Una vez más, el pueblo cubano se halla, con todo su dolor, en medio de las manipulaciones, enroques y determinaciones políticas, “razones de Estado”, entre la dictadura del partido único que usurpa el poder en la isla por más de medio siglo y potencias extranjeras; en esta oportunidad, los Estados Unidos.
Aquel gobierno demócrata saliente de la Casa Blanca decidió, a última hora, quitar a Cuba del listado de países patrocinadores del terrorismo. Y, al mismo tiempo, esta dictadura ha anunciado y empezado a ejecutar la excarcelación de 553 prisioneros. Dicen que como un “acto humanitario”. Eso dicen, a la vez que alegan que su maniobra no estaría relacionada con el “detalle” de Biden a favor de la cúpula de La Habana. Según el régimen, su “gesto” habría sido no para su gran adversario geopolítico, sino para el papa Francisco, la Iglesia Católica y por el año de Jubileo.
Actúa así el desgobierno, que no ha tenido nunca el mínimo detalle de reconocerle al pueblo cubano algún derecho o la mera posibilidad de disentir.
La dictadura que nos tocó a los cubanos solamente habla o “juega” con potencias extranjeras. Nunca reconoce a otro interlocutor válido en el interior del pueblo cubano, lo que no es un acto de valentía o temeridad geopolítica. “Enfrentarse” a grandes interlocutores externos, dialogar y negociar con actores políticos foráneos, es solamente lo que le puede convenir a la cúpula que se asienta sobre la masa de un pueblo avasallado.
¿Así que esta vez ha sido otra casualidad? ¿Existen casualidades en este tablero político?
Actúa así el desgobierno, que no ha tenido nunca el mínimo detalle de reconocerle al pueblo cubano algún derecho o la mera posibilidad de disentir. Ni siquiera, una vez que castigan a las personas con cárcel por opinar, manifestarse o sencillamente oponerse al totalitarismo, reconocen el estatus de presos políticos.
Rápido han salido a declarar, en la cúpula de La Habana, que no liberan presos políticos, sino delincuentes. Claro, porque para ellos allá arriba, en Cuba no existen presos políticos. Y, otra “casualidad”: nunca han existido presos políticos en la historia del totalitarismo cubano, ni podrán existir. O sea, no los reconocerán jamás.
Todo lo que hace y haga una dictadura como la cubana, incluso estas liberaciones que llevarán alegría a los hogares de muchas familias (con quienes nos alegramos profundamente), forma parte del accionar de una miserable maquinaria de castigos y recompensas. Actúan en la sombra, por y para la sombra, porque una dictadura es la Sombra.
¿Cómo una dictadura puede hacer algo que nos entusiasme e ilumine de verdad, profunda y completamente?
Ni dan a conocer un listado oficial de nombres de los liberados.
La liberación de inocentes, esa decisión unipersonal de liberar a unos y dejar a otros tras las rejas, llevará luz y alegría a muchas familias, pero, como acto que emana de la voluntad ilegítima de la dictadura, se convierte también en otra vuelta de tuerca contra quienes dejan en el potro de torturas.
“Ven que no los liberamos a ustedes —dice a la conciencia esa figura ominosa del Estado carcelero—, ellos salen y ustedes se quedan en la sombra. Pónganse a pensar el porqué: quizás porque han hecho cartas firmadas con sangre denunciando la represión (como hicieron varias mujeres prisioneras: Lizandra Góngora, Yunierkis Linares Rodríguez…), o porque han publicado un libro de poemas desde la cárcel (como hizo María Cristina Garrido), o porque siguen haciendo arte político y se niegan a aceptar la reeducación (los artistas Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Osorbo), o se plantan, no se ponen el uniforme de preso común…” Etcétera.
¿Cómo una dictadura puede hacer algo que nos entusiasme e ilumine de verdad, profunda y completamente? Desapareciendo. Quitándose las botas y apartándose del cuerpo pisoteado del pueblo cubano. Eso significa la Libertad.
Libertad para Cuba.