1
El esplendor del gato
reside en siete sílabas
mágicas que ensalivan
su piel de rato en rato.
Su lengua, recio trapo
con espinas de pez,
ansía lo que no ve:
pues el gato en lo ignoto
de ese esplendor remoto
del Alimento es juez.
2
¿El gallo fue antes del tiempo
o el tiempo despertó al gallo?
Trueno que anticipa al rayo
con un magnífico estruendo.
¿A quién invoca violento
el ruido de tu garganta?
¿Qué majestad se levanta
de la rección de tu cresta
volviendo la luz protesta
que las tinieblas espanta?
3
El ojo del buey me mira
sin pericia y sin asombro
cuando atravieso el escombro
y voy llegando a la pira.
Todo hombre es la mentira (1)
que el buey en su parsimonia
descifra, como antinomia
de respiración pesada,
certidumbre que es mascada
con qué humilde ceremonia.
(1) Omnis homo mendas.
4
El Behemot y el Leviatán
son una misma criatura.
uno remueve el fango agreste,
otro destila el agua oscura.
Todo hombre es Job y por su hechura
comienza a ser bacín o jarro
del mismo fuego de aquel barro
que halló el Creador en el sendero.
Su ojo en el tropezadero
como un sol quiebra los guijarros.
5
Contra el mal que nubla el día
de los hombres, su figura
perdida en la calle dura
que fricciona la utopía,
disperso en una jauría
de voces, en una cuadra
donde la pobreza labra
su cólera cotidiana
por palacios de obsidiana:
ladra, perro, ladra, ¡ladra!
6
Salta, mono, sobre el mundo,
haz lo tuyo, mono avieso,
solitario mono, exceso
que cabe en sólo un segundo.
mono de Dios, Segismundo
de tus cadenas cargado,
ven, reposa en mi costado
de trashumantes hombrías
que yo haré tus monerías,
sempiterno enamorado.
7
La araña es una criatura
del milanés Arcimboldo:
construye en su cuerpo un toldo
de fantástica mixtura.
Ojo a la araña que es pura
consagración del vacío,
llevando a cuesta los ríos
de plata donde el insecto
sucumbe ante el arquitecto
corrector del albedrío.
8
Entre los muros de mi casa
que el tiempo arruina con destajo,
crecen las grietas y los gajos
de algún arbusto en la terraza.
La luz de luna de la plaza
se filtra en ellos refulgente
y en el murmullo de la gente
se oye una voz estremecida.
Como un denuedo de la vida
pasa silbando la serpiente.
9
Hoy voy a hablar de las hormigas,
que no conocen el cansancio,
esas invictas enemigas
del fuego griego y el dios rancio.
Monoteístas de Bizancio
en los altares de la mesa,
cuán delicada fortaleza
hecha de migas para el horno.
Ir y venir, siempre en retorno,
pues el infierno es la pereza.
10
Los pájaros de San Francisco
son pájaros atolondrados
picando alegres los costados
de Prometeo y Jesucristo.
Para mi gusto, el basilisco
que nos congela en la mirada.
Reptil y ave no son nada
en unos ojos de escafandra:
tu lento nombre, salamandra
del agua en llamas escapada.
11
El sapo es un sucedáneo
del sumerio Gilgamesh.
Respira el sapo al revés,
en un gesto que instantáneo
lo usual convierte en foráneo.
Se hincha el sapo hasta la altura
de su enigmática holgura
y alcanza a tocar su piel
de nervios como un papel
que el canto vuelve escritura.
12
Relumbra el caballo sucio
de aguachales y de arena,
el sol va a morir abstruso
en su pecho de carenas.
En su crin las sogas vuelan
liberándole la frente
y anuncia la boca dientes
de una épica fatiga,
bramando su fiel cantiga
con un sudor de aguardiente.
13
La paloma blanca arrulla
en la tarde de los grillos,
mientras aún baja la luna
pinta el cielo de amarillo.
Las estrellas que murmuran
se encienden como las yescas.
