcel por desacato, tras una discusión con dos miembros del cuerpo de guardabosques estatal que fueron a pedirle los permisos legales para operar en la finca que un año antes obtuvo en usufructo.
El científico había sido despedido de la Universidad de La Habana en 2016 por supuestas ausencias laborales, que él afirma se debieron a su trabajo investigativo. En 2017 fue detenido por exigir tratamiento adecuado para el cáncer que padece su hermana Omara Ruiz Urquiola. Por años había denunciado problemas como la tala indiscriminada de árboles, la caza de especies protegidas y la contaminación por vertidos.
Al fundamentar la excesiva sentencia, el tribunal le achacó el no participar en las actividades de las organizaciones políticas y de masa, y reunirse con personas de mala conducta, en referencia a disidentes.
Ruiz Urquiola consideró arbitraria su sentencia y el 17 de junio se declaró en huelga de hambre y sed hasta que fuera revisada. La amplia cobertura que le dio la prensa independiente al caso le hizo ganar inmediata repercusión internacional. Pesó también el hecho de que fuera colaborador de la Universidad Humboldt de Berlín. La OEA, los Estados Unidos y la ONG Amnistía Internacional reclamaron su inmediata liberación.
Seis días después fue internado en la sala de penados del Hospital Provincial de Pinar del Río donde le administraron sueros por vía intravenosa contra su voluntad, por su delicado estado de salud. A las dos semanas del inicio de su huelga de hambre, fue puesto en libertad.
En noviembre de 2019, se le detectó VIH. Denunció que la Seguridad del Estado le había inoculado el virus a través de los sueros que le pusieron contra su voluntad durante su ayuno.
HAMBRE PARA ROMPER FRONTERAS Y CONSTRUIR PUENTES
Si los cubanos han sacado las huelgas de hambre de las cárceles, donde resulta más fácil para el gobierno cubano ocultarlas y, en caso de un huelguista fallezca, descalificarlo como preso común, también las han sacado de las fronteras cubanas.
No pocos cubanos en el exterior han puesto también sus cuerpos y se han sometido a ayunos voluntarios para apoyar a sus compatriotas dentro de la Isla.
En abril de 1976, un grupo de exiliados se declaró en huelga de hambre frente a la sede de The Miami Herald por la negligencia del diario hacia la situación de los presos políticos en la Isla.
El exprisionero político Siro del Castillo, residente en Estados Unidos desde 1972, fue uno de los huelguistas. Cuenta que, aunque la prensa no publicó nada sobre la huelga, en las noches llegaban muchos cubanos solidarios, la radio, y, finalmente la televisión. Finalmente, consiguieron la atención del diario y su compromiso con la divulgación de la tragedia. Desde entonces, el periódico cambió su postura sobre las violaciones de derechos humanos en Cuba.
El 22 de junio de 2020, Ariel Ruiz Urquiola se declaró en huelga de hambre frente a la sede de las Naciones Unidas en Ginebra, como modo de exigir que su caso y el de su hermana, como víctimas del régimen cubano, fueran escuchados.
Cinco días después, depuso su huelga, cuando se le informó que sería escuchado en la ONU. Su intervención ante la Asamblea General el 30 de junio, fue boicoteada por los representantes del Gobierno cubano. Horas después, pronunció su discurso íntegramente afuera de la sede.
La huelga de hambre que iniciaron varios activistas de la UNPACU el 18 de marzo de 2021 para exigir el cese del asedio policial y que se les permitiera continuar su labor humanitaria, también generó la solidaridad entre cubanos residentes en el exterior.
Deborah Bruguera lanzó la iniciativa “Yo estoy dentro”, que consistió en ayunar durante tres días en solidaridad con los activistas. Participaron varios cubanos, entre ellos Anamely Ramos y el cantautor Pancho Céspedes. Este último, realizó comenzó un segundo ayuno de 72 horas el 8 de abril.
Al despojar a los cubanos totalmente de derechos, al dejarlos en absoluta indefensión legal, el gobierno les ha dejado la huelga de hambre como única arma.
Fuera de prisión, la huelga de hambre es más difícil de controlar y sus protagonistas, más difíciles de desacreditar.
Esta forma de lucha, totalmente pacífica, expone cada vez más la irracionalidad del régimen cubano.