Huele a pan y a rosa fresca,
bruñen quemadas las lomas
y miríadas de palomas
harán que el mundo anochezca.
14
Tigre de Blake (2), simetría
terrible como la noche,
¿quién restalló en ti esos ocres
fraguados en agua fría?
¿A qué mortal desafías
con tus rayas y tus garras?
¿Quién pensó la cimitarra
de tu cuerpo, quién tus ojos
colmó de un sanguíneo enojo
desbordándose en las jarras?
(2) “The Tiger”: William Blake.
15
Cemí, mulo del abismo (3)
desenredando fracasos,
un árbol lleno de brazos
encaja tu cruel mutismo.
Sísifo austero, tú mismo
prolongándote en la cuesta,
tu espalda siempre dispuesta
a cargar a contrapelo
la pesadez de los cielos
como una angustiosa siesta.
(3) “Rapsodia para el mulo”: José Lezama Lima.
16
Hierve en su cáscara de hueso,
fruto del mar sin una gota
de sal o aceite en el proceso.
Aspira el humo de las notas
del restorán frente a la playa.
En su joroba lento ensaya
junto a los ajos y los quesos
aquel fragor de la batalla
del fideuá y el minestrone,
sopa de babas que Dios come.
17
¿Quién pudiera junto a ti
revolcarse en ese fango
como un agorero caldo
de la creación y el hachís?
Hipopótamo de anís,
corpulenta poesía
insuflada de la herida
en las manos al formarte,
curvatura que en ti es arte,
abultada ingeniería.
18
Ponle alas al cerdo,
margaritas y dalias,
llénalo de sandalias,
escúlpelo con cuernos.
El cerdo nunca es cuerdo.
Capitán de inmundicias,
soberano del lodo,
soberbio Quasimodo
de epicúrea sonrisa.
Ponle alas al cerdo.
19
El nerudiano conejo
se cansó de la consulta
donde aquel judío apunta
mitologías y complejos.
El conejo está perplejo
de tanta confusa liebre
dándole abrigo en la nieve.
Manchadas de anaranjadas
zanahorias en relieve,
sus orejas sexuadas.
20
León del tiempo embotado(4),
ruges y ruges en runas
sánscritas como aceitunas
y diamantes triturados.
San Pablo te ha bautizado
con Diana de los efesios
y te has rendido confeso
ante el rey de los mendigos,
has roto al fin los postigos
donde el sueño te hizo preso.
(4) Devouring Time, blunt thou the lion’s paws…: William Shakespeare.
21
El huracán y el azúcar
le ponen ojos a Argos
y el viento sopla en letargo
arrancándolos cual frutas.
No junio, Juno disputa
las perlas de su mirada
por su ancha cola extraviada:
azules, verdes, total
color del pavo real
que da realidad a la nada.
22
Rumia, come, bala, duerme,
rompe el sueño de marfil,
déjate querer alfil,
pisa los suelos inermes.
Trompas y cuernos dementes
como un aviso delante
que al hombre dejan sobrante.
Durero en tierra cubana
te aguardaré en mi sabana,
rinoceronte, elefante.
23
Las abejas a la miel
de la materia beuysiana,
hexágonos por ventanas
de un inmóvil carrusel.
Ámbar que espurio cincel
corta a trozos en la boca.
Embalsamado en la roca
va hacia el dulzor del café,
jeroglifo y ajedrez
que las bacterias apoca.
24
El cangrejo muerto está.
El río dorado sube
hasta abrazarse a la nube
turbia que cae sobre el mar.
La espuma oscura se va
y choca contra los riscos.
Infinitos obeliscos
se elevan como la sal.
De arena y huesos el nicho,
el cangrejo muerto está.
25
Déjame abierta la herida,
que sangre en el contrapunto,
que no se apague un segundo
el fósforo de la vida.
Por la estancia prometida
fíjame rumbos y alas,
que me fulminen las balas
pero siempre resucite,
ave fénix del convite
incendiando las escalas.
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